“El Adviento es también el tiempo de leer el tiempo”, por Joseba Kamiruaga Mieza CMF
Hay un tema, entre muchos, que destaca a la Iglesia de hoy, y es el de los «signos de los tiempos». Es el gran horizonte dentro del cual la Iglesia ha querido moverse, no ya en el conflicto y el rechazo de lo contemporáneo, sino en la escucha de la historia como lugar teológico donde el Espíritu se manifiesta e indica posibles caminos de bien evangélico.
A partir de la Gaudium et Spes, que declara que «es deber permanente de la Iglesia escrutar los signos de los tiempos e interpretarlos a la luz del Evangelio» [4], se ha renovado, por tanto, la atención a lo que se mueve en el presente para captar los signos de la acción y del decir de Dios. El Adviento puede ser también inspirador y movilizador de ese núcleo hermenéutico y profético, tan actual también por el paso epocal y eclesial que estamos viviendo -pensemos, por ejemplo, en el Sínodo sobre la sinodalidad-.
¿Qué características deben tener los signos de los tiempos para que un acontecimiento se configure como tal de tal manera que no sobre interpretemos los fenómenos atribuyendo al Espíritu lo que, por el contrario, no le pertenece?
Los signos de los tiempos son acontecimientos que conciernen a lo humano y no al mundo natural. No se trata de episodios puntuales, sino de tramas entrelazadas de hechos que parten de un cruce capaz de abrir un espacio, un hiato, una apertura que dan lugar a nuevas direcciones. La lectura de los signos de los tiempos deben hacerse a la luz de la Revelación, es decir, deben comprenderse en Cristo y en el Espíritu -el signo por excelencia es Cristo mismo-, por lo que Él abre la posibilidad de que todo acontecimiento humano brille con luz mesiánica.
La emancipación de la mujer; la actitud del personal sanitario en las pandemias, a quienes se ha confiado también la tarea del acompañamiento espiritual en las coyunturas decisivas de la enfermedad y de la muerte; la nueva sensibilidad climática entendida como cuidado de lo humano y de la creación, o ya sea el movimiento migratorio de millones de personas,…, nos encontramos así ante signos de los tiempos que hay que leer, interpretar y dar un impulso evangélico, para tratar de entender lo que Dios está diciendo a los cristianos.
La pregunta sigue siendo, sin embargo: ¿qué hemos hecho de ciertas intuiciones fecundas, que proféticamente captamos como Iglesia y que, sin embargo, hemos dejado de lado con demasiada precipitación? Me refiero a cuestiones que abren a la reflexión y llaman a la responsabilidad, sobre las que con demasiada frecuencia nos detenemos demasiado poco en la vida cotidiana de la Iglesia.
El discernimiento sobre los signos de los tiempos debe realizarse siempre juntos, en la escucha recíproca, en la apertura, en la parusía, en un camino común, ya que la capacidad de captar aperturas de fe presupone relaciones. Es éste el «criterio relacional» que también hemos visto actuar en los Sínodos del pontificado del Papa Francisco, un criterio que requiere siempre una pluralidad de puntos de vista en la integración. Así es todo discernimiento comunitario.
El objetivo, por supuesto, es siempre madurar un seguimiento evangélico para hoy, en la perspectiva mesiánica, en el continuo alimento de la fe -tanto del individuo como de la Iglesia. Leer los signos de los tiempos no es nunca, por tanto, una acción neutra, sino profundamente transformadora, porque conduce a una comprensión siempre nueva del Evangelio que hay que profundizar.
En la base, como siempre, está el misterio de Dios encarnado en Cristo, cuyo redescubrimiento es, sigue siendo, el gran desafío del siglo XXI.
Joseba Kamiruaga Mieza CMF
(Remitido por el autor)
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