“El vientre de una mujer… la misericordia de Dios”, por Joseba Kamiruaga Mieza CMF
Creo que la maternidad es algo que los hombres sólo podemos adivinar y no comprender del todo. En el fondo quizás ni siquiera las mujeres lo entiendan. Ellas lo experimentan directamente mientras que sus parejas lo experimentan a través de ellas. No es sólo esto. Hombres y mujeres son intrínsecamente diferentes. Basta con mirar nuestro cuerpo. Las mujeres están hechas -es el cuerpo el que les dice- para acoger dentro de ellas. Su maternidad es acoger la vida. Vida que no es sólo biológica. De hecho, se necesita una premisa para evitar generar malentendidos. Una mujer que no puede generar vida biológica puede ser tanto o más madre que quien la genera.
Decía que su cuerpo es diferente. Su ADN es diferente. No tener ese cromosoma y hace una gran diferencia. Su cuerpo está hecho para recibir. Cuando recrea su sacramento, cuando tiene una relación íntima con su pareja, ella es quien da la bienvenida. Él la penetra físicamente. No ella a él. Esto hace que todo sea más complicado para ellas, las mujeres. Necesitan un completo abandono y confianza en su pareja. Acogerlo a él y a su semilla dentro de sí implica una implicación no sólo de su cuerpo, sino de todo. De su espíritu y su esfera psicológica. Por este motivo, quizás las relaciones físicas tengan un significado mucho más importante para ellas, las mujeres, que para los hombres. Esto no termina aquí.
Las mujeres tienen útero. Los hombres no. Juan Pablo I definió a Dios como padre y madre. Aquí el útero expresa la maternidad de Dios. ¿Cómo? Uno de los adjetivos con los que se define a Dios en la Biblia es misericordioso. En la traducción latina, misericordia se refiere al corazón. Significa llevar en el corazón. No en hebreo. El idioma original de la Biblia traduce el término que para nosotros significa misericordia de una manera completamente diferente. En hebreo misericordioso se traduce como “rahum”. “Rahum” que deriva de “rehem”. “Rehem” es el útero de la mujer. Es el útero. Ellas, las mujeres, más que los hombres, expresan esta característica de Dios. Expresan la misericordia de Dios. Son capaces, cuando viven plenamente su maternidad, de generar nuevamente a su pareja. Saben acogerlo tal como es, saben ver en él la persona que puede llegar a ser, saben ver su belleza. Saben mirarlo con los ojos de Dios. Esta mirada acogedora lo genera nuevamente, lo ayuda a convertirse en un verdadero ser humano. Esta acogida las convierte en verdaderas madres. Esto significa ser madres fecundas.
Las mujeres pueden generar la presencia de Dios. Amar como Dios ama. Ser capaz de aceptar el fruto del vientre tal como es. Incluso cuando una mujer no puede ser madre biológica puede ser madre de amor. El amor de una mujer puede convertirse en alimento para muchos. Con muchos modos diferentes. Por ejemplo, con la adopción: “Ese es tu hijo”.
La fecundidad va más allá de la fertilidad. La fertilidad genera vida biológica mientras que la fecundidad genera vida amorosa. Generar la presencia de Dios, que es amor, en el mundo. Jesús el Salvador, quien salvó y redimió al mundo, se encarnó gracias a María. María que con su SÍ acogió en sí misma a Dios mismo. Qué maravilla María. Qué belleza María. Que maravilloso cada mujer que se convierte en madre y que renueva esta bella imagen a través del tiempo y la historia. Quien con su amor acogedor y confiado renueva también hoy el nacimiento de Jesús en el mundo.
Joseba Kamiruaga Mieza CMF
(Remitido por el autor)
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