Sé que el título es provocativo. ¿Qué significa que somos reservas de silencio? Quisiera reflexionar contigo, despacio, sin prisa. Si estás liada, déjalo para otro momento. No quiero aumentar la cantidad de palabras que consumimos al día, deseo comunicarme desde otro registro.
Es frecuente que la gente nos pregunte que repitamos lo que acabamos de decir porque no lo han escuchado o leído bien, o que le demos información de algo que está todo en la presentación, me refiero a nuestro ministerio, nos hacen repetir mucho. Es frecuente la falta de atención, las prisas en terminar algo para ir a otra cosa.
La escucha atenta es un lujo que pocas personas proporcionan.
A veces la vida nos para, podemos padecer una enfermedad o una simple torcedura de pie; algo así hace que de pronto todo se ralentice y que la perspectiva de la vida cambie en un momento. Ya no puedes ir agitada haciendo cosas, yendo a sitios, de pronto estás sentada o tumbada, sola, con tiempo infinito en tus manos.
¿Y, entonces qué? En lenguaje agrícola esos tiempos “de no hacer nada” se llaman tiempo de barbecho. Período de mínimo uno o dos años en que la tierra se recupera sola si la dejamos descansar.
El barbecho es fundamental para evitar el agotamiento del terreno y para que pueda renovarse y equilibrarse. La vida, los nutrientes, todos están deseando apoyar a esa tierra hoy agotada, para que vuelva a ser ella misma, con toda su energía y fecundidad.
Para que recupere su propia vida natural interior sin químicas, sin maquinaria que la hiere, sin la mano humana que le mete prisa ¿qué necesita la tierra?
Necesita silencio. Necesita que la dejen tranquila. Que la respeten. Que le dejen respetarse a sí misma, dándose su tiempo.
Algo parecido nos ocurre a las personas conscientes de que necesitamos recuperar la vitalidad interior, o seguir dando sentido a un día a día, a veces oscuro o por lo menos difícil de gestionar con serenidad ante los numerosos retos sociales y planetarios.
También es importante para personas que tal vez menos conscientes de su necesidad expresan síntomas de ansiedad, o desazón o insatisfacción…
El trabajo de no-trabajar, de estar en “modo barbecho” es difícil pero no imposible. La clave de recuperar nuestro humus fecundo, la clave de ser de nuevo yo misma, la clave de saborear la interioridad como nunca antes llegué a gustarla, ni siquiera en retiros si no entro a fondo en ese registro; la clave está en situarme cerca de las grandes reservas de silencio.
El barbecho necesita silencio. Yo necesito silencio. Sin esas reservas de silencio prolongado que permea mi día, es difícil que me entere del evangelio, del encuentro personal con el Amor, ni del sentido de todo.
El evangelio se predica en campos y montañas y lagos, lugares de intensos silencios. Como la tierra en barbecho, el evangelio necesita silencio para que sea fecundo en nuestra vida. Solo la tierra que ha estado en barbecho recibe la semilla de un modo que la fortalece y dignifica.
Y ¿qué ocurre con la escucha del Evangelio?
El Evangelio necesita de tierras en barbecho, tierras de surcos abiertos, de oídos y corazones sencillamente disponibles.
Escuchar a la vez el llanto de la tierra y el dolor y el hambre de la humanidad supone ir más allá de las noticias, supone estar cerca de las reservas de silencio, como de las grandes antenas que nos ofrecen cobertura segura.
El deseo de compartir y de ayudar a las personas es muy bueno pero podemos no compartir evangelio sino más de nosotras, de nuestras conversaciones medio pesadas, o de nuestros silencios huecos y estériles, si nosotras no estamos en silencio.
Vivir cerca de reservas de silencio significa empezar y terminar el día envueltas y sumergidas como en un baño de silencio. Silencio que suaviza tensiones, que equilibra nuestra respiración, nuestro aliento vital. Que nos devuelve el color a nuestras mejillas, porque al fin oxigenamos, respiramos bien, estamos bien, en el silencio.
Entra en tu silencio. Déjale entrar. Dale permiso para quedarse. Es el mejor compañero de camino.
En la vida de Jesús hay muchas ocasiones en las que se nos indica que se escapa al monte, o al mar, y pasa la noche en el silencio. Su noche, sus dudas, sus miedos, no son tan distintos de los nuestros. Jesús lo recoloca todo en el silencio.
Hay lugares que invitan al silencio: decoraciones de nuestras casas que invitan a la sencillez del silencio vivo, acogedor. Hay muebles que ocupan demasiado espacio, armarios demasiado cargados, despensas con alimentos caducados y almacenados. Todo lo que sobra es ruido, lo que sobra puede romper el equilibrio en el que reside la belleza y la sencilla sabiduría y la fuerza del evangelio.
El silencio no se improvisa. Es la consecuencia de un vaciamiento consciente y liberador de cosas y de actividades que nos ocupan, y como “okupas” no es buena su presencia, le roban el espacio vital a “otros amores y ocupaciones“.
Cuando nos acercamos a nuestras reservas de silencio rápido conectamos con lo que es auténtico, con lo que nos construye y nos predispone a recibir la semilla.
Una casa en barbecho, una vida en barbecho, todo a la espera de en su momento acoger la semilla, que no sabemos cuándo se nos regalará, este es el gran lujo fruto del silencio que pocos descubren. Esto es ya la antesala del reino.
Con el tiempo el silencio va siendo el mejor amigo. Acompaña nuestra noche, y también nuestro amanecer; siempre está cuando lo busco, nunca falla en su sabiduría. Siento su presencia que me llama, que me descansa, que me reconduce a mi espacio de barbecho para que, cuando la Ruah lo disponga, pueda dar vida.
En este maravilloso mes de Septiembre, inicio de otoño y de cosecha, inicio de primavera y de siembra en otras latitudes, te deseo que en tu apretada agenda pongas “barbecho” en algunas de las páginas de tu vida.
Desde el silencio, buen principio de otoño y de primavera
Magda Bennásar Oliver, sfcc
Fuente Fe Adulta
Espiritualidad
Silencio
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