El dinero nos hace más “lucidos”, pero no más “lúcidos”
Del blog de Tomás Muro, La Verdad es libre:
Homilía Domingo XXVIII per annum
01.- Saber vivir (sabiduría)
Saber vivir es un “arte”, requiere sabiduría.
Comúnmente solemos pensar que para saber vivir hay que ser rico, por eso ponemos nuestra confianza en el dinero; para vivir bien necesitamos mucho dinero, muchas cosas, cuanto más tengamos mejor vida llevaremos…
¿Esto es así?
La Sabiduría del que escribió este libro y la sabiduría de toda persona sensata no confiaban en el dinero. La sabiduría, el saber vivir no sigue el camino de la riqueza. Todo el oro del mundo a su lado, al lado de la sabiduría, es un poco de arena, (1ª lectura).
Nosotros ponemos el dinero como base del bienestar, de la felicidad, de los valores. Pensamos que con el dinero nos viene la buena vida. Sin embargo podemos tener mucho y no ser nada. Hoy en día entre nosotros tenemos mucho más de lo que tenían nuestros mayores. Recordemos la larga y dura postguerra española. ¿No fuimos también felices en aquellos de escasez y pobreza? ¿No hemos sido felices en momentos en los que no hemos tenido bienes, dinero?
Ciertamente hoy tenemos mucho más que las generaciones anteriores, pero ¿”somos más”? ¿Somos más honrados, más felices, más libres de lo fueron nuestros mayores?
Del tener no viene el ser.
02.- No vamos a discutir mucho.
La cuestión de la pobreza crea enseguida un cierto escozor y discusión, pero no vamos a discutir sobre la riqueza / pobreza, porque es una discusión estéril.
El centro de la cuestión creo que es: ¿En dónde pongo yo mi confianza?
Una oración, un salmo del Antiguo Testamento pensaba y oraba así:
Unos confían en sus carros de guerra
y otros confían en sus caballos,
pero nosotros confiamos en el Señor nuestro Dios.
(Salmo 20)
Quizás nosotros diríamos: unos confían en la cuenta corriente, en el prestigio social, quizás en un buen puesto social, religioso…
Sin embargo el asunto es. ¿Dónde, en quién confío yo en la vida -¡y en la muerte!-?
La pobreza es una actitud profunda de confianza y descanso en Dios. Esta es una vivencia, una experiencia que se tienen en el fondo de la vida, del ser.
La pobreza, como la libertad, como el celibato, como la fidelidad matrimonial son cuestiones radicales (de raíz), por las que uno opta lleno de confianza y de buena voluntad.
Evidentemente que la pobreza no significa miseria, como tampoco el celibato significa negación o represión de la afectividad-sexualidad.
Decía San Benito a sus monjes que la comida no tiene que ser obsesión ni por exceso, ni por defecto. Podríamos aplicar el consejo al dinero. El dinero no ha de ser una obsesión en la vida, porque el peligro es que el dinero como el placer nunca son suficientes.
La pobreza es la actitud de poner nuestra confianza en Dios.
El rico es quien pone su confianza en el dinero. Pobre (libremente elegido) se es cuando uno confía en Dios.
Para caer en cuenta de esto no hay que “salir fuera de nosotros mismos”. Si nos adentramos en nuestra propia vida, en nuestros recorridos y vivencias podremos caer en cuenta de que vida y dinero no van de la mano, felicidad y riqueza no se identifican.
Estas cosas no se discuten se meditan y se optan.
Saber vivir, la sabiduría, consiste en confiar en Dios, no en el dinero, porque el ser humano no se salva a sí mismo: los grandes problemas de la vida y de la muerte no se resuelven en la Kutxa, ni en el supermercado, ni en la ciencia.
(Entre paréntesis recordemos lo que decía el papa Francisco: “nunca se ha visto un camión de mudanzas de detrás de un coche fúnebre”. Y es que la mortaja no tiene bolsillos).
03.- Jesús se le quedó mirando con cariño y le dijo: vende todo lo que tienes y dáselo a los pobres … Luego ven y sígueme. v 21.
Jesús le mira a aquel muchacho con cariño.
Son muy humanas las miradas de Jesús a Dios Padre, a Zaqueo, a Pedro, a la mujer adúltera, la mirada al ladrón en la cruz, la mirada al mismo Judas…
Jesús le mira y le muestra su afecto a aquel joven llamándole a la pobreza y a la generosidad. Le miró con cariño.
¿Me dejo mirar por el Señor?
El cumplimiento de unos mandamientos no basta para crear personas. Nosotros pensamos que, como religiosos que somos, ya cumplimos con todos los mandamientos y así Dios nos va a dar un premio en la “tómbola” del cielo.
Probablemente se puede ser rico y religioso, pero el bienaventurados los pobres no nos va a venir la riqueza. Seremos bienaventurados y felices por la confianza en JesuCristo, no por el dinero que tengamos en el banco.
04.- Pobreza y libertad.
La pobreza es valiosa porque crea libertad.
Es una cuestión “semejante” al celibato: la única justificación válida del celibato es que crea “espacios personales” de libertad para poder dedicarlos al ministerio eclesial o a lo que uno considere “utópico”. Ello no significa, ni mucho menos, que no puedan darse ministerios casados en la iglesia.
La pobreza crea libertad: no dependo “esclavamente” del dinero, mi dios no es el dinero
La pobreza construye bien la vida: es reconocer que el dinero no es el dios de mi vida, es una libertad ante los bienes, una solidaridad con nuestros hermanos sobre todo con los más pobres, un respeto a la creación en una civilización neurótica por consumir. (Hoy en día ser pobres, libremente pobres, es una terapia no para ser buenos, sino para no terminar siendo unos paranoicos del consumo).
06.- Los pobres.
Sería deshonesto no ser conscientes de los pobres de este mundo. Si queremos saber qué cristianos somos, miremos nuestra relación con los más pobres y débiles de la sociedad. El “test” del cristiano es el pobre.
Vende lo que tienes y dalo a los pobres. Vende o regala lo que tienes a los pobres. La ayuda, la solidaridad, la limosna son valores humanos y cristianos que crean vida. La limosna perdona nuestro pecado.
La limosna es una manera de ayudar a los necesitados y, al mismo tiempo, un modo de liberarse del apego al dinero.
07.- ¿Si somos ricos, nos salvamos?
¡Qué difícil es que los ricos puedan entrar en el Reino de Dios! ¡Más fácil es a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el Reino de Dios!
Solemos pensar que lo de “entrar en el Reino de los cielos” es como si nos diesen una entrada para Disneylandia o cosa parecida.
No es esa la cuestión.
La cuestión es tener vida, ser libres y felices ya aquí: en esta vida y en la otra.
Por lo demás, nos salvamos todos porque para Dios no hay nada imposible, y menos mal, (Lc 1,37).
Anda, vende lo que tienes, dale el dinero a los pobres.
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