“Hoy nos quedamos sin ‘un Teólogo’ (así, con mayúsculas)”: Gustavo Gutiérrez, el teólogo del Dios liberador
“Bienaventurados los criados a quienes el señor, al llegar, los encuentre en vela“
Lc 12, 35-38
Con un gran dolor recibimos esta noticia. Como dice José Manuel Vidal, ha fallecido una “Buena persona, ‘padre de la Teología de la liberación’ y mártir de la causa”. Aprendimos de él a vivir el Evangelio desde la “opción preferencial por los pobres”. Su aporte abrió el camino a la esperanza liberadora de los pobres y los pequeños, quizá, por ello, su magisterio provocó la ira de los poderosos y de los dos anteriores pontífices quienes le condenaron y del nefasto y homófobo arzobispo de Lima, miembro del Opus Dei, Cipriani. Francisco lo rehabilitó, pero el daño que hicieron aunque no acabó con su magisterio si lo hirió gravemente… “¡Gracias Gustavo por haberme acompañado en esta andadura!” Descansa en Paz, hermano Gustavo.
‘Si quieres saber si una persona cree en Dios, no te fijes en lo que dice de Él, sino en lo que dice del mundo’.
Simone Weil‘Si tengo hambre, es un problema material. Si otra persona tiene hambre, es un problema espiritual para mí’.
Nicolás Berdiaeff,
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“Gutiérrez fue un pensador extraordinario, un pionero y un profeta que supo encarnar el mensaje del Vaticano II en la realidad de los oprimidos y puso a la Iglesia ante la inevitable tesitura de la “opción preferencial por los pobres”
“Además de una eminencia teológica, era una gran persona, una buena persona, uno de esos santos de la puerta de al lado de los que habla Francisco”
“La fidelidad a la causa de los pobres lo llevó, durante la época de la involución eclesial, a su martirio incruento a lo largo de todos estos años de marginación y de intentos de linchamiento”
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Pequeñito (no creo que llegase al metro y medio), con grandes gafas de pasta y rasgos de indígena, Gustavo Gutiérrez (Lima, 1928-2024) revolucionó las aguas de la teología neoescolástica, ya agitadas por el Concilio Vaticano II, al publicar, en 1971, su obra “Teología de la Liberación“. Era el comienzo de una corriente de teología y teopraxis que sembró una oleada de esperanza en las masas desfavorecidas latinoamericanas y de recelo en la Curia vaticana.
Gutiérrez fue un pensador extraordinario, un pionero y un profeta que supo encarnar el mensaje del Vaticano II en la realidad de los oprimidos y puso a la Iglesia ante la inevitable tesitura de la “opción preferencial por los pobres“, si quería seguir siendo fiel al ideario de Jesús de Nazaret. Y como todos los profetas pagó un alto precio por su osadía.
Además de poder entrevistarle y asistir a algunas de sus conferencias, tanto en España, como en Latinoamérica, tuve la suerte de poder compartir una semana entera de convivencia diaria con él y con más de 45 teólogas y teólogos de América Latina, USA, Quebec y España en el I Encuentro Iberoamericano de Teología. Una experiencia de profunda comunión, de gran profundidad intelectual y humana, en un ambiente de cordialidad y amistad, de intercambio y de unidad en la diversidad. Por eso, los organizadores, los teólogos venezolanos Rafael Luciani y Félix Palazzi, quisieron denominarlo I Encuentro (no Congreso) Iberoamericano de Teología.
Gustavo Gutiérrez, en el I encuentro iberoamericano de Teología
En ese clima compartimos misas, oraciones, comidas y sobremesas. Todas las noches, tras la cena, se elegía a uno de los participantes para que contase a los presentes sus experiencias, sus vivencias y lo que le pareciese oportuno. En un clima distendido, iban surgiendo espontáneos los comentarios y las confidencias.
Era el 2017 y Gutiérrez ya tenía, entonces, 88 años, pero una lucidez total y, como figura destacada del encuentro, le ‘obligamos’ a ser el centro de la sobremesa dos veces. Todos le mirábamos con respeto y admiración. Casi veneración. Como un santón de la Teología y un resistente. De ésos que permanecieron en la senda de la opción por los pobres, cuando estaba mal visto en Roma. Y, por eso, sufrieron persecución. Y de los que, con la llegada de Francisco al solio pontificio, descubrieron, con enorme satisfacción, que el propio Papa recogía sus teologías y las iba haciendo suyas.
En las charlas, en las comidas y cenas y en las convivencias pude descubrir a un Gustavo sencillo, humilde, asequible, que nunca presumía de nada, que participaba en todo como uno más, que escuchaba con atención a todos y que nos deleitaba con sus relatos, mientras jugaba con la empuñadura de su bastón. Tras esa semana de convivencia, todos pudimos concluir que Gustavo Gutiérrez, además de una eminencia teológica, era una gran persona, una buena persona, uno de esos santos de la puerta de al lado de los que habla Francisco.
El teólogo latinoamericano Gustavo Gutiérrez OP presenta su reflexión sobre la opción por los pobres a cincuenta años del Concilio Vaticano II, en el marco del Primer Encuentro Iberoamericano de Teología celebrado del 6 al 10 de Febrero del 2017 en el Boston College
Además de buena persona, Gustavo Gutiérrez fue el ‘padre’ de la Teología de la Liberación. Con ese apelativo se le denominó durante toda su vida. Y para explicar esta paternidad, siempre solía decir que la TL había nacido de la convergencia de tres procesos: La situación de Latinoamérica en los años 60, la celebración del Concilio y su continuación en la Conferencia de Medellín.
En los años 60 -decía- tuvo lugar “la irrupción de los pobres en América Latina”. Juan XXIII y el Concilio “hablan de la Iglesia de los pobres”. Y Medellín “forma parte, para mí, del acontecimiento conciliar”. “En ésa confluencia de factores se ubica la TL y, en ese proceso, se alimentan mutuamente”, explicaba.
Apuntes de Gutiérrez
Gutiérrez siempre quiso dejar claro que, a su juicio, el Vaticano II no fue un Concilio pastoral, como algunos tratan de repetir hasta la saciedad en un intento de desactivarlo. “El Vaticano II es el Concilio más teológico de todos los de la historia de la Iglesia”, sentenciaba.
Esta fidelidad a la causa de los pobres lo llevó, durante la época de la involución eclesial, a su martirio incruento a lo largo de todos estos años de marginación y de intentos de linchamiento. La ‘gárgola‘, como llamaban en Lima al cardenal Cipriani, “quiso eliminarlo de la presencia pública eclesial, pero no lo ha conseguido, porque la fuerza de los pobres, que es la de Dios, está con él”, explicaba, en la presentación de uno de sus libros, el teólogo Andrés Gallego. Y, después, Francisco y hasta el cardenal Müller, el que fuera conservador presidente de Doctrina de la Fe, le rehabilitaron.
Teólogos de la Liberación
Aunque él, siempre decía al respecto: “A mí me obligaron al diálogo, pero nunca me incoaron un proceso. Por eso, cuando los periodistas me preguntan si el Papa me va a rehabilitar, siempre contestó que no puede rehabilitarme, porque nunca fui deshabilitado. Eso sí, hubo una fregadera de cartas y de idas y venidas”.
Rehabilitado o no, Gustavo Gutiérrez pasa a ocupar el lugar que le corresponde en el firmamento teológico católico y puede presumir de que, gracias a su martirio incruento, la Iglesia pasó de la época de la involución y de los principios innegociables a la de la Iglesia en salida, casa de los pobres, vicarios de Cristo.
Papa y Gutiérrez
Fuente Religión Digital
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