María
Lc 1, 26-38
«Bendita tú entre las mujeres»
Los pueblos primitivos consideraban a los dioses gente peligrosa, poco de fiar, a la que había que mantener alejada y aplacada. El pueblo judío dio un salto de gigante en la concepción de Dios al considerarle su aliado, pero el salto definitivo se produjo con Jesús, que superó la idea de Dios-juez justísimo que premia a los justos y castiga a los impíos, y nos dio a conocer a “Abbá”; la madre que nos ha engendrado por amor y nos ama con ese amor incondicional que sólo las madres son capaces de sentir.
Y ésta es la mejor noticia que los seres humanos podíamos recibir. Es el corazón de la buena Noticia, porque en Jesús hemos conocido a Dios y es mucho mejor de lo que nadie jamás había sido capaz de imaginar: no es el juez; es Abbá. Gloriosa Noticia.
Pero poco les duró a los cristianos la alegría de este feliz hallazgo, pues desde época muy temprana, la teología erudita se encargó de dar un cambiazo nefasto sustituyendo a Abbá por la primera persona de la Santísima Trinidad, es decir, por el Padre que, como todos los padres, tiene exigencias, establece principios y leyes, supedita su amor a la obediencia, tiene predilección por los más obedientes y capacitados… y las cosas ya no son lo mismo. Aquellos sabios habían retrotraído la historia a la época de los juicios, los premios y los castigos, y ni siquiera Jesús salió bien parado de este envite, pues se convirtió en el rey que volverá entre trompeteos de ángeles para separar las ovejas de las cabras y enviar a las cabras al castigo eterno.
¡Había muerto la buena Noticia!
Pero cuando los fieles cristianos se sintieron desamparados y a expensas de un juez que iba a determinar su destino, se apresuraron a buscar una buena abogada; y no puede haber mejor abogada que una madre, porque no lleva las cuentas del mal… Por supuesto, la mejor madre que podían encontrar era María, la madre de Jesús, así que la revistieron de todos los atributos de Dios-Abbá y recuperaron en María lo que los sabios les habían arrebatado… Y eso que debería haber sido Dios-Abbá, fue para los cristianos (y lo sigue siendo) la madre de Jesús. Bendita devoción popular a María.
Y nos viene a la memoria una de aquellas cosas tan raras que decía Jesús… «Te doy gracias Padre porque has ocultado estas cosas a los sabios…»
Miguel Ángel Munárriz Casajús
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