El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros.
Jn 1, 1-18
5.1.25. II domingo de Navidad
Resumen
Misterio de la Encarnación de Dios en el hombre. Como misterio no podemos conocerlo por la razón, sólo por la vivencia. El Prólogo de Juan leído desde los nuevos paradigmas no-dualista, no-teísta, panenteísta y feminista. Evolución de la imagen humana de Dios: Del Dios allá arriba al Dios encarnado en toda realidad como Realidad Fundante y Primera.
Desde dónde escribo. Así como el Prólogo del Evangelio de Juan acusa la influencia del filósofo Filón de Alejandría (Jesús: Logos, Palabra, Sabiduría de Dios), para elaborar este comentario yo me inspiro en “Dios más allá del teísmo. Apuntes para una transición teológica” de José Arregi; en dos obras de Fr. Marcos: “¿Qué nos queda de Dios?” y “Dios no es un ídolo, pero tu dios sí”; “En Él vivimos, nos movemos y existimos. Reflexiones panenteístas sobre la presencia de Dios en el mundo tal como lo describe la Ciencia” de Ph. Clayton y A. Peacocke (eds); “La que es. El misterio de Dios en el discurso teológico feminista”, de E.A. Johnson.
El Prólogo del Evangelio de Juan, que podía haber sido el epílogo, es un himno litúrgico elaborado por la comunidad de Juan a lo largo del tiempo a partir de sus vivencias místicas y la teología desarrollada por esta comunidad. Es una síntesis de las actuaciones de la Palabra o Sabiduría de Dios, en suma, de la historia de la salvación. Según este texto la Palabra de Dios (Dios) se hizo historia (hombre) para que los hombres puedan llegar a ser hijos de Dios. En este texto, como en todo el Nuevo Testamento, hay paralelismo con el Antiguo. Aquí encontramos el paralelismo entre los relatos de Creación del Génesis y el Prólogo de Juan. En el principio,… Según los relatos de la creación, Dios lo hizo todo por la Palabra y el Espíritu. Todo existe y es por la Palabra y el Espíritu de Dios. El Prólogo también empieza: “En el principio existía la Palabra…Todo se hizo por ella y sin ella nada se hizo. Lo que se hizo en ella era la Vida, y la Vida era la luz de los hombres….Vino a los suyos, pero no la recibieron. Pero a todos los que la recibieron, les dio poder de hacerse hijos de Dios, a los que creen en su nombre…Y la Palabra se hizo carne y puso su morada entre nosotros”. Estamos ante el Misterio y don de la Encarnación: La presencia de la Palabra en un hombre, Jesucristo. El prólogo de Juan es un himno cristológico de la tradición israelita que expresaba la fe de esta comunidad en Cristo como Palabra de Dios, su origen eterno, preexistente y su procedencia divina. Personalizado en la Sabiduría (Sabiduría o Proyecto divino), es la luz que ilumina y guía toda la nueva creación.
Veamos, ahora, la lectura actual del Prólogo del Evangelio de Juan a partir de los nuevos paradigmas. La encarnación es la culminación de la creación. Si Dios se encarnó en Jesús de Nazaret, Dios se encarna en nosotros. En Dios lo que hace es. Dios es encarnación. Dios se está encarnando siempre y en todo lo existente como fundamento de su ser y existir, como Realidad Profunda y Primera. La Presencia de lo divino y lo humano existencialmente unidos. Sin dualismo: transcendentalmente inmanente. Dios como fundamento de mi ser y existir constituye mi ser verdadero, profundo. Habita mi interioridad. Mi tarea es descubrirlo, experimentarlo y vivirlo. A esta realidad nunca podremos llegar ni por vía de los sentidos ni por vía del pensamiento o razonamiento Sólo es accesible por su vivencia. El camino que recorrió Jesús en el descubrimiento de su unidad con Dios es el mismo que tenemos que recorrer nosotros.
Somos humanos y divinos integradamente. Cuanto más humanos, más divinos. Cuanto más divinos, más humanos. Esto no lo descubrimos por mucho que acumulemos conocimientos teológicos, es por experiencia, es por vivencia como lo alcanzaremos. Jesús nos invita a vivir la realidad de Dios en nosotros, no fuera ni allá arriba, como Él. Lo divino ya está dentro de nosotros. Más íntimo a nosotros que lo más íntimo nuestro (S´. Agustín). No busques a Dios fuera de nosotros, de los seres humanos. No le busques donde no está. Entra en tu interioridad, toma conciencia de su Presencia, vívela y manifiéstala. Esta es nuestra responsabilidad de creyentes: acoger y testimoniar nuestra fe en ese Dios transcendente en nuestra inmanencia. Jesucristo es nuestro referente. Jesús tomó conciencia de la identificación y unidad con Dios: “el Padre y yo somos uno”. Vayamos atreviéndonos a decir nosotros lo mismo: yo soy uno con Dios, que es mi fundamento y razón de ser y existir.
Para concluir: Frente al “Dios está aquí” escrito en la puerta de algunas iglesias y catedrales, todavía hoy, en un cartel con letras muy grande, para que se lea bien, yo me quedo con esta estrofa del Padrenuestro de Gloria Fuertes:
Padre nuestro que estás en la tierra,
en la cigarra, en el beso,
en la espiga, en el pecho
de todos los que son buenos.
Padre que habitas en cualquier sitio,
Dios que penetras en cualquier hueco,
Tú que quitas la angustia, que estás en la tierra,
Padre nuestro que sí que te vemos
los que luego hemos de ver;
donde sea, o ahí en el cielo.
Sólo desarrollando lo divino que hay en mí lograré mi plenitud humana. Lo que hay de Dios en mí es lo fundamental.
Mª África de la Cruz
Fuente Fe Adulta
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