María de Nazaret”, por Joseba Kamiruaga Mieza CMF
María de Nazaret. Con motivo de la Solemnidad de su Inmaculada Concepción.
El mito es importante: siempre ha servido para contar la realidad. Es la forma que tiene el hombre de contar la realidad y de contarse a sí mismo en la realidad. Es una «razón»; es una «verdad». Pero más allá de las narraciones, lo que queda es el núcleo de la vida.
Y si para los griegos el mito hablaba de dioses superiores y caprichosos (un poco como el hombre y la naturaleza), hablaba del destino inexorable, de la eternidad en movimiento sobre sí misma, de la materia eterna y transformadora, para la tradición judeocristiana el mito habla de la cercanía, la esperanza, la alianza, la apertura de Dios.
Es como si el aburrimiento de los mitos cosmogónicos y antropogónicos fuera sustituido por una tensión llena de energía, de relación viva, de amor.
Sean cuales sean las palabras que queramos utilizar para describir la vida y la experiencia de María (concepción inmaculada, virginidad, anunciación, dormición, realeza, asunción, corredención), un hecho permanece: la de María fue una vida atravesada por una energía viva, a veces enormemente dramática, pero marcada por el amor y la tensión.
De este modo, María de Nazaret se convierte para nosotros en una provocación constante y continua.
La suya es una belleza contagiosa y provocadora.
La necesidad de vivir en gracia de Dios, el deseo de combatir el pecado, nuestro egoísmo, nuestra incapacidad de diálogo, todo esto es María para nosotros: Ella es un estímulo profundo, una provocación constante, continua.
No podemos levantar inútilmente la mirada hacia Ella; ante María no podemos arrodillarnos sin más, como Ella; si nos arrodillamos, es para inclinarnos sobre el estanque de agua y contemplar más de cerca nuestras manchas, nuestros pecados, nuestras faltas, y encontrar en Ella una fuerte provocación, para salir de esta situación de ineptitud, de cansancio, de aburrimiento.
La rutina diaria, la repetición, la rutina es terrible, ¿no? Por eso hay que superarlo constantemente. María se regeneraba continuamente; cada momento era nuevo para ella, nunca repetía nada.
Nunca se puede entrar dos veces en el río. Cuando entro en el río, toco el agua. Cuando entro por segunda vez, es un agua diferente, físicamente es diferente, las moléculas son diferentes. Así también, en gracia de Dios, nunca entramos como en una rutina.
Que María provoque en nosotros este impulso de renovación interior. Que Ella sea también la fuente de nuestras esperanzas.
¿Hay algo más sorprendente, motivador y significativo que el amor, la bondad, que se nos ha regalado a través de la Madre?
Joseba Kamiruaga Mieza CMF (Remitido por el autor)
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