“Esa pobre viuda ha echado más que nadie”. Domingo 10 de noviembre de 2024. Domingo 32º ordinario
Leído en Koinonia:
1Reyes 17, 10-16: La viuda hizo un panecillo y lo llevó a Elías.
Salmo responsorial: 145: Alaba, alma mía, al Señor.
Hebreos 9, 24-28: Cristo se ha ofrecido una sola vez para quitar los pecados de todos.
Marcos 12, 38-44: Esa pobre viuda ha echado más que nadie.
La primera lectura tomada de 1Re nos presenta el caso de una viuda que comparte lo poco y único que tiene con el profeta Elías. El pasaje está ambientado en una sequía que el mismo profeta había pedido a Yavé para Israel. Ante una situación tan extrema, todo el mundo evita gastar lo poco que tiene como una forma de mantenerse aferrado a la vida. Eso es lo que ha hecho esta viuda. Sin embargo se ve «obligada» por el profeta a compartir con él aquello que solamente le proporcionará unas horas más de vida. Este gesto de la viuda tiene un final feliz: no faltó harina en la tinaja ni aceite en la jarra. Significa esto que cuando se comparte con generosidad lo poco que se tiene, parece que se multiplicara, y esa es una de las características principales del pobre. Donde más disponibilidad hay para compartir, donde más desprendimiento uno encuentra es entre los pobres; con toda razón se puede decir que los pobres nos evangelizan. Con razón están ellos en primer lugar en el corazón de Dios, no sólo porque es Él lo único que a ellos les queda, sino porque entre ellos, los signos de la presencia de Dios son más visibles; son ellos por medio de los cuales Dios se hace ver con mayor claridad en el mundo; ellos son el sacramento de Dios en el mundo y el testimonio permanente de cuán lejos estamos del proyecto de solidaridad y de la igualdad querido por Dios.
Nos encontramos en el reino del Norte. El país está pasando por una de las etapas más difíciles de su historia: la dinastía de Omrí ha ido dejando el país en la miseria; el último de los monarcas de esa monarquía, Ahab, gobierna veintidós años (nunca un largo gobierno es benéfico para ninguna institución, más frecuentemente termina por arruinarla), y también él ha hecho su aporte al desastre nacional: se casó con una extranjera: Jezabel, hija de Et-Baal, rey de Sidón, y acabó por adorar y rendir culto a Baal (1Re 16,29-31). Es fácil entonces imaginar el ambiente del reino en todos sus ámbitos: político, económico, social y religioso. El autor bíblico lo simboliza en una sequía que el profeta hace venir sobre Israel. En esa situación de extrema urgencia, el profeta hará ver que sólo Yavé es la salvación para el pueblo, y que esa salvación de la que está urgido el pueblo Dios la realizará con y desde los desheredados, con los pobres. En el Segundo Testamento vamos a encontrar esta misma realidad: Dios actuado en medio de los pobres, y con los pobres llama a la construcción de un orden de cosas distinto en donde los pobres parece que fueran los únicos capaces de aportar.
El evangelio de hoy nos presenta dos perícopas: la primera, todavía en conexión con la del domingo anterior sobre la declaración del mandamiento más importante o, mejor, los dos mandamientos más importantes. Jesús previene a sus discípulos para que no repitan el modo de ser de los escribas que se las dan de mucho cuando en su interior no existe ni amor a Dios ni al prójimo, sólo amor a sí mismos.
La segunda perícopa está más en consonancia con la primera lectura del primer libro de los Reyes. El dar implica renuncia, desprenderse no de lo que abunda y sobra, sino desde la misma escasez.
A Jesús, que observa cómo los fieles van pasando a depositar su ofrenda para el tesoro del templo, no lo ha impresionado, como al común de los observadores, la cantidad que cada rico ha depositado en el cofre de las ofrendas; sus criterios y parámetros de juicio son completamente diferentes a los criterios mercantilistas y economicistas que se basan en la cantidad, en el binomio inversión ganancia (costo beneficio se diría hoy).
A partir de esta imagen Jesús instruye a sus discípulos y en definitiva alecciona hoy a las iglesias. Esa viuda que a duras penas sobrevive, objeto de la caridad y del recibir, se mete a pesar de todo en la fila para dar, no desde lo que le sobra, y sin intención alguna de aparentar, todo lo contrario lo haría con cierto disimulo para que nadie viera la «cantidad» que depositó. Aún si pensáramos que ella también deposita lo que tiene con el fin de ser retribuida, y lo más seguro es que así fue porque ya la falsa religión había alienado su conciencia, aún admitiendo eso, no deja ser un caso aleccionador que Jesús no deja pasar por alto. Mientras los demás teniendo ya suficiente para vivir desean tener mucho más, para lo cual realizan la inversión que sea, esta mujer echa lo único que tiene y seguro lo ha hecho con amor, con toda seguridad no se atreve a pedirle a Dios le multiplique esa mínima cantidad, tal vez su único «interés» es que Dios no le falte con aquello con lo cual sobrevive.
Desde la óptica de Jesús, esta pobre viuda, representación de lo más pobre entre los pobres, salió del templo justificada; fue quien recibió un mayor don a cambio de su desprendimiento: la gracia divina, mas desde la óptica de un donante rico, esta mujer tendría muy poca, casi ninguna recompensa.
El reino que Jesús proclama no puede regirse por los mismos criterios de personas como los dirigentes de Israel; el reino se construye desde los criterios de la calidad y disponibilidad para aportar desde una genuina generosidad, desde las propias carencias, no desde lo superfluo.
Se necesita discernir continuamente nuestro comportamiento y actitudes con aquellas personas que dan generosas ofrendas a nuestros centros religiosos comparado con aquellos que ofrecen poco o definitivamente no tienen nada qué ofrecer, ¿quiénes son los de mayor objeto de nuestra «consideración» y aprecio? Seamos sinceros en esto y reconozcamos con humildad que las más de las veces nos sentimos muy a gusto con aquellos que dan más, que tienen más y mejores medios; y el evangelio… ¿dónde está?
La viuda del evangelio que hoy escuchamos simboliza aquella porción del Israel empobrecido, que entró en la dinámica de Jesús, que está dispuesto a dar, a darse, a entregarse con lo que tiene a la causa del reino del Padre. Esos que dedican tiempo desinteresadamente en nuestras obras nos evangelizan con su generosidad, y especialmente ellas que no escatiman nada para que la obra del reino continúe su marcha, ¿captan esas personas nuestra atención como aquella viuda a Jesús, y nos dejamos interpelar realmente por ellas?
El evangelio de hoy es dramatizado en el capítulo 51 («Dos moneditas de cobre», de la serie «Un tal Jesús») de los hnos. López Vigil. El guión y su comentario pueden ser tomados de aquí: http://untaljesus.net/texesp.php?id=1300051 Puede ser escuchado aquí: http://untaljesus.net/audios/cap51b.mp3
Para la revisión de vida
En qué grado de estima tengo o tenemos en la comunidad o grupo a las personas que según nosotros «no aportan mucho»? Nos hemos puesto a pensar que tal vez esas personas son las que mayor aporte están haciendo para la instauración del reino?
Para la reunión de grupo
– Una de las ideas que saltan cuando volvemos a leer el pasaje de la ofrenda de la viuda es la realidad «ricos y pobres». Quizás nos sentamos preocupados por eso y de ahí que tratamos en vano de mover el corazón de los ricos para que «compartan» con los pobres. También se nos ha ido la mano en cualquier momento promoviendo actividades que solo se quedan en el asistencialismo. ¿Están ambas posiciones en línea con el Evangelio? ¿No estaremos por el contrario «desevangelizando»? Procuremos conseguir el artículo «¿Asistencialismo o solidaridad?, de Pablo Bonavía, que se puede tomar de http://servicioskoinonia.org/relat/119.htm, y confrontemos esa realidad ricos y pobres con las acciones que se emprenden en los lugares donde estamos. En lo posible socialicemos con otros grupos nuestras conclusiones.
Para la oración de los fieles
– Roguemos al Padre por nuestras iglesias para que cada día sientan mayor compromiso de compartir con generosidad la Palabra y los bienes con los más necesitados, roguemos.
– Por quienes administran los bienes y la economía para que en sus proyectos políticos y económicos tengan siempre como prioridad la justicia y la equidad, roguemos.
– Por nuestros grupos y equipos de evangelización para que practicando la generosidad entre nosotros mismos, podamos también promoverla en los ambientes donde nos movemos, roguemos.
Oración comunitaria
– Dios Madre-Padre nuestro, que nos has mostrado tu gusto por la autenticidad, la entrega generosa y la coherencia entre la fe y la vida: robustece nuestra fe, fortalece nuestra sinceridad, y ayúdanos a estar, como Jesús, siempre atentos al amor de los pequeños. Nosotros te lo pedimos por Jesús, nuestro Hermano Mayor, Transparencia tuya. Amén.
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