“Tentaciones y desafíos de una Iglesia en tiempos de crisis “, por Joseba Kamiruaga Mieza CMF
De su blogKristau alternatiba (Alternativa cristiana):
Las lecturas del primer Domingo que nos introducen en la Cuaresma nos ofrecen interesantes elementos para la reflexión sobre los procesos de cambio en la Iglesia.
Quisiera partir del pasaje evangélico del primer domingo que nos propone el tema de las Tentaciones de Jesús. En un tiempo prolongado de prueba -han pasado cuarenta días- es más fácil caer en la tentación, se es más frágil cuando hay hambre. Y las tres tentaciones ilustradas muestran tres actitudes en las que también la Iglesia, cuando vive un momento de crisis, de cambio como el actual, corre el riesgo de caer.
1.- Transforma las piedras en pan: comprometerse a satisfacer las necesidades, las continuas y más diversas peticiones. Es una práctica gratificante en el corto plazo, porque responde a peticiones pero genera continuamente una presión sobre el hacer, que no hace más que aumentar aún más las expectativas. Porque una cultura del consumo sólo genera demandas y expectativas, no pertenencia a una comunidad. El autoengaño de resolver todo inmediatamente es el de decirnos “soy útil”, muriendo sin embargo en un funcionalismo estéril y en un pragmatismo que ya no sabe captar un sueño más allá de la necesidad. Así es como se responde al estómago de las personas y no a sus corazones.
2.- Lánzate y déjate atrapar por los ángeles de una manera bastante espectacular: llamar a los más fieles a reunirse, a ocupar espacios, a la atención, como un acto de fuerza, mostrar el propio músculo para decir ‘¡Yo existo!’. Una venganza identitaria que ingenuamente nos hace sentir vivos pero que incrementa la autorreferencialidad y la soledad y, por tanto, la crisis y la depresión a largo plazo. Identificar a un enemigo no es suficiente para definir una identidad generativa. El autoengaño es decirse a uno mismo “todavía soy fuerte”, reflejándose narcisistamente en un reflejo distorsionado y autoproducido. Así se responde así a los ojos pero no al corazón.
3.- Todo lo que veas será tuyo si me adoras: ser subordinado al mundo, estar a la moda, caer en la mundanidad. Esto se hace para mantener la relevancia, la importancia y el control sobre ciertos espacios. Un sacrificio inducido por el miedo a dejar de ser vistos y considerados, a perder posiciones. El autoengaño es decirse a uno mismo “soy agradable, interesante”, adaptarse a la realidad, seguir las modas del momento aunque éstas nos pidan eclipsar el núcleo fundador de nuestra fe. Nos embellecemos, nos hacemos liftings, discutimos de todo siempre que sea de interés, perdiendo de vista lo más importante y bello. Así, uno responde más al hígado -miedo- que al corazón.
¿Cuál es la raíz de las tres tentaciones? La tentación más grande, la que le será dirigida a Jesús bajo la cruz tres veces (¡el mismo número de tentaciones en el desierto!): “¡Sálvate a ti mismo!”. Ésta es la gran tentación de la Iglesia, como de toda institución: ¡tratar de salvarse a sí misma!
Al fin y al cabo, es cierto que toda institución es creada por los hombres, pero a la larga es ella quien toma el mando y sólo pide una cosa: ¡ser salvada! ¡Ser preservada! Pero las instituciones eclesiales no existen para su propia conservación, tienen un valor icónico, remiten al Reino de Dios, y por tanto son formas transitorias que conservan, eso sí, un núcleo generativo y vital que requiere de vez en cuando formas nuevas, espacios, tiempos, lenguajes para permanecer fieles a la realidad y al hombre.
Cuando el hombre intenta hacerlo por sí mismo, se vuelve tan rígido como las instituciones que guía, cae en la tentación de conservar lo que existe, se encuentra ante tres consecuencias bien narradas en el segundo libro de Samuel respecto a la tentación de David de realizar un censo de sus tropas. Dios le da a elegir entre tres opciones.
Posibilidad número 1: siete años de hambruna. Un largo tiempo en el que no se podrá producir comida, alimento para la gente, generar sabor, gusto. Es una pobreza creativa y sapiencial.
Posibilidad 2: tres años huyendo de un enemigo que está frente a ti. El enemigo está adelante y crees que estás mirando el horizonte, pero en realidad estás corriendo hacia atrás, impulsado por el miedo.
Posibilidad 3: Tres días de peste negra. Cuando un ambiente ya no es generativo, atractivo, se llena de aire insalubre, enfermo, de virus,… y muchos mueren. Es decir, muchos se van y se alejan. Pensemos simplemente en el gran problema de la “salida” más que de la “entrada” de no pocas congregaciones religiosas.
La Palabra nos presenta así grandes riesgos o tentaciones, que si sabemos meditar a la luz de las acciones pastorales y de gobierno que se realizan en la Iglesia, pueden abrirnos destellos de luz, para purificar nuestro corazón, nuestros modelos mentales y finalmente nuestras prácticas.
Es un camino arduo para una Iglesia proyectada hacia la Pascua, donde es Cristo quien gana, no las formas, no las instituciones, no nuestros hábitos inerciales, no nuestros preconceptos.
Joseba Kamiruaga Mieza CMF
(Remitido por el autor)
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