Laico
Martín Valmaseda
Madrid.
ECLESALIA, 18/10/24.- No sé si alguna vez hemos echado a voleo esta palabra que, en un tiempo, fue ofensiva para las almas piadosas y hoy es una expresión positiva para la gente «normal». Volviendo a la etimología griega ya hemos insistido alguna vez que «laos», en tiempos de Platón, era simplemente pueblo.
Pero cuando empezaron en la religión el clericalismo y el anticlericalismo, entonces el laicismo se juntó con el anticlericalismo. Todo laico tenía que ser anticlerical, es decir, no podía aguantar a los curas.
¿Saben quién tenía la culpa de eso?, pues el clero por aprovecharse de que eran clérigos para conseguir ventajas económicas aunque tuvieran voto de pobreza. Cuando se veía a un clérigo rico (y no había pocos) el anticlerical soltaba el mal genio, las críticas: «¡y dicen que son pobres!»
Pero después del concilio Vaticano II, cuando surgieron los curas obreros y el cura de su pueblo que era un pobre tipo y un hombre pobre… entonces empezaron a aparecer los laicos de verdad, los que seguían el evangelio de Jesús con toda su vida y sin sotana ni cuellito romano (eso blanco que lleva el clero en el cuello en vez de corbata).
Entonces los laicos se empezaron a dar cuenta de que eran laicos aunque fueran a misa los domingos, estuvieran en comunidades de base y hasta en una «familia religiosa» dominica, marianista, salesiana… laicos sin votos, pero laicos de verdad; aunque muchas veces los curas han querido clericalizar a los laicos, vestirlos de negro, ponerles escapularios para que se distinguieran ¿de qué?, mientras al revés otros religiosos y monjas se iban vistiendo como la gente «normal» porque se daban cuenta de que ellos también eran laicos, pueblo como Jesús, ese humilde trabajador de un pueblo en los montes galileos. A él también lo han ido clericalizando desde el siglo IV, no le dejan ser un simple hijo del hombre. Han hecho la fiesta de «Jesús sumo y eterno sacerdote» en vez de Jesús simple y eterno laico.
Lo mismo, en el marchoso sínodo en el que estamos, con este papa criticón del clericalismo, se sueltan los padres (¿madres?) sinodales con una declaración de que Jesús nunca pensó en hacer sacerdotes, sino que contó siempre con laicos y laicas por siempre jamás, amén
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