“Existe en la tradición cristiana cierta mentalidad, reforzada por siglos de expectativas, que opina que si uno quiere mejorar de vida, ha de entrar en una comunidad monástica. Si alguien piensa que sólo puede rezar en un entorno monástico, es que no ha comprendido las increíbles posibilidades de la vida ordinaria. Dios está tan presente en nuestras casas como lo puede estar en cualquier monasterio. No hay que ir a ninguna parte para buscar el misterio último“.
De su blog Kristau Alternatiba (Alternativa Cristiana):
Los diversos enunciados doctrinales están constituidos por palabras de hombres, cuyo significado puede cambiar con la evolución de los tiempos y, sobre todo, de las diversas situaciones culturales.
Además de que los nuevos descubrimientos de la ciencia han abierto también nuevas perspectivas para la interpretación y la comprensión de los acontecimientos y de las tradiciones históricas…
En consecuencia, las doctrinas y los dogmas no pueden fijarse en fórmulas inmutables, sino que deben ser continuamente interpretados y reformulados.
Tal vez, incluso, el corazón de la crisis del cristianismo actual es ante todo doctrinal, teológico… No es del todo cierto que las masas deserten hoy sólo porque se escandalizan del comportamiento de los autodenominados creyentes.
En este sentido, también el Papa Francisco nos ha dirigió la siguiente exhortación: “Más que el miedo a hacer el mal, espero que nos mueva el miedo a encerrarnos en estructuras que nos dan una falsa protección, en fórmulas que nos convierten en jueces implacables, en hábitos en los que nos sentimos cómodos, mientras fuera hay una multitud hambrienta y Jesús nos repite sin cesar: Dadles vosotros de comer”.
A mi pequeña manera, me he prometido desde hace tiempo reescribir «el credo». Soy muy consciente de que se trata de un intento ambicioso, por no decir poco realista e incluso temerario, que considero como un primer borrador en el que hay que seguir profundizando cada día, meditando, rezando…
Pero me complace compartirlo, tanto para recibir sugerencias valiosas como quizá también para animar a algunos de vosotros a hacer lo mismo.
Aparte de que tal intento, lo estoy experimentando bien, puede ayudarnos a centrarnos en lo que creemos, quién sabe si no constituirá un pequeño aliento de corazón, procedente de una sinodalidad espontánea desde abajo, para que un día se nos dé la posibilidad de profesar un credo que, sin afectar al corazón de nuestra fe cristiana, pueda en su formulación seguir siendo comprensible y sobre todo creíble para nosotros, hombres y mujeres de hoy.
Quisiera añadir también que probablemente ni siquiera sería correcto llegar a una única reformulación del «Credo» para toda la Iglesia universal. Se podría dejar a las distintas Conferencias Episcopales la tarea de llegar a una formulación que tenga en cuenta su propia cultura y en la que puedan percibir «el olor de sus propias ovejas». El pluralismo vivido en diálogo y comunión es auténtica riqueza.
Creo en Dios, que es nuestro Padre y Madre, Misterio de Amor y Comunión, en quien subsiste todo el universo. En virtud de su perenne y amorosa acción creadora, que se realiza continuamente por la fuerza de su Espíritu, todos, seres humanos, animales, vegetales y minerales, somos, existimos, vivimos, nos relacionamos y nos realizamos en esta casa común del universo.
Creo en Jesús de Nazaret que, alimentado por el afecto y sostenido por el ejemplo de María y José, pudo desarrollar plenamente su humanidad, dejando florecer en él ese mismo Espíritu que día tras día lo hizo Hijo y hermano universal. Según el testimonio de sus discípulos, habiéndose mostrado acogedor con todos, y especialmente con los más pobres y marginados, murió crucificado pidiendo perdón, revelándonos así el rostro comunitario y misericordioso de Dios.
Creo en el Espíritu Santo, el aliento vivificante dado a Jesús y que Jesús resucitado regala a la comunidad creyente. Él alimenta continuamente en todos nosotros, creyentes y no creyentes, ese profundo deseo e impulso que nos impulsa día tras día a crecer en humanidad como hijos e hijas de Dios, y por tanto hermanos y hermanas entre todos, en el pleno respeto de la casa común que nos acoge como hogar.
Creo en la Iglesia católica universal, comunidad de comunidades, dialogante, ecuménica, interreligiosa, testigo humilde y gozoso de la presencia resucitada de Jesús que, por su propio Espíritu, sigue vivo en medio de nosotros y tiene el único poder de proclamar el Año de Gracia, su Buena Noticia, mediante obras de justicia, liberación, reconciliación y paz.
Creo en la Comunión universal y cósmica que constituye nuestra meta y en la que incluso ahora moramos todos, incluidos nuestros seres queridos fallecidos. Sostenida por la esperanza de que, a través de nuestra colaboración, y a pesar de nuestras fragilidades e infidelidades, alcanzará esa plenitud en la que ‘Dios será Todo en Todos‘.
En sentida comunión con el Concilio de Nicea cuyo 1700º aniversario celebramos en este año de 2025.
Bondings 2.0 se complace en presentar el siguiente artículo del colaborador invitado James C. Cavendish sobre los resultados de una nueva investigación importante sobre las actitudes de los católicos hacia las parejas y relaciones del mismo sexo. La investigación proviene de un nuevo libro, Catholicism at a Crossroads: The Present and Future of America’s Largest Church (NYU Press 2025), al que Cavendish contribuyó junto con sus colegas investigadores Maureen K. Day, Paul M. Perl, Michele Dillon y Mary L. Gautier con William V. D’Antonio.
El Dr. Cavendish es profesor asociado de Sociología en la Universidad del Sur de Florida y expresidente y exdirector ejecutivo de la Asociación para la Sociología de la Religión. Su investigación examina una amplia variedad de temas en la intersección de la religión, la comunidad y el cambio social. Ha publicado numerosos artículos en revistas revisadas por pares que se centran en los esfuerzos de defensa de una iglesia más inclusiva. Puede seguir su trabajo en haciendo click aquí
Si bien este artículo es más largo que lo que solemos escribir, la importancia de los datos permite esta excepción a nuestra regla general.
Una de las observaciones más notables que mis colegas y yo hicimos en nuestro reciente estudio de datos de encuestas nacionales de católicos estadounidenses fue el cambio dramático que se ha producido en las últimas décadas en las actitudes con respecto a la aceptación de las personas homosexuales, lesbianas y bisexuales, sus relaciones y sus decisiones de casarse y formar familias. De 1987 a 2017, se preguntó a los encuestados si creían que una persona puede ser un buen católico sin estar de acuerdo con la oposición de la jerarquía de la iglesia a las relaciones entre personas del mismo sexo, o sin que su matrimonio sea aprobado por la Iglesia Católica, lo que en la reciente ola de la encuesta incluiría los matrimonios civiles entre personas del mismo sexo. En comparación con 1987, hoy en día muchos más católicos creen que pueden ser buenos católicos sin obedecer las enseñanzas de la Iglesia con respecto a las relaciones entre personas del mismo sexo: 55% en 1987 y 73% en 2017. En comparación con 1993, muchos más creen que pueden ser buenos católicos sin que la Iglesia apruebe su matrimonio (61% en 1993 y 77% en 2017).
Esta creciente aceptación de la moralidad de las relaciones y el matrimonio entre personas del mismo sexo fuera de la Iglesia también se refleja en las actitudes de nuestros encuestados sobre el lugar de la autoridad moral a la hora de tomar decisiones sobre estas cuestiones. En concreto, los católicos estadounidenses de hoy son más propensos a creer que la autoridad en cuestiones de moralidad sexual recae en el individuo y no en los líderes de la Iglesia. Cuando se les preguntó “¿quién debería tener la última palabra sobre la moralidad” de “un católico que mantiene relaciones con personas del mismo sexo: los líderes de la iglesia, los individuos o ambos?”, solo el 39% de los católicos dijo “los individuos” en el momento de nuestra primera encuesta en 1987, en comparación con una mayoría (58%) de católicos en nuestra encuesta más reciente. En consecuencia, aunque el 32% de los católicos en 1987 dijo que solo los líderes de la iglesia deberían tener la última palabra sobre la moralidad de un católico que mantiene relaciones con personas del mismo sexo, solo el 13% de los católicos en 2017 dijo lo mismo.
Lo que estos datos ilustran es que, en comparación con décadas anteriores, los católicos estadounidenses de hoy son mucho más propensos a pensar que las personas en relaciones del mismo sexo pueden ser “buenos católicos”, y son mucho más propensos a respetar el derecho de las personas lesbianas, gays y bisexuales a formar y ejercitar sus propias conciencias al decidir sobre la naturaleza de sus relaciones.
Estas estadísticas provienen de un proyecto de varios años, presentado en Catholicism at a Crossroads: The Present and Future of America’s Largest Church (2025, New York University Press), producido por un equipo de científicos sociales, del que formé parte. Analizamos datos recopilados entre 1987 y 2017 en varias oleadas de una encuesta nacional de católicos estadounidenses. También realizamos entrevistas con casi 60 líderes de la iglesia en los Estados Unidos, tanto laicos como ordenados. Me invitaron a escribir este artículo para compartir con ustedes algunos de los temas clave de nuestro libro que son particularmente relevantes para la comunidad LGBTQ+. Como católico gay, es un honor para mí hacerlo.
Estas tendencias de creciente aprobación de las relaciones entre personas del mismo sexo, del matrimonio fuera de la iglesia y del individuo como el lugar de la autoridad moral en materia de moralidad sexual también son evidentes cuando se les pregunta directamente a los católicos sobre la moralidad de las relaciones entre personas del mismo sexo y el apoyo al matrimonio legal entre personas del mismo sexo. Basándonos en datos de una variedad de encuestas, incluidas las realizadas por CNN News y el Pew Research Center, nuestro libro informa que el porcentaje de católicos estadounidenses que dicen que las relaciones entre personas del mismo sexo siempre están mal cayó más drásticamente a principios de la década de 1990, del 72% en 1991 al 47% en 1996. En 2018, solo el 21% de los católicos estadounidenses cree que las relaciones entre personas del mismo sexo siempre están mal.
El apoyo de los católicos estadounidenses al matrimonio legal entre personas del mismo sexo aumentó drásticamente durante este mismo período, pasando de apenas el 31% en 1992 al 65% en 2023. El aumento más significativo de esta tendencia parece darse entre 2005 y 2015, justo antes de la decisiva decisión de la Corte Suprema Obergefell v. Hodges en 2015, que extendió el matrimonio civil a las parejas del mismo sexo.
(Source: Day, Maureen K., James C. Cavendish, Paul M. Perl, Michele Dillon, and Mary L. Gautier with William V. D’Antonio. 2025. Catholicism at the Crossroads: Understanding the Present and Future of America’s Largest Church. New York: New York University Press.)
Estos dramáticos aumentos en los niveles de aceptación de las relaciones entre personas del mismo sexo y el matrimonio civil entre personas del mismo sexo entre los católicos estadounidenses deberían ser una buena noticia para los católicos LGBTQ+ y sus amigos y familiares. En comparación con años anteriores, los católicos lesbianas, gays y bisexuales deberían experimentar una creciente aceptación por parte de sus compañeros católicos. Con un 79% de los católicos estadounidenses cuestionando la noción de que las relaciones entre personas del mismo sexo siempre están mal, un 73% creyendo que alguien puede ser un buen católico sin obedecer las enseñanzas de la iglesia con respecto a las relaciones entre personas del mismo sexo y un 65% apoyando el matrimonio civil entre personas del mismo sexo, las posibilidades de encontrar una comunidad de fe acogedora e inclusiva dentro de la iglesia son posiblemente más altas hoy que nunca en el pasado.
Además, si uno midiera el nivel de aceptación por parte de una congregación basándose únicamente en las actitudes de los laicos sobre la moralidad de las relaciones sexuales entre personas del mismo sexo, los católicos estadounidenses son tan tolerantes como la mayoría de los protestantes tradicionales y significativamente más tolerantes que los protestantes evangélicos (Day et al. 2025:88).
Lo que no queda claro a partir de nuestra investigación es si los mismos niveles de aceptación se extienden a la comunidad transgénero. Nuestra encuesta no contenía preguntas específicas sobre la comunidad transgénero, la identidad de género o la llamada “ideología de género”. Algunos de los líderes de la iglesia que entrevistamos, incluido Francis DeBernardo, director ejecutivo de New Ways Ministry, y el difunto diácono Ray Dever, un orador frecuente sobre temas de fe en la comunidad LGBTQ+ y colaborador de Bondings de New Ways Ministry, tocaron estos temas, y compartimos sus ideas en nuestro libro. El diácono Dever, por ejemplo, reflexionó sobre su propia experiencia como padre de una hija transgénero y como diácono de larga data en la iglesia. Dijo que las personas LGBTQ+, especialmente los jóvenes, necesitan sentir que su presencia en la iglesia es buena para ellos, que de alguna manera “afirma quiénes son”.
Según Dever, sería prudente que los ministros de la iglesia crearan espacios inclusivos donde las personas puedan ser una comunidad de fe alegre y amorosa, algo “de lo que la gente quiera ser parte”. Reconoció que, dado que “la disforia de género no es algo que la mayoría de las personas que se sienten totalmente cómodas con su género puedan entender fácilmente”, es especialmente importante que los ministros de la iglesia se eduquen al respecto, aprendan lo que revelan las ciencias sociales y del comportamiento y practiquen el acompañamiento.
Aunque los datos de nuestra encuesta revelan que los católicos estadounidenses aceptan cada vez más a los católicos homosexuales, lesbianas y bisexuales y las cuestiones que les preocupan, muchos de los líderes de la iglesia entrevistados reconocieron la dificultad que tienen algunos ministros de la iglesia para desarrollar un lenguaje pastoral que sea al mismo tiempo acogedor para los católicos LGBTQ+ y sus familias y defienda las enseñanzas de la iglesia sobre la sexualidad y el matrimonio sacramental.
Como ilustran los datos presentados en el sitio web de New Ways Ministry, algunos obispos o pastores podrían negarse a contratar ministros laicos o maestros LGBTQ+ que sean visiblemente abiertos sobre su orientación sexual, identidad de género o matrimonios civiles entre personas del mismo sexo porque los líderes de la iglesia temen crear un “escándalo público”. Sin embargo, otros obispos o pastores no tienen preocupaciones sobre la contratación de personas LGBTQ+ e incluso pueden presentarlas como modelos a seguir.
Una de las líderes católicas que entrevistamos, la Dra. Julie Hanlon Rubio, profesora de Ética Social Cristiana en la Escuela Jesuita de Teología de la Universidad de Santa Clara, reconoció que esta falta de coherencia tanto en las diócesis y parroquias, como en las cuestiones de moralidad, puede ser en sí misma problemática. “Si un obispo u otro líder de la iglesia va a negar empleo a un católico que está en una relación del mismo sexo, ese obispo o líder de la iglesia también debería negar empleo a un católico que esté usando anticonceptivos artificiales o que esté divorciado y vuelto a casar”. Según Rubio y algunos otros líderes entrevistados, si los obispos o sacerdotes van a retener sacramentos o negar empleo por violar las enseñanzas sexuales de la iglesia, esta práctica debe aplicarse de manera consistente, no simplemente donde sea conveniente o popular.
Una forma en que los ministros de la iglesia pueden lograr una mayor coherencia es aceptar la invitación del Papa Francisco a practicar un catolicismo más acogedor e inclusivo que encuentre, escuche y acompañe a las personas LGBTQ+ en su camino. El Papa Francisco ha afirmado los derechos de las personas LGBTQ+ a recibir los sacramentos, a ser bautizados, a servir como padrinos y, en diciembre de 2023, aprobó la bendición de las personas que forman parte de parejas del mismo sexo en determinadas circunstancias.
La investigación de este estudio recién publicado, en particular el capítulo sobre el “Amor”, es una invitación a los católicos comunes, a los ministros parroquiales y a los líderes de la iglesia a reflexionar sobre la variedad de identidades individuales –incluidas las identidades sexuales y de género– y las formas familiares que existen en la sociedad. También es una invitación a imaginar cómo estos individuos y familias podrían ser llamados a una relación más cercana con Dios y entre sí. Todos los individuos y familias, sin importar sus identidades o configuraciones, están llamados a fomentar y formar relaciones estables y amorosas en las que puedan prosperar. Esperamos que los hallazgos de nuestra investigación contribuyan a un diálogo significativo sobre cómo la iglesia podría llevar a cabo mejor su misión de encuentro y acompañamiento.
—Dr. James C. Cavendish, Universidad del Sur de Florida, 8 de marzo de 2025
Son sobrevivientes y activistas y crearon “Hogar Dignidad Trans“, un espacio de resistencia y cobijo hecho a pulmón que les valió el reconocimiento del Papa Francisco.
Fuente Agencia Presentes
6 de marzo de 2025 Sandra López Maidana Edición: Ana Fornaro
Desde febrero de este año funciona Hogar Diginidad Trans, un proyecto pionero en Mar del Plata. En este momento alberga de manera permanente a cuatro personas y se proyecta la apertura de un Espacio de Tránsito que brindará refugio temporal a otras tres. Este espacio no sólo es un refugio, sino también un símbolo de lucha por los derechos básicos y la dignidad de la población travesti-trans.
La casa, ubicada en la calle Bordabehere 1767, Barrio San Cayetano en el centro de la ciudad, tiene un valor histórico. Desde 1986 es el hogar de Marcela, una mujer trans que llegó expulsada de Tandil en el marco de la represión policial y los códigos contravencionales de la época. A pesar de las adversidades, Marcela abrió las puertas de su casa para convertirlo en un espacio de contención y esperanza para quienes enfrentan las mismas luchas que ella vivió.
Pasados los años y la falta de oportunidades, la casa sufrió los embates que la dejaron en un estado ruinoso. Una de sus antiguas habitantes, Maju Burgos, volvió hace cuatro años a Mar del Plata y le propuso buscar ayuda para arreglar la casa. Marcela se hace llamar Bordabehere de apellido por estar identificada con su lugar de residencia. Maju contó a Agencia Presentes: «Nunca se pudo domar esta casa, siempre quedó todo por la mitad, pero a regañadientes aceptó”.
Ahí comenzó la búsqueda de Maju de recursos para restaurar la casa y construir el sueño del refugio temporal.
Maju
Maju Burgos es una mujer trans de 43 años y empleada en el sector público al que accedió por el cupo trans que ella misma militó junto a la agrupación Mujeres Trans Argentinas. Nació en Azul, localidad de la provincia de Buenos Aires, y la expulsaron de su hogar cuando tenía 12 años. “Mi vieja me expulsó, me echó a la miércoles. Venía de una familia muy violenta. Se notaba mi identidad a muy temprana edad y ellos no supieron manejarlo, no quisieron aprender, era otra época. No lo justifico en absoluto, todo lo contrario, ya no tengo vínculos con ellos. Durante algunos años fue una relación que traté de sostener por una dependencia emocional. Las travas estamos solas. Traté de sostener una familia que no existía y pude cortar el vínculo total gracias a la terapia, a la medicación y a la meditación también porque practico budismo”.
Viajó a Mar del Plata con una compañera que al poco tiempo decidió volverse al pueblo, por lo tanto Maju se quedó sola en un hotel cercano a la terminal vieja de ómnibus de la ciudad. Empezó a prostituirse. Tenia la ropa que traía del campo, jardineros y zapatillas, y una figura de preadolescente.
En ese interín conoció a Marcela y su casa, que tenía pequeñas habitaciones donde vivían otras travestis trans. «Yo le hinché a Marcela porque quería ir a vivir con ella pero ella me decía que no había lugar y era cierto. Además era un momento muy complicado, las chicas que estaban en prostitución las llevaban presas, (artículos 68 y artículo 92 en esta jurisdicción). Uno por usar vestimenta femenina y otro por escándalo en la vía pública. Y por ahí el escándalo era comer una empanada acá como estoy haciendo ahora. La sola presencia representaba un escándalo. Yo les insistí tanto que iba a tomar mate todos los días a la casa como si estuviera en el campo, iba a la mañana cuando las chicas volvían a dormir. Al final aceptó que fuera, que podía dormir en un sillón cama en una cocina que hoy es mi cocina”.
De sus convicciones y su búsqueda de dignidad para su vida y la de sus compañeras se transformó en militante activista. “Somos seres políticos, nuestra identidad travesti trans es política y política como transformación. Desde este lugar accedemos a la militancia o al activismo y a muchas de nosotras es lo que nos salva. Nos salva crear redes con el feminismo, crear redes desde el transfeminismo como decía Lohana, como decía Diana para poder posicionarnos no solamente en un lugar de ciudadanas de primera, sino también poder tener herramientas para poder construir para otras, para otros y para otres. Para ser transformadoras de realidades y poder transformar nuestra propia vida. Poder transformar la realidad de otras personas que estén atravesadas por la violencia, por la estigmatización y por la exclusión. Además por la falta de oportunidades que lamentablemente ha sido el norte durante todo el recorrido de nuestra vida”.
El encuentro con la hermana Mónica
Con estas herramientas la llevó a investigar por dónde empezar y a quién primera consultó fue a Mónica Astorga Cremona, una monja carmelita que acompaña desde hace 20 años a las compañeras trans de Neuquén. Creó el primer complejo habitacional para adultas trans en esa provincia. El predio cuenta con doce departamentos, realizado con aportes de la provincia y Nación y tuvo el aval y la felicitación del Papa Francisco.
Mónica le dijo que empezara por diseñar un flyer para compartir por redes. “Esto fue en 2021, -recuerda Maju- ¿Quién te ayuda al salir de la pandemia? Porque pensamos que íbamos a salir mejores, que íbamos a ser seres de luz y ¡nada! Empezamos a recibir ayuda, pero era muy poco. En eso llegó una compañera que se llama Noni que a través de una parroquia que seguía a Mónica por redes nos vino a ver y nos contó que hacía electricidad y además trabaja en un Hospital de acá de Mardel”. Nony Mariani se transformó en una presencia clave dentro del equipo porque donó trabajo, tiempo, oreja, y pudo traer y coordinar a los trabajadores de la construcción. Además por su trabajo actual ayuda a gestionar los trámites del hospital de las chicas: “las lleva, las trae. Es fundamental. No se podría haber hecho nada sin Noni”.
Nada es imposible
Maju no dejó de buscar ayuda. Un día pensando en cómo encontrar más auspicios para la obra le dijo a Marcela que le iba a escribir al Papa Francisco. “Conseguí el mail en abril del ‘21 y en junio me respondió. Me contesta con un mail divino, de puño y letra. Lo hace así y su secretario escanea la carta y la pega al mail. Me contestó muy cálidamente y que podíamos contar con su ayuda. Fue muy linda, me pone “querida Maju” y mientras te lo cuento mirá (muestra su brazo con piel de gallina) yo no soy católica, soy budista, pero es un referente y con la historia que nosotras tenemos… Me acordé de mi infancia, recordé cuando mi vieja me echó y ahora me está contestando el Papa. Y me dije, “bueno ya está, me puedo ir de este mundo tranquila porque nada es imposible””.
En estos días de manera casual le tocó atender en la oficina donde trabaja al nuevo obispo de Mar del Plata que aún no había asumido (Monseñor Ernesto Giobando, que asumió el 22 de febrero). Lo conocía de cuando vivió en Capital Federal, y habían organizado encuentros con Mujeres trans argentinas donde también partició la hermana Mónica. “Siempre tuvimos muy buena onda así que quedamos que iba a ayudarnos en lo que se pudiera”.
La adultez trans
Producto de otras casualidades, en su lugar de trabajo Maju atendió a una chica que trabajaba en Anses. Maju le contó la realidad de Marcela, que a sus 60 años no había podido jubilarse. La mujer la ayudó y fue el primer trámite de jubilación para una persona trans en esa oficina de Anses de Mar del Plata.
“No puede ser que no tengamos adultas trans. Como dice Marlene, es un genocidio. No puede ser que en Mar del Plata puedas contar con los dedos de una mano las minas arriba de 50 años. Es un escándalo. Y no es que las travestis no existen o que no existieron. Acá había parva de travestis. Acá había travestis pateando por la noche, en la movida artística, durante muchísimos años. El sistema prostibulario o el trabajo sexual era muy grande en Mar del Plata. Veníamos de todos lados de la provincia y de la Argentina porque esta era una plaza muy grande. ¿Dónde están todas esas compañeras? Se murieron. No llegaron muchas ni a disfrutar del mar”.
Maju cuenta que Marcela pasó 30 años sin ver el mar, porque le quedó el estigma de otros tiempos. En Mar del Plata no podía pasear por la peatonal ni ir a la playa. “Ese disfrute se nos privó. El solo hecho de nuestra presencia escandalizaba. La sola visibilidad trans travesti era un escándalo, atravesado por los códigos contravencionales de la época”.
Sin embargo confía en que el cambio de miradas y de políticas de los últimos años va a generar un quiebre más profundo, a pesar de los retrocesos actuales. “Se ha producido un quiebre generacional con respecto al promedio de vida que lo vamos a ver seguramente en unos años. Porque no es lo mismo las jóvenas que hoy están ingresadas en un colegio, que hoy están acompañadas por sus padres, que están acompañadas por un sistema de salud que a pesar de las políticas neofascistas que hoy están asomando la cabeza, las políticas nuevamente de estigmatización, de patologización hacia nuestras identidades. Pero que a su vez ya hemos creados redes con médicos de apoyo que vienen trabajando hace más de 25 años con nuestra población, esas niñeces, esas adolescencias esas pibas, esas mujeres que ya están en la facultad que ya se recibieron no van a tener el promedio de vida que tienen hoy de menos de 40 años. Ese umbral va a cambiar”.
El Hogar, una realidad y un proyecto
Parte de la obra está terminada. Hoy junto a Marcela y a Maju conviven otras dos compañeras.
Claudia de 56 años dejó Santiago del Estero para establecerse en Mar del Plata. Pasados los tiempos de precariedad y exclusión laboral hace pocos meses consiguió su primer empleo formal como encargada de atención al público en un kiosco, un logro que representa un cambio significativo en su vida.
Luciana, la más joven del grupo, migró desde la provincia de Buenos Aires después de su transición en busca de nuevas oportunidades de estudio y trabajo. El año pasado logró completar un curso de informática y actualmente trabaja en el centro de la ciudad en un local de comidas rápidas y entretenimiento para niños, demostrando que el acceso a la educación y el empleo son claves para el desarrollo personal y social.
El proyecto del Hogar Dignidad Trans está enfocado en la restauración de la casa, que cuenta con cuatro departamentos. Tres de ellos ya son habitables, mientras que el cuarto aún necesita ser terminado. El cierre de este proyecto contempla la finalización del Espacio de Tránsito, destinado a albergar a tres adultas trans en situación de vulnerabilidad. Actualmente, este espacio solo cuenta con las paredes levantadas y el techo, quedando pendientes todas las terminaciones interiores, instalaciones eléctricas, plomería, revestimientos, pisos y equipamiento básico. La construcción de este espacio es fundamental para seguir brindando contención y apoyo a quienes más lo necesitan.
El Hogar Dignidad Trans no es solo un refugio; es un proyecto que representa resistencia, resiliencia y la búsqueda incansable de igualdad y oportunidades.
La culminación de las obras y las mejoras pendientes requieren apoyo. Cada aporte, por pequeño que sea, contribuye a que más personas trans puedan acceder a un espacio seguro y digno.
El contingente del Centro del Orgullo en el desfile del Día de San Patricio de Staten Island.(Facebook Pride Center)
Aunque ciudades de todo Estados Unidos albergarán hoy (17 de Marzo) el Desfile del Día de San Patricio, siendo el más grande el de Manhattan, Nueva York, a principios de este mes tuvo lugar un desfile más pequeño con un giro nuevo e histórico: fue la primera vez que se permitió a un grupo LGBTQ+ marchar. Aunque muchos residentes estaban encantados con el cambio, un líder católico no lo estaba.
El desfile en Staten Island, un distrito de la ciudad de Nueva York, se celebró el 2 de marzo de este año con un nuevo contingente en él: el Pride Center de Staten Island. El grupo había solicitado la admisión durante varios años y había sido rechazado. En noviembre pasado, debido a los cambios de liderazgo en el Comité del Desfile del Día de San Patricio del Condado de Richmond, los organizadores del evento pudieron revertir su política de 60 años y, de hecho, invitaron al Pride Center a marchar en 2025.
Según el New York Post, los líderes LGBTQ+ estaban encantados de participar este año. KC Hankins, un líder queer local de 32 años, dijo:
“Después de más de una década de [negar] que las personas LGBT marchen en el desfile, finalmente se nos permite. Es un gran día para que la comunidad queer sea bienvenida en nuestra propia comunidad. Este es un esfuerzo constante de las personas queer en Staten Island para decir que pertenecemos a nuestra comunidad, y vamos a seguir haciendo saber que pertenecemos”.
Edward Patterson, presidente del comité organizador, dijo: “Estamos orgullosos de tener el Pride Center porque son parte de la comunidad”.
Pero un líder católico local no estaba contento con la participación del Pride Center en el desfile, a pesar del hecho de que muchos católicos de base locales apoyaban el cambio.
SI.Live.com informó que el obispo Peter Byrne, obispo auxiliar de la Arquidiócesis de Nueva York y párroco de la Parroquia Blessed Sacrament en Staten Island, dijo que debido al cambio de política que permite al grupo LGBTQ+ marchar, él y la parroquia no participarían en el evento. La parroquia había servido tradicionalmente como lugar de inscripción para el desfile, como ubicación del puesto de recepción del desfile y había organizado un desayuno previo al desfile. Ninguno de estos ocurrió este año, aunque la ruta del desfile pasó frente a la iglesia. En el boletín parroquial del 16 de febrero, el obispo Byrne publicó un ensayo sobre su oposición al cambio de política, señalando:
“Cuando se tomó la decisión de permitir que los miembros del Centro del Orgullo participaran en el desfile, marchando bajo su propia bandera, no tuve más remedio que distanciar a la parroquia del evento y negar el uso de las instalaciones”.
Espectadores en el desfile animando al grupo LGBTQ+
El artículo de S.I. Live también informó que varios feligreses discrepaban firmemente con la opinión del obispo:
“‘Como feligrés de mucho tiempo, me siento avergonzado por esta declaración. No tengo palabras para describir lo desconectado que está el obispo de la comunidad y de sus propios feligreses’”, dijo un feligrés que pidió el anonimato.
“Otra feligresa que dijo que su familia tiene ‘lazos profundos’ con el Blessed Sacrament durante casi 50 años, incluyendo la realización de todos sus sacramentos allí, dijo que estaba ‘profundamente preocupada’ por la carta en el boletín de la iglesia.
“‘Tengo muchos amigos y familiares que son miembros de la comunidad LGBTQ+, algunos de los cuales también están asociados con el Blessed Sacrament. Hacer una declaración general de que la iglesia no participaría en el desfile habría sido más aceptable que el insulto descarado de sugerir que el Centro del Orgullo y quienes se identifican como LGBTQ+ “no son castos” es verdaderamente vergonzoso”, dijo el feligrés, que pidió el anonimato.
“’¿Qué le hace pensar que todos los demás que marchan en el desfile están tan llenos de “castidad”? … El Jesús con el que crecí aprendiendo nunca escribiría una carta tan divisiva ni haría una declaración tan crítica y, francamente, tan grosera. Esto no se parece en nada a Cristo. He discrepado con la postura de la Iglesia Católica sobre la comunidad LGBTQ+, pero esta situación solo confirma aún más que ya no puedo quedarme de brazos cruzados y asociarme con una institución que carece completamente de inclusión y universalidad…’”, añadió.
—Francis DeBernardo, Ministerio Nuevos Caminos, 17 de marzo de 2025
Así lo informó el Colegio Médico (Colmed), desde donde advirtieron que “no permitiremos que prejuicios interfieran en el ejercicio de la medicina”. El Movilh valoró la reacción del gremio y recordó que en 2024 congresistas de Derecha habían denunciado en la Fiscalía a profesionales que atienden a personas trans menores de 18 años.
En una declaración pública, el Colegio Médico sostuvo ayer que “hemos tomado conocimiento de una denuncia presentada por un grupo de parlamentarios contra médicos y médicas que trabajan con personas trans”.
Añadió que “rechazamos la persecución contra médicos que atienden a personas trans. La Mesa Directiva Nacional del Colmed respalda a los colegas denunciados por parlamentarios que buscan amedrentarlos por ejercer su labor con base en la evidencia científica y la ética profesional”
“Esta acusación no solo afecta a los médicos involucrados, sino que sienta un peligroso precedente de persecución en salud. No permitiremos que prejuicios o información falsa interfieran en el ejercicio de la medicina. Desde Colmed, seguiremos defendiendo a quienes trabajan con compromiso a las y los pacientes que necesitan atención”, puntualizó.
Si bien el Colegio Médico no dio detalles de cuándo ocurrió la arremetida parlamentaria, ni tampoco identificó a los responsables, lo cierto es que el año pasado el Movimiento de Integración y Liberación Homosexual (Movilh) había criticado públicamente a congresistas por presentar el 12 de noviembre anterior una denuncia por “eventual delito de lesión corporal” ante la Fiscalía regional de Valparaíso, donde identificó con nombres y apellidos a profesionales de instituciones públicas y privadas que atienden a personas trans.
El Movilh precisó que dicha denuncia fue firmada por los/as diputados/as Yovana Ahumada (PSC), Juan Irarrázaval (Republicano), Gustavo Benavente (UDI), Miguel Ángel Calisto (IND-Demócratas), Andrés Jouannet (Amarillos), Christian Matheson (IND- Evópoli) y Ximena Ossandón (RN).
“Los hechos que se denuncian corresponden a cirugías médicas denominadas de rea-fimarmación de sexo o afirmación de género realizadas en menores de edad (menos de 18 años)”, señalaba la denuncia.
Los congresistas identificaron como “reconocedores” de estos hechos a fundaciones y a profesionales de la salud de UC Christus y del Hospital Sótero del Río y a funcionarios del Ministerio de Salud, quienes en diversos espacios habían afirmado que esos procedimientos se practican en algunas ocasiones, pero para mejorar la calidad de vida de las personas.
El Movilh replicó que “tras esta denuncia hay una abierta motivación transfóbica, a la cual nada le importa la evidencia científica, los derechos de menores de 18 años, ni el derecho preferente de los padres y madres que acompañaron los procesos de transición de sus hijos/as con el único fin de mejorar su calidad de vida y respetar su identidad de género”.
“Valoramos la reacción del Colegio Médico, en tanto se posiciona a favor de los pacientes y de profesionales que desarrollan su labor en estricto apegoa las evidencias científicas y a los derechos humanos”, finalizó el Movilh.
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