La Fe
Lc 1, 39-45
«Dichosa tú porque has creído»
Es posible que la posesión más valiosa de un ser humano sea la fe, por encima de la sabiduría, la riqueza o el prestigio; y lo es, porque nos invita a pensar que no somos unos pobres animales arrojados al mundo sin referencias y sin más perspectiva que la muerte, sino que la vida tiene sentido y que nuestro destino es Vivir.
En el caso de los cristianos la fe tiene una doble vertiente. Por una parte podemos “creer en Jesús”, es decir, creer que su vida y su mensaje no pueden entenderse como simple fruto de una persona excepcional, sino que son obra del Espíritu de Dios que soplaba en él como un huracán. Pero esta fe, si no afecta a nuestra forma de vivir, puede resultar estéril y no llenar nuestra vida.
Por eso es también necesario “creerle a Jesús”; fiarse de él como nos fiamos de nuestro médico cuando nos ponemos en sus manos para que nos abra en canal. Me explico:
El mundo me dice que seré feliz si soy rico, si tengo poder o prestigio social, si no me dejo avasallar, si soy más listo que los demás para los negocios, si voy de diversión en diversión, si no me meto en líos, si no me insultan ni me persiguen… Jesús, en cambio, me propone un código de felicidad radicalmente distinto e inverosímil: “¿Quieres ser feliz…? –nos dice–, pues confórmate con poco, comparte lo que tienes con los que no tienen, aprende a sufrir, di siempre la verdad, no seas violento, trabaja para que prevalezca la justicia, no trates de aprovecharte de nadie, hazte el servidor de todos… y no te preocupes si te insultan y te persiguen por todo ello, pues a la larga serás mucho más dichoso”.
¿Creo en él? ¿Le creo a él? ¿Me fío de él? ¿Estoy dispuesto a vivir compartiendo, perdonando, sembrando la paz, trabajando por la justicia, actuando siempre con sinceridad y sin temor al sufrimiento? ¿Me la juego apostando a unos criterios de locos; viviendo de acuerdo a unos valores tan estrafalarios como poco evidentes?…
Decir que sí, que me la juego, que cambio de vida, es tener fe en Jesús; lo demás será otra cosa. Creeré en Jesús si es él quien manda en mis criterios y mis valores; si es él quien da sentido a mi vida; si creo que sus criterios pueden salvar el mundo del desastre y me comprometo con la tarea de hacerlo. Porque la fe no es un privilegio otorgado a unos y vedado a otros, sino el compromiso firme con un modo de vida cuya meta es la fraternidad entre todos los hombres y mujeres del mundo…
«Dichosa tú porque has creído».
Miguel Ángel Munárriz Casajús
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Fuente Fe Adulta
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