Escucha hijo…
Escucha, Hijo, mi enseñanza
y pon fin al sueńo
que pesa sobre ti.
Sal del aturdimiento
que te inunda de tinieblas.
żPor qué seguir en tinieblas
si está a tu disposición la luz?
¿Por qué beber el agua turbia
si está al alcance de tu corazón la pura? […]
No ames el oro ni la plata
y, si te aferra el afán, la preocupación,
échalos sólo en Dios
y revístete de la Sabiduría
como de un manto.
Vuelve de continuo al Padre;
no tengas un corazón altanero,
sino sé tú mismo un hombre
plasmado por el logos (la Palabra de Dios).
Vence la hipocresía, la codicia y la vanagloria.
No digas palabras arrogantes
ni malas al juzgar,
porque todo hombre malo hace mal
antes que nada a su propio corazón.
Hijo mío,
deja a tu espalda a tu ‘hombre viejo’
y tú, en Cristo, toma altura
como un águila
*
Abbá Silvano el Egipcio,
Vosotros sois mis amigos,
Magnano 1999, passim
***
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