Piedra angular
José María Rivas Conde,
Madrid.
ECLESALIA, 13/09/24.- Con estas, o similares palabras, trasladan al castellano el versículo 42 del evangelio de Mateo, todas las ediciones del Nuevo Testamento que he manejado o he podido consultar. Cinco de ellas hechas el siglo pasado por un especialista, o por varios en colaboración; todas ellas presentadas, con el marchamo de la aprobación eclesiástica, como fiables versiones rectas del texto griego tenido por primitivo.
“Les dijo Jesús: ¿Nunca leísteis en las Escrituras: La piedra que desecharon los constructores, ésta vino a ser la angular; por obra del Señor fue hecho esto y es maravilloso a nuestros ojos?”
(Mt 21,42).
Sin embargo, no es exactamente eso lo dicho en el versículo; ni puede tal traducción tomarse como compendio válido del mismo. Fuerza a afirmarlo la flagrante violación de la concordancia de género, que debe reinar siempre en el lenguaje y que, además, exige el señalamiento deíctico del demostrativo. Para comprobarlo, veamos los del versículo.
El primero es el pronombre οὗτος→ éste. Figura, como es trillado, en singular masculino y está en nominativo. Tiene por ello que ser sujeto y serlo por cuenta de un sustantivo o nombre, propio o común, en singular, del mismo género, al que señale, sustituya, o se refiera. El único que hay en el texto y que puede serlo, es λὶθον→ piedra, palabra en griego usada en masculino, pero siempre femenina en español.
Ello obliga al traductor a poner el demostrativo en femenino, para no vulnerar la concordancia de género, que también debe ser guardada en castellano, como es resabido.
Al traducir de un idioma a otro, toléreseme la perogrullada, se cambian las palabras, pero no el contenido conceptual o ideológico. En el ámbito propio del idioma al que se traduzca, lo que importa es decir lo mismo que en el original, sean o no coincidentes con el de éste, el léxico usado, la gramática y la sintaxis.
Aquí, por la especificación que da el propio original griego mediante la oración de relativo: ὅν→ que ἀπεδοκίμασαν→ desearon οἱ→ los οἰκοδομοῦντες→ constructores, vemos que no se habla de la piedra en general, ni de cualquier piedra; sino de la que había sido rechazada por los constructores. Es lo que debe expresar cualquier versión y es lo único que quiero expresar, en la síntesis de las versiones castellanas con que empecé esta nota.
El bloque desdeñado, la piedra descartada, es pues, el antecedente al que se refiere el pronombre οὗτος→ este, y de este es del que se dice: ἐγενήθη→ se convirtió είς→ en κεφαλὴν→ cabeza γωνίας→ de ángulo, o llegó a ser…, o resultó ser…, o…etc.
Permítaseme aclarar que κεφαλήν γωνίας→ cabeza de ángulo, se llamaba al bloque elegido para ser colocado en la parte alta de dos muros de carga que hicieran ángulo. Con ello se pretendía asegurar y consolidar la firmeza de la construcción. Era como sillar de longitud notoriamente superior a la de los otros bloques esquineros, que también se usaban con el mismo fin, asentándolos alternativamente en cada uno de los dos muros del ángulo, a modo de madera contrapeada. Por su magnitud en relación a éstos últimos, puede que haya quien traduzca “principal piedra angular”, en vez de “cabeza de ángulo”, mermando tal vez con ello el tono poético que tiene la prosa del versículo.
Al destacar de las demás piedras por su tamaño y posición elevada, la cabeza de ángulo se usaba también, por lo menos en edificios de cierto realce, para inscribir en ella los datos históricos de su construcción y se adornaba, en lo posible. con grabados y signos.
Κεφαλὴν→ cabeza: acusativo de voz tan femenina en griego como en español, es el único nombre singular que hay en el original griego, que concuerde en número y en genero gramatical con αὕτη→ esta y, en consecuencia, pueda ser su término referencial. Esta, (en griego nominativo singular, género femenino por lo recién dicho), es forma tan sabida de la declinación del pronombre, como la anterior masculina οὗτος→ este, y es sujeto, obviamente, de los dos verbos finales, ἐγένετο→ fue hecha y ἒστιν→ es.
Θαυμαστὴ→ maravillosa: también nominativo singular femenino, de un adjetivo calificativo de tres terminaciones, es predicado nominal de esta, como lo es verbal παρὰ Κυρίου ἐγένετο→ por intervención del Señor fue hecha. Y tras esta afirmación, concluye el versículo con la aserción de lo maravillosa que es la cabeza de ángulo. ἑν όφθαλμοῖς→ a los ojos ὴμῶν→ nuestros.
Recalco: lo maravilloso a nuestros ojos no es que el Señor cambiara el destino de la piedra. ¡No! No es esto, sino forzosamente la piedra misma resultante de su intervención. La exigencia de concordancia y los femeninos κεφαλὴν→ cabeza, αὕτη→ esta y θαυμαστὴ→ maravillosa, repelen y obligan a repudiar el neutro esto, aunque lo avalen usualmente los censores eclesiásticos de turno y lo den los peritos, en razón tal vez más de docilidad sistémica, que de sumisión a los datos.
Puede que a ellos ni les llegue que hay quien se atreve a corregirles, o, incluso que, enterados, hagan oídos sordos. Es lo que una muy larga experiencia me dice suele pasar, con los que, aun siendo expertos, tienen su saber sometido a criterios espurios y encima resulta que son corregidos por uno que no pasa, en la materia, de provecto aprendiz del siglo pasado.
Por eso, aunque para una cuestión tan simple y elemental como esta, baste con el rescoldo ceniciento de un vetusto aprendizaje, reafirmo mi repudio, pese a mi temor a hacer el ridículo, ante los especialistas griegos más cualificados; les requiero, sin ánimo de ofenderles con lo irrisorio de mi petición, que digan si es que hay entre ellos alguno que disienta.
Si Dios, nuestro Padre, me da vida, facultades y humor, trataré en otra nota de aclarar el motivo de esa conversión plurisecular del femenino en neutro y qué perjuicio podría esconder.
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