Perseguir una santidad ajena
La perfección no es algo que puedas adquirir como un sombrero: entrando en una tienda, probando varios y saliendo diez minutos más tarde con uno que ajuste bien en la cabeza. Sin embargo, hay personas que entran en un monasterio con esta idea. Están ansiosos por probarse el primer sistema disponible y pasar el resto de su vida con esa cosa en la cabeza.
Devoran libros de piedad indistintamente, sin pararse a considerar cuánto de lo que leen conviene, o puede aplicarse, a su propia vida. Su principal preocupación es adquirir tantas muestras externas como sea posible y decorar su persona con los rasgos que tan rápidamente han llegado a asociar a la perfección. Y se pasean con ropa cortada a la medida de otras personas y situaciones.
Si hacen esta tarea esmeradamente, es fácil que sus disfraces espirituales sean muy admirados. Como los artistas de éxito, se vuelven comerciales. Tras esto, no hay mucha esperanza para ellos. Son buena gente, sí; pero están fuera de su sitio y se desperdiciará gran parte de su bienintencionada energía. Han llegado a estar satisfechos con su propia marca de santidad y con la perfección que tejieron para sí con los hilos de su propia imaginación.
Y Dios mismo, que deseaba crear su especial perfección y su gozo, habrá de aguardar a que pasen por un laborioso purgatorio antes de poder hacerlo finalmente”.
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Thomas Merton
Semillas de contemplación
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