“Teología de la ¿prosperidad?”, por Cristina Inogés Sanz
Pues sí, la ‘teología de la prosperidad’ ha llegado. Siempre ha estado, pero no tan visible. Ya la tenemos entre nosotros y no de cualquier modo y manera. La tenemos gobernando el mundo a través de seres sin escrúpulos, egoístas y mezquinos, sin más horizonte que ellos mismos, interpretaciones realmente personales de la Biblia y, lo que lo más sorprendente, expresado por boca de un católico converso llamado James David Vance, vicepresidente de los Estados Unidos.
Lo llamativo y peligroso es lo que propugna la ‘teología de la prosperidad’. Entre otras lindezas, dice que si eres rico es porque has actuado bien y Dios te premia y, si eres pobre, es porque has actuado mal y Dios te castiga. Así, sin anestesia. Es como una especie de contrato con Dios, al menos con el Dios que ellos se imaginan. El poder personal tiene gran importancia en esta falsa creencia de la biblia y de la fe. Es pura doctrina de telepredicador, y sus seguidores, suelen ser avariciosos, codiciosos y ambiciosos sin límites.
Esta teología está condenada por católicos y protestantes, pero el dios Mammon, el dios de la avaricia, sigue estando muy presente en algunos que consideran la riqueza y el poder sobre los demás, la única religión.
Que en este momento esto sea doctrina política, pinta un panorama realmente preocupante y, sus primeras consecuencias, las estamos viendo en las deportaciones de “sin papeles” a Venezuela y Guantánamo. ¿Cómo se puede hacer coincidir esta idea de que el migrante no blanco no es digno de nada, cuando estás casado con una mujer de ascendencia india y religión hindú, que colaboró en el Proyecto de Asistencia a Refugiados Iraníes? También puede hacérsela pregunta en otro sentido, ¿cómo has cambiado tanto para estar casada con alguien, y tener hijos –mestizos-, que actúa tan contrariamente a lo que tú viviste y representas, aunque nunca fuiste pobre? Comprendo que son cuestiones personales, pero, cuesta encajar algunas piezas.
Nos cuesta reconocerlo, pero, lo que nos molesta de verdad, en general, es la pobreza más que el color o la religión. Mientras seas rico, sé lo que quieras en el resto de tu vida.
No es que me interese especialmente la vida del vicepresidente de los Estados Unidos, pero, por curiosidad, busqué la fecha en la que se había incorporado a la Iglesia católica por el bautismo, 2019. Pensé que no hacía tanto y entonces me planteé: ¿qué le han enseñado y quién le ha acompañado en el proceso de preparación para el bautismo, para derivar en esta ideología tan lejana de la fe? Porque me niego a creer que alguien, desde el inicio del proceso, haya llevado deliberadamente a este tremendo error de interpretación de la fe a una persona.
La desunión de Estados Unidos, del país y de su Iglesia -algunos obispos han tenido mucho que ver en esta deriva-, puede ser más contagioso de lo que nos imaginamos. Construir cuesta una vida. Destruir, unos minutos. Y, mientras, los fanatismos crecen, las intolerancias se hacen más fuertes, los ricos son más ricos y los pobres cada vez más pobres. Ni los primeros son más buenos y mejores seguidores de Dios, ni los segundos más malos y peores creyentes en Dios.
Nos vamos a tener que emplear a fondo para que nadie crea que Dios solo ama a los ricos y poderosos. Nos vamos a tener que emplear a fondo para hacer presente al Dios de la misericordia.
A cualquiera que apoye estos discursos y crea que son maravillosos porque nombran a Dios y dicen que hay que recuperar los valores del cristianismo, que piense en el evangelio y vea si casa bien lo de despreciar al pobre con adorar a Dios. Aunque, por cierto, sea lo que también propugna algún movimiento en la Iglesia católica, cuyos seguidores aplauden estas ideas. Es lo que tiene que no te dejen pensar y que seas incapaz de verlo.
Fuente Vida Nueva
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