La casa del Padre.
Domingo I de Navidad: Fiesta de la Sagrada Familia
29 diciembre 2024
Lc 2, 41-52
Sin duda, Lucas elaboró este relato con el fin de presentar a Jesús como hijo fiel que vive desde y para el Padre. No puede ser casual que, en este evangelio, el término “Padre” sea el primero que aparezca en boca de Jesús y sea igualmente el último: “Padre, a tus manos confío mi espíritu” (Lc 23,46).
¿Qué significa “estar en la casa del Padre”? Desde un nivel mítico de consciencia, el Padre es alguien separado que marca el destino del mundo y del ser humano. El acierto consiste, por tanto, en vivir cumpliendo su voluntad, entendida de manera heterónoma, y anhelando el encuentro con él, acabando con la separación sentida como fractura.
Desde la comprensión no-dual, la “casa del Padre” es la única y misma “casa” de todo. No se trata, por tanto, de un lugar ni de un ser separado, sino que se refiere a ese Fondo último que constituye el núcleo y la identidad última de todo lo que es: el Fondo que constituye y sostiene a todas las formas.
Vivir en la casa del Padre es vivir en conexión con eso que somos, ese no-lugar -dado que no puede ser pensado-, que es Plenitud. Se halla siempre disponible, si bien, para acceder al mismo, se requiere entrenarse en acallar la mente. Es justamente el silencio de la mente (silencio del yo) el que nos permite ver más allá de las formas y conectar, descansar, permanecer, vivir y actuar desde el Fondo. De hecho, a poco que agudicemos el oído interno, si no lo tenemos muy desacostumbrado o incluso atrofiado, no tardaremos en oír la voz interior del Anhelo que clama: “Ven a casa”.
Enrique Martínez Lozano
Fuente Boletín Semanal
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