17.11.24. Miguel o Jesús ¿Quién resucita? ( Daniel 12, 1-3, Dom 33 TO).
Del blog de Xabier Pikaza:
Muchos cristianos prefieren la resurrección de Miguel/Daniel que la de Jesús, empezando por las historias apocalípticas made in USA. Será bueno plantear el tema, tal como lo hace la primera lectura de la misa de este Dom 33 TO (17.11.24), que puede compararse con la profecía de Isaías II, de la que traté hace dos días.
Jesús conocía los dos temas, Isaías II y Daniel. En sentido externo parece más cerca de Daniel, en sentido interno está más cerca de Isaías, aunque no todos aceptarán mi opinión
Ése es el tema: Si resucitamos y cómo lo haremos. En este contexto leeré y comentaré brevemente el texto de Daniel, ofreciendo después una interpretación más extensa, para quienes quieran seguir pensando. Se trata de relacionar la resurrección angélica de los sabios de Daniel (por obra de Miguel Arcángel) y la resurrección humana (divinamente humana) de Jesús, por amor de Dios Padre, empezando por los pobres, enfermos y excluidos de la la tierra (conforme al Adviento cristianos, que vamos a preparar dentro de dos semanas). Buen domingo a todos. Tomo lo que sigue de La Palabra se hizo carne.
| Xabier Pikaza
Daniel 12, 1-3
Por aquel tiempo se levantará Miguel, el arcángel que se ocupa de tu pueblo: serán tiempos difíciles, como no los ha habido desde que hubo naciones hasta ahora. Entonces se salvará tu pueblo: todos los inscritos en el libro. Muchos de los que duermen en el polvo despertarán: unos para la vida eterna, otros para ignominia perpetua. Los sabios brillarán como el fulgor del firmamento, y los que enseñaron a muchos la justicia, como las estrellas, para toda la eternidad.
BREVE LECTURA DE DANIEL
En aquel tiempo, entonces… Es el tiempo de la gran crisis antioquena/Macabea (165-162 a.C.). Los helenistas de Antioquía, con el rey Antíoco de Siria persiguen a los judíos piadosos (yahvistas). Será tiempo difícil, está en riesgo la existencia de Israel como pueblo de Yahvé, de Jerusalén como ciudad de Dios.
Por aquel tiempo se levantará Miguel, el arcángel que se ocupa de tu pueblo. No hay posible salvación humana, ni por guerra (como quieren algunos macabeos), ni por martirio y testimonio de vida (como quieren otros judíos del entorno macabeo). La única solución es que intervenga Miguel, el ángel guerrero de Dios… La nueva humanidad surgirá por intervención “angélica”, a través de un tipo de “guerra de galaxias”, en contra del mensaje de Jesús
Muchos de los que duermen en el polvo despertarán No hay más solución que una resurrección de los muertos… por obra de Dios, a través de Miguel, ángel guerrero, capitán de las milicias de Dios. No se dice cómo será.. Pero ha de entenderse como “recreación” angélica de la humanidad….. Dios hará surgir una humanidad distinta, pero no desde la nada, como al principio (Génesis 1), sino desde lo que ha sido la vida anterior de los hombres, a través de una intervención angélica, dirigida por Miguel.
El salvador no es Cristo/hombre (no hay encarnación), ni evangelio de Navidad, ni muerte en Cruz de Cristo, ni amor hasta la muerte por los demás… El Mesías/Salvador es el ángel guerrero/juez de Dios, Miguel. Dios no redime a los hombres por amor, no se encarna en ellos para enseñarles amor, sino que les manda el ejército, para matar a los malos y salvar a los buenos. No se dice si han muerto todos/todos…. Y si se trata de una muere y resurrección particular de algunos…
Unos para la vida eterna (vida sin muerte). Es evidente que son resucitados para la vida eterna son los justos mártires… Los sabios, que brillarán como el fulgor del firmamento, y los que enseñaron a muchos la justicia, como las estrellas, para toda la eternidad.
Este no es un cielo para guerreros, ni para pobres, sino para sabios… Es un cielo para los sabios de la República de Platón, para filósofos elitistas como los de Qumrán…
- (a) Resucitan los sabios (maskilim): Los que han mantenido en buen conocimiento Serán como estrellas del cielo (se supone que los sabios son como ángeles bajados del cielo… que volverán al cielo, como estrellas de Dios)
- (b) Entre los sabios sobresalen los maestros… Los que han enseñado la buena justicia, la sabiduría). Un cielo de sabios, de maestros…Un cielo de privilegiados un cielo de ángeles, un cielo de estrellas lucientes, no de pobres, enfermos, excluidos del mundo como los amigos de Jesús. Los no sabios… los ignorantes, los malos judíos… serán avergonzados… Vivirán una vida de “ignominia·.
- Diferencia de Jesús. La resurrección y cielo no viene por guerra, ni por obra de Miguel, sino por el testimonio de vida (amor mutuo, servicio a los pobres y enfermos de Jesús).La salvación no es una transformación astral (los salvados no serán estrellas del firmamentos, sino nueva humanidad)
ESTUDIO EXEGÉTICO. LECTURA DE CONJUNTO DEL LIBRO DE DANIEL
El libro de Daniel consta de dos partes principales.
(a) Dan 1-6 presenta a Daniel como asceta (vegetariano) y vidente, intérprete de sueños, testigo de Dios entre los poderosos del mundo.
(b) Dan 7-12 le presenta como profeta sabio y resistente judío, en el contexto de la guerra de los macabeos. En su forma actual (sin los añadidos de LXX Dan 1. 24‒90 y Dan 13‒14), ha sido fijado en tiempos de Antíoco IV (167‒164 a.C.), en el contexto de la profanación del templo y de la persecución contra los judíos fieles a su ley y tradiciones, en un momento en que el rey pagano abre su boca y profiere insolencias contra Dios (Dan 7, 8.11. 25), suprimiendo las ofrendas y sacrificios de templo y colocando sobre el altar de Yahvé la “abominación de la desolación” (Dan 9,27; 12,11; cf. Mt 24,15; Mc 13,14).
DANIEL 2. CUATRO IMERIOS
[Estatua] Tú, oh rey, has tenido esta visión: una enorme estatua, de extraordinario brillo, de aspecto terrible, se levantaba ante ti. La cabeza de esta estatua era de oro puro, su pecho y sus brazos de plata, su vientre y sus lomos de bronce, sus piernas de hierro, sus pies parte de hierro y parte de arcilla.
[Piedra] Tú estabas mirando… cuando una piedra se desprendió, sin intervención de mano alguna, y dio a la estatua en sus pies de hierro y arcilla…, pulverizando todo: hierro, arcilla, bronce, plata y oro… Y la piedra que había golpeado la estatua se convirtió en un gran monte que llenó toda la tierra.
[Interpretación. Cuatro reinos] Tú, oh rey, rey de reyes… eres la cabeza de oro. Después de ti surgirá otro reino, inferior a ti, y luego un tercer reino, de bronce, que dominará la tierra entera. Y habrá un cuarto reino, duro como el hierro, como el hierro que todo lo pulveriza y machaca: como el hierro qué aplasta, así él pulverizará y aplastará a todos los otros. Y lo que has visto, los pies y los dedos, parte de arcilla de alfarero y parte de hierro, es un reino que estará dividido…
[Quinto reino] En tiempo de estos reyes, el Dios del cielo suscitará un reino que jamás será destruido, y no pasará a otro pueblo… sino que subsistirá eternamente… (Dan 2, 31-44).
Interpretación
Entendida así, la Estatua es el Gran Ídolo, el Antidios, la humanidad elevada como poder imperial, que quiere dominarlo y controlarlo todo. Pero Dios hace que descienda contra ella una piedra que parece inútil (cf. Sal 118, 22; Mc 12, 10), pues “no viene de manos humanas”, ni forma parte del edificio de la humanidad divinizada, pero que proviene del Monte de Dios, que es Sion con el templo, destruyendo así la estatua de los cuatro imperios opresores.
Según eso, hay cuatro imperios sucesivos, que forman una única estatua idolátrica, una “humanidad de violencia”, que va del oro al hierro (Dan 2, 31-44). Pero vendrá una quinta edad (quinta-esencia), que no es ya resultado de una acción de hombres (que elaboran los metales y construyen imperios), sino que se inicia con una “piedra” sobrenatural, que proviene de Dios…
DANIEL 7. Cuatro bestias y juicio de Dios
Los metales de Dan 2 se vuelven animales/bestias que brotan del mar grande. No son una expresión del poder vital del cosmos (como los vivientes de Ez 1 y Ap 4-5), ni portadores del trono, sino antagonistas de Dios. En la estatua de Dan 2 los cuatro parecían semejantes. Por el contrario, en Dan 7 la cuarta bestia se distingue por su maldad de las tres anteriores: El león alado es Babilonia. El oso es en principio el imperio de los medos, pero se aplica después a los persas. El rápido leopardo es Alejandro Magno. El cuarto viviente no es ya un animal (águila o toro), sino un monstruo, sin rostro ni figura que sirva de comparación, con un cuerno que profiere insolencias (Dan 7, 7-8). Se trata, sin duda, de Antíoco Epífanes, rey perverso, que representa el pecado total contra Dios:
Seguía mirando y vi que colocaron unos tronos y un Anciano de Días se sentó. Su vestido era blanco como la nieve, el cabello de su cabeza como lana blanquísima. Su Trono era llamas de fuego, sus ruedas fuego abrasador… El Tribunal tomó asiento el tribunal y se abrieron los libros. Yo seguí mirando, a causa de las palabras insolentes de aquel cuerno; estaba mirando, hasta que mataron a aquel viviente, lo descuartizaron y lo echaron al fuego. A los otros vivientes les quitaron el dominio, pero les dieron una prolongación de vida hasta un tiempo y hora (determinados) (Dan 7, 9-12).
La historia bíblica aparece condensada en esta cuarta fiera que, conforme a Dan 7,25, se ha elevado contra Dios y ha blasfemado, de forma que Dios mismo debe manifestarse y responderle, pero no lo hace de un modo militar sin estrictamente judicial: Se abrieron los libros y comienza el juicio. No se exponen los cargos de la acusación, ni se transcribe la sentencia, pero resulta claro que ese Cuerno (Antíoco) ha sido condenado, pues lo matan para descuartizarlo y echarlo al fuego. Y después:
Yo seguí mirando, en mi visión por la noche, y he aquí un como Hijo del Hombre viniendo en las nubes del cielo, llego hasta el Anciano de Días y se acercó a su presencia. Y a él se le dijo dominio y gloria y reino y todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieron. Su dominio será dominio eterno, no cesará, su reino no será destruido (Dan 7, 13-14) [4].
Frente a los vivientes/bestias, que se alzaban contra Dios (brotando del mar/caos), surgirá el ser humano, en las nubes del cielo, en la altura divina, como creación perfecta, revelación de Dios, reverso de las bestias destructoras, el pueblo mesiánico de los Santos del Altísimo, ángeles u hombres, como indicaremos al tratar al tratar de Jesús, Hijo de hombre (cf. cap. 15).
Dan 12, 1‒3. Resurrección de los muertos
Con la destrucción del destructor (Antíoco IV) comenzará el tiempo final, de manera que al Hijo de hombre “se le dio imperio, honor y reino, y todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieron. Su imperio es un imperio eterno, que nunca pasará, y su reino no será destruido jamás” (Dan 7, 14). Un pasaje posterior identifica ese Reino del Hijo del Hombre con el “pueblo de los santos del Altísimo, que pueden ser ángeles o israelitas triunfantes. Lo único seguro es que su Reino será eterno y todos los imperios le servirán y le obedecerán (Dan 7, 27) [5].
Por otra parte, la tradición judía, tal como aparece en algunos textos de Qumrán, habla de un Mesías de Leví (vinculado al templo, con el sacerdocio) y de un Mesías de David (en línea regia), de manera que podemos hablar de cuatro o cinco tipos de esperanza mesiánica (sacerdotal, política, angélica, de todos el pueblo israelita) [6]. El libro de Daniel deja ése y otros temas abiertos, pero insistiendo al final en la imagen más poderosa de la resurrección de los muertos, con la que puede empalmar la destrucción de las bestias, y en especial de la cuarta:
En aquel tiempo se levantará Miguel, el gran príncipe que está para servir a los hijos de tu pueblo. Será tiempo de angustia, como nunca lo hubo desde que hubo gente hasta entonces; pero en aquel tiempo será liberado tu pueblo, todos los que se hallen inscritos en el libro. Muchos de los que duermen en el polvo de la tierra serán despertados: unos para vida eterna, otros para vergüenza y confusión perpetua. Los sabios resplandecerán como el resplandor del firmamento; y los que enseñan la justicia a la multitud, como las estrellas, para siempre (Dan 12, 1-2).
Éste es el final más significativo del libro de Daniel: Queda a un lado la purificación escatológica del templo (realizada el 164 a.C., tras la victoria de Judas Macabeo) y la venida del Hijo del hombre (con un Reino que sustituye a los anteriores).
Frente (contra) la venida terrorífica de la 4ª bestia (precisamente cuando se acerca para destruir Jerusalén), en el lugar en que antes (Dan 7) se situaba la del Hijo del Hombre, el redactor final del libro de Daniel presenta y describe la culminación post-histórica (=resurrección) de los mashkilim, sabios apocalípticos (Dan 12, 3; LXX: synientes), en un contexto en el que significativamente actúa Miguel, ángel triunfador de la apocalíptica judía (como si el reino del Hijo del Hombre fuera de ángeles más que de hombres).
Conforme a este pasaje, la venida y triunfo del Hijo del Hombre sobre la 4ª Bestia se identifica con la resurrección de los sabios que no es el resultado de un triunfo militar, ni se realiza en el templo, sino que tiene un sentido “celeste” (astral), vinculado a los ángeles:
‒ Se alzará Miguel, Gran Príncipe, al servicio de Israel (para servir a los hijos de tu pueblo). Miguel (con sus tres compañeros arcángeles) había derrotado según 1 Henoc a los Ángeles Violadores, causantes de la muerte de los hombres (un tema que reaparece en Ap 12, 7 y Judas 1, 9). Por otra parte, él había aparecido en Dan 10, 13. 21 como figura celeste que ayuda a los israelitas. Pues bien, este pasaje decisivo afirma que él se levantará, en el tiempo final, para destruir a los opresores de Israel, que no son sólo los imperios perversos, sino también los ángeles violadores.
‒ Será tiempo de angustia… Será liberado tu pueblo, aquellos que se encuentran escritos en el Libro… El mismo juicio anterior del Anciano de Días, con la implantación del Reino del Hijo del Hombre (Dan 7) se interpreta como “juicio forense”, es decir, según los libros (como en Dan 7, 10). No se realizará por armas, sino por ley superior (angélica, astral, celeste), de manera que Miguel puede aparecer manejando el libro del destino. En sentido estricto, no se sabe si la liberación de los inscritos en el Libro es histórica (en este mundo) o si es supra-histórica, como supone el texto que sigue.
‒ Muchos de los que duermen en el polvo serán despertados. No se sabe si ésta es una visión distinta de la anterior o si es más bien complementaria (como en 1 Tes 4, cf. cap. 21), no queda claro si la resurrección de los muertos acontece al final de este tiempo histórico, o si ella se aplica al fin del final de todos los posibles tiempos, después que haya terminado la humanidad entera. Sea como fuere, tomada en sí misma, esta resurrección parece aplicarse de un modo universal.
‒ Unos para vida eterna, otros para vergüenza y confusión perpetua. La resurrección se abre según eso a dos formas de cumplimiento de la historia. (a) Unos resucitan para vergüenza y confusión (deshonra), casi en una línea de “venganza” de Dios, en clave justicia de “vindicativa”, de resurrección para el castigo. De todas formas, en sentido estricto, esta resurrección, aunque fuere para vergüenza, se podría tomar como expresión de una nueva oportunidad para responder a Dios y obedecerle al fin del tiempo. (b) Otros resucitan para la vida eterna, esto es, para cumplimiento de todas las promesas, aunque, por la frase que sigue, se podría pensar que se trata de una resurrección en línea de “eternidad astral”.
‒ Los sabios resplandecerán como el resplandor del firmamento; y los que enseñan la justicia a la multitud, como las estrellas, para siempre. Éste es el cielo de la resurrección de los sabios apocalípticos, es decir, de aquellos que conocen los misterios de Dios y los han enseñado. Éste es un cielo de apocalípticos, que no puede tomarse sólo en línea de mesianismo histórico (triunfo de Israel, gloria de su templo), sino de transformación y plenitud astral (serán como estrellas del firmamento), un motivo más desarrollado en 1 Henoc (Libro de la Astronomía). Ciertamente, podría haber ángeles perversos, que son astros caídos… Pero, en sí mismos, los astros del firmamento son un signo de la eternidad positiva de Dios, espíritus superiores. En esa línea, por medio de la resurrección, los sabios israelitas se vuelven “astros del firmamento de Dios”, y su salvación se interpreta como transformación astral, de forma que su cuerpo de resucitados será cuerpo celeste que no muere.
Según eso, la resurrección de los justos para la vida se expresa en forma de especulación astral, más que de transformación histórica (en contra dela resurrección de Jesús, que responde a su mensaje de reino y a la misión histórica de la Iglesia, cf. cap. 17‒18). Sea como fuere. los “sabios” israelitas, resucitados para la vida, serán estrellas del firmamento, premiados así porque no sólo han resistido en la prueba sino que han enseñado a otros:
Los doctos (sabios) del pueblo instruirán a la multitud, pero sucumbirán bajo la espada y la llama, la cautividad y expoliación, durante algún tiempo. Cuando sucumban, recibirán poca ayuda; y muchos se unirán a ellos traidoramente. Entre los doctos sucumbirán algunos, para que entre ellos haya quienes sean purgados, lavados y blanqueados, hasta el tiempo del fin, porque el tiempo fijado está aún por venir (cf. Dan 11, 31-37).
Ésta es la razón última de la lucha y resistencia: Los sabios “saben” que llega el final, y que con ese fin es para ellos la resurrección para la vida, dentro de un universo astral transfigurado. El rey Antíoco quería divinizarse a sí mismo, corrompiendo a los israelitas infieles (violadores de la alianza), pero los maestros verdaderos resistirán y enseñarán a resistir a muchos, aunque, incluso entre ellos (entre los doctos y sabios) habrá algunos que renegarán, por miedo o conveniencia. En esta línea se puede hablar de una doble conexión:
‒ Conexión martirial. La resurrección es la respuesta de Dios a los israelitas fieles, como en el caso de los hijos de la madre macabea (2 Mac 7, cf. cap. 10). Según eso, los sabios que esperan la resurrección no forman una secta separada, sino una escuela de sabiduría intensa dentro de Israel.
‒ Conexión angélico‒astral. En otro plano, los sabios de Daniel parecen interesados por una salvación cósmica, vinculada al mundo de lo angélico‒astral. Ellos no resucitan para transformar la vida humana, en línea de un reino abierto a los pobres y excluidos, como en el caso de Jesús, sino para superar este mundo, entrando en el espacio astral o celeste de los ángeles.
Desde ese fondo podemos recuperar y vincular los dos sentidos del Hijo de Hombre y de su relación con los “Santos del Altísimo” que había quedado pendiente, cuando he dicho que el reino del Hijo del Hombre se identificaba con el triunfo de los Santos del Altísimo (cf. Dan 7, 18. 22. 25. 27).
(a) Esos santos del Altísimo, que reciben el reino de (con) el Hijo del hombre, pueden ser “ángeles buenos, de manera que el Hijo del Hombre sería el mismo Miguel y de espíritus, en oposición a los demonios.
(b) Esos santos que reciben el Reino pueden ser son los mismos israelitas que se han mantenido fieles a la alianza de Dios, unos israelitas vinculados desde este mundo con la santidad de los astros del cielo y con los sacrificios del templo de Jerusalén, pues hay una profunda conexión entre los hombres fieles (dispuestos al martirio) y los Ángeles‒Astros del cielo.
En esa línea se puede hablar de una “resurrección corporal” (los que duermen en el polvo se levantarán…), pero también de una recuperación de la vida celeste o angélica (astral) de los justos, y este segundo sentido parece dominante y nos sitúa ante una trasformación cósmica de los hombres (es decir, de los sabios), que parecen vincularse también con el mundo astral. Leído así, en conexión con 1-2 Mac, en el contexto de la lucha por la identidad de Israel, el libro de Daniel nos ofrece en mejor contexto y la mejor introducción para el mensaje y vida de Jesús [7].
A modo de conclusión
Éste es un final fuerte de todo el AT leído en forma apocalíptica. Este pasaje (Dan 12, 1-3) sitúa a los lectores ante el final profético‒apocalíptica de la Biblia, tal como aparece en las visiones (juicio de la 4ª Bestia, venida del Hijo del Hombre, resurrección de los muertos) y en los cálculos del libro de Daniel (las setentas semanas, que deberían cumplirse con la muerte de Antíoco, pero que siguen quedando abiertas, pues no se cumplieron entonces (al menos de manera externa).
Miles de lectores judíos (y cristianos) del AT han querido fijar el tiempo y sentido de estos símbolos y cálculos del libro de Daniel. Entre ellos está Jesús, que no calcula fechas, sino que quiere cumplir y cumple de un profético‒mesiánico (y sapiencial) el mensaje de Daniel, transformándolo de un modo radical, con su vida y con su muerte. De un modo lógico, Mc 1,15 le presenta diciendo “se ha cumplido el tiempo”; evidentemente se trata del tiempo anunciado por Daniel (cf. Dan 7,22; 9, 27; Gal 4, 4). Y de esa manera comenzará el NT.
NOTAS
[1] He desarrollado el tema en Dios judío, Dios cristiano, Verbo Divino, Estella 1996, 270‒284 y en Antropología Bíblica, Sígueme, Salamanca 11993, 131‒182. Cf J. J. Collins, Daniel, Baker, Grand Rapids MI 1984; J. J. Collins, The Apocalyptic vision of thebook of Daniel, Scholars, Missoula MO 1977; L. F. Hartman y A. di Lella, Daniel, Doubleday, New York 1978; A. Lacocque, Daniel et son temps, Labor et Fides, Genève 1983.
[2] Sobre el trasfondo histórico‒religioso: F. M. Abel, Les Livres des Maccabées, Gabalda, Paris 1949; E. Nodet, Essai sur les Origines du Judaïsme, Cerf, Paris 1992, 165-211 E. Schürer, Historia del pueblo judío en tiempos deJesús I, Cristiandad, Madrid 1985, 171-322.
[3]La fe judía, siendo en un sentido particularista, vino a presentarse como un canto a la libertad e identidad de cada pueblo, pues una cultura que impone su universalidad no es universal. En esa línea, la disputa cultural y religiosa vino a convertirse en guerra abierta (2 Mac 6, 10-11; cf. 2 Mc 7), en la que se distinguen dos momentos, representados por los dos libros de los Macabeos:
(a) 2 Mac defiende una guerra o protesta martirial, en la línea de Sab 1-5 (cf. cap. 11). Ciertamente, muchos judíos “radicales” participan en la guerra, pero más que soldados políticos son testigos apocalípticos de Dios, optando así por el martirio (2 Mac 7), de forma que cuando consiguen la “tolerancia religiosa” abandonan la guerra.
(b) 1 Mac termina defendiendo una guerra estricta, al servicio de la independencia política del pueblo, poniendo así la lógica militar por encima de la identidad religiosa. Esta opción militar fue una respuesta discutida, de forma que los reyes macabeos (asmoneos) que tomaron el poder tras la victoria no fueron aceptados como reyes ni como sumos sacerdotes por grupos muy significativos del pueblos, entre los que parecen hallarse muchos apocalípticos del libro de Daniel.. Significativamente, a pesar de sus matices diferentes, 1‒2 Macabeos no han sido aceptados por el judaísmo rabínico (enemigo de la guerra) pero sí por los cristianos de la Biblia de los XX.
[4]He desarrollado el tema en Hermanos de Jesús y servidores de los más pequeños (Mt 25, 31‒46), Sígueme, Salamanca 1984, 92‒128. Cf. F. H. Borsch, The Son of Man in Myth and History, SCM, London 1967; M. Casey, The Sonof Man: The Interpretation and Influence of Daniel 7, SPCK, London 1979; C. Colpe, Ho UiostouAnthropou, TDNT 8,400-477; S. Mowinckel, El que ha devenir, FAX, Madrid 1975.
[5]La bibliografía sobre el tema resulta inabarcable. Sigue siendo fundamental el estudio de E. Puech, La croyance des Esséniens en la vie future: Immortalité, résurrection, vie éternelle?: histoiredunecroyancedans le judaïsmeancien,Gabalda, Paris 1993. La identidad o diferencia entre el Hijo de Hombre (que puede parecer una figura individual) y el pueblo de los Santos del Altísimo (que pueden ser ángeles o los israelitas) constituye un elemento central de la tradición apocalíptica que está al fondo de Daniel. Según ella, el Hijo del hombre final puede ser una figura individual o identificarse con los ángeles de Dios o con los israelitas. Retomaré ese motivo en cap. 15, al tratar de Jesús.
[6]Estas distinciones serán fundamentales para entender el “reinado de Jesús”, a quien la tradición presenta por un lado como Hijo de David y por otro como Hijo del Hombre, sin que sea fácil fijar la relación entre ambas perspectivas. Sea como fuere, a Jesús no le ha importado un mesianismo sacerdotal (no es Hijo de Leví), aunque su gesto de purificación del templo (Mc 11 par) nos sitúa ante un tema de superación (¿recreación?) cúltico‒sacerdotal de Israel (cf. cap. 15‒16).
[7]Daniel deja abiertos varios temas: (a) La identidad del Hijo del Hombre y su relación con los Santos de Altísimo, que pueden ser los israelitas justos o los ángeles del cielo; (b) la relación entre la venida de la Cuarta Bestia (el Rey Antíoco o un enemigo posterior de Israel) y la destrucción o salvación de Jerusalén; (c) la relación entre la muerte de Antíoco Epífanes y la destrucción de la Cuarta Bestia…
En ese contexto se sitúa el “cálculo” de las semanas de años que Dan 9, 22‒27 ha relacionado con el anunció “profético” de Jer 25, 11-12; 29, 10, que había fijado la duración del exilio en setenta años simbólicos de castigo (Ex e4, 7 habla de tres generaciones: Hijos, nietos y biznietos). Ellas semanas de Daniel han de tomarse en sentido simbólico y se van actualizando con el paso de los tiempos y de los acontecimientos. Tanto Jesús como los primeros cristianos pensaron que ellas se estaban cumpliendo su tiempo, como supone Mc 1, 14‒15, Gal 4,4 y el del Apocalipsis, cuando divide la media semana final en un tiempo, medio tiempo y dos tiempos (Ap 11, 3; 12, 6; cf. 42 meses de 13,5), como he puesto de relieve en Apocalipsis, Verbo Divino, Estella 1998.
Mirado desde este fondo, el cristianismo ha sido un intento de interpretar y actualizar (cumplir) la esperanza y tarea de Daniel. Jesús no ha escrito un libro nuevo de tipo apocalíptico, pero ha hecho algo más profundo: Ha querido vivir y ha vivido en el interior de una intensa decisión y entrega apocalíptica, al servicio del Reino de Dios, cumpliendo e invirtiendo, de forma poderosa, algunos signos de Daniel, como la esperanza del Hijo del Hombre, que ya no viene a que le sirvan (Dan 7, 13-14), sino a servir a todos y a entregar la vida en forma de “rescate” o redención por muchos, es decir, por todos (Mc 10, 45; Mt 20, 8). En ese contexto, desde su situación personal y social, política y religiosa, Jesús ha respondido de manera creadora (y distinta: ¡inversa!)a los problemas que estaban pendientes desde el tiempo de Antíoco IV y el alzamiento de los macabeos, en una línea que el libro de Daniel dejaba abierta.
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