“Tú eres el Mesías. . . El Hijo del hombre tiene que padecer mucho”. 15 de septiembre de 2024. Domingo 24º de tiempo ordinario
De Koinonia:
Isaías 50, 5-9a: Ofrecí la espalda a los que me apaleaban.
Salmo responsorial: 114: Caminaré en presencia del Señor en el país de la vida.
Santiago 2, 14-18: La fe, si no tiene obras, está muerta.
Marcos 8, 27-35: Tú eres el Mesías. . . El Hijo del hombre tiene que padecer mucho.
Cuando los cristianos se propusieron la transformación del mundo esclavista, inhumano y violento que había impuesto el imperio romano, no comenzaron su labor apelando al hambre de la gente, ni a sus deseos de «acabar con los opresores romanos», sino que apelaron a la conciencia. En efecto, los discursos que prometen remediar el hambre, sólo son efectivos en la medida en que la carencia, la desprotección y el abandono son vistos como injusticias. De lo contrario, no pasan de ser una búsqueda de satisfacciones inmediatas y poco duraderas. Lo mismo ocurre con el deseo de derrocar a los poderosos del imperio y colocar allí a la gente del pueblo. Al poco tiempo, los líderes se llenan de ambiciones y se convierten en tiranos implacables. La única alternativa que queda y de la cual nos habla la carta de Santiago, es la frágil dignidad humana. Si la comunidad no está dispuesta a transformar en su interior toda esa realidad de muerte, miseria y marginación, es inútil que se proponga transformarla afuera. La solidaridad de la comunidad no sólo es un camino para remediar la injusticia en «pequeña escala», es una alternativa de vida. La solidaridad de una comunidad nos permite descubrir que «otro mundo es posible» y que el destino no está atado a la destrucción y la barbarie. La fe cristiana no es tal si se contenta con mirar, desde la barrera, el circo en el que mueren tantas personas inocentes.
El profeta Isaías nos enseña que el camino de la justicia, de la misericordia y la solidaridad no es un idílico sendero tapizado de rosas. La persona que opta por la verdad y la equidad debe prepararse al rechazo más rotundo e, incluso, a una muerte ignominiosa. Esto puede sonar un poco «patético», sin embargo, basta leer cualquier página del evangelio para verificar que ésta es la realidad de Jesús, su opción y su camino.
El camino a Jerusalén estaba plagado de dificultades, incertidumbres y ambigüedades. Una de ellas, era la incapacidad del grupo de discípulos para reconocer la identidad de Jesús. Aunque él había demostrado a lo largo del camino que su interés no era el poder, en todas sus variedades, sino el servicio, en todas sus posibilidades, sin embargo, los seguidores se empeñaban en hacerse una imagen triunfalista de su Maestro. Jesús, entonces, debe recurrir a duras palabras para poner en evidencia la falta de visión de quienes lo seguían. Pedro, Juan y Santiago, líderes del grupo de Galilea, siguen aferrados a la ideología del caudillo nacionalista o del místico líder religioso y no descubren en Jesús al «siervo sufriente» que anunció el profeta Isaías.
Este episodio marca el centro del evangelio de Marcos y es el punto de quiebre en el cual el camino de Jesús sorprende a sus seguidores. Ninguno está de acuerdo con él, aunque él esté realizando la voluntad del Padre. En medio de esta crisis del grupo de discípulos, Jesús decide continuar el camino y tratar de enderezar la mentalidad de sus discípulos, torcida por las ideologías sectarias y triunfalistas.
El anuncio que Jesús hace de las dificultades que van a venir, la «Pasión», la «Cruz», debe ser tomada siempre como una consecuencia inevitable, no como algo buscado… Jesús no buscó la Cruz, ni debemos buscarla nosotros… Véase el amplio comentario que hacemos al respecto en este próximo día 14, fiesta de la «exaltación» de la Cruz.
El evangelio de hoy es dramatizado en el capítulo 67, «El bastón del mesías», de la serie «Un tal Jesús», de los hnos. López Vigil. El guión y su comentario pueden ser tomados de aquí: http://www.untaljesus.net/texesp.php?id=1300067 Puede ser escuchado aquí: http://www.untaljesus.net/audios/cap67b.mp3
Para la revisión de vida
Hay preguntas decisivas en la vida de todas las personas; incluso no darles una respuesta clara y consciente es ya una manera de responder a esas preguntas. Una de ellas es la que Jesús hizo en una ocasión a los suyos y, a través de ellos, a toda la humanidad, incluidos nosotros. ¿Quién es Jesús para mí? Sólo que esta pregunta tiene un grave riesgo: que la contestemos con la respuesta aprendida de memoria en el catecismo infantil, en vez de contestar con el corazón. La pregunta ‘¿Quién es Jesús?’ no podemos ponerla entre preguntas del tipo ¿quién fue Napoleón, quién descubrió la penicilina o en qué año acaeció la Revolución francesa?, sino que hemos de ponerla entre preguntas del tipo ¿quiénes son mis amigos, cuánto quiero yo a mi familia, qué estoy dispuesto a hacer por aquellas personas alas que quiero? Consciente de todo esto, debo preguntarme: ¿quién es Jesús para mí, qué significa en mi vida?
Para la reunión de grupo
– Muchas veces hemos entrado en la discusión de si lo importante es la fe o son las obras. ¿No sería mejor ser consciente de que son las dos caras de una misma moneda, que si bien es cierto que es la fe la que nos salva, como dice san Pablo, también es cierto que una fe sin obras significa que no hay realmente fe?
– Después de casi 500 años de separación y enfrentamiento hasta la excomunión y el cisma, las Iglesias Católica y Luteranas han acordado una interpretación conjunta por la que ambas opiniones son conciliables y las dos son verdaderas… ¿Qué reflexiones nos plantea este hecho histórico, que incluye tantos enfrentamientos, condenas, separación…?
– La pregunta la podría hacer también Jesús hoy en nuestro círculo de estudio o grupo de reflexión: ¿Quién dice la gente que soy yo? Respondamos a esa pregunta. Y también nos haría Jesús su segunda pregunta: ¿y ustedes mismos, quién dicen que soy yo? Compartamos también en el grupo la respuesta que cada uno de nosotros le daría.
Para la oración de los fieles
– Por la Iglesia, para que anuncie de palabra y, sobre todo, con las obras, que Jesús es el único Señor. Oremos.
– Por todos los cristianos, para que seamos fieles a la llamada que hemos recibido del Padre, aunque ello nos traiga las injurias e incomprensiones de la gente. Oremos.
– Por todos nosotros, para que nuestro seguimiento de Jesús sea el fruto de una decisión personal, libre y responsable. Oremos.
– Por todos los que sufren incomprensiones, persecución y calumnias a causa del evangelio, para que se mantengan fieles en su misión y en su amor a todos. Oremos.
– Por esta comunidad nuestra, para que sepa ver y valorar siempre la vida y la historia, las personas y las cosas con los ojos de Dios. Oremos.
Oración comunitaria
– Escucha, Padre, nuestra oración, abre nuestros oídos para que sepamos escuchar siempre las continuas llamadas a la Justicia que Tú nos haces por medio de los pobres; abre nuestros ojos para que sepamos ver la miseria y el dolor de nuestro mundo, que nosotros tenemos que transformar en dignidad y esperanza; abre nuestros corazones para que sepamos ver a todas las personas como a tus hijos, nuestros hermanos y hermanas. Te lo pedimos por Jesucristo N.S.
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