“Sólo la Fe”, por Koldo Aldai
Las calles y asfaltos se hicieron al ancho de entre sus ruedas. La ciudad no se anda, no se camina, se rueda con su carrito. ¿Cómo es el mar sin su mirada, sin su banco bajo el tamarindo, sin su compañía…? ¿Cómo la vida sin su presencia que aún sólo balbuceando llenaba tanto…? Sólo la fe puede gestionar la ausencia física. ¿Cómo encarar el sillón vacío, la colcha plana, la nevera sin luz, la casa sin alma…? Sólo la fe podrá con todo ello; sólo la fe nos sostiene y alumbra.
¡Qué suerte tienes en creer..!, me decía con los ojos empapados un ser muy querido tras haber abandonado la caja de pino en la sepultura. Yo quisiera ser feriante para regalar esa fe sin corte, ni medida. Y sin embargo la fe no se regala, ni se rifa, ni se reparte en los casinos. No hay “suerte” alguna, la fe es oxígeno siempre presto a inundarte, es urgencia, imperativo.
El teclado tiene un resorte de seguridad que impide cultivar cualquier suerte de lamento. Aún con su pulso recién detenido, sólo cantaremos a la luz y a la esperanza.
Pinta esa fe del color que quieras, métela en el templo que te resulte más agradable, cultiva sus plegarias más significativas, diseña el altar más a tu gusto…, pero sostenla como puedas, no te vayas a encontrar una mañana de agosto huérfano y desnudo, no vayas a creer que nadas en la nada. Sostén la fe, o lo que es lo mismo, la certeza de que el amor siempre triunfará, siempre traspasará todas las barreras, incluso aquellas que no conocemos.
Ella no era ese cuerpo, sólo se sirvió de él para rodar sus ojos azules, inundados de compasión, a la vera de la bahía. Desde alguna gloria desconocida nos alcanza su mensaje…
“Cómo deciros que soy en gozo a este otro lado de la Vida. Yo ahora corro, salto vuelo. Os agradezco el maquillaje, mi vestido azul de verano, mis <joyas de mercadillo> dentro de la caja, el ánimo de presentar mi cuerpo saludable…, pero quisiera deciros que no soy eso, que no estoy allí, que ayer sólo enterrabais un vehículo deteriorado cargado de llagas.
Si yo pudiera deciros que no yo soy ese receptáculo tan marchito al que dabais cristiana sepultura en el cementerio de Polloe; que esa urna corporal, ya limitada a los huesos, sólo me albergó circunstancialmente.
Ahora soy alma libre, sin lastre de carne. La comunión perdurará. Seguiremos cantando, evolucionando y compartiendo a lo largo de los siglos hasta por fin tornar todo amor, todo bondad, todo compasión. Cómo deciros que no debéis penar por mí, que la esquela se volvía a equivocar, que la vida nunca se acaba, que los lazos de amor perduran por siempre.
No moro esa esa caja de pino tan bien labrada. Si yo pudiera deciros que nunca me encerrará un ataúd de madera, que nunca seré pasto del tiempo y los gusanos. Soy en la luz. Estoy agradecida para con ese cuerpo, pero no me identifiquéis con él.
No podría haber soñado nada más bello… Un día nos volveremos a reunir en la gloria de alguna de las infinitas estancias de Dios Padre-Madre. Nos volveremos a encontrar, volveremos a juntar nuestras copas, nuestros corazones y esperanzas. La muerte no existe, la vida palpitará por siempre…”
La fe nos invita a anclarnos en un amor que prescinde de las formas, que trasciende el tiempo, la geografía. No dudemos, ni por un instante, que los lazos de genuino amor perduran por la eternidad.
Eskerrik asko amatxo!
Hil betikoz bizi!
Koldo Aldai
Fuente Fe Adulta
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