Del blog de Tomás Muro La Verdad es libre:
1.- Comienzo del evangelio de Lucas.
Los relatos de la infancia de Jesús: nacimiento, Belén, el censo, la “no posada en Belén”, los pastores, el niño Jesús en el Templo, son relatos tardíos tanto los del evangelio de Lucas, como los de Mateo.
Muy probablemente el Evangelio de Lucas comenzaba con el texto que hemos escuchado hoy: con el marco socio político de Tiberio, Pilatos, Herodes, Lisanio, etc. y con la Palabra del Señor que viene sobre Juan Bautista en el desierto.
En esto Lucas se parecería a Marcos que comienza su evangelio con Juan Bautista en el río Jordán.
2.- 7 personajes 7
El evangelio de hoy comienza mencionado a 7 personajes, paganos y judíos: Tiberio, Pilatos, Herodes, Felipe, Lisanio, Anás y Caifás. El número siete tiene un significado de totalidad. Lucas menciona la totalidad del poder político y económico en la historia de aquel tiempo, ¿El grupo 20G? Los 7 representan el contexto histórico político-religioso de aquel tiempo.
3.- La palabra viene sobre Juan y en el desierto.
Juan Bautista era hijo de Zacarías, sacerdote del Templo, por lo que -siguiendo la tradición- Juan Bautista debería haber sido también sacerdote y debería haber vivido y servido en el Templo. Pues no, Juan Bautista se retira al desierto.
Por otra parte, parecería lógico que la Palabra de Dios recayera en el Templo, quizás en los palacios de Tiberio, Herodes, Pilatos, quizás la Palabra podría sobrevenir en la Unversidad, en el parlamento, etc. Pues, tampoco. La Palabra viene a Juan Bautista en el desierto.
La Palabra le viene a Juan en la historia y para Juan Bta la historia es el desierto. En tiempos de aquellos poderosos, como los de hoy, Juan Bautista, recibe la Palabra en el desierto.
El desierto tiene hondas evocaciones para un creyente judío y cristiano:
El desierto evoca la experiencia fundamental del Éxodo: de la liberación. La vida muchas veces, probablemente siempre es un desierto.
El desierto es el silencio en la vida, que es donde podemos escuchar y acoger la Palabra: el amor de Dios, el sentido de la vida.
El desierto es vivir con lo esencial, allí no hay ruido, ni norias que entretengan al personal, ni luces de navidad, ni lujos. En la profundidad del silencio del desierto nos encontramos a nosotros mismos y a Dios. En el desierto se camina ligero de equipaje, sin consumismos, sin “black friday”, sin quincallería litúrgica.
La Palabra, la sensatez, el horizonte de la vida viene a nosotros en el desierto
4.- Desierto: camino éxodo y exilios
La vida es un desierto, un Éxodo, también un Exilio. (En la “Salve” con un tono algo pesimista pero real, rezamos: los desterrados hijos de Eva).
El profeta Baruc (1ª lectura) escribe a los judíos desterrados en el Exilio de Babilonia en el siglo VI a.C. Y les anima a no perder la esperanza: levántate y mira hacia Oriente, hacia la luz. Dios os rescatará … Dios os llenará de alegría.
Tal vez también nosotros podemos sentirnos en el destierro, sea personal, socio-político, eclesiástico. Posiblemente la única seguridad del desierto es el futuro, y en ese futuro todos verán la salvación de Dios.
5.-La historia humana está salvada: historia de salvación.
Estamos en una historia de salvación, no de condenación.
Juan Bautista es un hombre fuerte, y siendo un hombre enérgico, lo que anuncia es la salvación de Dios. Juan Bautista anuncia que todos verán la salvación de Dios
Es una palabra de ánimo y esperanza. Sea cual sea la condición en que nos encontremos, sea cual fuere mi exilio: levántate, ten ánimo, confía en el señor (Salmo 27).
El profeta Baruc anima a su pueblo y le anuncia un futuro mejor. Pueblo mío, levántate … quítate ya el luto … llegan la paz y la justicia … los valles y las montañas se igualarán y habrá un equilibro en la vida.
Seamos profetas de la paz, de la luz y de la vida
***
Día del Seminario: Mejor sembrar esperanza que manejar el incensario.
Tres temas están presentes en la Eucaristía de hoy (demasiados para una homilía).
- Ante todo hoy es el II domingo de Adviento: tiempo de esperanza.
- Celebramos también la fiesta de la Inmaculada.
- En nuestras diócesis vascas se celebra el día del Seminario.
Homilía
01.- Inmaculada
El papa Pío IX, con la Bula Ineffabilis Deus, presentaba a la Iglesia el 8 de diciembre de 1854 el dogma de la Inmaculada Concepción. Las palabras eran:
Declaramos, proclamamos y definimos que la doctrina que sostiene que la beatísima Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de la culpa original en el primer instante de su concepción por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en atención a los méritos de Cristo Jesús Salvador del género humano, está revelada por Dios y debe ser por tanto firme y constantemente creída por todos los fieles…”
02.- Eva – María
Hemos escuchado hoy la memoria de dos mujeres, “madres de la humanidad”: Eva y María (Adán y Jesús), que son también rumores de la complejidad de la existencia humana: luz y tinieblas, bien y mal, vida y muerte, Adán y Cristo. Somos así. Somos a dos tiempos.
Hoy celebramos la memoria de María, Madre del Señor. Y la recordamos como quien no tuvo pecado en su vida.
Nos hace bien mantener la memoria de María como madre, como creadora de vida, como mujer dispuesta a desempeñar la misión que Dios le pedía en la historia de la salvación; mujer que pensaba, que guardaba y meditaba todas las cosas en su corazón; mujer creyente que llega a la fe en su propio Hijo.
Seguro que a María le costó también llegar a la fe en su propio Hijo, por eso decimos que María fue la primera creyente.
María estaba presente en el nacimiento de la comunidad cristiana, al pie de la cruz con el creyente (discípulo) amado, en Pentecostés con los primeros cristianos.
La iglesia, sobre todo la tradición oriental (ortodoxia), ha guardado fielmente la memoria de María como Madre de Dios (Theotokos), advocación muy temprana en la vida de la Iglesia: en el Concilio de Éfeso (431) se denominó así a María: madre de Dios.
El relato evangélico que hemos escuchado, tiene un tono de serenidad, de alegría, de paz y de vida. Cuando el Espíritu de Dios embarga nuestra vida -como la de María-, ésta recobra la calma. Cuando el Señor está con nosotros nuestra alma recobra la serenidad para vivir.
Dios te salve, María, llena de gracia
03.- Día del Seminario.
En nuestras diócesis vascas celebramos hoy el día del seminario.
En San Sebastián este curso hay 1 seminarista.
El asunto tiene mucha trastienda. La primera cuestión es ¿Por qué no hay seminaristas?
Guipúzcoa ha perdido 650 curas en 50 años. En 1970 nuestra diócesis contaba con 840 sacerdotes diocesanos. Hoy apenas llegamos a 170 y con una media de edad de más de 74 años. Muchos de estos 170 curas estamos o pasan de 80 años.
Tal y como va la sociedad: estilos de vida, mentalidad socio-política, ideologías, etc. previsiblemente no aumentará el número de seminaristas en un futuro inmediato, por lo que, para las próximas décadas, se presenta un vacío enorme de seminaristas y de sacerdotes.
Con un seminarista difícilmente se llenará el vacío de los 650 curas que en estos años han ido muriendo.
Una empresa que “se queda sin mandos intermedios”, se lo piensa. Me da la impresión de que en la Iglesia se habla mucho, se piensa poco y se hace menos en este sentido.
Quiera Dios que Francisco abra caminos y cauces a los ministerios en la vida eclesial.
04.- ¿qué nos dice la caja negra de este hundimiento?
- Si no hay curas al estilo tridentino, -curas- es porque no hay seminaristas y si no hay ni curas ni seminaristas es porque no hay cristianos.
- La descristianización y la secularización, la ausencia de evangelio y de pensamiento en nuestro pueblo es enorme. El nihilismo nos embarga.
En nuestra diócesis se bautizan menos del 50% de los que nacen. Apenas se dan matrimonios canónicos. En los años 1990’ se confirmaban en Guipúzcoa alrededor de 3000 chicos / chicas al año, hoy escasamente llegan a confirmarse algún centenar al año; cada vez son más los que mueren sin sacramentos y va aumentando el número de quienes no tienen -no desean- un funeral cristiano.
- Si no hay cristianos haríamos bien en preguntarnos ¿por qué?, ¿Qué ha pasado en esta Europa, también en nuestro pueblo, en nuestra diócesis en los últimos 150 años, y qué ha pasado en la Iglesia y en nuestro pueblo?
- Hemos de ser conscientes también que el régimen de cristiandad terminó hace ya décadas y no es cierta la “España católica”, ni el “euskaldun fededun”.
- El nuevo Código de Derecho Canónico de 1983, define la Iglesia como la comunidad de bautizados.
Recuerdo que D José Mª Setién comentando el nuevo Código decía que comenzaba con mal pie, pues la Iglesia no es la comunidad de bautizados, sino la comunidad de creyentes.
Una primera conclusión es que, si no hay curas ni seminaristas es porque no hay creyentes.
- Sin embargo la pastoral sigue funcionando como “si, sí”, aquí “no pasa nada”. La pastoral va de “remiendo en remiendo litúrgico sacramental”, pero sin evangelización, si fe.
- ¿No deberíamos caminar hacia una evangelización humilde, creativa, con anzuelo (ya no con red), personalmente? Porque no estamos ya en tiempos de redes de cristiandad masiva, estamos en un momento de una pastoral de Nicodemo o de la samaritana, o Zaqueo (personalmente) y no de masas y grandes concentraciones.
- Según me parece, la pastoral en nuestra diócesis es casi meramente ritualista, sacramentalista, pero la evangelización “ni se toca”. Las grandes cuestiones de la vida no se abordan desde el evangelio, desde la fe: el sentido de la vida, la descristianización, la secularización, la esperanza y la desesperación, el nihilismo: el suicidio, las opciones socio-políticas, etc.
- Por otra parte nos haría bien volver a recorrer los caminos bíblicos, históricos, teológico-pastorales y pensar desde el evangelio en una diversidad y amplitud de la estructura de la misma Iglesia, del ministerio eclesial. Ello abriría puertas y caminos, abriría mentes, para comprender lo que es la Iglesia y el servicio eclesial.
En el NT, en los primeros siglos de la vida iglesia, la ministerialidad fue mucho más amplia de la trilogía actual: diácono, presbítero, epískopo.
En los primeros tiempos de la iglesia había ministerios mucho más variados, En la Iglesia primitiva había profetas, maestros, doctores, jóvenes, incluida la mujer: Febe era una diaconisa a la que menciona S Pablo en Rm 16,-2.
En la Iglesia de los comienzos se vivió con otra concepción del ministerio, con otra mentalidad y con otros estilos y otras tareas.
- La llamada en la iglesia primitiva no era una “vocación” que uno sentía en su interior e iba a un seminario. (Los seminarios en la Iglesia nacen a partir del concilio de Trento: finales del siglo XVI, XVII). La llamada la hacía la comunidad.
En una comunidad (parroquia) tenemos enfermos, hemos de atender las mesas (Aterpe), cuidar, educar a los niños, celebrar la Eucaristía, etc. Y alguien, algunos de esa comunidad eran elegidos e instituidos en ese ministerio…
- El ministerio es más sencillo y servicial que la clericalización que proviene de la época constantiniana y se acuña en el modelo sacerdotal tridentino. La Iglesia nació sin curas (José Mª Gzlez Ruiz).
- Son posibles y deseables otros tipos de ministerios ¿No habrá que pensar, y potenciar después otras formas y modelos de ministerios en la Iglesia?
- En el NT, era imposible una “crisis de vocaciones” en la vida de las comunidades cristianas, porque “alguien” era designado o se ofrecía para atender las necesidades de la asamblea eclesial. ¿No es pensable hoy ese modo de proceder?
05.- El miedo subyace al clericalismo.
Llevamos tres o cuatro años con el Sínodo a vueltas, pero una sinodalidad que no termina de “arrancar”. Es muy valioso el pensamiento y deseos de cambio del papa Francisco, pero según me parece, el miedo a los sectores más conservadores de la Iglesia es lo que frena y bloquea una apertura y un “pequeño nuevo Pentecostés” como lo fue el Concilio Vaticano II.
Volvamos al Evangelio, a las iglesias nacientes, a la historia, volvamos a pensar y repensar las cosas.
Pueda que se den algunas dificultades en la configuración moderna de las estructuras y ministerios eclesiales, pero se puede -si se quiere- abrir nuevos cauces para que corra el agua del Evangelio y lleguemos a la fe.
El clericalismo y el poder no soportan cambios ni aperturas, ni fisuras.
06.- Mirada ecuménica
Por otra parte a nadie se le ocurre echar una mirada a nuestros hermanos cristianos separados -o no-: sobre todo a la ortodoxia, al luteranismo, al anglicanismo.
Ellos llevan muchos años configurando la Iglesia lo mejor que Dios les da a entender y van dando pasos. Nosotros los católicos no somos ni más listos, ni mejores.
07.- No perdamos la calma.
Sin embargo, y a pesar de todo, No perdáis la calma nos dice Jesús también hoy a nosotros. Confiad. Hay una virtud que se llama humildad. Si fuimos potentes, una cristiandad por todo el mundo. Hoy nos podemos aplicar lo del libro de Daniel:
En este momento no tenemos príncipes, ni profetas, ni jefes … Por eso, acepta nuestro corazón contrito y nuestro espíritu humilde. (Dn 3,37-39)
Seamos humildes y no nos angustiemos, ni caigamos en un voluntarismo ultramontano No somos más, no podemos más: esta es nuestra debilidad, nuestra fe, nuestro testimonio. Ser anciano no es ningún delito ni fuente de culpabilidad; ser pobre, tampoco; ser sencillo, menos; ser pocos tampoco es malo.
No estamos en un momento clericalmente brillante, pero sí estamos en el centro del evangelio, no perdamos la calma. Confiemos.
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