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Año nuevo, nueva esperanza.

Jueves, 2 de enero de 2025

IMG_9238Bajo los tibios rayos del sol invictus nos acercamos al comienzo de un nuevo año. Suele ser ocasión propicia para cerrar el año viejo con un balance y abrir el nuevo con renovadas expectativas. Es demasiado larga la lista de despropósitos a los que asistimos con impotencia y a veces con una sensación de culpable indiferencia: guerras, asesinatos, violaciones, torturas y una larga lista de agresiones a la dignidad de las personas plasmada en la declaración de Derechos Humanos Universalizables.

Si hay dos palabras que se repiten en los análisis de sociólogos, filósofos y politólogos son: desencanto e incertidumbre. A la luz de la historia está claro que no cualquier tiempo pasado fue mejor y también que cualquier situación actual (política, social, económica, cultural…) es manifiestamente mejorable. Las ilusionantes expectativas creadas por los intelectuales de la Ilustración (Kant incluso hablaba de una paz perpetua) se han quedado muy por debajo de lo esperado. La frustración y el desengaño se van apoderando de nosotros al comprobar lo poco que ha dado de sí el “homo” que desde hace unos 300.000 años dicen que viene ejerciendo de “sapiens”.

Contemplamos con estupor que ingentes cantidades de dinero, que deberían dedicarse a acabar con el hambre y mejorar la educación, la sanidad y la investigación científica, son desviadas a la industria armamentista y a esos cincuenta conflictos que están abiertos en el mundo y que no tienen pinta de ser resueltos por la vía diplomática, quizá porque en el fondo producen rentables y escandalosos beneficios. Constatamos que una economía al servicio de un neocapitalismo deshumanizado genera movimientos migratorios de gente en busca de un mejor modo de vida y ante los que las naciones “desarrolladas” se ven desbordadas y con grandes problemas para acoger e integrar a sus agentes, personas que, por otro lado, les van a ser imprescindibles en su desarrollo. Dejamos constancia también de fenómenos preocupantes como los populismos que cuestionan las democracias, incapaces de comprender que la debilidad democrática no se combate con regímenes autoritarios, sino con más democracia. Y así podríamos seguir desarrollando otros tantos temas que a todos nos tienen muy preocupados, como son las agresiones (46 mujeres asesinadas en España por sus parejas o exparejas es el triste balance que nos deja el año), la homofobia, el machismo, el nacionalismo excluyente, etc.

¿De dónde nos podrá venir la esperanza que nos sostenga sin desaliento para afrontar esta compleja y delicada situación? ¿De dónde esa confiada espera en que tras los nubarrones podrá brillar de nuevo el sol? Primero, de la comprensión de que el proceso de humanización es lento y no avanza linealmente, sino con leves avances y preocupantes retrocesos. Segundo, del ejercicio de una racionalidad crítica que actualice el mejor pensamiento elaborado desde Sócrates hasta Habermas y abra un horizonte esperanzador. Tercero, de la posibilidad de mejorar la acción política de modo que podamos exigir que se plantee no como una lucha encarnizada entre partidos para alcanzar el poder, sino como un servicio a las necesidades y preocupaciones de la ciudadanía. Cuarto, del convencimiento de que es posible establecer complicidades entre Ética y política, Ética y empresa, y entre Ética y relaciones humanas. Y quinto, de la constatación de que hay personas que, con su estilo de vida, su dedicación, su entrega en distintos ámbitos y niveles, están ya haciendo posible un mundo distinto y mejor.

En este contexto, el papa Francisco abre el Año Jubilar 2025 con el tema de la esperanza, convencido de que el mundo está necesitado de esta virtud, que es teologal para los creyentes y rasgo antropológico universal para el resto. Él la presenta como ocasión propicia de conversión personal y eclesial, pero ello no es óbice para que a la vez pueda contemplarse también como rasgo de fraternidad universal, como clamor que elevan todos los desesperados y desesperanzados del mundo, como legítima aspiración de todo ser humano de construir un mundo menos agresivo y más habitable. Bellas palabras las que dice este pontífice al respecto, pero que solo se harán realidad si dan frutos tangibles y actúan en sinérgica colaboración con las diversas fuerzas sociales, con todas las personas, sean o no creyentes, de buena voluntad. Y es que la sola razón científica se nos presenta muy limitada e insuficiente para que la esperanza sea realmente operante; nos es necesario además contar con un corazón compasivo y misericordioso.

Pedro Miguel Ansó Esarte

Exprofesor de Humanidades y autor de Por un cristianismo creíble. Reflexiones de un cristiano de a pie.

Fuente Fe Adulta

Espiritualidad ,

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