“Effetá”
Domingo XXIII del Tiempo Ordinario
8 septiembre 2024
Mc 7, 31-37
Simbólicamente, sordera y mudez significaban aislamiento, por cuanto -sobre todo, en la antigüedad- obligaban a la persona a encerrarse en sí misma, incapacitándola para comunicarse e interactuar con los demás. Al presentar a Jesús como alguien capaz de abrir (effetá) los oídos y la lengua, el autor del evangelio está mostrando en qué consiste su misión: favorecer la integración de las personas, al devolverles su capacidad de escuchar y de expresarse.
Con demasiada frecuencia, en la vida de las personas son frecuentes, por diferentes motivos, las actitudes de encierro y de aislamiento. Tanto por dificultades de tipo psicológico como por imposición social o cultural, no pocas personas optan por -o se ven obligadas a- encerrarse en ellas mismas, en una especie de mecanismo de defensa, con el que buscan amortiguar el sufrimiento provocado por factores psíquicos o sociales.
La ayuda a las personas tiene como objetivo favorecer su vida, su autonomía y su despliegue. Y eso ocurre en la medida en que se pueden ir abriendo aquellas dimensiones o capacidades que, por diferentes motivos, habían quedado bloqueadas.
El desbloqueo se produce cuando acogemos toda nuestra verdad, desde la motivación de liberar en nosotros aquello que habíamos negado en mayor o menor medida. El trabajo sobre nosotros mismos constituirá el mejor aprendizaje para poder ofrecer nuestra ayuda a los demás.
“Effetá”: ábrete a tu verdad, acéptala y abrázala. Ábrete a vivir tus capacidades, más allá de miedos y comodidades. Ábrete a los demás, de manera asertiva y bondadosa. Ábrete a hacer de este mundo un lugar mejor. Ábrete a la Vida. O más exactamente, ábrete para que puedas experimentarte, a la vez, como Vida y como cauce a través del cual la Vida se expresa.
Enrique Martínez Lozano
Fuente Boletín Semanal
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