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Y la palabra se hizo carne.

Domingo, 5 de enero de 2025

 

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Si me hiciste, Señor, de barro tierno,

de húmedas albas silenciosas,

¿cómo no dar, por mi terrestre invierno,

la más perfecta de tus rosas?

Si me hiciste de musgo y llamas locas,

de arena y agua y vientos fríos,

¿no he de buscar mi ser entre las rocas,

en las arenas y en los ríos?

¿No he de sentirme enriquecido al verlos

en olorosa y cruda guerra,

si me diste dos pies, para tenerlos

siempre en contacto con la tierra?

*

José Hierro
Viento de invierno

***

En el principio existía la Palabra y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. Ella estaba en el principio junto a Dios. Todo se hizo por ella y sin ella no se hizo nada. Lo que se hizo en ella era la vida y la vida era la luz de los hombres, y la luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la vencieron.

Hubo un hombre, enviado por Dios: se llamaba Juan. Éste vino para un testimonio, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por él. No era él la luz, sino quien debía dar testimonio de la luz. La Palabra era la luz verdadera que ilumina a todo hombre, viniendo a este mundo.

En el mundo estaba, y el mundo fue hecho por ella, y el mundo no la conoció. Vino a los suyos, y los suyos no la recibieron. Pero a todos los que la recibieron les dio poder de hacerse hijos de Dios, a los que creen en su nombre; los cuales no nacieron de sangre, ni de deseo de carne, ni de deseo de hombre sino que nacieron de Dios.

Y la Palabra se hizo carne, y puso su Morada entre nosotros, y hemos contemplado su gloria, gloria que recibe del Padre como Unigénito, lleno de gracia y de verdad. Juan da testimonio de él y clama: «Este era del que yo dije: El que viene detrás de mí se ha puesto delante de mí, porque existía antes que yo.»

Pues de su plenitud hemos recibido todos, y gracia por gracia. Porque la Ley fue dada por medio de Moisés; la gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo. A Dios nadie le ha visto jamás: el Hijo Unigénito, que está en el seno del Padre, él lo ha contado.

*

Juan 1, 1-18

***

Amad sobre todo a los pobres, los pequeños, los pecadores, los despreciados que son a su vez la más viva encarnación de Cristo, las ovejas más amadas y predilectas de su grey. Amadlos como son, con su aspecto de miseria y de pecado. Este es su mayor título para vuestro amor. El Salvador no ha venido por los justos, sino por los pecadores. “Hacerse uno de ellos” es enriquecerse con su contacto, despojándose de la ilusión de deber llevarles siempre alguna cosa. Esto requiere un alma totalmente abierta y disponible.

El amor, el auténtico amor, es muy exigente: amar como ama Cristo Jesús; estar dispuestos a dar la propia vida como Jesús por los pequeños, los más miserables de nuestros hermanos. Es por esto, y sólo por esto, que seréis reconocidos como sus discípulos y sus amigos.

Preferid siempre a los más pequeños de entre los pobres, los que el mundo rechaza, los que no encuentran otro lugar donde refugiarse que bajo los arcos del acueducto o los fosos de las ruinas romanas (…). Id en busca del miserable, del condenado, del culpable que se esconde y tiene vergüenza, preguntándose quién podrá amarlo aún como amigo. Por esto buscamos aproximarnos a los encarcelados en la miseria moral de sus prisiones.

*

Magdalena de Jesús,

Extractos de cartas a las Hermanitas, inédito

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***

"Migajas" de espiritualidad, Espiritualidad , , , ,

“Aprender a adorar a Dios”. 2 domingo después de Navidad – C (Juan 1,1-18)

Domingo, 5 de enero de 2025

IMG_9231Hoy se habla mucho de crisis de fe, pero apenas se dice algo sobre la crisis del sentimiento religioso. Y, sin embargo, como apunta algún teólogo, el drama del hombre contemporáneo no es, tal vez, su incapacidad para creer, sino su dificultad para sentir a Dios como Dios. Incluso los mismos que se dicen creyentes parecen estar perdiendo capacidad para vivir ciertas actitudes religiosas ante Dios.

Un ejemplo claro es la dificultad para adorarlo. En tiempos no muy lejanos parecía fácil sentir reverencia y adoración ante la inmensidad y el misterio insondable de Dios. Es más difícil hoy adorar a quien hemos reducido a un ser extraño, incómodo y superfluo.

Para adorar a Dios es necesario sentirnos criaturas, infinitamente pequeñas ante él, pero infinitamente amadas por él; admirar su grandeza insondable y gustar su presencia cercana y amorosa que envuelve todo nuestro ser. La adoración es admiración. Es amor y entrega. Es rendir nuestro ser a Dios y quedarnos en silencio agradecido y gozoso ante él, admirando su misterio desde nuestra pequeñez.

Nuestra dificultad para adorar proviene de raíces diversas. Quien vive aturdido interiormente por toda clase de ruidos y zarandeado por mil impresiones pasajeras, sin detenerse nunca ante lo esencial, difícilmente encontrará «el rostro adorable» de Dios.

Por otra parte, para adorar a Dios es necesario detenerse ante el misterio del mundo y saber mirarlo con amor. Quien mira la vida amorosamente hasta el fondo comenzará a vislumbrar las huellas de Dios antes de lo que sospecha. Solo Dios es adorable. Ni las cosas más valiosas ni las personas más amadas son dignas de ser adoradas como él. Por eso solo quien es libre interiormente puede adorar a Dios de verdad.

Esta adoración a Dios no aleja del compromiso. Quien adora a Dios lucha contra todo lo que destruye al ser humano, que es su «imagen sagrada». Quien adora al Creador respeta y defiende su creación. Están íntimamente unidas adoración y solidaridad, adoración y ecología. Se entienden las palabras del gran científico y místico Teilhard de Chardin: «Cuanto más hombre se haga el hombre, más experimentará la necesidad de adorar».

El relato de los magos nos ofrece un modelo de auténtica adoración. Estos sabios saben mirar el cosmos hasta el fondo, captar signos, acercarse al Misterio y ofrecer su humilde homenaje a ese Dios encarnado en nuestra existencia.

Los creyentes tenemos imágenes muy diversas de Dios. Desde niños nos vamos haciendo nuestra propia idea de él, condicionados, sobre todo, por lo que vamos escuchando a catequistas y predicadores, lo que se nos transmite en casa y en el colegio o lo que vivimos en las celebraciones y actos religiosos.

José Antonio Pagola

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Segundo domingo después de Navidad. Una historia en cinco etapas

Domingo, 5 de enero de 2025

IMG_9318Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

Las lecturas de este domingo no son fáciles de entender. Y en la celebración parroquial se añade el problema, este año 2025, de que la gente está pensando en la cabalgata de Reyes que se celebrará por la tarde.

            El problema de la primera lectura (Eclesiástico) es que se centra en la Sabiduría, pero hablando de ella como si fuese una señora, no un conjunto de conocimientos. Y lo poco que se lee en la liturgia no ayuda a aclarar las ideas. Por eso las he desarrollado en el “Presupuesto para entender el Prólogo”.

            La segunda lectura (Efesios) es de estilo recargado y barroco, pero más clara. El autor de la carta bendice a Dios por todos los beneficios que nos ha concedido, le da gracias por la fe de los miembros de su comunidad, y le pide que sepamos comprender la esperanza a la que nos llama.

            El evangelio (Prólogo de Juan) parece que lo compuso el evangelista a partir de un himno a la Palabra de Dios (equivalente a la Sabiduría), intercalando en dos ocasiones unas referencias a Juan Bautista. La liturgia permite suprimir esos añadidos, y es lo más adecuado.


Presupuesto para entender el Prólogo

Las conquistas de Alejandro Magno, a finales del siglo IV a.C., supusieron una gran difusión de la cultura griega. En Judea, como en todas partes, los griegos ejercían un influjo enorme: cada vez se hablaba más su lengua, se imitaban sus costumbres, se construían edificios siguiendo su estilo, se abrían gimnasios, se enseñaba la doctrina de sus filósofos. Los judíos, al menos la clase alta, estaban encandilados con la sabiduría de Grecia. Sin embargo, algunos autores no compartían ese entusiasmo. Para ellos, la sabiduría griega era un producto reciente, obra del ingenio humano, y tenía su templo en un lugar pagano, Atenas. La verdadera sabiduría es eterna, procede de Dios, y reside en Jerusalén. Esto puede decirse con palabras vulgares, o poéticamente, presentando a la sabiduría como una mujer y contando su historia. Basándonos en diversos textos bíblicos podemos reconstruir esa historia de la Sabiduría.

La historia de la Sabiduría de Dios

1ª etapa: la Sabiduría junto a Dios desde el comienzo (Proverbios 8,22-36).

El Señor me estableció al principio de sus tareas,
al comienzo de sus obras antiquísimas.
En un tiempo remotísimo fui formada,
antes de comenzar la tierra.
Antes de los océanos fui engendrada,
antes de los manantiales de las aguas.
Todavía no estaban encajados los montes,
antes de las montañas fui engendrada.
No había hecho aún la tierra y la hierba
ni los primeros terrones del orbe.

2ª etapa: la Sabiduría y la creación

Cuando colocaba el cielo, allí estaba yo;
cuando trazaba la bóveda sobre la faz del océano;
cuando sujetaba las nubes en la altura
y fijaba las fuentes abismales.
Cuando ponía un límite al mar,
y las aguas no traspasaban su mandato;
cuando asentaba los cimientos de la tierra,
yo estaba junto a Él, como aprendiz, yo era su encanto cotidiano,
todo el tiempo jugaba en su presencia;
jugaba con la bola de la tierra
disfrutaba con los hombres.

Tercera etapa: la Sabiduría se instala en Jerusalén (Eclesiástico, 24).

Por todas partes busqué descanso
y una heredad donde habitar.
Entonces el creador del universo me ordenó,
el creador estableció mi morada:
Habita en Jacob, sea Israel tu heredad.
En la santa morada, en su presencia ofrecí culto
y en Sión me establecí;
en la ciudad escogida me hizo descansar,
en Jerusalén reside mi poder.
Eché raíces entre un pueblo glorioso,
en la porción del Señor, en su heredad.

Cabe la posibilidad de que algunos rechacen los consejos de la sabiduría. De hecho, muchos judíos no aceptaban este mensaje. Otro autor presenta a la Sabiduría como una mujer que se queja de no ser escuchada (Proverbios 1,22-25).

Os llamé, y rehusasteis;
extendí mi mano, y no hicisteis caso;
rechazasteis mis consejos,
no aceptasteis mi reprensión.

En resumen: la sabiduría de Dios está junto a él desde el principio, lo acompaña en el momento de la creación, disfruta con los hombres, se establece en Israel. Pero muchos no disfrutan con ella. Prefieren seguir otro camino, no le hacen caso.

La historia de la Palabra

El autor del Prólogo aplicó las ideas anteriores a Jesús, introduciendo algunos cambios. Ante todo, en vez de llamarlo Sabiduría de Dios, lo llama Logos (Verbo, Palabra).

Primera etapa: la Palabra junto a Dios

Al principio existía la Palabra,
y la Palabra estaba junto a Dios,
y la Palabra era Dios;
ella estaba al principio junto a Dios.

Hay una diferencia notable con el texto sobre la Sabiduría. La sabiduría es creada por Dios. La Palabra, no; existe con él desde el principio. Además, el autor del himno es muy sobrio, no se le ocurre decir que la Palabra jugaba en presencia de Dios.

Segunda etapa: la Palabra y la creación

Todo fue hecho mediante ella,
y sin ella no se hizo nada de lo hecho.
Lo que surgió en ella fue la vida,
y la vida era la luz de los hombres;
y la luz brilla en la tiniebla,
y la tiniebla no consiguió derrotarla.

Parece un trabalenguas, pero es muy sencillo: todo fue creado por la Palabra de Dios. El sol, la luna, las estrellas, las montañas, el mar…, el mármol, la madera, el cristal… Todo ha sido creado por la Palabra de Dios. Y ella, además de haber creado a los hombres, es también nuestra luz. La única novedad, muy importante, es que desde el principio se entabla una lucha entre la luz y la tiniebla; pero la tiniebla no logra imponerse, no puede derrotarla.

Tercera etapa: el mundo, creado por la Palabra, la ignora.

Hasta ahora todo ha ido bien. Dios y la Palabra pueden estar contentos. De pronto, advierten que la Palabra es ignorada por el mundo.

En el mundo estaba,
y aunque el mundo se hizo mediante ella,
el mundo no la conoció.

El mundo no se refiere aquí a los seres inanimados sino a las personas que ignoran a Dios, no lo adoran, o prescinden de él. En autor del Prólogo piensa en todos los pueblos paganos, que podrían haber conocido al Dios verdadero, pero que habían caído en diversas formas de idolatría.

Cuarta etapa: la Palabra decide instalarse en Israel; su pueblo la rechaza

¿Qué hará la Palabra cuando se vea ignorada por el mundo? Para un judío, la respuesta es clara: refugiarse en Israel, el pueblo elegido, igual que hacía la sabiduría: “Eché raíces entre un pueblo glorioso, en la porción del Señor, en su heredad”. Eso mismo hace la Palabra, pero se encuentra con una desagradable sorpresa:

Vino a su casa,
y los suyos no la recibieron.

Quinta etapa: la Palabra decide hacerse carne y habitar entre nosotros.

La Palabra ha sufrido dos derrotas: el mundo la ignora, su pueblo la rechaza. ¿Qué haría cualquiera de nosotros en su lugar? Quedarse junto a Dios y olvidarse de todos. Afortunadamente, Dios no es así. La Palabra toma la decisión más asombrosa que se puede imaginar.

Y la Palabra se hizo carne
y puso su tienda entre nosotros
y contemplamos su gloria,
gloria de Hijo único del Padre,
pleno de gracia y de lealtad.
Pues de su plenitud todos hemos recibido
gracia tras gracia.

Del optimismo ingenuo al realismo mágico

La historia de la Sabiduría resulta demasiado optimista. El himno puede parecer muy pesimista. Sin embargo, no lo es. Aunque no sea todo el mundo ni todo Israel, hay un grupo, formado por judíos y paganos, dispuestos a acoger a Jesús, a creer en él. Y ésos, todos nosotros, reciben una enorme recompensa.

Pero a los que la recibieron
los hizo capaces de ser hijos de Dios.

Este grupo contempla su gloria, y de su plenitud recibe gracia tras gracia.

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Y acampó entre nosotros.

Domingo, 5 de enero de 2025

la-sagrada-familia-inmigranteVolvemos a leer el texto “navideño” que leímos el día de Navidad, el prólogo del evangelio de Juan. Al leerlo a los ocho días, en su octava, se quiere decir que la solemnidad de la Navidad, por ser nuclear en la fe, merece una celebración prolongada.

Subrayamos una frase que conocemos muy bien por el ángelus, pero que merece una reflexión: LA PALABRA ACAMPÓ ENTRE NOSOTROS. En ese breve enunciado se dice algo singular: Dios ha abandonado su cielo y ha venido a poner su tienda en nuestra historia con intención de no quitarla nunca más. Es una tienda montada para siempre, no con la brevedad de una acampada. A partir de ahora, quien quiera encontrar a Dios no tendrá salir en su búsqueda hacia un cielo exterior, sin que habrá que ahondar en la vida porque en su fondo Dios ha puesto su morada.

Toda esta espiritualidad no la hemos tomado realmente en serio. Nosotros seguimos pensando, en nuestro imaginario religioso, que Dios está en su cielo y nosotros aquí en la tierra. No mezclemos las cosas. Hacer a Dios compañero de nuestra historia, participante de lo nuestro es algo que todavía no nos entra en la cabeza y en el corazón.

Si intuimos aquí una dimensión nueva de la fe, podemos pensar:

· Dios es vecino de nuestro barrio: se mueve por nuestras calles, apoya nuestras problemáticas vecinales. Solemos decir “cada uno en su casa y Dios en la de todos” para remarcar un cierto individualismo. Pero la segunda parte es interesante: “Dios en la de todos” ¿Es así o está lejos de la casa de todos? ¿Por qué nos cuadra más un Dios lejos? ¿Nos molesta un Dios cercano?

· Dios es caminante de nuestras sendas: sean acertadas o equivocadas. Decimos, a veces, cuando nos inunda el desamparo: “Estamos dejados de la mano de Dios”. Nunca nos deja él de su mano y, menos todavía, cuando lo necesitamos más.

· Dios es de nuestra misma condición: decimos popularmente que “Dos que duermen en un colchón se hacen de la misma condición”. Dios “duerme” en nuestro colchón, se hace de nuestra misma condición. Eso es lo que queremos decir cuando hablamos de la encarnación del Señor.

Alegrémonos de que Dios haya tomado nuestra historia para construir en ella su morada. Él es distinto de nosotros, pero no está más lejos que nosotros. No temamos humanizar a Dios porque, cuanto más hondamente humano, más divino para nosotros.

Puede que todo esto nos diga poco. Pero, si lo entendiéramos bien, habríamos de salir animados de las celebraciones de Navidad. Para acercarse esto se necesita un poco se silencio. No estaría mal que, en el jolgorio de la Navidad, encontráramos un momento de silencio para meditar en estos planteamientos. Tal vez entonces la Navidad cobraría otro color.

Fidel Aizpurúa Donazar

5 de enero de 2025

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05 de Enero. Segundo Domingo después de Navidad. Ciclo B.

Domingo, 5 de enero de 2025

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“El Verbo se ha hecho carne y ha habitado entre nosotros.”

(Jn 1,1-18)

Muy a menudo Dios se nos presenta con una sencillez que nosotros hacemos complicada. Oímos que el Verbo se hizo carne. Y, aunque sepamos qué son los verbos y qué es la carne, la verdad es que parece un misterio bien complicado.

Quizás podemos pararnos a mirar a Jesús como una palabra de Dios. La palabra que pronuncia Dios Padre con su propia voz, se hace real y existe para otros.

Todas las personas que hablamos una lengua no lo hacemos de la misma manera. Hablamos un dialecto (según la zona geográfica), un sociolecto (según la clase social o la edad, por ejemplo), utilizamos un registro más formal o más coloquial. Pero a parte de estas características, hay una manera propia de hablar de cada uno: cada persona usa más unas expresiones y menos otras, repite mucho un término, tiene muletillas… sin ninguna razón. A esto le llamamos “idiolecto”. Es lo más propio de nosotros.

En Jesús escuchamos el idiolecto de Dios. Jesús es la palabra gestada en el interior de Dios, es el deseo de expresión y de comunicación de Dios, el sonido pronunciado por la misma voz de Dios. Es la palabra que queda entre nosotros, que a nuestra vez podemos escuchar, acoger, dejar que haga efecto, que nos impregne, nos despierte, nos remueva, que resuene.

Sabemos bien que las palabras pueden ser dichas sin pensar o salir con la forma que les ha dado pasar un tiempo largo en el corazón. Que pueden alentar o aplastar, humillar o amar, ser dichas para demostrar o para compartir, hacer transparente u ocultar.

La Palabra de Dios, Jesús, es luz, es vida, es gracia, es plenitud para la humanidad.

Oración

Padre, que sepamos pronunciar las palabras de vida que tu Espíritu Santo gesta en nosotras, que sepamos escucharte en la Palabra que has pronunciado en tu Hijo Jesús.

*

Fuente: Monasterio Monjas Trinitarias de Suesa

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La palabra no tuvo que hacerse carne, porque Dios todo lo que hace lo es.

Domingo, 5 de enero de 2025

babyandjoe_pngDOMINGO 2º DE NAVIDAD (C)

Jn 1,1-18

Por dos o tres veces, en este tiempo de Navidad, nos propone la liturgia este evangelio. Ni en dos ni en diez homilías agotaríamos el contenido de esta página de la Escritura; sin duda la más sublime que se haya escrito nunca. Es imposible de comprender desde la racionalidad. Cualquier explicación que demos será descabellada, porque solo la vivencia interior nos puede aproximar a lo que quiere decir y nunca a comprender todo su sentido. Lo que intentamos a continuación es dar pautas para superar la tentación de explicarlo.

La frase “y Dios era la Palabra” podría traducirse por un ser divino era el proyecto, puesto que “Theos” no lleva artículo. El cambio de perspectiva, demuestra la dificultad que tenemos para aceptar la encarnación. No terminamos de creer que Dios está en el hombre y hacemos decir al evangelio lo que no dice. Haciendo Dios a Jesús nos dispensamos de aceptar a un Dios fundido con lo humano. Ni Dios tiene que hacerse hombre ni Jesús tiene que hacerse Dios. Por Jesús, podemos llegar a saber lo que es Dios. Pero un Dios que no está ya en la estratosfera, ni en los templos sino en el hombre, en todo ser humano.

“… estaba junto a Dios“: Esta frase expresa a la vez dos cosas: Proximidad y distinción. El (pros ton theon) sería: vuelto hacia Dios, volcado sobre Dios. El sentido más aproximado sería: En íntima unión con Dios, fruto de una relación, sin considerarlo absolutamente idéntico a Él. Recordemos que el mismo Jesús dice: “El Padre es mayor que yo“. Aunque también dice: “Yo y el Padre somos uno“. Para un judío era imposible aceptar otro ser equiparado a Dios. En cambio, para los griegos el peligro estaba en interpretar la existencia de otro ser igual a Dios como politeísmo. La primera comunidad cristiana se desarrolló entre las dos culturas. Y tuvo dificultad para expresar la relación de Jesús con Dios.

En la Palabra había vida, y la vida era la luz de los hombres”. Otro texto que solemos entender al revés. La ilumina­ción viene precisamente porque ha llegado la Vida. Esta idea va más allá de la mentalidad judía. Para ellos la Ley era la luz que ilumina y salva. Sin luz (Ley) no podía haber vida (salvación). La idea de que la Vida es anterior a la luz es clave para entender el evangelio de Juan. Dios, por la Palabra, comunica la Vida y es esta Vida la que ilumina, la que permite la comprensión de lo que es Jesús y de lo que es Dios. Se entiende mal si se quiere ver en Jesús un maestro de verdades que dan vida. Jesús es dador de Vida, porque nos hace descubrir en nosotros lo que el Padre es en él.

Vino a su casa, pero los suyos no la acogieron. Con frecuencia nos pasamos por alto esta seria advertencia repetida tres veces. En Jesús se hizo patente Dios, pero a pesar de ello, muy pocos fueron capaces de descubrir esa presencia. Hasta a los más íntimos, que vivieron con él durante años, les costó Dios y ayuda descubrir la realidad de Jesús. Hoy la culpa de que el mundo siga sin reconocer a Jesús, la tenemos los que decimos seguirle. Hablamos demasiado de Jesús, pero la verdad es que a la hora de vivir lo que él vivió, dejamos mucho que desear. Si todos los que nos llamamos cristianos lo viviéramos, todo cambiaría.

Pero a cuantos le recibieron les da poder para ser hijos de Dios, si creen en su nombre”. Recibir a Cristo significa creer en él, identificarse con él, repetir la actitud y la relación con Dios que él tuvo. “Les dio poder para ser hijos de Dios” no quiere decir que desde fuera se haya añadido algo a lo que ya eran. Se trata del descubrimiento de una realidad que está en todos y cada uno de nosotros. Juan deja muy clara la diferencia entre ser Hijo, referido a Jesús y ser hijos, referido a nosotros. Determinar esa diferencia es una de las claves para entender todo el mensaje de Juan. “Subo a mi Padre y vuestro Padre…

En el AT, el título de hijo de Dios se aplicaba: a) A los ángeles. b) Al rey. c) Al Sumo sacerdote. d) Al pueblo judío en conjunto. Ninguna de estas ideas sirve para comprender lo que Juan quiere decir. También los primeros cristianos “Hijo de Dios” lo entienden en sentido mesiánico, el enviado a cumplir una tarea de salvación. Nada que ver con la generación ni con su identidad sustancial con la divinidad. El mensaje de Juan va más allá de todo lo que podemos encontrar en el AT y en la primera comunidad sobre un Mesías Salvador. Este lenguaje es fruto de setenta años de experiencia mística cristiana y muestra una comprensión de Jesús que no podían tener los apóstoles ni sus primeros seguidores.

A pesar de lo dicho, la raíz de la idea de “Hijo” que Juan quiere trasmitirnos, hay que buscarla en la Sabiduría de los libros sapienciales. Como veíamos en la primera lectura de hoy, la Sabiduría existía antes de la creación, participaba de la Vida Divina y era el agente de la creación. Esta idea, unida a la cristolo­gía mesiánica, da origen a la genial visión de Juan, “Hijo de Dios” o simplemente “el Hijo“. El ser preexistente, vuelto hacia el Padre, que se hace carne para llevar a cabo el encargo (proyecto) del Padre: hacernos hijos.

Es una nueva perspectiva para entender lo que quiere decir el NT con los conceptos de Padre e Hijo. Para un semita, era verdadero hijo el que obedecía en todo al Padre; el que salía al padre. Cuando a una persona se le quería introducir en el ámbito de la familia se le llamaba hijo. Lo más importante de ser hijo no es la dependencia biológica, sino actuar como el padre actúa. Que Jesús es Hijo de Dios no lo adivinamos porque comprendamos su naturaleza, sino por ver que actúa como Dios. Nacer de Dios sería actuar como Dios.

Estos no han nacido de sangre, ni de amor carnal, ni de amor humano, sino de Dios”. Juan no da ninguna importancia a la procedencia biológica. Después de dejar clara su preexistencia, comienza su evangelio con el verdadero nacimiento, el del Espíritu. Dice el Bautista: “Yo he visto al Espíritu que bajaba del cielo como una paloma y permanecía sobre él”. Aquí deja claro que la generación biológica no tiene importancia. Lo que importa es nacer de Dios. A Nicodemo le dice Jesús: “Hay que nacer de agua y de Espíritu”.

Y la Palabra se hizo carne…Carne es el hombre sometido a su debilidad, pero susceptible de recibir el Espíritu. Carne no es lo contrario de espíritu, sino la posibilidad de que el espíritu se manifieste. En la antropología judía no existía el concepto de alma y cuerpo. Para ellos el ser humano era un todo indivisible; pero se podían descubrir en él distintos aspectos: hombre carne, hombre cuerpo, hombre alma, hombre espíritu. Cuando dice “se hizo carne” quiere decir que la Palabra asumió la totalidad humana, hasta lo más bajo del ser humano. La revelación de Dios es ahora una realidad tangible.

La revelación de Dios no es una verdad enseñada sino su mismo ser. Al hacerse carne, la Palabra ni dejó de ser Palabra, ni dejó de ser Dios. Al contrario, al hacerse carne, la Palabra desarrolla su esencia al máximo. La finalidad de la palabra es comunicar. En la encarnación Dios se comunica de modo insuperable. En la encarnación la Palabra sigue siendo Dios, pero manifestado, Dios-con-nosotros (Emanuel). Todo ser humano de cualquier condición es ahora la nueva localización de la presencia de Dios. Ya no debemos buscar a Dios en la tienda del encuentro ni el templo, sino en el hombre.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Visibilidad de Dios.

Domingo, 5 de enero de 2025

jesusgivesJn 1, 1-18

«Y la Palabra se hizo carne, y acampó entre nosotros»

 

Impresionante prólogo de Juan del que llaman la atención dos imágenes preciosas por su carácter paradójico: las tinieblas cerrándose a la Luz y Dios acampando entre nosotros. Pero lo más importante para quienes nos consideramos simples cristianos de a pie, es su final: «A Dios nadie le ha visto jamás: el Hijo único, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer».

No es la razón la que descubre o se inventa a Dios, sino que el ser humano lo busca porque su naturaleza lo necesita… y lo encuentra porque Él le sale al encuentro. Para los cristianos, ese lugar de encuentro entre Dios y el hombre es Jesús. Dios se manifiesta en Jesús, un hombre. Dicho de otro modo, en un ser humano, Jesús de Nazaret, el cristiano ve a Dios. Decía Ruiz de Galarreta que «el quicio fundamental de quien se llame cristiano es creer que Jesús es visibilidad de Dios sin poner en duda su humanidad».

En Jesús hemos conocido a Dios, y no es el juez, es Abbá. Tampoco es un arcano inaccesible, sino un sembrador que esparce la semilla de la Palabra continuamente y nos alienta en nuestro caminar por la vida. Y esta imagen de Dios que hemos conocido en Jesús es la mejor noticia que los seres humanos podíamos recibir.

Porque hemos descubierto que Dios es para nosotros Padre, Palabra y Viento: Padre con quien se puede contar, Palabra que nos guía en la vida entera y Viento que nos ayuda a caminar. Dicho de otro modo, Dios se comunica con nosotros –Palabra–, actúa en nosotros –Espíritu– y es nuestro Padre Abbá. Y saber cómo es Dios para nosotros es a la vez saber cómo es nuestra vida, es fuente de seguridad, estímulo y luz para los seres humanos.

«La Palabra –dice Juan– era la luz verdadera que alumbra a todo hombre»… Jesús es la luz encendida en la oscuridad que nos permite caminar sin tropezar; es la sabiduría de Dios encarnada. Dios es la perfecta sabiduría y Jesús es la sabiduría de Dios ofrecida a los seres humanos. Es la sabiduría de vivir con sentido; de llenar la vida de cosas que merecen la pena; de cosas que nos marcan el camino correcto. Y no estamos hablando de salvar el alma –si Dios es Abbá el alma está salvada de antemano–, sino de salvar nuestra vida de la banalidad, de la mediocridad, del sinsentido, del vacío, de la angustia… Estamos hablando de recibir «aquí el ciento por uno, y además la vida eterna».

Pero para ello hace falta creerle, y hace falta también sentirse necesitado de su luz. La suficiencia que tan a menudo mostramos, la confianza en nuestra razón por encima de la Palabra, fruto de nuestra cultura ilustrada, nos cierran a la luz y nos condenan a las tinieblas. El ciego de Jericó lo tenía todo para que Jesús se fijase en él; tenía fe y se sentía necesitado. Si el ser humano se empeña en negar su ceguera, su necesidad de luz, la cosa no tiene remedio:

«Si fueseis ciegos no tendríais pecado, pero como decís que veis vuestra ceguera persiste».

Miguel Ángel Munárriz Casajús 

Para leer un artículo de José E. Galarreta sobre un tema similar, pinche aquí

Fuente Fe Adulta

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El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros.

Domingo, 5 de enero de 2025

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5.1.25. II domingo de Navidad

Resumen

Misterio de la Encarnación de Dios en el hombre. Como misterio no podemos conocerlo por la razón, sólo por la vivencia. El Prólogo de Juan leído desde los nuevos paradigmas no-dualista, no-teísta, panenteísta y feminista. Evolución de la imagen humana de Dios: Del Dios allá arriba al Dios encarnado en toda realidad como Realidad Fundante y Primera.

Desde dónde escribo. Así como el Prólogo del Evangelio de Juan acusa la influencia del filósofo Filón de Alejandría (Jesús: Logos, Palabra, Sabiduría de Dios), para elaborar este comentario yo me inspiro en “Dios más allá del teísmo. Apuntes para una transición teológica” de José Arregi; en dos obras de Fr. Marcos: “¿Qué nos queda de Dios?” y “Dios no es un ídolo, pero tu dios sí”; En Él vivimos, nos movemos y existimos. Reflexiones panenteístas sobre la presencia de Dios en el mundo tal como lo describe la Ciencia” de Ph. Clayton y A. Peacocke (eds); “La que es. El misterio de Dios en el discurso teológico feminista”, de E.A. Johnson.

El Prólogo del Evangelio de Juan, que podía haber sido el epílogo, es un himno litúrgico elaborado por la comunidad de Juan a lo largo del tiempo a partir de sus vivencias místicas y la teología desarrollada por esta comunidad. Es una síntesis de las actuaciones de la Palabra o Sabiduría de Dios, en suma, de la historia de la salvación. Según este texto la Palabra de Dios (Dios) se hizo historia (hombre) para que los hombres puedan llegar a ser hijos de Dios. En este texto, como en todo el Nuevo Testamento, hay paralelismo con el Antiguo. Aquí encontramos el paralelismo entre los relatos de Creación del Génesis y el Prólogo de Juan. En el principio,… Según los relatos de la creación, Dios lo hizo todo por la Palabra y el Espíritu. Todo existe y es por la Palabra y el Espíritu de Dios. El Prólogo también empieza: “En el principio existía la Palabra…Todo se hizo por ella y sin ella nada se hizo. Lo que se hizo en ella era la Vida, y la Vida era la luz de los hombres….Vino a los suyos, pero no la recibieron. Pero a todos los que la recibieron, les dio poder de hacerse hijos de Dios, a los que creen en su nombre…Y la Palabra se hizo carne y puso su morada entre nosotros”. Estamos ante el Misterio y don de la Encarnación: La presencia de la Palabra en un hombre, Jesucristo. El prólogo de Juan es un himno cristológico de la tradición israelita que expresaba la fe de esta comunidad en Cristo como Palabra de Dios, su origen eterno, preexistente y su procedencia divina. Personalizado en la Sabiduría (Sabiduría o Proyecto divino), es la luz que ilumina y guía toda la nueva creación.

Veamos, ahora, la lectura actual del Prólogo del Evangelio de Juan a partir de los nuevos paradigmas. La encarnación es la culminación de la creación. Si Dios se encarnó en Jesús de Nazaret, Dios se encarna en nosotros. En Dios lo que hace es. Dios es encarnación. Dios se está encarnando siempre y en todo lo existente como fundamento de su ser y existir, como Realidad Profunda y Primera. La Presencia de lo divino y lo humano existencialmente unidos. Sin dualismo: transcendentalmente inmanente. Dios como fundamento de mi ser y existir constituye mi ser verdadero, profundo. Habita mi interioridad. Mi tarea es descubrirlo, experimentarlo y vivirlo. A esta realidad nunca podremos llegar ni por vía de los sentidos ni por vía del pensamiento o razonamiento Sólo es accesible por su vivencia. El camino que recorrió Jesús en el descubrimiento de su unidad con Dios es el mismo que tenemos que recorrer nosotros.

Somos humanos y divinos integradamente. Cuanto más humanos, más divinos. Cuanto más divinos, más humanos. Esto no lo descubrimos por mucho que acumulemos conocimientos teológicos, es por experiencia, es por vivencia como lo alcanzaremos. Jesús nos invita a vivir la realidad de Dios en nosotros, no fuera ni allá arriba, como Él. Lo divino ya está dentro de nosotros. Más íntimo a nosotros que lo más íntimo nuestro (S´. Agustín). No busques a Dios fuera de nosotros, de los seres humanos. No le busques donde no está. Entra en tu interioridad, toma conciencia de su Presencia, vívela y manifiéstala. Esta es nuestra responsabilidad de creyentes: acoger y testimoniar nuestra fe en ese Dios transcendente en nuestra inmanencia. Jesucristo es nuestro referente. Jesús tomó conciencia de la identificación y unidad con Dios: “el Padre y yo somos uno”. Vayamos atreviéndonos a decir nosotros lo mismo: yo soy uno con Dios, que es mi fundamento y razón de ser y existir.

Para concluir: Frente al “Dios está aquí” escrito en la puerta de algunas iglesias y catedrales, todavía hoy, en un cartel con letras muy grande, para que se lea bien, yo me quedo con esta estrofa del Padrenuestro de Gloria Fuertes:

Padre nuestro que estás en la tierra,

en la cigarra, en el beso,

en la espiga, en el pecho

de todos los que son buenos.

Padre que habitas en cualquier sitio,

Dios que penetras en cualquier hueco,

Tú que quitas la angustia, que estás en la tierra,

Padre nuestro que sí que te vemos

los que luego hemos de ver;

donde sea, o ahí en el cielo.

Sólo desarrollando lo divino que hay en mí lograré mi plenitud humana. Lo que hay de Dios en mí es lo fundamental.

Mª África de la Cruz

Fuente Fe Adulta

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Palabra, Vida y Luz.

Domingo, 5 de enero de 2025

IMG_9200Comentario al evangelio del domingo 5 enero 2025

Jn 1, 1-18

De una manera bellísima, en el Prólogo del cuarto evangelio, se recoge esta afirmación: “En la palabra había vida, y la vida era la luz de los hombres”. En cierto modo, el citado Prólogo deja ver los tres términos -Palabra, Vida y Luz- como equivalentes. Por tanto, tendremos luz -viene a decir- en la medida en que nos reconozcamos como vida y vivamos en esa consciencia.

La fuente de nuestro sufrimiento -y, previamente, de nuestra confusión- no es otra que la ignorancia que nos hace pensarnos separados o desconectados de la vida. Esta primera creencia errónea nos lleva, por un lado, a entrar fácilmente en guerra con la vida -siempre que algo nos frustra- y, por otro, a un sentimiento irresoluble de soledad y vacío.

La luz emerge cuando, superada esa falsa creencia, descubres que, en tu verdadera identidad, eres vida, o mejor aún, que todo es vida que fluye y se expresa en infinidad de formas. Basta verlo para que toda tu existencia quede admirablemente iluminada.

Y todo ello -recuerda el texto- nace de la Palabra. Es este un término que traduce el original griego “Logos”, que a su vez hace alusión a la Inteligencia que rige todo el despliegue del mundo de las formas.

Así entendemos que sean expresiones sinónimas: la comprensión nos sintoniza con el Logos o Inteligencia última, que es uno con la Vida -entendida como proceso inteligente y autodirigido– y, por ello mismo, uno con la Luz.

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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Logos: somos “Oyentes de la Palabra”.

Domingo, 5 de enero de 2025

IMG_3547Del blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

01.- Sabiduría y prólogo de san juan.

        La primera lectura nos habla de la Sabiduría en la vida, que no se refiere a tener muchos títulos académicos en la vida, ni a ser “muy leído”… Más bien se refiere a “saber vivir” con dignidad y paz.

La sabiduría no es lo mismo que o las ciencias. Se puede tener mucha ciencia y muchos títulos y no saber vivir.

Personas sencillas, sin estudios ni títulos son sabias, tienen luz en su vida, saben vivir.

En castellano solemos decir que tal persona “tiene luces” o no las tiene.

        En el evangelio hemos vuelto a escuchar por segunda vez el espléndido prólogo del evangelio de Juan: En el principio existía la Palabra (logos) y el logosse hizo debilidad (carne). La Palabra era luz y vida.

        Este prólogo parece ser que es un himno a JesuCristo: Palabra, luz, vida, que aquellas comunidades de Juan cantaban en sus celebraciones.

        Quizás nosotros podríamos traducir el Logos, la Palabra, por Evangelio: por vivir sabiamente y en paz de Dios  el Evangelio del Señor: evangelio que es luz y vida.

02.- Oyentes de la Palabra.

        Todo el pensamiento de K. Rahner (1904-1984) se fundamentaba en ver al ser humano como: Oyente de la Palabra y Espíritu en el mundo. Las personas somos quienes atendemos a razones y escuchamos las “palabras” y la Palabra que se pronuncia en la historia. Los seres humanos somos un espíritu abierto a toda la realidad.

        En castellano solemos decir familiarmente: “atiende a razones”: escucha la palabra que se da en la historia: la palabra de quienes piensan, la palabra de la cultura, la palabra de quienes te aconsejan en la vida, la palabra del arte, la Palabra de Dios.

        La Palabra sensata es sabiduría, es luz y vida.

También hoy la Palabra, como en los orígenes es creativa. Todo se hizo por la Palabra. La Palabra sensata y razonable crea, ilumina, ayuda hace bien.

        Pero no creo que hablar (la palabra) sean unas continuas ráfagas de vocablos. Hay por ahí un refrán que dice: “habla solamente cuando lo que vas a decir sea mejor que el silencio”. San Juan de la Cruz lo decía de otra manera: “Hable poco y en las cosas que no es preguntado, no se meta”.

        Seamos Oyentes de la Palabra. Seamos un espíritu abierto a toda la realidad, a la vida.

03.- Palabra, cultura y religión

        Podemos decir que el contenido de la palabra cultural de un pueblo, de una Iglesia es la religión de ese grupo humano.

La cultura es la forma de toda religión. Lo que un pueblo cree y construye se refleja en su cultura.

Quien se adentra en la cultura de un pueblo, penetra en su Palabra, en su fe, en su religión.

04.- Quienes acogen la palabra terminan siendo hijos de Dios

        Una persona, una ciudad, un pueblo que no recibe la luz, vino a los suyos pero los suyos no le recibieron, podrá, podremos hacer cosas bonitas, años folklóricos, conciertos y ballets, pero quizás no sabremos hacia dónde caminamos.

        La Palabra nos hace hijos de Dios, pero no porque no arregla “los papeles” y ya, como los emigrantes, pasamos a ser “legales”. La Palabra de JesuCristo modela el barro humano, nuestro ser, nuestra mentalidad, nuestro modo de vivir y llegamos a ser y vivir como hijos de Dios.

Que la luz brille en las tinieblas. Algún día se hará realidad lo que hemos escuchado en el evangelio:

         La Palabra acampó entre nosotros.

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“ Ser testigos de la luz en el aquí y ahora de nuestra historia”, por Consuelo Vélez

Domingo, 5 de enero de 2025

IMG_9300De su blog Fe y Vida:

2° Domingo después de Navidad 5-01-2025

Jesús es la luz verdadera que ilumina al mundo y Juan es el testigo de esta luz

Hoy, nuevamente, se nos invita a reconocer en Jesús la luz que es capaz de iluminar lo que no corresponde a los valores del reino para transformarlo

Al principio existía la Palabra y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. Ella existía al principio junto a Dios. Todo existió por medio de ella, y sin ella nada existió de cuanto existe.  En ella estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres; la luz brilló en las tinieblas, y las tinieblas no la comprendieron. Apareció un hombre enviado por Dios, llamado Juan, que vino como testigo, para dar testimonio de la luz, de modo que todos creyeran por medio de él.  Él no era la luz, sino un testigo de la luz. La luz verdadera que ilumina a todo hombre estaba viniendo al mundo. En el mundo estaba, el mundo existió por ella, y el mundo no la reconoció.  Vino a los suyos, y los suyos no la recibieron. Pero a los que la recibieron, a los que creen en ella, los hizo capaces de ser hijos de Dios:  ellos no han nacido de la sangre ni del deseo de la carne, ni del deseo del hombre, sino que fueron engendrados por Dios.  La Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros. Y nosotros hemos contemplado su gloria, gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y verdad. Juan grita dando testimonio de él: Éste es aquél del que yo decía: El que viene detrás de mí, es más importante que yo, porque existía antes que yo. De su plenitud hemos recibido todos: gracia tras gracia. Porque la ley se promulgó por medio de Moisés, pero la gracia y la verdad se realizaron por Jesús el Mesías. Nadie ha visto jamás a Dios; el Hijo único, Dios, que estaba al lado del Padre. Él nos lo dio a conocer.(Jn 1, 1-18)

Cada año dependiendo de la fecha en que caiga el 6 de enero, tenemos o no segundo domingo de navidad. En este año sí tenemos el segundo domingo y se nos pone a consideración la misma lectura de la misa de navidad, la del inicio del evangelio de Juan. Por tanto, ya hicimos un comentario a esta lectura ese día, pero podemos referirnos a algunos aspectos de distinta manera. El texto presenta a Juan el Bautista como testigo de la luz. Hemos de recordar que los contrastes en el evangelio de Juan son frecuentes y, en este caso, contrasta la luz con las tinieblas. Jesús es la luz verdadera que ilumina al mundo y Juan es el testigo de esta luz. Sin embargo, ese testimonio no fue recibido, como tampoco lo será el Hijo de Dios: “vino a los suyos y los suyos no lo recibieron. Pero el evangelio de Juan se inscribe entre los que lo recibieron y por eso han contemplado su gloria y de eso contemplado, pretende dar testimonio todo el evangelio. Recordemos que en el capítulo 8 Jesús dirá que Él es la luz del mundo y el que le sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida (Jn 8, 12).

Efectivamente, hay muchas tinieblas en nuestro mundo que no logramos iluminar. Las tinieblas de la injusticia social, de la exclusión, del racismo, la homofobia, el patriarcado, el clasismo, por nombrar algunas y, dentro de la institución eclesial, la falta de transparencia para que no se encubra ni un solo abuso, ni haya ningún lucro económico, ni estratificación de miembros en su seno. Hoy, nuevamente, se nos invita a reconocer en Jesús la luz que es capaz de iluminar lo que se ha aceptado “que sea así” y denunciar todo lo que no va con los valores del reino. No es una tarea fácil porque nadie quiere llegar al fondo de las situaciones para transformarlas. Ese trabajo requeriría reconocer las propias cegueras y complicidades y cuesta mucho asumirlo. Pero es la invitación que hoy se nos hace para vivir este año que estamos iniciando. Reconozcamos en Jesús la luz de la verdad, la justicia, la paz, la inclusión, la dignidad fundamental, etc., y empeñémonos en dar testimonio de esta luz en todos los lugares, en todas las instituciones, en la historia concreta que, a cada uno, el Señor le ha confiado.

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“Él es quien lo reveló…”, por Joseba Kamiruaga Mieza CMF

Domingo, 5 de enero de 2025

medio-rostro-de-jesusComentario a la lectura evangélica (Juan 1, 1-18). -5 enero 2025 –

En el Principio… Se nos revela el secreto que envuelve al universo. Este mundo rico y complejo no es un misterio indescifrable o absurdo. Dios nos trata como amigos y quiere compartir con nosotros lo que ha hecho y cómo lo hizo. Esto nos habla del origen de todo. Un origen que no es sólo un comienzo en el tiempo, sino lo que siempre permanece. Lo que se encuentra en el principio es también lo que encontramos hoy y es también nuestro futuro. Es la misma expresión que encontramos al comienzo de la Escritura en Gén 1,1 “en el principio creó Dios los cielos y la tierra“. El plan de Dios descrito en el libro del Génesis espera su cumplimiento. El Verbo hecho carne nos mostrará cómo.

Todo se hizo a través de él… Todo se hizo en el Logos. Todas las cosas pueden hablar de Dios y pueden conducirnos a él porque cada una de ellas es reflejo de su Palabra. Las realidades más sublimes que encontramos en la naturaleza, como los acontecimientos cotidianos, están inmersas en su logos. Por eso San Pablo en Atenas afirma que nuestro Dios no está lejos “de cada uno de nosotros. De hecho, “en él vivimos, nos movemos y existimos” hasta el punto de que podemos incluso reconocerlo en un canto “como también han dicho algunos de vuestros poetas: “Porque somos linaje suyo (Hch 17, 28).

Vino un hombre enviado por Dios Juan… Dios es un misterio de comunión, por eso no quiere hacer las cosas solo, quiere compartir hasta los proyectos más importantes y delicados. Por eso siempre ha buscado colaboradores, no quiere hacerlo todo Él mismo. San Juan representa todo el largo camino del Antiguo Testamento, la larga preparación para la venida del Hijo. Dios eligió hacerse entender por los hombres, aceptando hablar su lengua y esperar sus tiempos de asimilación. Al mismo tiempo, nos considera socios fiables para llevar a cabo su misión, como lo hizo con San Juan.

La verdadera luz vino al mundo… El Logos es la luz de Dios, así como la luz natural nos permite ver el mundo y saber orientarnos en él, así el Logos encarnado es quien nos enseña el camino de la vida. Él no viene a quitarnos nada, sino a darnos todo. El primero de sus dones es el discernimiento para que finalmente podamos ver cómo llenar nuestra vida y revelar los engaños de las tinieblas.

Y su pueblo no lo acogió… este es el verdadero misterio incomprensible, porque ‘su pueblo’, en definitiva cada hombre dado que todos hemos sido pensados en Él, en el momento en que Él se hizo tan cercano, al alcance de la mano, no fue aceptado. Es la oscuridad que se manifiesta precisamente porque ha salido a la luz. En el gris todo es confuso. La presencia del médico revela la presencia de la enfermedad. Haber eliminado este sentimiento de rechazo y oposición ya es parte de las buenas noticias de la próxima recuperación.

Y contemplamos su gloria… San Ireneo dice que el hombre vivo es la gloria de Dios. Esto es posible porque Dios nos ha revelado la dimensión gloriosa de nuestra carne. Al hacerse hombre semejante a nosotros en todo menos en el pecado, Dios nos reveló el secreto de nuestro ser cuerpo, de nuestro ser finito, algo que muchas veces nos angustia y es motivo de preocupación. Más bien, es en la carne donde su gloria puede brillar, como nos mostró el Hijo, quien a través de esa carne habló con cada uno de nosotros como se habla con los amigos. Jesús nos amó en la carne, revelándonos el potencial de amor que hay en el cuerpo, en la carne, en el mundo, en la historia.

Él es quien lo reveló… El hijo es quien nos revela al Padre. La expresión griega también se puede traducir como Él es quien nos dice, quién nos explica quién es el Padre. Esto es muy importante para poder leer toda la Biblia como una Buena Noticia. Cuando leemos ciertos pasajes difíciles en los que Dios parece pintado con un rostro violento o feroz, recordamos este versículo y volvemos nuestra mirada hacia Él, manso y humilde de corazón, que nos hace comprender el verdadero rostro del Padre porque Él es su mejor intérprete y revelador.

Joseba Kamiruaga Mieza CMF

(Remitido por el autor)

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