Ordenaciones de presbíteras en Roma: Ni clandestinas ni prohibidas
“La Iglesia entre nosotras era católica, apostólica y romana, y esa felicidad nadie nos la va a poder robar”
“Quien presenciara nuestra ceremonia de ordenación se daría cuenta de que lo que allí se vivió era un acto pacífico y apacible, que se palpaba la gracia y el cariño que vienen de lo alto y se derraman y rebosan”
“Nadie prohibió expresamente nuestra ceremonia ni esta fue clandestina. Nuestro enfoque radicaba precisamente en mostrar, al mayor número posible, que estamos dispuestas a ponernos al servicio de nuestra Iglesia, a aportarle las cualidades y carismas que cada persona bautizada recibe para bien de la comunidad”
“¿Algún día accederá el papa a encontrarse fraternalmente con algunas de nosotras para que le demos noticias de todas esas personas que lo aman de corazón y que sufren, porque no se sienten escuchadas ni tenidas en cuenta?”
“Quien presenciara nuestra ceremonia de ordenación se daría cuenta de que lo que allí se vivió era un acto pacífico y apacible, que se palpaba la gracia y el cariño que vienen de lo alto y se derraman y rebosan”
| Christina Moreira Vázquez. Presbítera ARCWP
Cuando las primeras comunidades cristianas (finales del siglo I y comienzos del II, atestiguado por la Epístola de Santiago, entre otras fuentes) necesitaron ampliar la plantilla para la proclamación de la Buena Noticia traída por Jesús de Nazaret, el cuidado de la gente enferma e incluso su sanación en su nombre, el cuidado de las comunidades en crecimiento, la fracción del pan y la oración en las mismas, se crearon unas figuras, consideradas como sucesoras de los apóstoles y llamadas diáconos, diaconisas, presbíteros y presbíteras, obispos y obispas.
Las tres diaconisas ordenadas: Loan Rocher, Teresa Riveiro y Txus García
Siento que al lector o lectora se le nuble la vista, pero una lectura atenta del Nuevo Testamento le dará información al respecto. Baste con la epístola a los Romanos donde encontramos a una mujer apóstol: Junia que se ha intentado camuflar sin éxito en “Junias” un nombre supuestamente masculino e inexistente. No doy citas precisas a propósito pues creo que la gente se merece acceder a las mismas fuentes para escudriñar verdades que pasaron inadvertidas.
Siguiendo esta tradición, que es la de nuestra Madre Iglesia católica y romana, y antes siguiendo los pasos de nuestro Maestro Jesús que no hizo acepción de personas, como Hijo de Dios que es, ni practicó la discriminación en absoluto, la Asociación de Presbíteras Católicas Romanas (sigla en inglés RCWP-ARCWP https://arcwp.org/cristina-moreira-la-primera-mujer-sacerdote-espanola/) perpetúa el linaje de nuestras fundadoras, las valientes “Danube 7” como las llamamos cariñosamente.
Siete mujeres a quienes varios obispos católicos romanos con sucesión apostólica ordenaron diaconisas, presbíteras y finalmente obispas. De modo que nos inscribimos en la tradición, ya imparable, de administrar el sacramento del Orden a mujeres y anima a seguir investigando. No solemos ocultarnos ni callarnos. Estamos en cuatro continentes y al fin alcanzamos el contingente de 300 con las últimas ingresadas entre las cuales cuatro son europeas.
Este pasado jueves 17 de octubre, en la ciudad de Roma, en el río Tíber, a bordo de una barcaza, se ordenaron, siguiendo el rito católico romano: al diaconado Loan Rocher (francesa de París), María Teresa Ribeiro Rosa (andaluza de Isla Cristina, y también portuguesa) y Txus (de Barcelona, Cataluña-España). Fueron ordenadas presbíteras Belén Repiso Carrillo (española de Valladolid, España), Anne Malloy La Tour (estadounidense de Texas) y Mary Katherine Daniels Anne Latour (estadounidense de Texas) por la obispa irlandesa – estadounidense Bridget Mary Meehan. Nos acompañaron numerosos familiares y gente amiga hasta completar todo el aforo.
Imposición de manos a Belén Repiso
Nadie prohibió expresamente nuestra ceremonia ni esta fue clandestina. Nuestro enfoque radicaba precisamente en mostrar, al mayor número posible, que estamos dispuestas a ponernos al servicio de nuestra Iglesia, a aportarle las cualidades y carismas que cada persona bautizada recibe para bien de la comunidad. Esta es la “orden” que dio la obispa haciendo entrega del Evangelio a las ordenadas: “Recibe el Evangelio de Cristo, del que eres ahora mensajera/o. Cree lo que lees, enseña lo que crees y practica lo que enseñas“. Eso es ordenar con sentido.
Es cierto que revestimos alba, estola y casulla, con el cariño de quien recibe un valioso legado y se dispone a usarlo para el bien. De hecho, nosotras estamos aquí para ya construir la Iglesia nueva que soñamos; nuestras comunidades por el mundo son brotes numerosos que muestran vida floreciente y, según nos dicen, son signo de esperanza. Y eso no es casual: la contraseña para entrar es “Ven como estés, todo el mundo es bienvenido”. No preguntamos estados de vida, ni orientaciones sexuales o afectivas, no indagamos sobre el origen o el número de divorcios o pecados. Sí nos interesa que quien venga se sienta querido y querida, escuchada en sus necesidades, atendido y respetado, sin condiciones.
No hacemos nada que Jesús de Nazaret no haya encargado a sus discípulos y discípulas, nada de lo que tengamos que sentirnos culpables, al sentarnos en medio de su familia para partir el pan y servir el vino, para perpetuar su presencia donde se le busca y necesita. Lo extraño es que para ello tengamos que justificarnos. Lo extraño, desde siglos es que se asocie a esta función la genitalidad de quien lo hace. Pero, me suelen replicar, Jesús era varón. Sí, de la tribu de David, israelí, circuncidado. ¿Acaso tendremos que despedir a todos los que no lo son?
Belén Repiso y una de las siete del Danubio
He escuchado aquella tarde frases como “¿Amáis al papa?”; y respondí sin vacilar, por supuesto, hacemos profesión de amar al prójimo, no hay excepciones. Pero, añadí “¿Nos quiere él a nosotras? ¿Algún día accederá a encontrarse fraternalmente con algunas de nosotras para que le demos noticias de todas esas personas que lo aman de corazón y que sufren, porque no se sienten escuchadas ni tenidas en cuenta?”. Sin duda, tenemos mucho que contarle, y, para empezar nuestras hermosas vocaciones para el servicio, también el del altar y de los sacramentos, y nuestra perplejidad cuando constatamos que no parecen ser necesarias; cuando largamente discernidas (en Iglesia) nos rendimos a la evidencia de que son fruto del Espíritu Santo y alguien nos contesta que “no puede ser”, porque la ley no lo autoriza.
Otra pregunta que se repite: “Estáis propiciando un cisma” y, con dolor, suelo responder que los cismas ya se dieron y continúan: la gente obrera se fue, la gente joven es residual, las mujeres están saliendo en masa, según se publicaba recientemente, y hay que sumar el cisma de todas las que no se sienten bien acogidas por su condición “pecadora”, como las personas casadas vueltas a casar, las de todo el espectro LGBTIQ+ y, nos obliga el respeto a mencionar a todas las víctimas de los curas, monjes, obispos y superiores violadores de niños, niñas, mujeres y personas vulnerables junto con quienes se solidarizan. ¿Esos cismas los ve alguien? ¿Solo tememos el cisma de los que sustentan la bolsa y el poder político en la Iglesia?
Nosotras también tenemos interrogantes. Por ejemplo: ¿Alguien está buscando dictarle al Espíritu Santo el pliego de condiciones para el reclutamiento del discipulado? ¿En serio podemos creer, después de más de dos milenios de cristianismo, que el Espíritu solo habla con prelados? ¿No será hora de indagar si su Palabra no está más bien diseminada entre sus preferidos y preferidas, “los más pequeños”? ¿Cómo se pueden leer una y otra vez las bienaventuranzas sin plantearse esto? Si las prostitutas entrarán primero en el Reino de los Cielos, existe una hoja de ruta distinta desde el origen. Esta es la nuestra.
Ordenación de presbíteras
Otra vez la ley se impone sobre la Voluntad divina. ¿En qué momento hemos olvidado aquella sentencia de Jesús “El sábado se hizo para el ser humano y no el ser humano para el sábado. Y el Hijo del hombre también es dueño del sábado». (Marcos 2,23-28). Cierto es que frases como estas han fraguado la condena de quien las pronunció… eso tampoco lo vamos a olvidar.
Las mujeres conocemos todos los mal llamados “argumentos teológicos” para no recibir las órdenes sagradas; argumentos que no son tales, sino vanos intentos de mantener el statu quo, el sistema clerical y jerárquico, heteropatriarcal, que se ocupa de conservar sus privilegios.
Jesús no ordenó a nadie, él no fue sacerdote, y solo pidió que hiciéramos memoria de él. Eso hago yo, y eso hacen mis compañeras y compañeros, con sumo cariño y respeto. Desde nuestros cuerpos sufridos, violados, infravalorados y tantas veces despreciados, entendemos desde dentro lo que la entrega significa.
Ordenación de presbíteras
Pedimos desde aquí que, por Dios, dejen de utilizar a María para alejarnos de la mesa de su Hijo, de su Cuerpo y su Memoria. No funciona, no nos convence. María, la Virgen, Nuestra Señora, la Madre de Dios… fue la primera mujer y la única con derecho a decir: “Esto es mi cuerpo, esto es mi sangre”. Ella está con nosotras. Otro día hablaremos en serio de los dos principios de Urs Von Balthasar y de cómo, a veces, los teólogos se inventan ficciones para justificar lo injustificable.
A quienes nos reprochan usar las vestiduras podemos responder que esas vestiduras blancas son las del bautismo. No hemos sido las mujeres quienes las hemos mancillado vilmente con sangre y más cosas, no somos nosotras las que las usamos para dominar y abusar. Para nosotras, revestir un alba, una estola, una casulla o sujetar un cayado es volver a casa tras un larguísimo viaje y abrir los baúles de la herencia, significa buscar entrar en nuestra tradición con intenciones sencillas y ansia de plena pertenencia también en lo simbólico. Es buscar hablar la lengua del pueblo que comprende los signos, ropas y colores y los ama en muchos lugares del planeta.
Quien presenciara nuestra ceremonia de ordenación se daría cuenta de que lo que allí se vivió era un acto pacífico y apacible, que se palpaba la gracia y el cariño que vienen de lo alto y se derraman y rebosan. Lejos del talante de rebeldía y “desafío” que los medios suelen achacarnos, tal vez por dar a sus titulares más explosividad, no tenemos otra ansia que no sea convocar comunión, más allá de todas las fronteras y respetando las diversidades. Somos servidoras de la comunión.
Ordenaciones de presbíteras
Me preguntaba por qué lloré durante la imposición de manos. Ver a aquellas personas, varias de ellas amigas, dar respuesta a sus llamadas, ver como entraban a formar parte de la larga cohorte de apóstolas invisibles desde María de Nazaret, María de Cleofás, María la esposa de Chuza y María la Magdalena me sobrecogió. Sentí vibrar un aleteo gozoso en mi oído, sentí amor y dulzura, y vinieron a mí los versículos que leemos en la Pascua, los del Pentecostés primero, el que fundó la catolicidad, la universalidad, gracias a la comprensión de las lenguas.
Había en ese barco gente de Estados Unidos, de Irlanda, de Colombia, de Alemania, de Holanda, de Francia, de España (Galicia, Castilla, Andalucía,Catalunya…), de Portugal e Italia por supuesto. Toda ella se entendió, y no solo porque nuestro heroico equipo de intérpretes lo hizo posible en condiciones muy adversas, sino porque nuestros signos, símbolos y rostros hablaban de salvación y del cielo. La Iglesia entre nosotras era católica, apostólica y romana, y esa felicidad nadie nos la va a poder robar. Estaremos cuidándola toda nuestra vida. Cultivamos la esperanza con la tozudez de la fe y la serenidad de una conciencia en paz.
Sirvo en a Comunidade Cristiá do Home Novo (A Coruña- Galicia- España)
Fuente Religión Digital
Comentarios recientes