Santiago y Juan. Para una historia de los zebedeos y su madre (20.10.34; Dom 29 TO)
Del blog de Xabier Pikaza:
Conforme a los sinópticos, Santiago (=Jacob) y Juan forman parte del grupo de los primeros llamados (Mc 1, 19), entre los tres o cuatro discípulos preferidos de Jesús (cf. Mc 1, 29; 5, 37; 9, 2; 13, 3; 14, 33 par).
Jesús (o la tradición de la iglesia) les ha dado el nombre de Boanerges, hijos del trueno (Mc 3, 17), quizá por su ardor mesiánico, quizá en sentido apocalíptico (cf. Ap 10, 3-4; 11, 19; 16, 18). Les encontramos entre aquellos que quieren ocupar los primeros puestos en el Reino (cf. Mc 10, 35.41) y que el fuego de Dios destruya a los que no reciben a Jesús, en especial a los samaritanos (Lc 9, 54.
Ellos representan una iglesia “dura” que espera un Reino de tipo socio-político y religioso. Han sido testigos de algunos milagros de Jesús (“resurrección” de la Hija de Jairo…: Mc 5) y han recibido en el Tabor la promesa y garantía de la resurrección de Jesús (Mc 9), en línea de toma de poder… y en esa línea se mantienen.
He presentado en otros lugares la historia de los hermanos zebedeos y su madre. Aquí me limito a comentar algunos de sus rasgos, conforme a la tradición de sinópticos y Hechos, dejando abiertos (sin desarrollar) otros temas, como el desarrollo de la iglesia samarita, la relación de Juan Zebedeo con el autor del 4º Evangelio y de Apocalipsia y el posible martirio de Juan (que parece supuesto en Mc 10.
| Xabier Pikaza
TEXTO BASE (Mc 10, 35-45)
(a. Petición) 35 Y se le acercaron Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo, diciéndole: Maestro, queremos que nos concedas lo que vamos a pedirte.36 Jesús les preguntó: ¿Qué queréis que haga por vosotros? 37 Ellos le contestaron: Concédenos que nos sentemos uno a tu derecha y otro a tu izquierda en tu gloria.
(b. Respuesta. Profecía) 38 Jesús les replicó: No sabéis lo que pedís. )Podéis beber el cáliz que yo he de beber, o ser bautizados con el bautismo con que seré bautizado?39 Ellos le respondieron: Sí, podemos. Jesús entonces les dijo: Beberéis el cáliz que yo he de beber y seréis bautizados con el bautismo con que yo seré bautizado. 40 Pero el sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo, sino que es para quienes está reservado.
(c. Confirmación) 41 Los otros diez, al oír aquello, se indignaron contra Jacobo y Juan. 42 Jesús los llamó y les dijo: Sabéis que los que parecen mandar a las naciones las gobiernan tiránicamente y que sus magnates las oprimen. 43 No ha de ser así entre vosotros. El que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor; 44 y el que quiera ser el primero entre vosotros, que sea esclavo de todos. 45 Pues tampoco el Hijo del humano ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida en rescate por mucho (1)
10, 38-40. Profecía. Beberéis mi cáliz 38 Jesús les replicó: No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber el cáliz que yo he de beber, o ser bautizados con el bautismo con que seré bautizado?39 Ellos le respondieron: Sí, podemos. Jesús entonces les dijo: Beberéis el cáliz que yo he de beber y seréis bautizados con el bautismo con que yo seré bautizado. 40 Pero el sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo, sino que es para quienes está reservado.
Jesús responde cambiando el nivel de la petición. No acepta, ni rechaza lo que piden, pues de ese modo seguiría utilizando (a favor o en contra) la lógica de fuerza, sino que rechaza la misma petición como carente de sentido: ¿No sabéis lo que pedís! (10, 38). Los zebedeos han seguido a Jesús y, sin embargo, no entienden su estilo de Reino, no comprenden que Jesús no quiere el trono (¡no quiere reinar!), sino regalar la vida por los demás, para que todos los hombres y mujeres (y en especial los más necesitados) sean “reyes”. Éstos zebedeos, que llevar largo tiempo con Jesús no saben ni lo más elemental: ¡Jesús no busca el primer trono, ni para sí, ni para los demás, pues su Reino no puede entenderse en la línea de una “toma de poder”!
El verdadero Jesús (quizá en contra del de la promesa de logion ya citado de los Doce Tronos del Q, cf. Mt 19, 28), no puede ofrecer tronos para imponerse sobre el mundo, sino un camino de seguimiento, como sabe Mc 8, 34: ¡Quien me quiera seguir, que tome su cruz y me siga! (palabra que ellos, los Doce, y de un modo especial los Zebedeos no han querido escuchar). Jesús no puede ofrecer Tronos de Reino, sino un camino de entrega de la vida, como muestra la continuación del texto: de Jesús:
—Pregunta y respuesta. ¿Podéis beber mi cáliz, bautizaros con mi bautismo? (10, 38-39a). Ellos desean mandar con Jesús, para imponerse. Jesús les pregunta si pueden seguirle en su entrega, en donación de vida. Frente a la gloria que buscan en él, Jesús les ofrece su camino de entrega, expresado en el signo del cáliz (que significa solidaridad y entrega) y en la señal del bautismo (que implica también muerte: quedar bajo el poder de las aguas destructoras). En el fondo les pregunta si están dispuestos a morir con (como) él. Ellos responden que sí: ¡podemos! Ciertamente, no son miedosos o egoístas vulgares.
–Concesión. Mi cáliz lo beberéis, con mi bautismo os bautizareis! (39b). En prolepsis o anticipación de lo que vendrá, Jesús confirma la disposición de los zebedeos, ratificando su entrega martirial ya cumplida (todo nos permite suponer que han muerto ya por y con Jesús cuando Marcos se escribe este pasaje, en torno al 70 d.C.). De esa forma, Jesús acepta el sentido más profundo de la vida los zebedeos, pues al fondo de ella hay algo bueno: quieren vivir con él y acompañarle, compartiendo su entrega por el reino. Evidentemente, nos hallamos en un contexto eclesial. Marcos está presentando algo que ya ha sucedido: los zebedeos han seguido a Jesús tras la pascua, muriendo como él.
—Reserva escatológica. Pero el sentaros a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo… (10, 40). De Jesús es la entrega, la copa y bautismo que ofrece a los suyos. Pero la gloria del trono es misterio de Dios, regalo de gracia que sólo gratuitamente puede recibirse, no como dos tronos sobre los demás, sino como Vida para todos y con todos. Jesús acoge y ratifica el camino de muerte, pero la respuesta final ya no es suya, sino de Dios.
En este contexto, al menos veladamente, Jesús indica aquí que el “triunfo mesiánico” de Dios no se expresa en forma de dominio sobre los demás. No se trata, por tanto, de decir que el puesto de poder, a la derecha e izquierda de Jesús, no lo tendrán ellos, sino otros, como podrían ser María de Nazaret y Juan Bautista (que aparecen en los ábsides de muchas iglesias románicas, a los lados del Pantokrator) o como podría ser Roca (en gran parte de la simbología católica moderna…), sino de algo mucho más profundo: ¡No existirán tales tronos de poder, nadie mandará sobre los otros”.
Ésta es la i paradoja del texto: precisamente aquí, cuando más les critica, Jesús confirma la petición de los zebedeos (darán la vida por el Reino) y les indica que su entrega no implica (ni logra) ningún tipo de dominio sobre los demás(sentarse en dos tronos, al lado del Gran Trono del Hijo del hombre, pues el Hijo del Hombre no tiene un trono de ese tipo). De esa manera, Jesús escucha su deseo de poder, para transformarlo en su camino de entrega, abriendo una “ventana de pascua” y permitiéndonos ver el buen final de Juan y Jacobo, que han muerto ya por el evangelio. Por eso su recuerdo se mantiene con gozo dentro de la iglesia, pero no como recuerdo de Poder (sentados en unos tronos), sino como presencia de solidaridad al servicio del Reino . De esa manera se vinculan y separan el cáliz y el trono.
(a) Los zebedeos piden trono, y Jesús sólo les puede ofrecer su propio gesto de entrega de la vida, garantizando su fidelidad en el camino mesiánico: «El cáliz que yo bebo beberéis, con el bautismo con que yo soy bautizado os habréis de bautizar» (10, 39); de esa manera, ellos reciben y realizan la misma vocación del Hijo del hombre, en misión que se explicita como entrega de la vida. Esto es lo que Jesús puede ofrecer a los que vengan a seguirle, subiendo con él a Jerusalén.
(b) Jesús no puede darles trono sobre los demás, sino ofrecerles lugar en su camino de entrega de su vida, poniéndose (y poniéndoles) en manos de Dios. Lo mismo ha de pasar a sus discípulos: «sentarse a mi derecha o a mi izquierda no es cosa que yo pueda concederos, sino que es para aquellos para los que ha sido reservado» (10, 40).
Jesús deja la Gloria en manos de Dios Padre (como indica el pasivo divino de hetoimastai: a los que Dios lo ha reservado), sabiendo que ella no consiste en sentarse en unos tronos sobre los demás, sino en compartir la vida con todos. Esta unión de cáliz y trono, de entrega actual de la vida (con Cristo) y de herencia del reino futuro (desde Dios) constituye el centro y clave del discipulado.
Lo más consolador en ese texto no es el hecho de dejar la gloria (trono) en manos de Dios (sabiendo que Dios no da a nadie un trono sobre otros), sino el decir que los zebedeos podrán beber el cáliz con el Cristo: le seguirán hasta el final en el camino de entrega de la vida. Aprender a morir con Jesús, eso es seguirle, ser su discípulo. Los zebedeos le han pedido un trono de poder, en gesto equivocado de deseo de dominio. Jesús ha querido y ha podido transformar ese deseo, haciendo que ellos puedan mantenerse fieles a la gracia de la vida y a la entrega hasta la muerte (4) .
10, 41-45. Enseñanza. No ha venido a que le sirvan 41 Los otros diez, al oír aquello, se indignaron contra Jacobo y Juan. 42 Jesús los llamó y les dijo: Sabéis que los que parecen mandar a las naciones las gobiernan tiránicamente y que sus magnates las oprimen. 43 No ha de ser así entre vosotros. El que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor; 44 y el que quiera ser el primero entre vosotros, que sea esclavo de todos. 45 Pues tampoco el Hijo del Hombre ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida en rescate por muchos.
El problema de los zebedeos es de todos los discípulos. Por eso, los diez restantes (incluido Roca, que aquí queda en segundo lugar) se enojan con ellos, iniciando una disputa general por el poder (10, 41). Es evidente que, dejándose llevar por esa disputa, la iglesia acabaría destruyéndose a sí misma. Para superar ese riesgo, Jesús ofrece la nueva lógica de autoridad y servicio que brota de su entrega. Vuelve de esa forma a la enseñanza de 9, 33-35, cuando ponía al niño en el centro de la iglesia, como veremos, ofreciendo un comentario y una ampliación del sentido de este pasaje.
Los diez se indignan contra Jacobo/Santiago y Juan, no porque rechazan su visión del reino, sino porque aceptándola también quieren alcanzar sus mismos puestos de poder a derecha e izquierda de Jesús. Estamos en la situación de 9,34: los discípulos se afanan y combaten entre sí por ocupar los “tronos” que, a su juicio, Jesús debe concederles; le han seguido buscando recompensa; le han creído, pero de una forma falsa, suponiendo que en el fondo todos sus discursos de entrega de la vida eran un simple motivo pasajero. Lo que Jesús ha de ofrecer en realidad y ellos desean ansiosamente es sentarse en unos tronos, reinar en este mundo. Piensan que hay poder en medio. Hay quizá muchísimo dinero
LOS ZEBEDEOS Y SU MADRE (Mt 20, 20-23).
El relato de Marcos ha sido reformulado por Mateo, desde una perspectiva social y eclesial, partiendo de su madre:
Mt 20, 20 Entonces, se acercó a él la madre de los hijos del Zebedeo, con sus hijos, postrándose y pidiéndole algo. 21 El le dijo: ¿Qué quieres? Ella contestó: Manda que estos dos hijos míos se sienten, uno a tu derecha y otro a tu izquierda, en tu Reino. 22 Jesús contestó: No sabéis lo que pedís ¿Podéis beber la copa que yo voy a beber? Le dijeron: Sí, podemos 23 Él les dijo: Ciertamente, mi copa la beberéis; pero sentarse a mi derecha o mi izquierda no me pertenece a mí el concederlo, sino que es para quienes ha sido preparado por mi Padre.
Este pasaje expone el deseo de poderesde la perspectiva de la madre, por medio del cual Mateo ha criticado veladamente un tipo de estructura eclesial de poder, que parece necesaria en un contexto de mesianismo político, pero que va en contra del evangelio.
‒La madre de los zebedeos, una gebîra (20, 20). Según Mc 10, 35 eran los mismos zebedeos (Santiago y Juan) quienes elevaban a Jesús la petición. Mateo, en cambio, introduce aquí a la madre, que habla en nombre de sus hijos (Mt 20, 20-21). La intercesión de la madre resulta significativa, porque ella actúa como gebîra, mujer con autoridad, representante de sus hijos, aunque ellos se llamen oficialmente hijos del Zabedeo. Tal como aparece aquí, ella ha debido ser importante en la Iglesia, como supone Mt 27, 56 (¿ha muerto el Zebedeo, que en Mt 4, 21 aparecía con sus hijos en la barca?).
Es muy posible que esta versión de la escena en Mateo, haya sido recreada por una Iglesia antigua (quizá de Jerusalén), donde la madre de los zebedeos ha querido ejercer (a través de sus hijos) una función de control que otros grupos cristianos no aceptaban. En esa línea, la inserción de la madre, elevando su ruego a Jesús, no tendría una función de “disculpar” a los zebedeos, para condenarle a ella como “ansiosa de poder”, sino que intentaría exponer (y rechazar) una visión genealógica de la comunidad, donde la madre ejercería el poder a través de los hijos[1].
‒Que estos dos hijos míos se sienten uno a tu derecha y otro a tu izquierda en tu Reino20, 21). Aquí no se dice en tu gloria (cf. Mc 10, 38), sino en tu reino (basileia), lo mismo que en Mt 18, 1, donde se hablaba de ser los primeros en el Reino. Sentarse a su derecha e izquierda significa “compartir” el poder de Jesús, no de modo excluyente, pero sí por encima de otros, en un contexto donde se acaba de afirmar que los Doce seguidores se sentarán sobre doce tronos, juzgando a las Doce tribus de Israel, algo que lógicamente debía culminar y realizarse en Jerusalén (cf. 19, 28). El Reino se concibe por tanto como ejercicio de dominio mesiánico: Una forma de tomar el poder y ejercerlo (a favor de otros, pero en línea de supremacía).
La madre llama a los zebedeos “estos dos hijos míos”, como si no tuviera otros (al menos varones), y dependiera de ellos para vivir (ésta podría ser la razón de que ella siguiera a Jesús y a sus hijos: cf. 27, 56). Es evidente que no ha entendido (no ha “aceptado”) la nueva formulación de Jesús sobre la familia mesiánica (cf. 19, 28-29), pues quiere reintroducir en ella estructuras de poder, centradas en sus hijos, aunque no dice quién ocupará la derecha (parte buena),y quien la izquierda.
Estos zebedeos forman con Pedro el “triunvirato” más saliente de la iglesia primitiva (cf. Mt 17, 1) y representan el mayor riesgo eclesial de dominio cristiano. Por eso, Jesús rechaza su petición y les recuerda su “compromiso”, que consiste en beber su cáliz, es decir, en compartir su camino de entrega hasta la muerte (cf. Mt 27, 27.39.42). En este contexto, Mc 10, 39 añadía el tema de “recibir el bautismo de Jesús”, que Mateo ha omitido quizá porque entiende el bautismo en sentido más eclesial (cf. 28, 16-20). Sea como fuere, Jesús rechaza la petición de (la madre de) los zebedeos, como contraria a su camino y compromiso de Reino.
Una propuesta política
Jesús no se refiere ni condena, según eso, a los malos gobernantes (que podrían ser sustituidos por otros buenos), sino a los gobernantes como tales dentro de una estructura de dominio (imperium) que se expresa y despliega en clave de poder. No critica, por tanto, el “mal gobierno”, sino la misma institución de un gobierno regido por arcontes/príncipes y megaloi/grandes, a diferencia de la glosa de Rom 13, 1-7, donde el autor postpaulino acepta básicamente el orden político de Roma.
La intención de Jesús en este pasaje no es cambiar o mejorar a los gobernantes que existen, sino crear otro tipo de gobierno, sin poder de unos sobre otros, un gobierno donde puedan existirkyrioi, portadores de auténtica exsousia, pero no arkhontes ni megaloi (es decir, personas que utilizan su principado y grandeza para dominar desde arriba y subyugar a los pequeños)[2].
‒Iglesia, anti-poder: No ha de ser así entre vosotros, sino que quien quiera ser grande sea vuestro servidor, y quien quiera ser primero sea vuestro esclavo (20, 26-27). De ese modo formula Mateo el tema de la destrucción y recreación del poder político, de un modo paralelo al empleado al hablar
de la riqueza (19, 27-30), rechazando de manera radical un orden y dominio socialfundado en la pre-eminencia del emperador sobre el pueblo, y de los estratos más altos de población (orden senatorial, ecuestre etc.) sobre los más bajos, un orden que se funda enla violencia sacralizada del ejército, entendido como revelación del poder de Dios sobre los hombres.
Al plantear el tema de esa forma, Jesús no critica sólo el orden militar romano, sino también el poder religioso del judaísmo del templo, fundado en la preeminencia de los sacerdotes y de otros grupos influyentes de la población sobre el resto de los hombres y mujeres, en línea jerárquica. Enfrentándose a ese “orden” político-social, Jesús propone un cambio básico, que se expresa a través de la presencia, y acción de los más pequeños, siervos y esclavos (diakonoi, douloi 20, 26-27), no con el fin de tomar el poder y ocupar así el puesto de los dominadores antiguos, sino para superar de raíz la estructura y sentido de un sistema centrado en la superioridad de los arkhontes/megaloi (príncipes/grandes) sobre los restantes hombres y mujeres.
Jesús no busca, pues, una simple inversión de lugares (los de abajo arriba, y los de arriba abajo), sino una superación de las estructuras sociales, que se expresan a través de una dominación ideológica, social y militar de clase. Según eso, Jesús no puede plantear el triunfo de su causa en clave de poder, porque un triunfo de ese tipo implicaría un restablecimiento de las estructuras de dominación de unos sobre otros. No quiere, pues, otro tipo de dominio, en la línea de los zebedeos, sino la superación de todo tipo de poder entendido en forma de dominio, es decir, de imposición social, militar o religiosa.
El Hijo del Hombre de Dan 7 (igual que el de 4 Es y 1 Hen 37-71) debía venir al final para recibir el poder de Dios sobre las naciones. En esa misma línea se había situado el Hijo del Hombre de la tradición anterior de Mateo, tanto en 13, 40-41 como en 16, 27, donde se decía que el Hijo del Hombre ha de venir en la gloria de su Padre, con sus ángeles poderosos, para retribuir a cada uno según sus obras. Pues bien, en contra de eso, este Hijo de Hombre de 20, 28 (lo mismo que el Cristo de Flp 2, 5) no ha venido a recibir el honor de los pueblos (para ser servido y recibir el sacrificio de honor que le ofrezcan los otros), sino a servir, dando la vida por ellos.
Este pasaje nos sitúa de esa forma ante la inversión radical del evangelio, situándonos así ante la verdadera redención, es decir, de lytron de 20, 28, que consiste en dar la vida a favor de los demás. Éste es un tema que domina y define desde ahora el relato de la pasión de Jesús, viniendo a presentarse de forma ejemplar en 25, 31-46 (Jesús, Hijo del Hombre, es el que sufre en todos los que sufren: tuve hambre, tuve sed…), viniendo a culmina en la escena final de Mt 28, 16-20, donde Jesús afirma que “ha recibido toda exousía o autoridad”, pero no para dominar sobre los demás, sino para ofrecer su vida (mensaje y camino de salvación) a todos los pueblos.
‒Dar la vida (psyche, alma) como redención (lytron) a favor de muchos. Aquí culmina el tema que había comenzado en 16, 25, donde Jesús anunciaba que daría la propia vida (yuch,, alma) por los demás. Allí decía ¿Qué le importa al hombre ganar el mundo entero si pierde su vida o alma? (16, 26). Pues bien, los arkhontes y los megaloi de 20, 25 pueden ganar mucho mundo (mucho poder, mucha riqueza), pero lo hacen perdiendo su alma, es decir, su vida, pues conquistan el mundo dominando a los demás, subyugando a los otros. En contra de eso “ganar la propia vida, es decir, el alma” (creando así redención) significa regalarlo todo, regalarse uno a sí mismo, para que vivan los demás.
‒El único sacrificio, el anti-sacrificio. Éste es el único sacrificio o, mejor dicho, el verdadero anti-sacrificio (si es que se puede utilizarse esa palabra), éste es el principio de la redención propia y ajena: Aquel que da su vida a los demás se gana a sí mismo y rescata a muchos. Así dice ahora Jesús que él ha venido a dar su vida-alma, no para reparar con su sacrificio algún tipo de pecado ante Dios, sino para expresar y desplegar con su vida, en el mundo, la vida de Dios, que consiste en dar el alma (darse a sí mismo) a fin de que los otros sean. No se trata, pues, de perder yo para que ganen otros, sino de ganar yo dando mi propia vida, haciendo que ganen de esa forma otros (es decir, ganando todos). Éste ha sido el camino de Jesús, ése su aprendizaje: Ha sido (es) siendo regalo para los demás.
Ese regalo de la vida se llama lytron , que es redención o rescate. Suele decirse que la redención es algo que se paga o se da, para que otros sean libres. Pero aquí no se trata de “pagar” algo a Dios (Dios no necesita pagas de ese tipo, pues él es todo don); tampoco se debe pagar algo al Diablo (el Diablo no tiene derecho alguno…). No es pagar nada a nadie, en sentido de imposición económico-social, sino regalar la propia vida, expresando así la esencia de la redención, siendo redención para los demás: Este pasaje nos sitúa así en el paso de un sacrificio entendido como imposición, en general sangrienta, que exige la muerte de otros, al don de la pura gratuidad. No es matar a otros para que así yo pueda vivir, sino regalar yo mi propia vida, para que otros sean.
Esto es lo que Jesús ha descubierto y proclama aquí de un modo solemne. Él no tiene que “pagar” nada a nadie, pues nadie (¡ni Dios!) le obliga a sacrificarse; pues bien, precisamente por eso, él puede regalar su vida. ¿A quiénes ¡A muchos ( 20, 28), es decir, a todos los hombres y mujeres que quieran escucharle y recibir su gracia! De esa forma describe aquí Jesús su vida, como regalo gratuito a favor de muchos(es decir, de todos), no sólo de unos pocos elegidos (de un grupo de privilegiados). La misma existencia de Jesús aparece así, en el camino de Jerusalén, como don y regalo universal de Vida, revelación de la esencia de Dios que es gracia para todos.
Allí donde Jesús invierte al poder de los arkhontes y la riqueza de los megaloi, allí donde despliega su vida como don, regalo generoso y pleno de sí mismo, él puede presentarse como signo y revelación de Dios, generosidad total, mostrándonos así que el mismo Dios se “sacrifica”, es decir, se regala, entrega su propia vida, gratuita y generosamente, para bien de “muchos”, culminando así su creación. Dios no es aquel a quien debemos servir en gesto de humillación, sino aquel que nos sirve y que ha “venido” (está viniendo, está presente) para dar su vida a los hombres. Por eso, Dios no necesita la muerte de una víctima como reparación, sino al contrario: Él mismo se hace víctima a favor de los hombres
JUAN, COMPAÑERO DE PEDRO (HECHOS Y PABLO)
Juan hace pareja con Pedro en Hechos de los Apóstoles, enfrentándose en Jerusalén con los “sumos sacerdotes”.
Pedro y Juan subían al Templo para la oración de nona. Había un hombre, tullido desde su nacimiento, al que llevaban y ponían todos los días junto a la puerta del Templo llamada Hermosa para que pidiera limosna a los que entraban en el Templo. Este, al ver a Pedro y a Juan que iban a entrar en el Templo, les pidió una limosna. Pedro fijó en él la mirada juntamente con Juan, y le dijo: «Míranos.» Él les miraba con fijeza esperando recibir algo de ellos. Pedro le dijo: «No tengo plata ni oro, pero lo que tengo te lo doy: en nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y anda… (Hechos 3,1-11)
A día siguiente, Pedro y Juan declaran ante los jefes, ancianos y escribas, Anás, Caifás y Jonatán, Alejandro los sumos sacerdotes que quieren imponerles silencio:
«A fin de que esto no se divulgue más entre el pueblo, amenacémosles para que no hablen ya más a nadie en este nombre.» Les llamaron y les mandaron que de ninguna manera hablasen o enseñasen en el nombre de Jesús. Pero Pedro y Juan les contestaron: «Juzgad si es justo delante de Dios obedeceros a vosotros más que a Dios. No podemos nosotros dejar de hablar de los que hemos visto y oído (Hechos 4,17-20).
Juan aparece también con Pedro “controlando” la misión cristiana en Samaría
Al enterarse los Apóstoles que estaban en Jerusalén de que Samaría había aceptado la Palabra de Dios, les enviaron a Pedro y a Juan. Estos bajaron y oraron con ellos para que recibieran el Espíritu Santo.[…] Ellos, después de haber dado testimonio y haber predicado la Palabra del Señor, se volvieron a Jerusalén evangelizando muchos pueblos samaritanos (Hechos 8:14-15.25)
Esa noticia ha de interpretarse desde de Lucas 9,54 (señalado más arriba), donde se dice que Juan y Santiago piden que baje fuego del cielo para consumir a un pueblo samaritano, desde Hechos 8:14-15.25 donde se dice que Juan proclama la Buena Noticia a los samaritanos.
Finalmente, Pablo afirma que Juan forma parte de los “notables” que asisten al Concilio de Jerusalén el año 49 d.C.: y reconociendo la gracia que me había sido concedida, Santiago (el Menor, hermano del Señor,, Cefas y Juan, que eran considerados como columnas, nos tendieron la mano en señal de comunión a mí y a Bernabé: Nosotros nos iríamos a los gentiles y ellos a los circuncisos (Gálatas 2,9)
SANTIAGO Y JUAN. QE EL FUEGO DE DIOS DEVORE A LOS SAMARITANOS. Lc 9, 51-55
51 Cuando se completaron los días en que iba a ser llevado al cielo, Jesús tomó la decisión de ir a Jerusalén. 52 Y envió mensajeros delante de él. Puestos en camino, entraron en una aldea de samaritanos para hacer los preparativos. 53 Pero no lo recibieron, porque su aspecto era el de uno que caminaba hacia Jerusalén. 54 Al ver esto, Santiago y Juan, discípulos suyos, le dijeron: «Señor, ¿quieres que digamos que baje fuego del cielo que acabe con ellos?». 55 Él se volvió y los regañó: No sabéis de qué Espíritu sois (pues el Hijo del Hombre no ha venido a destruir a los hombres, sino a salvarles). 56 Y se encaminaron hacia otra aldea.
Jesús pasa con los suyos por Samaría, pero no como provocador, sino respetando y valorando con todo cuidado a los samaritanos, aunque algunos no lo saben (no lo han visto, no lo aceptan) y no les reciben. No les hace nada positivamente malo. Se limitan a cerrar la puerta.
De un modo consecuente, con su “genio Zebedeo”, Santiago y Juan quieren responder con violencia: Piden a Jesús que mande fuego del cielo (como se dice que hacía en otro tiempo Elías) y mate así a todos los malos samaritanos. Así retoman así su línea eclesial que aparece clara en el texto donde se dice que pidieron a Jesús sus dos “ministerios principales” (sentarse a su derecha y a su izquierda, para dirigir con violencia político-militar su empresa de reino: Mc 10, 35-41). En esa línea, Mc 9, 38-42 par, afirma que Juan Zebedeo quiso imponer en la iglesia un control de sacramentos, doctrina y exorcismo, expulsando (anatematizando a los que no fueran de su grupo, es decir, a los que no quisieran obedecerles a ellos).
A modo de anécdota pudiéramos seguir diciendo que Juan y Santiago formaron desde el principio del evangelio de Marcos (Mc 1, 16-20 par) y de los sinópticos el ala derecha del movimiento de Jesús, en línea quizá más “militarista” (Santiago) y más mística (Juan). Pero eso son especulaciones.
Los zebedeos quisieron matar (=que Dios matara) a samaritanos herejes y enemigos. Pero Jesús les reprimió (epetímêsen autois), como había reprimido (con epitimein) a Pedro, llamándoles “satanás”, cuando quiso actuara como mesías militar de victoria y muerte contra los enemigos (cf. Mc 8, 32-33).
En ese contexto, la Biblia Vulgata, que puede ser aquí, críticamente, la más segura y antigua, en vez de decir que Jesús reprimió a los zebedeos, afirma que les dijo: nescitis cuius spiritu estis. Filius hominis non venit animas perderé sed salvare (no sabéis de que Espíritu sois, porque el hijo del hombre no ha venido a perder a las almas/hombre, sino a salvarles.
Esa respuesta de Jesús (no sabéis de qué Espíritu sois) está firmemente anclada en el texto D (código de Beza o Cantabrigense, de Cambridge, donde se conserva), que ofrece, según muchos, el texto más antiguo de los evangelios.
En esa línea, me atrevo a pensar que esa expresión (no sabéis de qué Espíritu sois) forma parte del evangelio de Lucas y recoge la experiencia cristiana del Espíritu Santo. Es evidente que en la iglesia antigua hubo ya dos visiones del Espíritu Santo:
— Algunos identificaban y siguen identificando al Espíritu Santo con el fuego que destruye/mata (=debe matar) a los “contrarios” (a los que no son de nuestro grupo, en este caso a los samaritanos. Este sería el Pentecostés anti-samaritano, la revelación del fuego de Dios que desciende y destruye a los que los “buenos zebedeos” se atreven a tomar como “perversos” (mejor que murieran todo). Algunos, como el Pedro de Mc 8, 31-33 (par) tuvieron ese “espíritu”, eran partidarios de una “guerra santa” en contra de los enemigos, una guerra con fuego de Dios, con destrucción a infierno para los opositores, conforme a una ley del talión (amar a nos enemigos y odiar a los enemigos: Mt 5, 36-48). Pues bien, bien, Jesús dijo a ese Pedro “apártate de mí Satanás”, no piensas como Dios, sino como los hombres, no tienes el Espíritu de Dios, sino el de Satanás (Mc 8, 33).
Los zebedeos (que son con Pedro los primeros dirigentes de la iglesia militante criticada por Marcos y por todo el NT) siguen aquí (Lc 9, 51-55) en la línea de Pedro, no quieren hacer guerra ellos por sí mismos, matando con su espada a los contrarios, sino pidiendo a Dios que los mate con su fuego. Según eso, el Fuego-Espíritu de Pentecostés, no sería fuente de comunión (palabra) de amor universal, sino fuego destructor de los contrarios. Pero, el Espíritu de Dios según Jesús no es principio de destrucción de los malvados, sino de salvación de todos. Así quiero mostrarlo en las reflexiones que siguen, en las que retomo y recojo los elementos fundamentales del “espíritu de Dios”, que, según Jesús es principio de salvación/liberación de todos, no de destrucción.
Jesús escoge a Doce, para iniciar con ellos un camino de transformación de Israel, pero los más importantes de esos Doce (Pedro, los zebedeos…) empiezan rechazando el camino de Jesús, queriendo fundar otra iglesia (la suya, no la de Jesús), imponiendo su poder y matando de un modo directo indirecto a los contrarios.
Con grandes dificultades, en un camino que sólo al fin se aclara (por muerte-pascua-ascensión y pentecostés cristiano), los cristianos primeros (empezando por Pedro y siguiendo por los zebedeos, que al fin no matarán sino que “serán matados” por el evangelio: Mc 10, 39) entenderán al fin lo que implica el Espíritu de Jesús, que no es matar-triunfar, sino dar la vida
Nuestra iglesia (año 2024) sigue “en la misma disputa”. Hay un Lobby petrino-zebedeo, que se cree importante (superior a Jesús) y no acepta su Espíritu … Un lobby de gente más alta, observante (con tentáculo entre los Doce, Cardenales-Obispos y alto clero) que no tiene (¿no tenemos?) Espíritu de Jesús, sino un soplo de envidia, deseando la muerte física o “espiritual” (eclesial, social) de los contrarios, pidiendo que venga fuego del cielo contra ellos.
SANTIAGO ZEBEDEO, MÁRTIR
— Este Santiago ha sido un miembro importante de la iglesia, uno de los dirigentes de la comunidad primitiva de Jerusalén, pues Hech 12, 2 afirma que el rey Agripa (41-44 d. C.) hizo matar a Santiago, el hermano de Juan, como supone de un modo indirecto Mc 10, 39, donde Jesús le asegura que será capaz de beber su cáliz, lo mismo que su hermano Juan.
En aquel mismo tiempo el rey Herodes echó mano a algunos de la iglesia para maltratarles.2 Y mató a espada a Santiago hermano de Juan.3 Y viendo que esto agradaba a los judíos, procedió a prender también a Pedro (Hech 12, 2).
Este Santiago actuó en la iglesia de Jerusalén como miembro del “lobby más político/social de Jesús“… Y así lo vio el rey Agripa, a quien el emperador Claudio hizo rey de 41 d. C., con el intento fracasado de “pacificar” todo el territorio de Israel/Palestina… Y para dar “ejemplo” contentar a otros “lobbis” judíos le mando ejecutar, queriendo matar también a Pedro.
Pedro logró escaparse, con la ayuda de un “ángel”, es decir, de buenos amigos en la administración judía, como indica con toda precisión Hechos 12. Conforme a la indicación de Mc 10, dirigida a Santiago y a su hermano Juan…. (mi cáliz beberéis…) da la impresión de también Juan fue ejecutado por cristiano peligroso… y pudo ser, pero mucho más tarde, según la tradición, pues en en concilio de Jerusalén (año 49, Hch 15 y Gal 2), Juan participa junto a Pedro en el grupo “pro-judío” (de la diarquía pro-judía) del Concilio, pero pactando con los otros dos grupos, el de Pablo/Bernabé y el de Jacobo, hermano del Señor.
Tradición posterior, Santiago en Compostela. Es prácticamente imposible que este Santiago saliera de Jerusalén para venir en cuerpo mortal a Zaragoza (donde la visitó la Virgen del Pilar) y para llegar hasta Compostela, de donde volvió a Jerusalén — Durante 10 años (del 30 al 40 d.C.), Santiago Zebedeo fue con Pedro y Juan dirigente máximo de la Iglesia de Jerusalén (condenado a muerte precisamente por ello).
— Durante esos años, la Iglesia de Jerusalén no mandó misioneros por el mundo, cosa que empezará a hacer sólo tras el Concilio del 49/50…. Cuando al fin de la carta a los Romanos Pablo dice que quiere llegar a España está suponiendo (=afirmando) que ningún cristiano ha llegado antes allí como misionero.
Pero la tradición posterior ha hecho bien (simbólicamente) al llevar a Santiago Zebedeo por Zaragoza (revelación de la Madre de Jesús como pilar de la iglesia hispana) hasta a Compostela… para volverle a llevar de muerto a Compostela, conservando allí su cuerpo (su memoria) como signo de la misión occidental del evangelio, hasta los límites de Finis-terrae, fin de la tierra. donde está enterrado en sentido simbólico muy profundo, en un campo de estrellas.
Esa ha sido para la iglesia de occidente la primera peregrinación “espiritual”, simbólica… respondiendo al ardor de Santiago Zebedeo, el primer apóstol que muere por defender a Cristo (siendo como era ardoroso, incluso en sentido político/militar, como le verá más tarde la tradición de Compostela).
Esa tradición, que aparecen en los escritos apocalípticos de San Beato de Liébana, le ha vinculado desde el siglo X/XI con la ciudad hispana de Santiago de Compostela, donde estaría enterrado, al occidente del mundo antiguo, lugar que se ha convertido en uno de los santuarios preferidos de la cristiandad. Santiago aparece así como otro Pablo… Apóstol de Jesús que llegó con el evangelio militante al extremo de la tierra conocida. Ciertamente llegó “en espíritu”, y sigue estando en Compostela, recibiendo a todos los que van…
JUAN, UN MONOPOLI EN LA IGLESIA. EL EXORCISTA NO COMUNITARIO:
(a. Juan)38 Juan le dijo: Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu nombre y se lo hemos impedido, porque no nos sigue a nosotros.
(b. Jesús) 39 Jesús replicó: No se lo impidáis, porque nadie que realice en mi Nombre un gesto de poder podrá hablar luego mal de mí. 40 Pues el que no está contra nosotros está a favor nuestro.
(c. Ampliación) 41 Os aseguro que quien os dé para beber un vaso de agua en nombre de que sois del-Cristo no quedará sin recompensa [2].
Como representante oficial de la comunidad, Juan quiere ejercer un control sobre el poder mesiánico de Jesús (que sólo ellos, los de la “buena comunidad” pueden ejercer). Pues bien, en contra de eso, fiel a todo su camino, Jesús rechaza a Juan y sigue presentando su proyecto, de un modo abierto, a todos los que quieran apelar a su “Nombre”, rompiendo así las estructuras de una iglesia “zebedea”.
Jesús no ha venido formar una secta o comunidad cerrada donde la institución deba imponerse, ni fundar un grupo oficial de realizadores de milagros. Quiere que el impulso de su doctrina (nombre poderoso) y la vida de sus discípulos pueda extenderse más allá de las fronteras de la Iglesia organizada. Por eso, los cristianos, nacidos del amor universal de Jesús, no tienen que esforzarse por mantener su identidad utilizando leyes exclusivistas. Más que el triunfo de su grupo han de querer que el bien mesiánico se extienda, es decir, que se realicen «milagros» en nombre de Jesús[3].
9, 38. Juan: Se lo hemos impedido
38 Juan le dijo: Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu nombre y se lo hemos impedido, porque no nos sigue a nosotros.
Aparece como representante de una iglesia bien establecida (con su estructura interna) y actúa en nombre de ella (se lo hemos impedido: ekôlyomen). Así aparece como jefe de aquellos que no han entendido (o no han querido aceptar) la enseñanza anterior de Jesús. Los mismos que buscaban antes los primeros puestos quieren ahora dominar y controlar el movimiento de Jesús, quien les ha dado el poder de expandir el evangelio, expulsando a los demonios y curando a los enfermos (6, 6b-13; cf. 3, 14-15). Es normal que se organicen, para cumplir mejor su tarea. No se les puede acusar porque quieran imponer condiciones y controles, impidiendo que otros, de fuera del grupo, utilicen el nombre de Jesús (9, 38)[4].
De esa manera, según Marcos, los de Juan han querido convertirse en la primera iglesia oficial. Humanamente, en clave social, hay que darles razón. Es como si hubieran inscrito en un registro religioso este nombre, de forma que sólo ellos poseen el derecho de llamarse los del Cristo (cf. 9, 41). Lógicamente, ellos reaccionan con violencia, oponiéndose al exorcista ajeno ((se los hemos impedido: ekôlyomen auton!), iniciando así un camino de imposición que se ha vuelto normal en largos trechos de historia cristiana.
Estos cristianos de Juan pretenden la exclusiva de Jesús, quizá por identidad y egoísmo (¡este camino es nuestro!), pero quizá también por mantener la pureza del nombre de Jesús y por identidad de grupo (¡sólo nosotros lo hacemos bien!). )No tendrán razón? )Para qué sirve una Iglesia o comunidad mesiánica si hay otros que apelan a Jesús y curan a los posesos (realizan su función) fuera de ella? Pero Jesús no es como estos cristianos de Juan: acaba de pedirles que acojan a los niños en su nombre (9, 37); por eso les dice ahora que acepten a los de fuera, si emplean el nombre de Jesús para obras buenas[5].
− Juan es jefe del grupo Zebedeo y necesita que la iglesia de Jesús sea una estructura clara, con una identidad propia (como otros tipos de judaísmo), con poder sobre los bienes mesiánicos. Históricamente, este Juan ha sido (tras la muerte de Jesús) un hombre de la Iglesia de Jerusalén, compañero de Roca, como supone Hch 3-4 y Gal 2, 9, un hombre de autoridad, que quiere imponer (extender) su poder no sólo en Samaria (cf. Hech 8, 14), sino también en Galilea, donde también le encontramos (probablemente), para «controlar» el despliegue de los exorcismos de Jesús
− El exorcista “no comunitario” (que no forma parte de la comunidad de Juan) podría formar parte de los nazoreos de Galilea, donde han existido grupos de “cristianos” libres, personas que apelan a Jesús, pero no se integran dentro del modelo eclesial de Juan (o de Roca y los Doce de Jerusalén). Los que son como este exorcista saben que Jesús había sido profeta y sabio, sanador y amigo de marginados, gran exorcista. En esa línea, las comunidades galileas no empezaron siendo instituciones organizadas o unificadas desde arriba, como los esenios de Qumrán; no forman un rabinato de buenos escribas, ni una sociedad de creyentes con un “dogma” común, sino un movimiento de exorcistas, a quienes aquí parecen oponerse otros «cristianos» de Jerusalén (de la línea de Juan y de Roca) que quisieron aparecer como portadores de un carisma que ellos deben controlan [6].
Lógicamente, en el momento en que Juan (el grupo zebedeo) ha querido organizarse de un modo exclusivo, con un mando unificado, han podido surgir y han surgido conflictos de competencia entre asociaciones personas que se vinculan a Jesús pero no forman parte de la comunidad oficial (zebedea) de sus discípulos. Así lo indica este relato, que refleja disputas eclesiales, centrándolas en Juan, que intenta controlar a los exorcistas galileos, como se dice que hizo en Samaria (cf. Hch 8, 14). La pregunta de fondo no es ya la disputa entre Jesús y el Diablo (como en 3, 22-30), sino la de saber «quién puede asumir y realizar la tarea mesiánica de Jesús»: si sólo los representantes de la iglesia establecida (de Juan) o también los exorcistas libres, que siguen actuando en nombre de Jesús, en Galilea, sin formar parte de esa iglesia oficial (zebedea) [7].
Es evidente que Juan actúa como autoridad eclesial, como representante de los discípulos centrales (de Jerusalén), queriendo interpretar y actualizar el proyecto de Jesús, a quien presenta como maestro (didaskale). Antes era Roca quien aparecía como Satanás/tentador de Jesús. Ahora es Juan Zebedeo (cf. 10, 35-45) quien desea controlar con la fuerza (ha controlado ya) los exorcismos de Jesús, en nombre de una comunidad constituida como instancia de control social, oponiéndose, con otros (¿con los Doce?) al exorcista no comunitario [8].
¿Cómo y con quiénes lo ha hecho? ¿Quiénes son los que impedido con su fuerza (ekolyomen) que aquel hombre siga realizando exorcismos en nombre de Jesús? El texto no lo dice, pero es claro que los de Juan han empleado algún tipo de violencia física o moral (verbal) y han conseguido lo que pretendían: ¡Se lo hemos impedido! Nos hallamos ante una de las primeras persecuciones intra-eclesiales (cuya existencia aparece clara en las disputas a las que alude Pablo en Gálatas)[9].
9, 39-40. Jesús dice no se lo impidáis: iglesia, ciudad abierta
39 Jesús replicó: No se lo impidáis, porque nadie que realice en mi Nombre un gesto de poder podrá hablar luego mal de. 40 Pues el que no está contra nosotros está a favor nuestro.
Sentido básico. Según Marcos, Jesús no ha creado un grupo de control religioso, ni quiere el triunfo de “su” iglesia en cuanto tal, en clave de poder, sino que es profeta de una gracia abierta a todos, no rabino de escuela cerrada, ni nombre sagrado de un grupo de iniciados que desean adquirir notoriedad con gestos milagrosos. Precisamente para defender sus exorcismos, él ha rechazado a familiares y escribas (Mc 3, 20-35), condenando a Roca como Satanás eclesial, cuando intentaba oponerse a su camino de entrega (8, 33). Ahora, a fin de ratificar el carácter universal de los exorcismos, debe condenar el deseo de imposición de Juan y de aquellos que quieren adueñarse de su nombre y tarea, para controlar de esa manera a los demás[10]:
–a: Principio general: ¡No se lo impidáis! (9, 39a). Jesús rechaza así a los que han querido acallar por ley (o por fuerza) al “exorcista” ajeno. De esa forma eleva su programa de Reino por encima del control zebedeo y abre un camino de evangelio (iglesia) más allá de la cerca que quieren imponerle. Ciertamente, este Jesús de Marcos quiere que los partidarios de Roca y de Juan retomen el camino de la Iglesia en Galilea, donde el joven de la pascua les pide que vayan (cf. 16, 7-8); pero si quieren hacerlo (volver a Galilea) han de aceptar como cristianos (seguidores de Jesús) a otros exorcistas y grupos mesiánicos.
Resultaría fascinante saber quiénes eran esos exorcistas no zebedeos ni tampoco marcanos, pues parece que Marcos no se identifica tampoco con ellos, como veremos, aunque quiere que tengan libertad para apelar al nombre de Jesús al realizar sus exorcismos. Me inclinaría a pensar que pueden estar en la línea de la comunidad Q, no integrada en el grupo de Marcos, pero tampoco rechazada por él. De todas formas, se trata de un tema difícil de resolver pues, como veremos, el documento Q (cf. Lc 11, 23; Mt 12, 30) contiene una fórmula que parece opuesta a la de Marcos[11].
–Razón 1ª:Pues nadie que haga en mi Nombre un acto de poder (un milagro)… (9, 39b).El Nombre de Jesús (su mensaje fundante) es mayor que la iglesia. Por eso es bueno que se extienda y actúe, que ayude a los hombres a curarse y vivir, de un modo poderoso. No es Jesús quien se pone al servicio de la iglesia sino al contrario, es la iglesia la que debe ponerse al servicio del Nombre de Jesús, es decir, de su acción liberadora.
En ese sentido podríamos afirmar que la acción liberadora (exorcismo en Nombre de Jesús) es más importante que la Iglesia establecida. Quien actúa de esa forma, apelando a Jesús y realizando en su Nombre un acto poderoso (esto es, liberador), no podrá después rechazarle o condenarle. Sobre las obras de Jesús (sobre su acción liberadora) y no sobre palabras de identidad y poder grupal se decide el evangelio. Confesar a Jesús significa seguir realizando su acción al servicio de los oprimidos[12].
–Razón 2ª: Pues quien no esté contra nosotros estará a nuestro favor (hyper êmôn) (9, 40). Jesús acaba de aceptar la obra del exorcista “no comunitario”, pero después, de forma sorprendente, se vincula a la comunidad o grupo de Juan (es decir, a los que se han opuesto al exorcista ajeno), integrándose con ellos, al decirle a ellos (a los de Juan) “quien no está contra nosotros…”.
El Jesús de Marcos se encuentra, según eso, en ambos lados: está con el exorcista no comunitario (a quien defiende); pero también está con la iglesia zebedea (de Juan), con la que se identifica, diciendo con ella “nosotros”. Este descentramiento (está con el de fuera) y recentramiento (está con los zebedeos) de Jesús forma un elemento esencial del evangelio, que rompe fronteras, sin negar la identidad interna del grupo al que corrige, para que sea capaz de aceptar a los de fuera.
Contexto de Marcos. Como vengo diciendo, Marcos ha situado este dicho afirmativo (o de inclusión: “quien no está contra nosotros está con nosotros…”: Mc 9, 40) en un contexto de disputa sobre los exorcismos. No se trata ya de una disputa en contra de los fariseos (que acusaban a Jesús de endemoniado por su acción liberadora, como en Mc 3, 22-30 o como en el texto del Q, del que hablaremos luego), sino de una disputa intraeclesial donde el Jesús de Marcos se opone a unos discípulos de la línea Juan Zebedeo que intentan monopolizar su movimiento.
En esa línea, el Jesús de Marcos responde de manera universal, incluyendo de algún modo en su comunidad “ampliada” a los que no vayan directamente en contra de él y de su movimiento liberador, y de manera especial a los que apelan a su nombre para ayudar a los posesos y excluidos de la sociedad, oponiéndose así a los “escribas” legalistas de Mc 3, 22-30 y de la tradición Q (Lc 11, 23; Mt 12, 30) que no dejan que Jesús libere a los posesos. Ciertamente, este Jesús se incluye en la iglesia zebedea (dice “nosotros”, refiriéndose a ella), pero no la entiende como instancia cerrada de poder o de control social, sino a modo de comunidad abierta a todos los que actúan en su nombre (aunque no se integren en su grupo “oficial”).
De esa manera, el “nosotros”, por el que Jesús se vincula con los zebedeos, incluye también a los “exorcistas” que apelan a Jesús, aunque no formen parte oficial de la iglesia zebedea. Frente a las luchas intracristianas por cuestión de exclusivas, privilegios y controles de ortodoxia jerarquizante (social), ha elevado aquí Jesús el principio de unificación suprema: lo que vincula a sus creyentes es la obra mesiánica de liberación que realizan (estar a favor suyo, esto es, de su obra y mensaje de Reino), no algún tipo de poder de grupo.
NOTAS
[1] Según el pasaje que sigue, los cristianos “oficiales” no son dueños del legado de su maestro, ni pueden controlarlo, pues él ofrece su impulso de vida para todos los que quieran actuar en su nombre.
[4] No es que la iglesia zebedea pretenda el monopolio absoluto de los exorcismos (es decir, de las obras buenas que se hacen a favor de los demás), ni que ella quiera imponer un control moral sobre todos los campos de la vida (en contra de lo que dirá el Jesús de Marcos). Juan no puede impedir que existan otros exorcistas. No tiene el poder político para obligarse a comportarse de una forma determinada. Pero quiere que no apelen al nombre de Jesús, pues ese nombre le parece de su propiedad. A su juicio, sólo aquellos que les siguen a ellos (a Juan y a su grupo) tienen derecho a fundarse en el Nombre de Jesús.
La palabra de Juan Zebedeo (se lo hemos impedido) parece reflejar un lenguaje legal, que encontramos también en Hech 8, 36, en un contexto bautismal: ti kôlyei (qué es lo que impide…), como ha destacado O. Cullmann, Spuren einer alten Taufformel im Neuen Testament (1937), en Vorträge und Aursätze (1925-1962), Mohr, Tübingen 1966, 524-531
[5]Es evidente que muchos seguirían hoy dando la razón a Juan. Ellos quieren que la Iglesia tenga una identidad social, de manera que se pueda saber bien quiénes forman parte del grupo, siguiendo a sus jefes. Por eso pretenden “apoderarse” del Nombre de Jesús, es decir, de su tarea.
[6] Cf. M. Hull, Hellenistic Magic and the Synoptic Tradition, SBT 28, London 1974; H. C. Kee, Medicina, milagro y magia en tiempos del NT, Almendro, Córdoba 1992; M. Smith, Jesús el mago, M. Roca, Barcelona 1988.
[1]Sobre la madre viuda de una persona importante en el contexto bíblico, cf. GDB, Gebira.Cf. también S. Légasse, Approche de l’Episodepreevangelique des Fils de Zebedee (Marc 10, 35-40 par): NTS 20 (1974) 161-177.El tema de la madre de los zebedeos y su posible parentesco con la madre de Jesús es un tema fascinante de historia, estudiado, desde diversas perspectivas, por R. Bauckham, Jude and the Relatives of Jesus in the Early Church, Clark, Londres, 1990.
[2]Eso significa que la misma estructura del poder de los pueblos (que según Mateo se expresa en el imperio romano y en el templo judío) está pervertida, pues no se expresa como servicio, sino como pre-potencia.
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