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13.10.24 Ni al uno por cien de evangelio (Mc 10, 28-30, Dom 28 TO)

Domingo, 13 de octubre de 2024

IMG_7992Del blog de Xabier Pikaza:

Puede haber algo de cristianismo, pero cada vez que me asomo un poco más al NT veo menos evangelio.

Puedo tener una deformación semi-senil, pero cuando vuelvo a textos como este evangelio del domingo me embarga una inmensa melancolía. ¿Será tarde para empezar de verdad?  Siga leyendo lo de Jesús quien quiera. Lo mío no será necesario.

La primera iglesia de Jerusalén fue iglesia para morir: Vender los bienes, repartirlos entre todos y consumirlos, esperando la muerte (el Reino de Dios).

La iglesia clerical posterior ha sido también para morir: Obedecer a Dios y a sus ministros, sufrir lo necesario y esperar después el cielo. pues para el cielo hemos sido creados, si superamos el “trago” (cáliz) de este mundo.

Jesús nos dice hoy que vivamos para ganar (=dar y recibir) el ciento por uno en familia (amigos, parientes) y en bienes (casas, campos), aunque ello nos exija una gracia y esfuerzo especial (con persecuciones y dificultades).

A por ello, iglesia, de lo contrario te mueres (=estás muerta)

Texto 

  • Jesús les dijo. ¡Qué difícil les va a ser a los ricos entrar en el reino de Dios!”
  • Los discípulos se extrañaron de estas palabras.
  • Jesús añadió: “Hijos, ¡que difícil les es entrar en el reino de Dios a los que ponen su confianza en el dinero! Más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el reino de Dios.
  •  Ellos se espantaron y comentaban: “Entonces, quién puede salvarse?”
  • Jesús se les quedo mirando y les dijo: “Es imposible para los hombres, no para Dios. Dios lo puede todo.”
  • Pedro se puso a decirle: “Ya ves que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido.”
  • Jesús dijo: “Os aseguro que quien deje casa, o hermanos o hermanas, o madre o padre, o hijos o tierras, por mí y por el Evangelio, recibirá ahora, en este tiempo, cien veces más- casas y hermanos y hermanas y madres e hijos y tierras, con persecuciones-, y en la edad futura, vida eterna.”
  • Pedro se puso a decirle a JSÚS: “Ya ves que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido.”
  • Jesús dijo: “Os aseguro que quien deje casa, o hermanos o hermanas, o madre o padre, o hijos o tierras, por mí y por el Evangelio, recibirá ahora, en este tiempo, cien veces más en casas y hermanos y hermanas y madres e hijos y tierras, con persecuciones- y en la edad futura, vida eterna.”

 Advertencia 

Este pasaje ha inspirado de un modo especial a muchas comunidades particulares (religiosas, carismáticas, ministeriales…) que están siendo en este momento de sínodo “juzgadas con rigor” por el Vaticano (sin que quizá el Vaticano se dé cuenta de que se está juzgando a sí mismo).

Jesús aplica este pasaje/camino del ciento por uno a todos sus compañeros, amigos, seguidores  no a grupos  “particulares” (monasterios, cuadrillas, compañías, sodalicios,  “opus/obras” clericales o semi/clericales, que al cerrarse en grupos presuntamente pobres de profesionales de riqueza tienden a volverse ricos (=dominadores económicos-afectivos-ideológicos) de los otros, en contra del evangelio.

Este ha sido y sigue siendo el cáncer de una ideología “clerical” (de cleros/grupos) que, separándose de la “clase de tropa” para vivir en pretendida pobreza (=para servir a otros), terminan sirviéndose del evangelio para servirse a sí mismos.

Pedro dice que está dispuesto  

 Así se presenta ante Jesús como portavoz de aquellos que “han dejado todo y le han seguido”, es decir, de sus discípulos (cf. Mc 10, 23), distinguiéndose de aquel, de aquellos que se quedan con sus bienes egoísta y rechazan a Jesús.

 . El texto le presenta así como “discípulo ideal”, que lo ha dejado todo por obtener todo de un modo distinto, conforme al ideal de Jesús. ¿Es cierto que Pedro lo ha dejado todo? ¿Pedro es sólo el Papa o somos todos los cristianos?

 Respuesta de Jesús:

Quien haya dejado casa o hermanos o campos, por mí y por el evangelio… Casa y campo se vinculan, pues la propiedad agrícola, de la que se come, resulta inseparable de la casa, en la que se vive, siendo familia.   En un primer momento, Jesús había dicho al hombre rico que diera todos sus bienes a los pobres, no a los miembros de una comunidad. Pero aquí ese don de todo  a los pobres  se concreta y cumple en forma de una comunión mesiánica; Dar a los pobres significa dar todo a todos para compartirlo con ellos, obteniendo así obtener el ciento por uno, en casas/campos y familia.

Este pasaje incluye dos elementos (dar a los pobres siguiendo a Jesús y compartir en comunidad recuperando así el ciento por uno con los pobres, con todos).

Nos hallamos ante la misma dinámica que subyace en el “amor al enemigo” de Mt 5, 35-45. (a) Sólo allí donde se empieza amando de manera radical a los enemigos puede amarse de verdad a los amigos, amándonos odos (de Jn 13, 34). (b) Sólo allí donde se empieza dando a todos los pobres (Mc 10, 21) se podrá obtener y compartir el ciento por uno en la comunidad (Mc 10 30).

Se empieza así dando todo en gratuidad, pero no para perder lo que se tiene, sino para tenerlo de manera más intensa, y así multiplicarlo, creando un espacio en el que se logra y comparte el ciento por uno (como en las multiplicaciones, con grupos de cien o de cincuenta: Mc 6, 40). Esta multiplicación del ciento por uno no es sólo de panes y peces, como en las alimentaciones de Mc 6, 31-46; 8, 1-8 par., sino de hermanos/familia y casa/campos; ella define la nueva lógica de Jesús, en un mundo donde la vida no se entiende ya como dominio de unos sobre otros, sino como experiencia de riqueza compartida (que es propia de la Iglesia, pero que se abre a todos los necesitados) [1].

‒ Dejar casa (oikia) y familia (hermanos…). Se trata en el fondo de lo mismo, pues casa significa familia (con los diversos tipos de parientes) y vivienda con sus pertenencias (en especial los campos, que son bienes de producción y consumo). Dejar casa implica abandonar la estructura concreta de un tipo de familia, desde la perspectiva del varón patriarcal, en línea de dominio y separación frente a los de fuera.

Se trata, pues, de superar una economía doméstica de tipo particular donde cada familia (grupo, clase, nación) vive  para sí, en contra (o separada) de las otras, para crear una familia abierta de hermanos y hermanas (plano horizontal) y de madres, hijos (en línea vertical, sin la figura de un padre dominador que aquí desaparece). En ese contexto, los campos son expansión y entorno de la misma casa/familia, fuente de riqueza, de trabajo y alimento.

            Aquí no se dice ya sólo que se entreguen los bienes a los pobres en general, sino que, supuesto eso, tras haber dicho al rico que venda todo y lo regale sin más a los pobres, Jesús puede afirmar que los bienes, así vendidos/dejados pueden y deben compartirse “en familia”, en grupos comunitarios de madres/hermanos/hijos con casas y campos. De esa forma, el don anterior (darlo todo) se convierte en principio de multiplicación (ciento por uno) en un plano de vida familiar, trabajo y de comunicación de bienes.

            Es normal que en este contexto no se hable de dinero, dentro de una economía agrícola de subsistencia, donde la riqueza familiar (madre/hijos/hermanos…) y agrícola (casa/campos…) se produce en común, se regala y se comparte, superando el sistema exterior de mercado. Se abandona o rechaza, por tanto, una economía de compra/venta donde la “plusvalía” del trabajo y de los campos se convierte en dinero, insistiendo en la creación de unos lazos directos de comunión y familia, creados por un trabajo común (en línea de producción agrícola, en un contexto campesino), sin un capital o dinero particular separado del despliegue de la vida.

‒  Dejarlo todo por Jesús o el evangelio no es ya para Pedro venderlo y darlo a los pobres de fuera (Mc 10, 17-22) sino darlo para compartirlo  porque los pobres no se encuentran fuera, ni los miembros de la comunidad pueden entenderse como ricos… sino que lo que se vende y se da se vende y da para compartirlo entre todos ,los de dentro y los de fuera, porque todos forman una comunidad humana. Pues bien, al dejarlo todo por el Reino (como en las alimentaciones: Mc 6, 35-44; 8, 1-11), puede multiplicarse y se multiplica todos, en plano familiar (madres, hermanos-hermanas e hijos) y económico (casas, campos).

El ideal no es, por tanto, crear pequeñas “islas económicas de bienestar familiar y económico” en medio de un mundo, de pobres, sino transformar la humanidad entera, desde los pobres, en línea de comunicación gratuita de la vida y de los bienes [2].

Jesús no niega según eso el valor de la familia, ni del campo/trabajo, sino todo lo contrario: Quiere bendecir y multiplicar familia y campo (trabajo), pero en un camino en el que todos son madres, hermanos,  hermanas e hijos, en la línea de lo que Jesús ha dicho en Mc 3, 31-35

Se supera así la familia cerrada, de grupo, nación o tribu, clase social o patria exclusiva, para crear una comunidad universal de comunicación de bienes, trabajos y afecto, desde los más pobres.

  ̶ En este kairos (tiempo) el ciento por uno… y después la vida eterna. En principio Jesús no distinguía entre este tiempo (Reino en el mundo) y Vida eterna, pues ambos planos estaban vinculados en un mismo horizonte de vida, y en esa línea prometía el ciento por uno en este mundo, prometiendo e iniciando de esa forma un tipo de vida “eterna”, que puede mantenerse por encima de la muerte… La tradición posterior ha separado esos momentos (este mundo, vida eterna…), para indicar así que el camino de comunicación de familia y campos en este mundo está abierto a la vida eterna

Todo esto con persecuciones. Todo eso cuesta, exige un esfuerzo de gratuidad, pero no para perder, sino para ganar todos (win-win). Este proyecto de familia abierta, donde se trasciende el poder (no hay posesión exclusiva de bienes, todo se regala y comparte) y se supera el patriarcadodominante del entorno significa una inmensa protesta, un cambio de paradigma. Por eso ha suscitado el rechazo y persecución de la sociedad establecida, empezando por el mismo ambiente familiar de Jesús, donde algunos de sus parientes le han rechazado. En ese contexto podemos afirmar que a Jesús le mataron precisamente por promover este proyecto de comunicación familiar y económica.

 El seguidor de Jesús ha de superar un tipo de economía egoísta, al servicio de sí misma (o de su pequeña familia, de su grupo, nación o estado), para crear una forma de vida compartida, de trabajo en el campo y consumo, en línea de solidaridad, gratuidad laboral y multiplicación (con cien madre, hermanos…). Los que siguen a Jesús tienen que abandonar su tipo de familia antigua de bienes privados, una nación o estado de economía cerrada,  “por mí o por el evangelio”, es decir, por la causa de Jesús, al servicio de la comunidad universal del Reino.

Se abandona así un tipo de vida porque se ha encontrado una superior, una realidad más importante, la nueva humanidad del Reino, donde no tiene sentido hablar ya de judíos y no judíos, de hombres y mujeres como separados, pues desaparece la figura del  de la familia, grupo o nación particular [3].

Dos modelos de Iglesia  Mc 10, 28-31 y Hch 2-4

 Estas palabras de Mc 10, 28-31 nos sitúan ante un modelo primigenio de Iglesia, entendida en forma de comunidad de vida (familia), de trabajo y bienes. Éste es el modelo de familia-comunidad que Marcos ha situado en el momento fundamental de su evangelio, en el camino de ascenso de Jesús a Jerusalén.

Éste es, por otra parte, un modelo que puede y debe distinguirse del que Lucas ofrece en Hch 2-4,al evocar la vida de la primera comunidad, sea la de Pedro y los Doce tras la experiencia pascual de Jesús, sea la de Santiago y su grupo en un momento posterior. Como seguiré indicando, la diferencia está en que Marcos nos sitúa ante una comunidad de producción y comunión, para este mundo, mientras que Hechos propone una comunidad de consumo final, pero no de producción.

Iglesia para morir. Modelo de Hechos 2-4.

Los que crearon este modelo de venderlo todo y compartirlo entre ellos hasta morir… no quieren crear una familia de vida en la tierra, sino una familia de espera de Reino:

 Los creyentes… vendían bienes y posesiones y las repartían según las necesidades de cada uno (Hch 2,45).

  • No había entre ellos ningún necesitado, porque
  • los que poseían casas o campos los vendían,
  • y entregaban el dinero a los apóstoles,
  • que entregaban a cada uno según su necesidad (4, 34).
  • Todos los creyentes vivían en unión y tenían todas las cosas en común,
  • dando a cada uno según su necesidad.
  • Partían el pan en las casas y comían juntos,
  • alabando a Dios con alegría y de todo corazón (Hch 2, 44-47).

Esta “iglesia” de comunión de vida y bienes pudo ser la de Pedro y los Doce al principio de la pascua, o la que crearon más tarde Santiago, el hermano del Señor y los “pobres de Jerusalén”, a los que alude Pablo (cf. Gal 2, 10). Se trata de una comunidad de despedida del mundo y de preparación para el fin (o afirmación de que el fin ha llegado), una comunidad (=cooperativa) de venta de la propiedad particular y de consumo comunitario de lo así obtenido, pero no de producción, como supone Mc 10, 28-31. Esta diferencia nos sitúa en el centro de la organización económica (comunitaria) de la iglesia:

− Esta iglesia de Hechos evocan en principio una experiencia escatológica: El tiempo ha terminado, de forma que no tiene sentido el producir nuevos bienes. Por eso, los creyentes venden sus posesiones (campos), dejan de trabajar y consumen en común lo así obtenido, mientras llega el Cristo, en una fraternidad conmovedora, pero sin futuro.

Modelo de Mc 10, 29-31

Planifica una comunidad de comunicación activa, de trabajo y producción, abierta al mundo enteropara crear un tipo de abundancia distinta (ciento por uno). Por eso, los discípulos no venden ya los bienes raíces o inmuebles (casas, campos), para darlos a otros de fuera, sino que los trabajan en común, para producir unidos, a fin de compartir de esa manera con los pobres los bienes producidos, en un contexto de familia ampliada.

  De un modo lógico, el libro de Hechos sólo evoca esta comunicación de bienes en clave de consumo, no de producción, en una línea que tiene rasgos luminosos, pero que olvida la tarea de la vida y que ha llevado de hecho a la comunidad en pobreza, como supone Gal 2, 10 y la colecta de Pablo: Cf. 1 Cor 16, 1-3; 2 Cor 8-9; Rom 15, 25-27).

Pues bien, el mismo Pedro que al principio optó quizá por una comunidad de reparto y consumo, sin producción ni comunicación universal…. tiene que convertirse a lo que le dice Jesús…

-No se trata según Jesús de vender, compartir y consumirlo todo hasta morir, en un pequeño grupo escatológico. Ése no es el modelo del evangelio…El modelo del evangelio es dejarlo y darlo todo… no para consumirlo y morir en pequeño grupo, sino venderlo/darlo para compartirlo entre todos...En esa línea final del evangelio de Jesús según Marcos se tienen que dar estos pasos

  • -Desprendimiento total… pero no para no tener, sino para compartir entre toros
  • Compartir entre todos familia, bienes y trabajos (casas, campos, familia). Crear un espacio universal de amor o solidaridad, al ciento por uno
  • Producir (crear) al ciento por uno:  Este no es un idel de pobreza sino de comunicación, trabajo y disfrute, al ciento por uno…

 Un tipo de venta y  de comunión escatológica y consumo interno de bienes, sin producción ni apertura a los restantes pueblos, resulta contrario al ideal de Jesús, termina siendo  improcedente.

Por eso, Marcos propone en nombre de Jesús una “gran familia” de comunión y producción compartida de bienes, sin esperar. Ese es el modelo que Jesús propone a Pedro… No se trata de vender y consumir hasta morir, sino de vender, compartir, producir en común, creando una familia universal de hermanos, madres e hijos, incluidos judíos y árabes, americanos y chinos, cristianos y no cristianos.     Según eso, el Jesús de Marcos no propone una iglesia de consumo escatológico, sino la creación de un tipo de familia abierta, de producción multiplicada de bienes y de relaciones.

Este modelo de Marcos vincula dos temas centrales del evangelio:

(a) La multiplicación de la comunidad/familia, compuesta de hermanos, madres, hijos, una especie de “iglesia” de comunicación personal, que supera el modelo tradicional judío… (cf. Mc 3, 21. 31-35).

(b) Y la multiplicación de un tipo de “riquezas” (casas/campos, cf. 10, 22),entendidas en línea de propiedad, trabajo y consumo común, no porque llega el Reino que lo resolverá todo, sino para crear precisamente el Reino.

En esa línea nos había situado ya de alguna forma la experiencia más profunda de Gn 12,1-9, donde se dice que Abrahán lo dejaba todo para ponerse en camino hacia la tierra prometida de la humanidad reconciliada. El nuevo Abrahán que es Cristo nos invita así a seguirle, ofreciéndonos una experiencia radical (centuplicada) de bienes y familia, de tierra y pueblo.

De esa forma, Jesús hace posible el surgimiento y disfrute de nuevos valores económicos y familiares (que son inseparables), con el ciento por uno de casas/campos, madres, hermanos, hermanas e hijos… (cf. Mc 3,34-35: pues todo el que cumple la voluntad de mi Padre es mi hermano, mi hermana y mi madre). De esa forma, la renuncia (dejar un tipo egoísta de vida) se vuelve por Jesús principio multiplicación. No se trata de negar, destruyendo lo que hay, sin más, sino de transformarlo y recrearlo, de manera que los mismos bienes (casa, familia, campos) se convierten en valor más alto (ciento por uno), apareciendo al mismo tiempo como signo y esperanza de la vida eterna.

En este contexto, Jesús propone un principio económico de abundancia: Con la ayuda de Dios, en desprendimiento generoso, el hombre puede salvarse en este mundo, alcanzando el ciento por uno de los bienes que han de ser de todos y abriendo así un camino hacia el futuro (recibiendo en plenitud la vida eterna).

Ésta es la más honda y verdadera conversión de la riqueza. Pedro y los suyos pensaban que los bienes de este mundo son inconvertibles, y por eso nadie se puede salvar. Jesús responde abriendo un camino de posesión compartida de los bienes en gesto de multiplicación de bienes (trabajo, comunión) y de familia

Jesús ha vinculado bienes económicos (riqueza) y afectivos (familia), con un desprendimiento total que se vuelve principio de comunicación y de riqueza, pues allí donde el hombre regala en gratuidad algo que tiene, recibe gratuitamente el ciento por uno, trabajando el campo, cuidando la casa, compartiendo la vida con cien madres, hermanos/as e hijos). El mismo regalo de la vida se vuelve así espacio de abundancia. Jesús no quiere negación por negación, sino negación para multiplicación.

Frente a la dinámica de exclusión y egoísmo de este mundo viejo, ha suscitado Jesús un camino de gratuidad que multiplica en amor familia y bienes. Allí donde los hombres asumen ese camino su vida se transforma, avanzando por lugares y experiencias de creatividad y gozo sorprendente, de manera que podemos hablar de una recuperación o recreación comunitaria.

Los seguidores dejan la familia antigua con su riqueza particular, para compartir otra familia (=iglesia) de personas y bienes, en apertura a los pobres (cf. 10, 21). Gratuitamente dejan todo, pero más gratuitamente lo recuperan en clave de multiplicación, pues el evangelio aplica a las relaciones familiares la dinámica de fondo de la sección de los panes (cf. Mc 6, 14-8, 26, y en especial 6, 35-44 y 8, 1-8).

 –  Sólo allí donde los miembros de la comunidad ofrecen hacia fuera lo que tienen pueden compartirlo al interior del grupo, recibiendo el ciento por uno de aquello que han dado, pues la pobreza (vivida como gratuidad) se vuelve principio de riqueza superior, de tipo espiritual y material. La Iglesia mesiánica se entiende así como experiencia de comunión de familia, trabajo y bienes.

 Éste es el secreto la iglesia mesiánica sin victimismo ni pauperismo. Ciertamente, es necesario darlo todo, cada uno lo suyo, pero ese don es siembra de generosidad que permite recibir y disfrutar en este mundo el ciento por uno del grano sembrado, como sabe la parábola central de Marcos (cf. Mc 4, 8). Es evidente que Jesús ha sembrado reino en toda tierra (entre leprosos y publicanos, posesos y enfermos…). Pero la misma simiente transforma esa tierra y consigue en el mundo el ciento por uno de cosecha en abundancia.

La nueva comunión o iglesia mesiánica (cien madres/hijos, hermanos/as) aparece así como campo de trabajo productivo y casa grande (espacio de familia: cien hermanos, madres, hijos) de todos los creyentes.

Dentro de ella, los hombres pierden su poder patriarcal (el poder sobre los otros…  Se supera el poder, se niega un tipo de “padre” superior, un tipo de tribu o estado preferente, para que todos podamos vivir en amor, al ciento por uno, en casas y campos al ciento por uno.

 Notas

[1] Este pasaje ha inspirado de un modo especial a muchas comunidades particulares (religiosos, grupos carismáticos…) Pero, en sí mismo, este pasaje  se aplica a todos, no a grupos   “particulares” ( monasterios, cuadrillas, compañías, sodalicios,  “opus” separados, que al cerrarse en grupos pobres de profesionales de riqueza que tiende a ser egoísta, va en contra del evangelio.

[2]  Mirada así, la comunidad de Jesús no es una isla de riqueza y comunión en un mar de pobreza conflictiva, sino un fermento de transformación de la humanidad. Jesús no pide ya a los seguidores que abandonan las riquezas como tales, sino que abandonen y superen un tipo de posesión y de uso particular/egoísta de esas riquezas (familiares, sociales, materiales), para poder compartirlas-disfrutarlas entre (con) todos), en un plano más alto de comunicación. En ese sentido ha dicho Jesús que Dios puede salvar a los ricos (Mc 10, 27).

[3] Las cosas que el seguidor de Jesús debe dejar son las más valiosas y mejores, aquellas que definen un tipo de identidad judía. El riesgo para el evangelio no es aquí el robo, ni el homicidio, sino un tipo de vida que se funda en las “buenas” relaciones patriarcales de un tipo de familias cerradas en sí mismas, bajo la imposición del patriarca con sus bienes. Aquí desaparece la figura del padre, con las buenas posesiones (casas, campos), pues todo debe compartirse, compartiendo el trabajo y el producto del trabajo entre cien hermanos/hermanas, madres/hijos, desde el evangelio.

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