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Archivo para Domingo, 2 de marzo de 2025

Claroscuro

Domingo, 2 de marzo de 2025
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 Claroscuro del sentido,
claroscuro de la fe.

Creo la luz que se ve,
veo el misterio escondido.

Claroscuro voy perdido
de belleza y de verdad.

Sombras, decidme. Callad,
luces sabidas.

Creer
es la manera de ver
total la realidad.

*

Pedro Casaldáliga
El Tiempo y la Espera
Editorial Sal Terrae, Santander 1986

***

 

En aquel tiempo, Jesús les puso también esta parábola:

¿Puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán ambos en el hoyo?

El discípulo no es más que su maestro, pero el discípulo bien formado será como su maestro.

¿Cómo es que ves la mota en el ojo de tu hermano y no adviertes la viga que hay en el tuyo?

¿Y cómo puedes decir a tu hermano: «Hermano, deja que te saque la mota que tienes en el ojo», cuando no ves la viga que hay en el tuyo? Hipócrita, saca primero la viga de tu ojo y entonces verás bien para sacar la mota del ojo de tu hermano.

No hay árbol bueno que dé fruto malo, ni árbol malo que dé fruto bueno.

Cada árbol se conoce por sus frutos. Porque de los espinos no se recogen higos, ni de las zarzas se vendimian racimos.

El hombre bueno saca el bien del buen tesoro de su corazón, y el malo de su mal corazón saca lo malo. Porque de la abundancia del corazón habla su boca.

*

Lucas 6, 39-45

***

El Señor es luz, y esto será para nosotros un medio incomparable para un encuentro más íntimo con él. Una cosa es segura, y es que el amor de Dios somete nuestro corazón a dura prueba. Para que nuestro corazón se vuelva capaz de este amor, es necesario que Cristo lo convierta de manera incesante. Durante esa conversión, que tal vez dure hasta el final de nuestra vida, deberemos sufrir unas veces por mezquindades, otras por parcialidad, otras por errores de nuestro amor.

Y tierno es el corazón capaz de misericordia con todos los hombres, incluidos también nosotros. La ternura «bautizada» sigue siendo ternura y se convierte en misericordia. Jesús es totalmente esta ternura; es la ternura con todo lo que es bello y bueno, por ser creación de Dios; pero, al mismo tiempo, es misericordia, a saber: un corazón que conoce la miseria de los esplendores creados…, enfermos de pecado, devastados por el mal. Es menester que nunca tengamos que reprocharnos a nosotros mismos una firmeza que no esté «redoblada» por un verdadero calor del corazón y por una caridad exigente. Arriémonos los unos a los otros en nuestra pobreza, dentro de nuestros límites: éstos son el signo visible de las misericordias de Dios con nosotros. Esta es la fe en espíritu y en verdad. Pensemos que todos nosotros somos pobres y que el Señor ama a los pobres, y que nosotros le amamos precisamente a él en los pobres. Esta sensación interior de nuestra miseria y de la misericordia omnipotente, para ser verdadera, debe ir acompañada de nuestra disposición exterior de personas que han sido ampliamente perdonadas y a las que, un día u otro, se les ha pedido que perdonen ellas un poquito. Se trata de asumir ante los otros la actitud que asumimos ante Dios. Y eso simplemente porque no somos otra cosa entre nosotros más que pecadores entre otros pecadores, hombres y mujeres perdonados en medio de otros hombres y mujeres perdonados.

*

Madeleine Delbrél,
Amor indivisible,
Cásale Monf. 1994, pp. 100-102, passim).

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“La falta de verdad”. 8 Tiempo ordinario – C (Lc 6,39-45)

Domingo, 2 de marzo de 2025
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IMG_0122La veracidad ha sido siempre una preocupación importante en la educación. Lo hemos conocido desde niños. Nuestros padres y educadores podían «entender» todas nuestras travesuras, pero nos pedían ser sinceros. Nos querían hacer ver que «decir la verdad» es muy importante.

Tenían razón. La verdad es uno de los pilares sobre los que se asienta la conciencia moral y la convivencia. Sin verdad no es posible vivir con dignidad. Sin verdad no es posible una convivencia justa. El ser humano se siente traicionado en una de sus exigencias más hondas.

Hoy se condena con fuerza toda clase de atropellos y abusos, pero no siempre se denuncia con la misma energía la mentira con que se intenta enmascararlos. Y, sin embargo, las injusticias se alimentan siempre a sí mismas con la mentira. Solo falseando la realidad fue posible hace unos años llevar a cabo una guerra tan injusta como fue la agresión a Iraq.

Sucede muchas veces. Los grupos de poder ponen en marcha múltiples mecanismos para dirigir la opinión pública y llevar a la sociedad hacia una determinada posición. Pero con frecuencia lo hacen ocultando la verdad y desfigurando los datos, de manera que las gentes llegan a vivir con una visión falseada de la realidad.

Las consecuencias son graves. Cuando se oculta la verdad existe el riesgo de que vayan desapareciendo los contornos del «bien» y del «mal». Ya no se puede distinguir con claridad lo «justo» de lo «injusto». La mentira no deja ver los abusos. Somos como «ciegos» que tratan de guiar a otros «ciegos».

Frente a tantos falseamientos interesados siempre hay personas que tienen la mirada limpia y ven la realidad tal como es. Son los que están atentos al sufrimiento de los inocentes. Ellos ponen verdad en medio de tanta mentira. Ponen luz en medio de tanta oscuridad.

José Antonio Pagola

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“Lo que rebosa del corazón, lo habla la boca”. Domingo 27 de febrero de 2019. 8º Ordinario

Domingo, 2 de marzo de 2025
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ordinario16c8De Koinonia:

Eclesiástico 27, 4-7: No alabes a nadie antes de que razone.
Salmo responsorial: 91: Es bueno darte gracias, Señor.
1Corintios 15, 54-58: Nos da la victoria por Jesucristo.
Lucas 6, 39-45: Lo que rebosa del corazón, lo habla la boca.

La separación entre la teoría y la práctica, entre el decir y el hacer, entre el conocer y el ser, es un problema filosófico digno de toda atención. La filosofía, y luego, el espíritu imperial de Roma, constituyen el ambiente espiritual en el que el cristianismo nació, y por el que quedó profundamente marcado. Así, el cristianismo institucional, históricamente, ha estado mucho más preocupado por la ortodoxia (la «opinión correcta», la ausencia de herejía, la verdad, la fe) que por la ortopraxis (la «práctica correcta», el amor, la caridad): no ha perseguido tanto a quien no vive o no practica el amor, cuanto a quien ha expresado (o incluso sólo pensado) una opinión teórica discrepante de los dogmas oficiales. Las persecuciones que la Inquisición montó en los siglos oscuros de la historia de la Iglesia de Occidente son un ejemplo de la hipertrofia de esta primacía dada a lo teórico o dogmático, sobre lo práctico.

El pensamiento moderno cambió esta situación en la cultura occidental, asumiendo una fuerte valoración e incluso una clara preferencia por la praxis frente a la teoría. El “primado de la acción”, la primacía de la praxis… marcan característicamente a la modernidad: la acción es más importante que la teoría, el hacer más que el decir, la transformación de la realidad más que su simple interpretación.

Al cristianismo esta preferencia moderna por la praxis no nos sorprende fuera de juego: la mejor tradición bíblica coincide plenamente con ella. La Palabra de Dios –dabar, palabra en hebreo- no es un sonido (flatus vocis, un mero ruido de la voz), ni un simple concepto mental, sino un hecho, una actuación: Dios no se revela en afirmaciones doctrinales… sino en acontecimientos, en intervenciones salvadoras en la historia.

Los profetas de Yavé no cesan de reconvenir al Pueblo de Dios cuando éste se desvía hacia un culto quizá fervoroso pero que, sin el respaldo de la vida, se convierte en idolátrico. Los dioses son nada; el Dios de Israel es vida, amor, historia. «Conocer a Yavé es practicar la justicia», repetirán los profetas con una insistencia casi obsesiva (Mq 6,6-8), con una paradoja digna de ser subrayada ante nuestra cultura occidental: “conocer es practicar…”. La praxis del amor y de la justicia es el criterio máximo de la bondad moral, por encima de todo culto o sacrificio (Is 1,10-18; 58,1-12; 66,1-3; Am 4,4-5; 5,21-25; Jer 7,21-26), o de cualquier otra seguridad moral (Jer 7,1-15; 9,24) o de toda ortodoxia doctrinal; así como la referencia fundante de la fe religiosa de Israel y de su misma constitución como Pueblo es la praxis liberadora de Dios en el Exodo (Ex 20,1).

Jesús, «profeta poderoso en obras y palabras» (Lc 24,19), que primero comenzó “haciendo” para enseñar (cfr Hch 1,1), que provocaba el asombro de unas muchedumbres «que oían “lo que hacía”» (Mc 3, 8) tanto o más que lo que decía, recogerá esta veta profética e insistirá -con fuerza mayor y una coherencia total hasta su propia muerte- en que «no todo el que “dice”… sino el que “hace” la voluntad del Padre entrará en el Reino» (Mt 7,21-23); que «los verdaderos adoradores adorarán en espíritu y en verdad» (Jn 4, 23), y que si lo amamos a Él «practicaremos sus mandatos» (Jn 14,24).

La palabra de Jesús alcanza en este punto su claridad máxima cuando propone la práctica del amor, especialmente «con estos mis hermanos más pequeños», como el «criterio escatológico de salvación», conforme al cual se realizará el «juicio de las naciones» (Mt 25,31-46). La parábola del «buen samaritano» (Lc 10,25-37) subrayará esta primacía de la práctica del amor por encima de las fronteras de credo, culto o religión. El evangelio de Juan recalcará hasta la saciedad que la práctica concreta, las obras, son las que dan testimonio creíble (Jn 5,36; 6,30; 7,3; 9,3; 10,25; 10,37-38; 14,11; 15,24).

“Por sus obras los conocerán”, dice Jesús. La prueba de la persona está en su hablar (segunda lectura de hoy). “Obras son amores, y no buenas razones”, dice un refrán castellano. “Una cosa es predicar y otra dar trigo”, dice otro. “Del dicho al hecho hay un buen trecho”, añade un tercero. “Operari sequitur esse“, el obrar sigue al ser, decía por su parte un principio aristotélico: los frutos buenos sólo pueden venir del árbol bueno, y por eso, los frutos prácticos, los hechos, son el mejor criterio de discernimiento moral. En el fondo, Jesús nos está enseñando algo de sentido común, del buen y profundo sentido común.

Jesús no simplemente “predicó” esta primacía de la práctica, sino que la vivió. Pasó por este mundo «haciendo el bien» (Hch 10,37), y «todo lo hizo bien» (Mc 7,37)… De ahí que Jesús recomiende a sus seguidores que comiencen por practicar lo que confiesan con la boca, lo que creen con la fe. Importa mucho que el seguidor de Jesús presente antes de nada las credenciales de su autenticidad. Su vida ha de ser el modelo de lo que predica. No es posible creer a quien contradice con los hechos lo que dice con sus palabras. Por eso, Jesús nos inculca la necesidad de vivir coherentemente con lo que creemos, como condición previa a todo “apostolado”. No es posible pretender corregir o mejorar a los demás cuando nuestra vida no muestra aquello que predicamos; eso sería ser ciegos y querer guiar a los demás. La mejor invitación a los otros, en este sentido, es el propio ejemplo: “el ejemplo arrastra”, dice el refrán. Es necesaria pues la humildad de comenzar por luchar contra los propios defectos, en vez de querer corregir a los demás. “Quita la viga de tu ojo, y entonces podrás quitar la brizna del ojo de tu hermano”. Lo contrario es incoherencia y probablemente hipocresía. Jesús, en su propia persona, fue ejemplo de esa misma veracidad y autenticidad. Leer más…

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Dom 8 TO. 2.3.2025 Salmo 91. En su vejez seguirá lozano y frondoso. Oración por el Papa

Domingo, 2 de marzo de 2025
Comentarios desactivados en Dom 8 TO. 2.3.2025 Salmo 91. En su vejez seguirá lozano y frondoso. Oración por el Papa

IMG_0232Del blog de Xabier Pikaza;

El papa está anciano y enfermo. La iglesia católica  canta este domingo como salmo responsorial el Salmo 91 (92) Propongo cantarlo con él y por él, en oración agradecida, gozosa, en comunión creyente. 

Sal 92 (91) El justo florecerá como palmera

             Éste salmo sapiencial de alabanza, de origen tardío (época del Segundo Templo, siglo V-IV a.C.), está centrado en el conocimiento de las obras de Dios, que el sabio agradece en el templo, que así aparece como institución de conocimiento superior y de alabanza, más que de reparación sacrificial. Es un salmo importante para los levitas y cantores del templo, representantes de la más alta experiencia de la vida, centrada en Yahvé, cuyo nombre se repite siete veces, marcando quizá el ritmo semanal de la alabanza.

             Este salmo que lleva el título de “para el día del sábado”  ha sido tomado por los judíos como salmo sabático por excelencia, y se cantaba durante la ofrenda de las bebidas dedicadas a Dios, en el contexto del cordero Tamid, sacrificado templo cada mañana. También se cantaba con la Minjá u ofrenda de la tarde, con otros himnos como Ex 15,1-19 y Num 21,17-20.

            Entre Rabinos y Padres de la Iglesia se ha discutido sobre el sentido del sábado: Algunos opinan que se refiere al sábado de la primera creación (Gen 2, 1-4), otros al sábado final de la nueva creación o fin de la historia. Sea como fuere, este salmo es una alabanza a Dios, creador y gobernante del mundo, cuyo reinado es fidelidad (hesed) y verdad (emeth).

 2 Es bueno dar gracias a Yahvé | y tocar para tu nombre, oh Altísimo;3 proclamar por la mañana tu misericordia | y de noche tu fidelidad,

4 con arpas de diez cuerdas y laúdes, | sobre arpegios de cítaras.

5 Tus acciones, Yahvé, son mi alegría, | y mi júbilo, las obras de tus manos.6 ¡Qué magníficas son tus obras, Yahvé, | qué profundos tus designios!

7 El ignorante no los entiende | ni el necio se da cuenta.8 Aunque germinen como hierba los malvados | y florezcan los malhechores ,serán destruidos para siempre. |

9 Tú, en cambio, Yahvé, eres excelso por los siglos. 10 Porque tus enemigos, Yahvé, perecerán, | los malhechores serán dispersados;11 pero a mí me das la fuerza de un búfalo | y me unges con aceite nuevo.12 Mis ojos despreciarán a mis enemigos;

y de los malvados que se levantan contra mí, | mis oídos escucharán desventuras.13 El justo crecerá como una palmera, | se alzará como un cedro del Líbano:14 plantado en la casa Yahvé, | crecerá en los atrios de nuestro Dios;15 en la vejez seguirá dando fruto | y estará lozano y frondoso,

16 para proclamar que Yahvé es justo, | mi Roca, en quien no existe la maldad.

   Es un canto elevado al Dios que bueno y que ha hecho buenas todas las cosas, pero los malvados se oponen a su creación, de manera que serán destruidos (se destruirán a sí mismos) para que al fin queden sólo Dios y los justos, esto es, los hombres transformados, en un tipo de más alto paraíso, con de cedros y palmeras, que son signo de vida. En esa línea, éste es un salmo judío, como indica el nombre Yahvé, veces repetido. Pero es, al mismo tiempo, un salmo abierto al conjunto de la creación, que es templo de alabanza divina, como supone el relato de la creación de Gen 1. Se divide en tres partes,

Canto sabático (92, 2-4). Fiesta de Yahvé.El mundo entero es un templo de “cosas buenas” (Gen 1), de forma que la humanidad entera ha de elevar su alabanza (tAdïhol. bAjª) a Yahvé, es decir, a la divinidad creadora, que es buena en sí, haciendo que todo sea bueno. Por eso, los hombres responden diciendo es “bueno” alabar a Dios, reconociendo que su obra.

            Todos los hombres pueden reconocer el valor físico y material de la creación, esto es, del mundo. Pero sólo los fieles a un Dios de amor (creyentes en él) reconocen que el mundo es obra de amor, descubriendo en ella la misericordia y la fidelidad de ese Dios (^ªt.n”Wm)a/w<÷ ^D<+s.(x;), a quien tratan de “tú”, como amigo y colaborador. Para ellos, la “religión” (religación) no es objeto de obligación, de imposición moral o sometimiento, sino un canto de alegría, que se expresa en forma de música jubilosa.

            Nosotros, occidentales modernos, más racionalistas, influidos actualmente por un tipo de vaciamiento metal y quietud, tendemos a expresar nuestra oración en forma de superación de los pensamientos y deseos. Para el salmista, en cambio, la oración se expresa no sólo con la mente, sino con el cuerpo en movimiento, como búsqueda de vida en se expande en forma de música y comunicación grupal, en compañía, tanto por la mañana (como saludo al día) y por la tarde (como despedida jubilosa por la noche.

Acciones de Yahvé (92, 5-9). Qué magnificas son tus obras. No es una oración de vacío ante Dios, sino de afirmación gozosa, jubiloso, de las “obras” de Yahvé en el mundo y en la historia; una plegaria de re-conocimiento, de aceptación del mundo y de la vida, en clave gozosa de alabanza, que se expresa por la música y el canto, con deseo de vivir en plenitud, en apertura al mundo, con una comprensión más alta de la realidad.

            Esta comprensión se expresa en forma de alabanza, con un conocimiento de las grande obras de Dios (Wlåd>G”-hm;), con una aceptación de sus profundos designios o pensamientos (^yt,(bov.x.m; Wqïm.[‘ daoªm.÷). De esa manera, el orante penetra en el pensamiento de Dios, vive inmersos en sus acciones. El salmo no dice cómo han logrado los creyentes ese “conocimiento superior”, cómo se han introducido en el despliegue de las obras de Dios; pero sabe que lo han conseguido o, mejor dicho, que lo han recibido como don de mismo Dios y por eso se gozan.

Frente a los hombres que conocen (saben y cantan) a Dios están los ignorantes necios  ,calificados de malvados/impíos, obradores de mal  Su desconocimiento no es teórico, sino más bien moral. El salmista no tiene por qué decir ni dice cómo han surgido estos necios/malvados, pero sabe que están ahí y que se oponen de hecho a la creación de Dios, al oponerse a la verdad y vida de otros hombres [1].

            Éste es el punto de partida y el contenido básico, de la proclamación de los creyentes que cantan a Dios según el salmo. Ellos identifican su fe en Dios con la vida (con el Dios Yahvé de la vida), e interpretan (condenan) la maldad como muerte, en contra de las apariencias externas… (aunque florezcan como hierba). De esa manera afirman que el conocimiento es inmortal (como Dios, que es excelso), mientras que la ignorancia-maldad lleva en sí la muerte.

Juicio de Dios (92, 10-16). Tus enemigos perecerán. El justo florecerá como palmera.Esta sección retoma el motivo principal de la anterior, oponiendo las dos “suertes” de los hombres: Por un lado, está el salmista y los que “cantan” a Dios, llenos de vida; por otro lado, están los malvados, enemigos de Dios, que perecerán. Éste es un motivo de intenso gozo para los creyentes; pero puede convertirse en fuente de injusticia, a no ser que se entienda desde una perspectiva de apertura universal a las fuentes de la vida, en una línea que, según los cristianos, ha desembocado en Jesucristo.

Ooooooooooo

             En un sentido puede ser bueno que los “enemigos de Yahvé” perezcan, esto es, que no triunfen (92, 9). Pero, al mismo tiempo, parece menos acorde con el cristianismo el hecho de que el salmista parezca interpretar a sus enemigos como enemigos de Yahvé, despreciándoles sin más y pareciendo alegrarse de sus desventuras. No se puede pensar que los enemigos propios son enemigos de Dios, sin un discernimiento, un diálogo previo, un intento de ayuda a todos los necesitados.

            Es bueno que los justos se alcen como palmeras, como cedros del Líbano¸ pero es necesario precisar lo que implica su justicia y no entenderla como principio de poder, de triunfo y de dominio sobre otros, no sea que en el fondo de ese juicio exista un tipo de resentimiento. Ciertamente, en principio, este salmo puede y debe interpretarse como “escuela de oración” y signo de moralidad. Pero, inmediatamente, al lado de eso, debe precisarse el sentido de su división entre justos y pecadores. Conforme al mensaje de Jesús, justos son los que dan la vida por los otros, los que se entregan e incluso mueren a favor de ellos, orando por los “enemigos”, buscando el bien de aquellos que les persigan, como ratifica el Sermón de la Montaña.

ooooooo

 [1] Esta diferencia entre los sabios/justos (que conocen a Dios y viven en armonía con los demás) y los necios/malvados (que no conocen a Dios ni están en armonía con otros seres humanos) se encuentra vinculada con la muerte. Éste es un principio y “postulado” sapiencial, que está en el fondo del relato de la creación (Gen 2-3), donde se dice que “el día en que comas del fruto prohibido morirás”. Ésta no es una “experiencia inmediata” (que pueda probarse sin más por la observación del mundo), sino un postulado de fe, que puede y debe proclamarse incluso en contra de la apariencia de los hechos, pues “aunque los malvados germinen como hierba ellos serán destruidos para siempre”.

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Cuatro errores que debes evitar

Domingo, 2 de marzo de 2025
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Ciego guiando a otro ciegoDel blog El Evangelio del Domingo de José Luis Sicre:

¿Puede un ciego guiar a otro ciego?

La última parte del “Discurso de la llanura” desconcierta por la variedad de personajes que aparecen: dos ciegos, un discípulo y su maestro, dos miembros de la comunidad, un hombre bueno y otro malo; uno inteligente, que construye su casa sobre roca, otro insensato, que la edifica sobre arena. Y también son muy diversas las imágenes: un hoyo, la mota y la viga en el ojo, el árbol sano y el árbol podrido; higos y zarzas, uvas y espinos.

Evidentemente, se trata de frases de Jesús pronunciadas en diversos momentos y circunstancias. Sin embargo, pueden relacionarse con el tema que preocupa a Lucas, leído el domingo pasado: “no juzguéis, no condenéis”.

Cuatro errores que debes evitar

  1. Si te consideras con buena vista para juzgar y condenar a los demás, te equivocas. Estás ciego. Y si un ciego guía a otro ciego, los dos caen en el hoyo.

¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en el hoyo?

  1. Si te consideras muy listo y bien preparado para juzgar y condenar a los demás, te equivocas. No eres un catedrático, sino un alumno de 1º. A lo más que puedes aspirar, después de mucho esfuerzo, es a ser como el catedrático.

Un discípulo no es más que su maestro, si bien, cuando termine su aprendizaje, será como su maestro.

  1. Si te consideras digno de juzgar y condenar a los demás, te equivocas y eres un hipócrita. Tus fallos son mucho mayores. La viga de tu ojo es mucho más grande que la mota en el ojo de tu hermano y te impide ver bien.

¿Por qué te fijas en la mota que tiene tu hermano en el ojo y no reparas en la viga que llevas en el tuyo? ¿Cómo puedes decirle a tu hermano: “Hermano, déjame que te saque la mota del ojo“, sin fijarte en la viga que llevas en el tuyo? ¡Hipócrita! Sácate primero la viga de tu ojo, y entonces verás claro para sacar la mota del ojo de tu hermano.

  1. Si piensas que cuando juzgas y criticas a los demás lo único que haces es disfrutar o hacerles daño, te equivocas. Te haces daño a ti mismo, porque las palabras que salen de tu boca dejan al descubierto la maldad de tu corazón. [En esta última comparación del árbol bueno y el malo, cada uno con sus frutos, la clave está en las palabras finales: “De lo que rebosa el corazón habla la boca”. Del hombre bueno nunca saldrán críticas, juicios malévolos ni murmuraciones; solo saldrá perdón y generosidad. En cambio, quien critica, juzga, murmura, revela que tiene el corazón podrido.]

No hay árbol sano que dé fruto dañado, ni árbol dañado que dé fruto sano. Cada árbol se conoce por su fruto; porque no se cosechan higos de las zarzas, ni se vendimian racimos de los espinos. El que es bueno, de la bondad que atesora en su corazón saca el bien, y el que es malo, de la maldad saca el mal; porque lo que rebosa del corazón, lo habla la boca».

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1ª lectura: ¿Quieres saber cómo es una persona? (Eclesiástico 27,5-8)

            Este breve texto, desconcertante a primera vista, resulta claro cuando lo relacionamos con las palabras del evangelio: “De lo que rebosa el corazón habla la boca”. ¿Quieres saber cómo es una persona? Fíjate en lo que hace la gente de tu entorno (estamos en el siglo II a.C.).

Cuando quiere separar el trigo de la paja, criba.

Cuando quiere probar una vasija de barro, la mete en el horno del alfarero.

Cuando quiere saber si un árbol es bueno, mira sus frutos.

Cuando tú quieras conocer a fondo a una persona fíjate en cómo razona y en lo que dice. “De lo que rebosa el corazón habla la boca”.

Se agita la criba y queda el desecho,
así el desperdicio del hombre cuando es examinado.

El horno prueba la vasija del alfarero,
el hombre se prueba en su razonar.

El fruto muestra el cultivo de un árbol,
la palabra, la mentalidad del hombre.

No alabes a nadie antes de que razone,
porque esa es la prueba del hombre.

Reflexión

El “Discurso de la llanura”, aunque no tenga la fama del “Sermón del monte” de Mateo, es un resumen muy bueno de la actitud que debemos tener ante enemigos y hermanos. Generalmente se recuerda el amor a los enemigos. Pero es frecuente olvidar el amor a los otros miembros de la iglesia, la obligación de no juzgar ni condenar a quienes piensan o actúan de forma distinta.

El carácter tan radical de algunas afirmaciones requiere explicación. Quien lo desee puede consultar mi comentario El evangelio de Lucas. Una imagen distinta de Jesús (Verbo Divino, 2021), pp. 187-203.

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02 de marzo. Domingo VIII. Tiempo Ordinario

Domingo, 2 de marzo de 2025
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“¿Cómo puedes decirle a tu hermano: “Hermano, déjame que te saque la mota del ojo”, sin fijarte en la viga que llegas en el tuyo? ¡Hipócrita! Sácate primero la viga de tu ojo, y entonces verás claro para sacar la mota del ojo de tu hermano.”

(Lc 6, 39-45)

¡Qué bien nos conoces, Maestro! Cómo se nota que te has hecho uno de nosotros, que te has mezclado con todo lo nuestro.

Y sí, tenemos esa tendencia generalizada y muy extendida de querer solucionar problemas ajenos.¡ Ah!, y no solo los pequeños problemas de nuestro vecino más próximo, también estamos convencidos de que si el mundo estuviera en nuestras manos todo andaría mucho mejor.

Por eso no es difícil escuchar una conversación acerca de cómo mejorar la política de Estados Unidos, o de cómo acabar con el hambre en el mundo. También nos atrevemos con la violencia de genero o los casos de corrupción en política. Es todo tan sencillo que en una conversación de media hora lo hemos solucionado.

Después nos volvemos a nuestras vidas, con nuestros grandes problemas. Porque quizá tenemos muy claro cómo solucionar el problema de la inmigración mundial pero no somos capaces de entendernos con nuestro hijo.

Y también le hemos encontrado solución a la violencia machista pero luego nuestro jefe nos da pánico y no nos queda más remedio que aguantar para cobrar a fin de mes.

Tenemos necesidad de solucionar aquello que no depende de nosotras para no tener que enfrentarnos a lo nuestro. ¡Qué miedo nos da lo nuestro! Además, parece que si no le prestamos atención es menos real. Pasa más desapercibido.

Por eso necesitamos que Jesús nos repita más de una vez esa palabra que nos sacude y nos despierta: ¡Hipócrita! No nos gusta oírla pero nos viene muy bien.

Además, solo ante Jesús nos quedamos sin poder rebatir. No podemos contestarle nada. Sencillamente tiene razón. “Nos ha pillado”, como al niño travieso, con la mano dentro del bote de galletas.

Tienes razón Jesús, somos hipócritas. Nos resulta más sencillo preocuparnos de las motas ajenas que ocuparnos de nuestras vigas.

Oración

Haznos ver, Trinidad Santa, nuestra propia oscuridad, esa viga que tratamos de ocultarnos a nosotras mismas. Y ayúdanos a sacárnosla. Nosotras no podemos.

*

Fuente: Monasterio Monjas Trinitarias de Suesa

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Antes de corregir a los demás, debemos palparnos bien la ropa.

Domingo, 2 de marzo de 2025
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image_0931903_20220126_ob_f86658_aveuglesDOMINGO 8º (C)

Lc 6,39-45

 

El sermón del llano en Lucas termina con una retahíla de proverbios ancestrales, que tratan de explicar el contenido del mensaje. Recordemos que Mateo lo coloca en lo alto del monte mientras que Lucas nos dice que lo pronunció en un rellano (Jesús bajó del monte y se paró en un rellano). En la mitología de la época el monte era el lugar de la divinidad (de ahí que todas las teofanías se dieran en los montes. El valle era el lugar del hombre. Para Mateo Jesús habla desde el ámbito de lo divino, para Lucas habla desde una situación intermedia. Quiere hacer ver que Jesús hace de puente entre lo divino y lo humano.

Las frases que acabamos de leer y las que leíamos el domingo pasado son refranes que eran patrimonio de todas las culturas del entorno, no son inventadas por Jesús sino un destilado de la sabiduría popular que durante miles de años se había ido condensando en frases rotundas fáciles de recordar. Tengamos en cuenta que durante la mayor parte de la prehistoria humana no hubo escritura y durante la mayor parte del tiempo en que ya se había inventado, la inmensa mayoría de la gente no sabía ni leer ni escribir. Era muy importante facilitar la retención de ideas centrales, que eran claves en la vida de cada día.

Aun en nuestros días estamos acostumbrados a aplicar frases famosas a personajes concretos sabiendo que no las pronunciaron ellos, pero son muy útiles para hacer ver la sabiduría de aquellos a los que se les atribuye o resaltar la importancia de la frase, atribuyéndola a una persona de gran prestigio. En el AT hay un libro que se llama “Proverbios” y que el mismo texto atribuye a Salomón, cuando hoy sabemos que está escrito cuatro siglos después. En el caso de Jesús, está claro que esos proverbios pueden servir para destacar la sabiduría que estaba manifestando en todo momento. Se utilizan como resúmenes de su mensaje. “Tratad a los demás como queréis que ellos os traten”.

Como el evangelio aborda temas tan diversos, hoy nos vamos a fijar en la mota y la viga en el ojo. Lo primero que tenemos que advertir es la importancia que en la vida espiritual ha tenido la luz y la visión como metáfora de las posibilidades de acceder a un ámbito especial de existencia que me abre a otro mundo. En ningún caso se trata del ojo físico. Es un símbolo de las posibilidades que todo ser humano tiene de ver otra realidad que le coloca en situación privilegiada para afrontar la vida entera desde otra perspectiva.

Con esta metáfora nos está advirtiendo de lo complicado de la psicología humana. Los dichos, que se atribuyen a Jesús, muestran un conocimiento de las profundidades del ser humano. En los evangelios nos muestran un Jesús con un increíble conocimiento de la psicología humana. Más que con valores espirituales, la imagen de la mota en el ojo nos habla de la necesidad de conocer nuestro inconsciente y saber orientarnos en esa relación con los demás que nos puede hacer más humanos. Dar importancia en los demás a los fallos que nosotros mismos tenemos es la mejor manera de hacer patente nuestra falsedad. Nos desahogamos criticando en los demás lo que no aguantamos en nosotros mismos.

La naturaleza del ojo es ver. Sin no hay impedimento alguno y el ojo está sano, la visión es la cosa más natural del mundo. Por eso el ejemplo no habla del ojo en sí sino de lo que puede impedir desarrollar la función que le es propia. En los evangelios se utiliza con profusión la imagen de la luz y la visión. El mismo Jesús dijo: yo soy la luz del mundo, el que viene a mí no camina en tinieblas. Y a sus discípulos les dijo: vosotros sois la luz del mundo. Está claro que el que llega a “ver” con claridad, se convierte en luz para los demás.

Esta metáfora del ojo y de la luz es universal y la podemos encontrar en cualquier religión a lo largo del tiempo y el espacio. En las religiones orientales ha tenido incluso mucho más impacto que en occidente. La imagen del tercer ojo es un claro ejemplo de ello. Se habla con toda naturalidad de un ojo especial que permite a la persona descubrir lo que para la inmensa mayoría está oculto. No se trata de una realidad física, aunque a veces se han empeñado en identificarla con un órgano específico del cuerpo. El tercer ojo hace referencia a una sensibilidad especial para descubrir la realidad trascendente y dejarse guiar por ella.

En la religión egipcia el ojo de Horus es una de las claves de interpretación de la espiritualidad. Fue durante milenios el amuleto más potente de los usados. Se encuentra por todas partes en las inscripciones de templos y tumbas. Se creía en su poder de protección tanto para los vivos como para los muertos. Tal es la fuerza de atracción que posee que aun hoy es utilizado como amuleto o tatuaje por personas de todo el mundo.

El afán de corregir a los demás es una constante, sobre todo entre los que nos creemos religiosos. A pesar de que el evangelio nos aconseja la corrección fraterna, no hay nada más peligroso en la vida espiritual. No solo porque nunca podemos estar seguros de lo que es mejor para el otro, incluso cuando hayamos constatado que es bueno para nosotros mismos; sino porque tendemos a corregir al otro desde la superioridad moral que creemos tener. Si te sientas superior, sea moral o intelectualmente, estás incapacitado para ayudar.

La actitud de superioridad nace siempre de la superficialidad, está en estrecha relación con nuestro falso ser. El caparazón que nos envuelve es lo único que nos interesa. En materia del espíritu, creemos que es suficiente con lo aprendido de otros, creyendo que el simple conocimiento nos hace sabios. Jesús nos invita a la autenticidad, es decir, a bajar a lo hondo de nuestro ser y descubrir allí lo que está de acuerdo con lo que somos. Por eso está siempre criticando una acomodación externa a las normas. La única Ley definitiva es la que está escrita en nuestro propio ser y es ahí donde hay que descubrirla para que sea eficaz.

El creernos en posesión de la verdad y por tanto con el derecho de imponerla a otros, es la actitud más contraria al mensaje evangélico. Según el evangelio, debíamos estar siempre con los oídos muy abiertos para escuchar lo que nos pueden decir los demás y con la boca cerrada para no engañar a los demás con nuestros discursos interesados y simplistas. No hay nada más desagradable que un sabelotodo que está siempre queriendo decir la última palabra sobre lo que hay que hacer o evitar. El mundo no está necesitado de maestros sino de discípulos. Dice un proverbio: cuando el discípulo está preparado, el maestro surge.

La imagen del ciego guiando a otro ciego es muy esclarecedora. Parece absurda, pero es la postura que con más frecuencia adoptamos los humanos. Siempre nos creemos con derecho a enseñar porque confundimos nuestra verdad con la verdad. Decía Machado: “tu verdad no, la verdad y ven conmigo a buscarla, la tuya quédatela”. Esto es verdad en todos los aspectos del conocimiento, pero en el aspecto religioso, se ha llevado al paroxismo. Cuando esta postura se institucionaliza se convierte en un verdadero sarcasmo. Solo nos queda un paso para afirmar con toda rotundidad: fuera de la Iglesia no hay salvación.

El Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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La sabiduría de Dios.

Domingo, 2 de marzo de 2025
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Parábola de la paja y la viga, por D. Fetti, 1619 Museo Metropolitano de N.Y.Lucas 6,41 Parábola de la viga y la mota en el ojo, por D. Fetti, año 1619 Museo Metropolitano de Nueva York

Lc 6, 39-45

¿Cómo es que miras la brizna que hay en el ojo de tu hermano y no reparas en la viga que hay en tu propio ojo?

En los hechos y los dichos de Jesús vemos los cristianos la sabiduría de Dios. La sabiduría humana suele expresarse en términos técnicos, al alcance de pocos, y en muchas ocasiones resulta estéril pues no nos enseña a vivir. No es el caso de Jesús, que pone la sabiduría de Dios al alcance de los más sencillos para que podamos vivir con sentido sin equivocar el camino.

Y así, hoy nos dice que no sigamos a los guías ciegos que nos salen al paso para no arriesgarnos a caer en el precipicio; que antes de juzgar a los demás nos miremos a nosotros mismos para no ser injustos en nuestros juicios; que no nos dejemos llevar por las apariencias; que a las personas sólo se las conoce por sus frutos. ¡Qué sencillo y qué profundo!

Pero hoy queremos centrarnos en la forma peculiar que tiene Jesús de decir las cosas. Nosotros somos hijos de los griegos y nos expresamos a través de conceptos fríos y precisos. Jesús es un semita, y se expresa por medio de imágenes y analogías que resultan mucho más ricas y rotundas para hablar de lo trascendente. Por ejemplo, cuando alguien dice que una persona es hospitalaria, todos entendemos lo que quiere decir, pero su expresión carece de la fuerza y la riqueza que en el fondo encierra el concepto. En cambio, un semita probablemente lo diría de esta forma: «La puerta de su casa está siempre abierta»… y esta expresión tiene una fuerza muy superior a la del concepto seco con que nosotros la expresamos.

Jesús es un orador genial que arrastra con su palabra a multitudes y es capaz de fascinar hasta a los alguaciles que van a prenderle: «¿Por qué no le habéis traído?» … «Jamás hombre alguno habló como éste». Lo más característico de su estilo son las parábolas, pero también son de resaltar sus exageraciones. Cuando quiere poner el énfasis en algo, inventa una gran exageración y ya nunca se olvida.

Y así, nos habla de la viga en el ojo o de colar el mosquito y tragarnos el camello… y nos sentimos interpelados porque nos vemos fielmente reflejados en ello. O del camello que pasa por el ojo de la aguja… y nos planteamos si es compatible nuestra mentalidad de ricos con el Reino. O de poner la otra mejilla… y entendemos mejor los planteamientos de vida propios de los seguidores de Jesús. O de sacarnos un ojo o cortarnos una mano… y comprendemos la radicalidad con la que Jesús nos anima a tomarnos la vida en serio y no echarla a perder por culpa de las pasiones…

Jesús es un extraordinario conocedor de la naturaleza humana, sabe que tenemos propensión a equivocarnos y se vale de estas exageraciones inverosímiles para señalarnos el camino. El problema es que las tomemos como norma de conducta y vivamos angustiados por no estar a la altura de una moral tan exigente.

Miguel Ángel Munárriz Casajús

Fuente Fe Adulta

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Por el fruto se conoce al árbol, ¿Qué clase de fruto soy yo?

Domingo, 2 de marzo de 2025
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IMG_0165DOMINGO 8º T.O. (C)

(Lc 6, 39-45)

La metáfora del árbol y sus frutos es el hilo conductor de las lecturas de este 8º domingo. La sabiduría popular iba recabando información de la realidad que se estaba viviendo a lo largo de los años, quedaba recogida en dichos, proverbios, patrimonio de todas las culturas antiguas y mediante la observación de los hechos y sus consecuencias se hizo su imagen del ser humano. Su libertad le resulta sorprendente; siempre está en evolución adaptándose a la realidad de lo que acontece tal como es; conserva así su misterio. El ser humano se va definiendo y se va explicando cuando decide y opta libremente; solo después se puede hacer un juicio de él, ver si se ha ajustado o no a la realidad que la vida le puso por delante.

El autor del libro del Eclesiástico (Eclo 27,5-8) y otros, como el de los Proverbios, recoge lo que se ha ido guardando en la memoria colectiva de las comunidades y expone la relación entre lo que uno/a es y lo que dice o hace empleando la imagen del grano, de la vasija y del árbol; la calidad de éstos se revela en la prueba; la del hombre en su decisión (Mt 7,16-20). Dios, que está en el interior, en lo íntimo, conoce todo el ser humano.

El salmista, con un rico lenguaje oriental, insiste en ello para mostrar que los frutos del justo, de la persona íntegra, serán espléndidos y duraderos. En todo caso, la libertad debe estar informada por la justicia y la verdad.

En el Evangelio, Lucas nos recuerda que una actitud crítica frente a los demás es muy sana y recomendable. Pero ha de ir precedida por una postura rigurosa y honestamente autocrítica. Jesús apunta hacia la interioridad como lugar donde se gestan las decisiones más profundas del ser humano y proclama tajante: “sólo quien tiene un corazón bueno puede ser el árbol bueno que da frutos buenos”. Tanto la bondad como la maldad son cualidades de la persona que deben ser desveladas en las circunstancias concretas de cada uno. Es enormemente difícil acceder al interior del ser humano y, por ende, emitir un juicio de valor absolutamente veraz. Ya nos lo advierte el mismo Jesús: “No juzguéis y no seréis juzgados; no condenéis y no seréis condenados” (Lc 6,37), pues no siempre podemos descubrir lo que de verdad se esconde en lo más profundo de la persona.

La filosofía oriental nos recuerda: “Toma un momento de silencio interno para considerar todo lo que se presenta y toma tu decisión después. Así desarrollarás la confianza en ti mismo/a y la sabiduría”.

Cristiano/a no es sólo el/a que cree en la esperanza del Reino sino, sobre todo, quien practica las obras de Jesús, no quien dice y no hace; ese sería el fariseo, el levita, los escribas principales adversarios de Jesús.

La fe entraña confianza, obediencia al estilo de Jesús, conocimiento y reconocimiento del Salvador, sin reservas. Las obras no son sólo una consecuencia y manifestación de la fe sino la confirmación de la misma. No hay fe si no se hace acción, trabajo, compromiso. Con todo, también las obras pueden ser una tapadera para maquillar un interés no tan inocente sin relación con las actitudes fundamentales de la persona. De la misma manera, un acto reprobable puede ser fruto de un momento de cólera, de indignación que tampoco refleja la actitud real de la persona.

El ser humano existe para transformar el mundo, humanizarlo y recrearlo constantemente. La fe pues, no es un añadido sino una dimensión esencial de transformación, de liberación. Un aspecto, por otra parte, humilde, auténtico, comprometido, eficaz.

Lo específico del/a seguidor/a de Jesús no es una doctrina ni un código de pureza o determinados preceptos, sino quien practica el amor de Jesús en su vida en la medida que ese amor cambia las relaciones sociales y transforma la persona. Es la savia que fluye incesante en cada Ser. Hemos sido llamados/as para anticipar, como él y en memoria suya, ese futuro que es interrupción[1] de este tiempo de incertidumbre y de amenazas terribles.

La persona creyente transforma su entorno personal y social para hacerlo más libre y humano; se reconoce creyente porque da su adhesión a Cristo, como realidad última y la confiesa a los demás. Si los/as cristianos/as nos desentendemos de las obras, no nos ajustamos a la praxis de Jesús. La calidad de la persona se revela en su decisión y en su actuación, “por sus frutos los conoceréis” (Mt 7,16-20).

Lucas quiere que los cristianos de sus comunidades comprendan la palabra de Dios, pero sobre todo que la pongan en práctica. Así es como podrán formar parte de la familia de Jesús. El Dios que transparenta Jesús en su existencia, todo lo que dice, lo que hace, la novedad que anuncia o la denuncia que proclama arriesgándose a la confrontación, no es un universal sin rostro, sino “uno de los nuestros”. No podemos prescindir de las bienaventuranzas, de los/as crucificados/as de todos los tiempos, ni de las expectativas gozosas de los “tabores” visibles en el presente.

San Vicente de Paúl muestra la identificación de Jesús con los pobres, “a mí me lo hacéis” (Mt 25,31). Los pobres son el sacramento y la mediación indiscutible para relacionarse con Dios. La búsqueda de paz interior no puede olvidar la cruz o las bienaventuranzas. La relación con Dios pasa por la conversión a Quien así se identifica en los descartados. La persona que anhela unirse a Él tiene la posibilidad de experimentarlo compartiendo su vida con los necesitados, con los/as hermanos/as.

Retomando el texto, Jesús arremete contra el fariseísmo que se cuela sutilmente en nosotros, quedándonos en las formas, en lo externo, en mi ego y descuidando el fondo, el interior, la relación con Dios en lo más íntimo de mí mismo/a. Por eso la observación, la vigilancia o la escucha de nuestra mente y nuestro corazón es el mejor remedio para evitar la hipocresía y el autoengaño generalizado en nuestra sociedad, en nuestro mundo.

El que es bueno saca el bien de la bondad de su corazón, y el que es malo saca el mal de la maldad de su corazón; porque de la abundancia del corazón habla su boca”.

Podríamos preguntarnos, ¿qué clase de fruto soy yo?

¡Shalom!

Mª Luisa Paret

[1] Categoría que utiliza Johann B. Metz. Dios viene a los campos de exterminio del mundo para salvar, pero su Presencia es eficaz en la medida en que hay hombres y mujeres que interrumpen ese sufrimiento. Cuadernos CJ, 239, F. Javier Vitoria, Dar razón de la esperanza en tiempos de incertidumbre.

Fuente Fe Adulta

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La mota y la viga.

Domingo, 2 de marzo de 2025
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IMG_0084Comentario al evangelio del domingo 2 marzo 2025

Lc 6, 39-45

Dos mil años antes de que en las facultades de psicología se estudiara el tema de la “sombra”, Jesús lo resume en un aforismo profundamente sabio, que constituye, a la vez, una herramienta eficaz para vivirnos en verdad hacia nosotros mismos y en respeto incondicional hacia los demás.

El aforismo se concreta de este modo: todo aquello que veo como una “mota” en el otro -aquello que me altera o me crispa emocionalmente- no es sino el reflejo, como en un espejo, de alguna “viga” que hay en mí, de la que quizás ni siquiera era consciente. El otro me hace de espejo porque, aun de manera inadvertida, he proyectado en él aquello que en mí no acepto, no me gusta o rechazo.

El mecanismo de la proyección funciona de este modo: lo que en mí he reprimido, desde el comienzo de mi existencia, permanece oculto, pero nunca eliminado. Es energía psíquica que, al no poder existir en mí, la proyecto fuera, en personas que guardan algún “parecido” con el rasgo que en mí mismo había rechazado. Más en concreto: si el otro me hace de espejo, se debe solo a lo que, previamente, he proyectado en él.

Esto significa que cuantas más cosas me crispan en los otros, más elementos hay en mí que no termino de aceptar. Y, a la inversa, en la medida en que “hago las paces” conmigo mismo, en un ejercicio de lucidez y de humildad, más dejaré de proyectar en los demás, lo cual, a su vez, posibilitará vivir relaciones más constructivas.

No es difícil ver que la integración de la propia sombra constituye una condición imprescindible, tanto para crecer en unificación y armonía personal, como para sanar la vida relacional en todos sus aspectos.

La clave básica en toda esa tarea pasa por la aceptación cada vez más completa de toda nuestra verdad. Porque lo que nos hace daño no es la sombra, sino el hecho de ignorarla o rechazarla. La sombra aceptada nos pacifica interiormente, serena nuestras relaciones haciéndolas respetuosas y, más aún, nos humaniza. Porque solo abrazándola podemos vivirnos en verdad. Y solo la verdad sobre nosotros mismos desmonta la falsa imagen ideal donde buscaba encontrar asiento nuestro ego. El conocimiento y la aceptación de la propia sombra nos baja del pedestal sobre el que pretendía engrandecerse el ego y, de ese modo, nos hace humildes y humanos.

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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Ningún viento es favorable para el que no sabe a dónde va. (Séneca)

Domingo, 2 de marzo de 2025
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imagesDel blog de Tomás Muro La verdad es Libre:

El texto evangélico de hoy es un pequeño entramado de sentencias y consejos de Jesús para la vida, consejos casi de sentido común.

01.- Un ciego no puede guiar a otro ciego.

En el evangelio ciego es el que no ve ni vive desde la misericordia de Dios. Ciego es quien no ha experimentado la gracia de Dios.

La ceguera fundamental consiste en sentirse autosuficiente (fariseísmo) y no sentir la necesidad de la misericordia del Padre.

Jesús se refiere y se dirige a los guías ciegos del pueblo (a los fariseos de su tiempo): a aquellos que no ven y pretenden hablar y enseñar como si fuesen “portavoces” de Dios.

Decía Séneca allá por el siglo I que ningún viento es favorable para el que no sabe a dónde va.

Nietzsche nos condenó a vivir errantes sin criterios, sin valores, sin horizonte, sin Dios. Dios ha muerto… Por eso

¿No vamos errantes a través de una nada infinita? ¿No nos absorbe el espacio vacío? ¿No hace más frío? ¿No viene la noche para siempre jamás más y más noche? ¿No olemos todavía la nada de la corrupción divina? [1]

Y esta es quizás la luz -la ceguera- que ilumina hoy en día la cultura de nuestra sociedad occidental.

Sin embargo, gracias a Dios, también hoy muchos hombres y mujeres de buena voluntad que tratan de iluminar el camino de la vida.

  • En la vida, en la sociedad hay muchos “guías” que orientan los caminos de las personas.
  • padres que educan a sus hijos.
  • maestros que orientan a sus alumnos.
  • También hay políticos trazan los caminos y rutas del pueblo.
  • Los médicos sanan y educan a sus pacientes.
  • Hay obispos, sacerdotes, catequistas que tratan de guiar al pueblo.
  • Algunos medios de comunicación, periodistas iluminan al pueblo.

El viento de Jesús nos encamina hacia el amor de Dios

02.- La “mota” ajena y la “viga” propia:

No haría falta el Evangelio para entender la segunda actitud del texto de hoy. Es de sentido común.

Fácil y frecuentemente nos permitimos criticar el defecto ajeno y no somos capaces de ver nuestras grandes limitaciones.

Estamos siempre dispuestos a ver los fallos de los demás y no vemos los nuestros

El texto de hoy queda subrayado por otras dos palabras de Jesús:

  • El que esté libre de pecado, que tire la primera piedra, (Jn 8, 7-8). Es lo que les dice Jesús a la clase dirigente y al pueblo ante aquella mujer sorprendida en adulterio a la que iban a apedrear…

Y el relato continúa diciendo que se marcharon todos empezando por los más viejos…

¿Quién no tiene defectos, limitaciones y pecado en la vida?

Mejor haríamos en callarnos y –como el publicano- quedarnos debajo del “coro de nuestra casa” pidiendo perdón por nuestros propios fallos.

  • El segundo pasaje evangélico que viene a colación con el tema de hoy es el de aquellos dos servidores del señor de la finca. Uno debía 10.000 talentos y otro debía apenas 100 denarios. (Mt 18,23).

El dueño de la finca perdona bondadosamente al que le debía 10.000 talentos. Pero éste no es capaz de perdonar al que debía 100 denarios, lo maltrata y lo mete en la cárcel…

Fácilmente nosotros condenamos a los demás, pero no somos capaces de darnos cuenta de todo lo que se nos ha perdonado a nosotros en la vida.

Además usamos dos medidas al interpretar las propias acciones y las del prójimo: una es la medida que usamos para nosotros mismos y otra muy distinta es la vara de medir a los demás.

Por otra parte ¿Quiénes somos nosotros para juzgar a nadie? ¿Qué sabemos nosotros de las personas, de sus recorridos, de su historia, de sus dificultades, de sus fracasos, de sus sufrimientos? Solamente Dios es juez y sabemos desde Jesucristo, que cuando Dios actúa su justicia activa su misericordia.

Mejor haríamos, viene a decir, el Señor en mirar nuestras propias debilidades, pecado y miseria, que seguramente tendremos bastante tarea con ello. Seamos  conscientes y humildes en nuestro propio pecado, en nuestros defectos y limitaciones.

La luz y el juicio del Dios de Jesús son la misericordia

[1] NIETZSCHE, F. La Gaya ciencia , Obras III, 125 (74.141).

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“Ser personas auténticas para dar buenos frutos”, por Consuelo Vélez

Domingo, 2 de marzo de 2025
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IMG_0136De su blog Fe y Vida:

Comentario al evangelio del VIII domingo del TO (2-03-2025)

Jesús sigue dirigiéndose a sus discípulos para mostrarles, con tres breves parábolas, las actitudes que han de vivir

La comprensión y misericordia hacia los demás, son actitudes que surgen cuando hay humildad suficiente para saberse limitado y con necesidad de mejorar, como todos los demás

La comparación con el árbol que da buenos frutos, llama a reconocer que estos frutos solo pueden provenir de un árbol sano, de un corazón auténtico

Y añadió una comparación:

+ ¿Podrá un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán ambos en un hoyo? El discípulo no es más que el maestro; cuando haya sido instruido, será como su maestro.

¿Por qué te fijas en la pelusa que está en el ojo de tu hermano y no miras la viga que hay en el tuyo? ¿Cómo puedes decir a tu hermano: Hermano, déjame sacarte la pelusa de tu ojo, cuando no ves la viga del tuyo? ¡Hipócrita!, saca primero la viga de tu ojo y entonces podrás ver claramente para sacar la pelusa del ojo de tu hermano.

No hay árbol sano que dé fruto podrido, ni árbol podrido que dé fruto sano. Cada árbol se reconoce por sus frutos. No se cosechan higos de los cardos ni se vendimian uvas de los espinos. El hombre bueno saca cosas buenas de su tesoro bueno del corazón; el malo saca lo malo de la maldad. Porque de la abundancia del corazón habla la boca.

(Lc 6, 39-45)

Los domingos anteriores, el evangelio de Lucas presentó a Jesús explicándole a sus discípulos en qué consiste el programa del reino de Dios. En el evangelio de hoy, Jesús sigue dirigiéndose a sus discípulos para mostrarles, con tres breves parábolas, las actitudes que han de vivir. La intencionalidad de Lucas es que este mensaje llegue a las comunidades y, especialmente, a los dirigentes. Estas mismas parábolas están también en el evangelio de Mateo, pero con el objetivo de rebatir a los fariseos.

Las parábolas son bastante claras y no suponen demasiada explicación. La primera se refiere a los discípulos que han de aprender de su maestro y solo, cuando estén instruidos, podrán hablar con autoridad. Parece que algunos se atrevían a actuar como maestros sin tener la suficiente preparación, de ahí que Jesús les pregunte si “un ciego puede guiar a otro ciego”. En realidad, esto sucede también en nuestro presente, cuando algunos, sin la preparación suficiente o sin la actualización que exigen los signos de los tiempos, siguen apegados a tradicionalismos o fundamentalismos que no dicen nada a los jóvenes de hoy y no permiten mostrar una fe más significativa para nuestro presente.

La segunda parábola se refiere a aquellos que ven todas las carencias en los demás y no se dan cuenta de sus propias limitaciones e, incluso, de sus propios pecados. La parábola los compara con quienes ven en los demás “vigas” y en sí mismo solo ve “pelusas”, cuando en realidad, puede ser todo lo contrario. Es una llamada a la comprensión y misericordia hacia los demás, actitudes que surgen cuando hay humildad suficiente para saberse limitado y con necesidad de mejorar, como todos los demás.

La tercera parábola, valiéndose de la comparación con el árbol que da buenos frutos, llama a reconocer que estos frutos solo pueden provenir de un árbol sano. Así es el corazón humano. Da los frutos de lo que hay en él. Si tiene amor, dará amor, si tiene odio, dará odio. De ahí la importancia de la propia autenticidad para que nuestra vida de los frutos propios de quienes viven el bien y la bondad.

El evangelio de hoy, por tanto, es interpelante para las comunidades cristianas, las cuales han de ser espacios de crecimiento mutuo, con humildad y consideración, buscando ser personas buenas y verdaderas para dar los frutos propios de quienes viven el programa del reino de Dios anunciado por Jesús.

 (Foto tomada de: https://www.gastrolabweb.com/tips/2024/10/1/cuales-son-los-nutrientes-que-necesita-el-arbol-de-ciruelas-aqui-te-lo-contamos-52260.html)

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