El pesebre”, por Carmiña Navia
Al menos desde que Francisco de Asís lo hizo por primera vez -dice la tradición- en muchos ámbitos cristianos se celebra la fiesta de navidad alrededor de la representación de un pesebre. Tantas veces se ha replicado esta pequeña imagen a lo largo de siglos, que fácilmente pierde su significado y vaciamos su sentido. Entre las imágenes modernas de María y José en algunas los visten a ellos de tules y lentejuelas y los ponen como absolutos reyes… ni medio parecido a lo que fueron ni a lo que intentamos representar con un pesebre.
Si pensamos hasta el fondo qué porta este símbolo, se nos conmueven los cimientos de nuestra vida y nuestra fe. El pesebre es el lugar en el que comen los animales… no suele ser este el sitio ideal para un recién nacido. En algunos países de Europa, en el campo, la estancia baja de la casa corresponde a los animales y en las noches frías de invierno, ellos pueden ayudar a calentar a los humanos y al ambiente. Por supuesto no nos estamos moviendo en el nivel de los hechos históricos, las narraciones de Lucas, Mateo y otros evangelios apócrifos, se desarrollan en el ámbito de las parábolas y la simbología y en este sentido tienen mucho que plantearnos.
Una lectura ecológica de las narraciones de la infancia de Jesús, resulta reveladora para nuestras realidades actuales tan llenas de retos en este terreno. Las narraciones nos hablan del cielo en la noche, de la presencia importante de estrellas, del portal de los animales, de ovejas y un burro que rodean al niño recién nacido… Posteriormente y retomando sobre todo a Isaías, esta enumeración se enriquece con la figura del buey. La noche es descrita repetidamente como una noche en paz, en la que la armonía sintoniza la vida de todos los seres vivos: humanos, animales y cosmos. La insistencia en esa paz, se refuerza en el mundo occidental con la resonancia del hermoso villancico compuesto en 1816 por Joseph Mohr y Franz Xaver Gruber. Una noche en la que la LUZ intensa irrumpe con su alegría.
Hay varios tonos que quiero destacar en el pesebre:
Primero: ese niño que nace no es otro que el Mesías, nos dicen los relatos. El Mesías anunciado por siglos que traerá al pueblo la salvación necesitada y esperada. Y ese Mesías nace, en medio de la oscuridad, en un lugar tan humilde y lejano de las riquezas y expectativas de este mundo como es un portal-refugio de animales. Drewermann en su bello texto: Tu nombre es como el sabor de la vida, nos dice que si el mesías nace en mitad de la noche está capacitado para entender todas las oscuridades y llevarlas a la luz.
Segundo: Ese niño que nace, va a ser calentado en una noche fría por sus hermanos (según Francisco el de Asís) no-humanos. El buey y la mula -dice la tradición popular- velaron sobre el niño y le dieron su protección. El pesebre nos testifica la necesidad de colaboración y apoyo que tenemos todos los seres vivos y nos invita a realizarla.
Tercero: El cosmos entero participa de la alegría y la lleva de un extremo a otro, anunciándola por medio de las estrellas a pastores y sabios.
Esa armonía entre las distintas formas de vida es la que estamos llamados a construir y lograr los amigos del niño cuyo nacimiento conmemoramos cada Diciembre en casi todas partes del mundo. De esa armonía y en esos términos: es decir portal, comederos de los no-humanos: bueyes, mulas, ovejas… es de lo que nos habla el pesebre, nos dice que allí está la salvación, no en los palacios ni en los reyes. Tenemos que mirar el pesebre con ojos de asombro, con ojos nuevos… no desde una rutina que se repite porque entonces termina por no decirnos nada.
Cuando empieza esta tradición, dice Francisco a su amigo Juan:
«Si quieres que celebremos en Greccio esta fiesta del Señor, date prisa en ir allá y prepara prontamente lo que te voy a indicar. Deseo hacer memoria del niño que nació en Belén y quiero contemplar de alguna manera con mis ojos lo que sufrió en su invalidez de niño, cómo fue reclinado en el pesebre y cómo fue colocado sobre heno entre el buey y el asno». De lo que se trata entonces es de mirar como en un espejo esos símbolos y desentrañar de qué nos hablan. Y sobre todo asumir las consecuencias que ello tiene para nuestro ser de cristianos y cristianas.
Carmiña Navia Velasco
Tercera semana de Adviento 2024
Fuente Fe Adulta
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