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“Yo soy el Pan de Vida”

Domingo, 4 de agosto de 2024
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62Sacred-HeartOfJesus2

Oda al Santísimo Sacramento del Altar

I – Exposición

Pange lingua gloriosi
corporis misterium.

Cantaban las mujeres por el muro clavado
cuando te vi, Dios fuerte, vivo en el Sacramento,
palpitante y desnudo, como un niño que corre
perseguido por siete novillos capitales.

Vivo estabas, Dios mío, dentro del ostensorio.
Punzado por tu Padre con aguja de lumbre.
Latiendo como el pobre corazón de la rana
que los médicos ponen en el frasco de vidrio.

Piedra de soledad donde la hierba gime
y donde el agua oscura pierde sus tres acentos,
elevan tu columna de nardo bajo nieve
sobre el mundo de ruedas y falos que circula.

Yo miraba tu forma deliciosa flotando
en la llaga de aceites y paño de agonía,
y entornaba mis ojos para dar en el dulce
tiro al blanco de insomnio sin un pájaro negro.

Es así, Dios anclado, como quiero tenerte.
Panderito de harina para el recién nacido.
Brisa y materia juntas en expresión exacta,
por amor de la carne que no sabe tu nombre.

Es así, forma breve de rumor inefable,
Dios en mantillas, Cristo diminuto y eterno,
repetido mil veces, muerto, crucificado
por la impura palabra del hombre sudoroso.

Cantaban las mujeres en la arena sin norte,
cuando te vi presente sobre tu Sacramento.
Quinientos serafines de resplandor y tinta
en la cúpula neutra gustaban tu racimo.

II – Mundo

Agnus Dei qui tollis pecata mundi.
Miserere nobis

Noche de los tejados y la planta del pie,
silbaba por los ojos secos de las palomas.
Alga y cristal en fuga ponen plata mojada
los hombros de cemento de todas las ciudades.

La gillette descansaba sobre los tocadores
con su afán impaciente de cuello seccionado.
En la casa del muerto, los niños perseguían
una sierpe de arena por el rincón oscuro.

Escribientes dormidos en el piso catorce.
Ramera con los senos de cristal arañado.
Cables y media luna con temblores de insecto.
Bares sin gente. Gritos. Cabezas por el agua.

Para el asesinato del ruiseñor, venían
tres mil hombres armados de lucientes cuchillos.
Viejas y sacerdotes lloraban resistiendo
una lluvia de lenguas y hormigas voladoras.

Noche de rostro blanco. Nula noche sin rostro.
Bajo el sol y la luna. Triste noche del mundo.
Dos mitades opuestas y un hombre que no sabe
cuándo su mariposa dejará los relojes.

Debajo de las alas del dragón hay un niño.
Caballitos de cardio por la estrella sin sangre.
El unicornio quiere lo que la rosa olvida,
y el pájaro pretende lo que las aguas vedan.

Sólo tu Sacramento de luz en equilibrio
aquietaba la angustia del amor desligado.
Sólo tu Sacramento, manómetro que salva
corazones lanzados a quinientos por hora.

Porque tu signo es clave de llanura celeste
donde naipe y herida se entrelazan cantando,
donde la luz desboca su toro relumbrante
y se afirma el aroma de la rosa templada.

Porque tu signo expresa la brisa y el gusano.
Punto de unión y cita del siglo y el minuto.
Orbe claro de muertos y hormiguero de vivos
con el hombre de nieves y el negro de la llama.

Mundo, ya tienes meta para tu desamparo.
Para tu horror perenne de agujero sin fondo.
¡Oh Cordero cautivo de tres voces iguales!
¡Sacramento inmutable de amor y disciplina!

III – Demonio

Quia tu es Deus, fortitudo mea, quare me sepulisti?
et quare tristis incedo dum affligit me inimicus?

Honda luz cegadora de materia crujiente,
luz oblicua de espadas y mercurio de estrella,
anunciaban el cuerpo sin amor que llegaba
por todas las esquinas del abierto domingo.

Forma de la belleza sin nostalgias ni sueño.
Rumor de superficies libertadas y locas.
Medula de presente. Seguridad fingida
de flotar sobre el agua con el torso de mármol.

Cuerpo de la belleza que late y que se escapa.
Un momento de venas y ternura de ombligo.
Amor entre paredes y besos limitados,
con el miedo seguro de la meta encendida.

Bello de luz, oriente de la mano que palpa.
Vendaval y mancebo de rizos y moluscos.
Fuego para la carne sensible que se quema.
Níquel para el sollozo que busca a Dios volando.

Las nubes proyectaban sombras de cocodrilo
sobre un cielo incoloro batido por motores.
Altas esquinas grises y letras encendidas
señalaban las tiendas del enemigo Bello.

No es la mujer desnuda ni el duro adolescente
ni el corazón clavado con besos y lancetas.
No es el dueño de todos los caballos del mundo
ni descubrir el anca musical de la luna.

El encanto secreto del enemigo es otro.
Permanecer. Quedarse en la luz del instante.
Permanecer clavados en su belleza triste
y evitar la inocencia de las aguas nacidas.

Que al balido reciente y a la flor desnortada
y a los senos sin huellas de la monja dormida
responda negro toro de límites maduros
con la flor de un momento sin pudor ni mañana.

Para vencer la carne del enemigo bello,
mágico prodigioso de fuegos y colores,
das tu cuerpo celeste y tu sangre divina
en este Sacramento definido que canto.

Desciendes a la materia para hacerte visible
a los ojos que observan tu vida renovada
y vences sin espadas, en unidad sencilla,
al enemigo bello de las mil calidades.

¡Alegrísimo Dios! ¡Alegrísima Forma!
Aleluya reciente de todas las mañanas.
Misterio facilísimo de razón o de sueño,
si es fácil la belleza visible de la rosa.

Aleluya, aleluya del zapato y la nieve.
Alba pura de acantos en la mano incompleta.
Aleluya, aleluya de la norma y punto
sobre los cuatro vientos sin afán deportivo.

Lanza tu Sacramento semillas de alegría
contra los perdigones de dolor del Demonio,
y en el estéril valle de luz y roca pura
la aguja de la flauta rompe un ángel de vidrio.

Andrei

IV – Carne

Qué bien os quedasteis
galán del cielo,
que es muy de galanes
quedarse en cuerpo

Lope de Vega
Canto de los cantares

Por el nombre del Padre, roca luz y fermento,
por el nombre del Hijo, flor y sangre vertida,
en el fuego visible del Espíritu Santo,
Eva quema sus dedos teñidos de manzana.

Eva gris y rayada con la púrpura rota,
cubierta con las mieles y el rumor del insecto.
Eva de yugulares y de musgo baboso
en el primer impulso torpe de los planetas.

Llegaban las higueras con las flores calientes
a destrozar los blancos muros de disciplina.
El hacha por el bosque daba normas de viento
a la pura dinamo clavada en su martirio.

Hilos y nervios tiemblan en la sección fragante
de la luna y el vientre que el bisturí descubre.
En el diván de raso los amantes aprietan
los tibios algodones donde duermen sus huesos.

¡Mirad aquel caballo cómo corre! ¡Miradlo
por los hombros y el seno de la niña cuajada!
¡Mirad qué tiernos ayes y qué son movedizo
oprimen la cintura del joven embalado!

¡Venid, venid! Las venas alargarán sus puntas
para morder la cresta del caimán enlunado,
mientras la verde sangre de Sodoma reluce
por la sala de un yerto corazón de aluminio.

Es preciso que el llanto se derrame en la axila,
que el mano recuerde blanda goma nocturna.
Es preciso que ritmos de sístole y diástole
empañen el rubor inhumano del cielo.

Tienen en lo más blanco huevecillos de muerte
(diminutos madroños de arsénico invisible),
que secan y destruyen el nervio de luz pura
por donde el alma filtra lección de beso y ala.

Es tu cuerpo, galán, tu boca, tu cintura,
el gusto de tu sangre por los dientes helados.
Es tu carne vencida, rota, pisoteada,
la que vence y relumbra sobre la carne nuestra.

Es el gesto vacío de lo libre sin norte
que se llena de rosas concretas y finales.
Adán es luz y espera bajo el arco podrido
las dos niñas de lumbre que agitaban sus sienes.

¡Oh Corpus Christi! ¡Oh Corpus de absoluto silencio,
donde se quema el cisne y fulgura el leproso!
¡Oh blanca forma insomne!
Angeles y ladridos contra el rumor de venas.

 *
Federico García Lorca
(Homenaje a Manuel de Falla)

Oda al Santísimo Sacramento del altar

(Fotografías: Dalí y Jim Ferringer)

***

Yo soy el Pan de Vida. El que viene a mí no pasará hambre, y el que cree en mí nunca pasará sed

En aquel tiempo, cuando la gente vio que ni Jesús ni sus discípulos estaban allí, se embarcaron y fueron a Cafarnaún en busca de Jesús. Al encontrarlo en la otra orilla del lago, le preguntaron:

“Maestro, ¿cuándo has venido aquí?”

Jesús contesto:

– “Os lo aseguro, me buscáis, no porque habéis visto signos, sino porque comisteis pan hasta saciaros. Trabajad, no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura para la vida eterna, el que os dará el Hijo del hombre; pues a éste lo ha sellado el Padre, Dios.

Ellos le preguntaron:

– “Y, ¿qué obras tenemos que hacer para trabajar en lo que Dios quiere?”

Respondió Jesús:

“La obra que Dios quiere es ésta: que creáis en el que él ha enviado.”

Le replicaron:

“¿Y qué signo vemos que haces tú, para que creamos en ti? ¿Cuál es tu obra? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: “Les dio a comer pan del cielo.””

Jesús les replicó:

“Os aseguro que no fue Moisés quien os dio pan del cielo, sino que es mi Padre el que os da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es el que baja del cielo y da vida al mundo.”

Entonces le dijeron:

“Señor, danos siempre de este pan.”

Jesús les contestó:

“Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no pasará hambre, y el que cree en mí nunca pasará sed.”

*

Juan 6,24-35

***

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Cada día trae consigo una sorpresa, pero sólo podemos verla, oírla, sentirla cuando llega, si la esperamos. No debemos tener miedo de acoger la sorpresa de cada día, tanto si llega como un dolor o como una alegría. Ella abrirá un nuevo espacio en nuestro corazón, un lugar en el que podremos acoger nuevos amigos y celebrar de un modo más pleno nuestra humanidad compartida.

Con todo, el optimismo y la esperanza son dos actitudes radicalmente diferentes. El optimismo significa esperar que las cosas -el tiempo, las relaciones humanas, la economía, la situación política y otras cosas como éstas- mejoren. La esperanza es la verdadera confianza en que Dios cumplirá las promesas que nos ha hecho de conducirnos a la verdadera libertad. El optimista habla de cambios concretos en el futuro. La persona de esperanza vive en el momento presente sabiendo que en la vida todo está en buenas manos. Todos los grandes de la historia han sido personas de esperanza. Abrahán, Moisés, Rut, María, Jesús, Rumi, Gandhi…, todos ellos vivieron guardando en su corazón la promesa que les guiaba hacia el futuro, sin necesidad de saber exactamente cómo habría de ser.

*

H. J. M. Nouwen,
Pan para el viaje: una guía de sabiduría y de fe para cada día del año,
Ediciones Obelisco, Barcelona 2001.

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“Nostalgia de eternidad”. 18 Tiempo Ordinario – B (Juan 6,24-35)

Domingo, 4 de agosto de 2024
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fishes and loaves mosaic of Tabgha Cuando observamos que los años van deteriorando nuestra salud y que también nosotros nos vamos acercando al final de nuestros días, algo se rebela en nuestro interior. ¿Por qué hay que morir, si desde lo hondo de nuestro ser algo nos dice que estamos hechos para vivir?

El recuerdo de que nuestra vida se va gastando día a día sin detenerse hace nacer en nosotros un sentimiento de impotencia y pena. La vida debería ser más hermosa para todos, más gozosa, más larga. En el fondo, todos anhelamos una vida feliz y eterna.

Siempre ha sentido el ser humano nostalgia de eternidad. Ahí están los poetas de todos los pueblos cantando la fugacidad de la vida, o los grandes artistas tratando de dejar una obra inmortal para la posteridad, o sencillamente los padres queriendo perpetuarse en sus hijos más queridos.

Aparentemente, hoy las cosas han cambiado. Los artistas afirman no pretender trabajar para la inmortalidad, sino solo para la época. La vida va cambiando de manera tan vertiginosa que a los padres les cuesta reconocerse en sus hijos. Sin embargo, la nostalgia de eternidad sigue viva, aunque tal vez se manifieste de manera más ingenua.

Hoy se intenta por todos los medios detener el tiempo dando culto a lo joven. El hombre moderno no cree en la eternidad, y por eso mismo se esfuerza por eternizar un tiempo privilegiado de su vida actual. No es difícil ver cómo el horror al envejecimiento y el deseo de agarrarse a la juventud llevan a veces a comportamientos cercanos al ridículo.

Se hace a veces burla de los creyentes diciendo que, ante el temor a la muerte, se inventan un cielo donde proyectan inconscientemente sus deseos de eternidad. Y apenas critica nadie ese neorromanticismo moderno de quienes buscan inconscientemente instalarse en una «eterna juventud».

Cuando el ser humano busca eternidad, no está pensando establecerse en la tierra de una manera un poco más confortable para prolongar su vida lo más posible. Lo que anhela no es perpetuar para siempre esa mezcla de gozos y sufrimientos, éxitos y decepciones que ya conoce, sino encontrar una vida de calidad definitiva que responda plenamente a su sed de felicidad.

El evangelio nos invita a «trabajar por un alimento que no perece, sino que perdura dando vida eterna». El creyente se preocupa de alimentar lo que en él hay de eterno, arraigando su vida en un Dios que vive para siempre y en un amor que es «más fuerte que la muerte».

José Antonio Pagola

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“El que viene a mí no pasará hambre, y el que cree en mí no pasará sed”. Domingo 04 de agosto de 2024. Domingo 18º de tiempo ordinario

Domingo, 4 de agosto de 2024
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43-ordinarioB18 cerezoDe Koinonia:

Éxodo 16,2-4.12-15: Yo haré llover pan del cielo.
Salmo responsorial: 77: El Señor les dio un trigo celeste.
Efesios 4, 17.20-24: Vestíos de la nueva condición humana, creada a imagen de Dios.
Juan 6,24-35: El que viene a mí no pasará hambre, y el que cree en mí no pasará sed.

La primera lectura, del Éxodo, nos recuerda cómo el desierto es la carencia de todo. A toda persona le llega de vez en cuando su desierto: la situación crítica en la que parece que no se encuentran soluciones de ayuda para sobrevivir a tan crítica situación. Al pueblo de Israel le era muy provechoso el tener que estar en el desierto donde todo falta, para que pudiera experimentar el portentoso modo que Dios tiene para ayudar a los que en Él confían. En el desierto el Pueblo de dios aprende a experimentar la condición de “pobre”, de “necesitado de todo” del auxilio de Dios. Esto le será útil para el crecimiento de su fe y de su esperanza en las ayudas milagrosas. En la península del Sinaí hay un arbusto llamado “tamarisco”. Produce una secreción dulce que gotea desde las hojas hasta el suelo. Por el frío de la noche se solidifica y hay que recogerla de madrugada antes de que el sol la derrita. ¿Sería esto lo que Dios le proporcionó a su pueblo, multiplicándolo claro está, de manera prodigiosa? Lo cierto es que los israelitas consideraron siempre la aparición de este alimento como una demostración de la intervención milagrosa a favor de su pueblo. Lo llamaron “maná”, porque los niños al comerlo preguntaban: “¿qué es esto?, “lo que en su idioma se dice: “Man-ah?”. También es llamado por los salmos “pan del cielo” (Sal 78) y el libro de la Sabiduría dice que, “sabía a lo que cada uno deseaba que supiera” (Sab16,20). Jesús dirá que el Verdadero Pan bajado del cielo será su cuerpo y su sangre. O sea que este maná milagroso del desierto era un símbolo y aviso de lo que iba a hacer Dios más tarde con sus elegidos, dándoles como alimento el cuerpo de su propio Hijo divino.

La segunda lectura continuada de la carta a los Efesios pide a los creyentes que se dejen renovar por el Espíritu Santo y pasen de un modo de obrar no digno del ser humano, a un modo de obrar digno de quien tiene fe en Cristo. Pide que abandonemos nuestro estilo anterior de vida pecaminosa y marchemos en adelante por un nuevo camino de vida cristiana. Se nos invita a no dejarnos guiar por esta “vaciedad de criterios”. En estos pocos versículos continúa la exhortación a buscar la unidad y a vivir dignamente la propia vida cristiana, guiada y fundamentada en un verdadero conocimiento de Cristo. Pablo desarrolla este argumento jugando con la antítesis del ser humano viejo y el ser humano nuevo (Col 3,9-10; 1Cor 5,7-8). Elegir la novedad, lo nuevo, es elegir a Cristo. Esto significa romper con el viejo ser humano pecaminoso, con el pecado del mundo, para estar dispuestos a una continua renovación en el Espíritu, a vivir en la justicia y santidad y ser justos y rectos. Este texto es una clara respuesta a quienes piensan que el cristianismo simplemente es una cosa del pasado.

El evangelio de hoy, de Juan, el discurso del pan de vida, se desenvuelve en tres afirmaciones lógicamente sucesivas, y la primera que presenta este texto es: el real o verdadero “pan del cielo” no es el maná dado una vez por Moisés, contrariamente a lo que la gente pensaba (v.31). Es literalmente el pan que ha bajado del cielo. Dios, no Moisés, es quien da este pan (v.32). Jesús ha realizado signos para revelar el sentido de su persona (domingo anterior), pero la gente sólo lo han entendido en la línea de sus necesidades materiales (6,26.12). Jesús ha querido llevarnos a la comprensión de su persona, porque sólo a través de la fe pueden entender quien es él y sólo así podrá donarse a ellos como comida: pero para hacer esto es necesario trabajar o procurar por un alimento y una vida que no tienen término y que son dones del Hijo del hombre (v.27). Los judíos piensan de inmediato en las obras (v.28; Rm 9,31-32), pero Jesús replica que sólo una obra deben cumplir: creer en él (v.29; Rm 3,28), reconocer que tienen necesidad de él, como se tiene necesidad del alimento material. Al considerar la exigencia de Jesús muy grande es por lo que piden una demostración de los que afirma realizando una señal que al menos se compare con aquellas realizadas por Moisés (vv. 30-31), pues aquellas que acaba de realizar (6,2) no se consideran suficientes. Jesús responde afirmando que es más que Moisés, pues en él (Cristo) se realiza el don de Dios que no perece. Su pan se puede recoger (6,13), el maná se pudrió (Ex 16,20).

“Yo soy el pan de vida” es una fórmula de fuerza extraordinaria, parecida a aquellas otras que sólo a Jesús se podría atribuir: “Yo soy la luz del mundo”, “Yo soy el buen pastor”… el que viene a Jesús no tendrá hambre ni sed, no necesita de otras fuentes de gozo para saciar sus anhelos y aspiraciones. Jesús es fuente de equilibrio y de gozo, fuente de sosiego y de paz. Jesús es el lugar y fundamento de la donación de la vida que Dios hace al ser humano. En Jesucristo, Dios está por completo a favor del ser humano, de tal modo que en él se le abre su comunión vital, su salvación y su amor, y en tal grado que Dios quiere estar al lado del ser humano como quien se da y comunica sin reservas. En la comunión con el revelador –Cristo- se calma tanto el hambre como la sed de vida que agitan al ser humano. Leer más…

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París bien vale una misa (Dom 18 TO, Jn 6, 24-36): Eucaristía, carne de Dios

Domingo, 4 de agosto de 2024
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IMG_6571Del blog de Xabier Pikaza:

 Sólo un humano puede saciar a otro humano, dándole así vida”

Esta frase (Paris vaut bien une messe) se atribuye a Enrique de Borbón y Navarra, que, tras duras guerra de religión, dejó el calvinismo y se convirtió al catolicismo, para ser coronado rey de Francia en Paris,el 25 de julio  del 1593, iniciando una dinastía de borbones, que siguen reinando en España

La frase “París bien vale una misa” parece apócrifa,   pero está en el fondo de un tipo de política social y religiosa, que ha llegado hasta los juegos olímpicos de París 2024, inaugurados, bajo la imagen ambigua de una Cena que suscitó la protesta de muchos católicos.

Imágenes. No me parece oportuna poner la de los juegos Paris 2024. Pongo una imagen confesional (Catacumbas, Roma antigua) y otra de crítica social (Buñuel, Viridiana, 1961)

Dios se hace carne, “cena” de Dios, Jn 6,24-35.

Quizá Enrique IV no pronunció esas palabras, ni los organizadores de los  juegos Paris 2024 quisieron herir a los cristianos, pero el tema de fondo  (carne de Dios) es muy importante para todos los cristianos.   Muchas cosas han cambiado desde entonces, no sólo en Francia, sino en todo el mundo  y a pesar del mayor ecumenismo y tolerancia del  momento actual hay signos como el de la imagen de la Cena de los juegos qu3  debieron haberse evitado, a  no ser que se quiera entrar al fondo del tema, como hace el evangelio del domingo.

“En aquel tiempo, cuando la gente vio que ni Jesús ni sus discípulos estaban allí, se embarcaron y fueron a Cafarnaún en busca de Jesús. Al encontrarlo en la otra orilla del lago, le preguntaron: “Maestro, cuándo has venido aquí?” Jesús contesto: “Os lo aseguro, me buscáis, no porque habéis visto signos, sino porque comisteis pan hasta saciaros. Trabajad, no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura para la vida eterna, el que os dará el Hijo del hombre; pues a éste lo ha sellado el Padre, Dios.” Ellos le preguntaron: “Y, ¿qué obras tenemos que hacer para trabajar en lo que Dios quiere?” Respondió Jesús: “La obra que Dios quiere es ésta: que creáis en el que él ha enviado.”

Le replicaron: “¿Y qué signo vemos que haces tú, para que creamos en ti? ¿Cuál es tu obra? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: “Les dio a comer pan del cielo.”” Jesús les replicó: “Os aseguro que no fue Moisés quien os dio pan del cielo, sino que es mi Padre el que os da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es el que baja del cielo y da vida al mundo.” Entonces le dijeron: “Señor, danos siempre de este pan.” Jesús les contestó: “Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no pasará hambre”.

Yo soy el pan de vida

IMG_6572Jesús no dijo “Soy el que soy” en absoluto (Ex 3, 14, sino yo soy el pan (ho artos), es decir, el alimento (en hebreo: lejem), aquello que hace vivir, añadiendo  ho dsôn, es decir, el pan que está vivo (en hebreo, hayyim), como el mismo Dios que es HayHayyim, Viviente, la Vida.

Ciertamente, el pan empieza siendo alimento biológico y signo de riqueza material (y dede poder social), y por eso Jesús puso como primer mandato “dar de comer al hambriento” (Mt 25, 31-46), pero, cuando el Diablo quiso arreglar todos los problemas del mundo a través del pan de la economía material comprada y vendida, Jesús le respondió “no sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que viene de Dios” (Mt 4, 4), para que los hombres la compartan. Hay un pan externo que puede volverse principio de poder de unos sobre otros. Pero hay un par de vida compartida, en gratuidad, pan de afecto  y comunicación personal

                        Desde esta perspectiva podemos y debemos afirmar que la vida y alimento de un  ser humano  es otro ser humano, y que el único pan que le sacia es otro ser humano, en forma de vinculación  social y familiar. Hay Eucaristía (somos  Cena de Dios) allí donde nos damos y acogemos mutuamente, alimentando a los demás con nuestra vida.

 Este es el tema del discurso del “pan de vida” de Jesús en Cafarnaúm, que sigue a las multiplicaciones.  En un sentido,  el relato de Juan resulta más tradicional que el de los sinópticos pues ha destacado el carácter mesiánico y político del signo, de forma que sus beneficiarios que se han alimentado con los dones de Jesús quieren tomarle y coronarle rey, traduciendo su  “milagro” en forma de poder eclesial y alimenticio (cf. Jn 6, 14).

 Sólo un humano puede saciar a otro humano, dándole así vida

IMG_6573Ser hombre de verdad (mesías de Dios) implica convertir la vida en “carne” (pan de vida) para otros El hombre se alimenta de comida, leche y pan, fruta, cereales etc.,  pero sobre todo de alimento humana: Por el cuidado de padres y formadores hemos crecido, por su amor somos los que somos, de forma que no sólo nos alimentamos juntos (compartimos comida), sino que vivimos unos de la vida de otros.

Pan del cielo. Ellos dijeron a Jesús:¿Qué señal haces para que viéndola creamos en ti? ¿Qué obra realizas?   Nuestros padres comieron el maná en el desierto, según está escrito: Les dio a comer pan del cielo. Jesús les respondió: En verdad, en verdad os digo: No fue Moisés quien os dio el pan del cielo; es mi Padre el que os da el verdadero pan del cielo; porque el pan de Dios el que baja del cielo y da la vida al mundo (Jn 6, 30-34).

Somos pan de Dios unos para otros; pero a veces en vez de ser fuente de vida para otros somos causantes de su muerte. La humanidad sólo tiene sentido y futuro si nos hacemos eucaristía unos para otros, ofreciéndoles no sólo palabra, sino comunión de vida. De esa manera, en esa línea, para ser fuente de vida en amor para otros vino Jesús y actuó como mesías de Dios sobre la tierra.

Hambre de Dios. Entonces dijeron al  Señor: danos siempre de ese pan. –  Jesús les dijo: Yo soy el pan vivo (=de vida). El que venga a mí, no tendrá hambre,  el que crea en mí, no tendrá nunca sed (Jn 6, 35).

             Jesús es Pan viviente que sacia un hambre distinta de humanidad, hambre de comunión y perdón, hambre de resurrección. Hay millones de hombre y mujeres que viven con hambre de pan material, pero muchos más tienen hambre de humanidad, de acogida, respeto, dignidad (Mt 25, 31-46).

Más que cuerpo compartido la eucaristía de Jesús, es “carne”. Algunos murmuraban de él, porque había dicho: Yo soy el pan que ha bajado del cielo, preguntando: ¿No es éste Jesús, hijo de José, cuyo padre y madre conocemos? ¿Cómo puede  decir ahora: He bajado del cielo? – Jesús les respondió:  No murmuréis entre vosotros…. Yo soy el pan de vida. Vuestros   padres comieron el maná en el desierto y murieron….  Yo soy el pan vivo, bajado del cielo. Si uno come de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo le daré, es mi carne para vida del mundo (Jn 6, 41-51).

            El tema de fondo es la “carne” (vida más honda de amor, respeto mutuo, perdón, entendimiento). Ciertamente, hombres y mujeres comen pan externo y se alimentan mientras siguen en el mundo de alimentos materiales, de plantas y animales. Pero sólo les sacia una comida humana, el cuerpo y sangre (carne) de otros seres personales, como supo Jesús cuando decía, el día de la Cena: Comed: esto es mi Cuerpo.

            Nosotros somos el más hondo alimento del mundo, el más necesario. De  la madre y padre vive el niño, del amor vive el amigo, de la solidaridad de otros vivimos…  vida de los seres humanos se vuelve así amor, cuerpo mesiánico centrado y culminado en Cristo, cuerpo compartido de la humanidad entera (1 Cor 12-14).

Disputa sobre la carne de Jesús.– Discutían entre sí algunos y decían: ¿Cómo puede éste darnos a comer su carne? – Jesús les dijo: En verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros… Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida.  El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí, y yo en él. Como el Padre viviente me ha enviado, y yo vivo por el Padre, el que me coma vivirá por mí (Jn 6, 52-57). Si no dais vuestra vida en comida a los otros, si no os alimentáis de amor mutuo, palabra de afecto, de ayuda mutua, todos acabaréis destruyéndoos.

Esta es la revelación de la Eucaristía, de la “última cena” de la humanidad… Esta es la cena en que unos dan vida a los otros. Ciertamente, Cristo dice “esto es mi cuerpo, esta es mi sangre”, pero en Cristo y con Cristo, como mesías total han de decirlo todos los creyentes, unos a los otros, pues cada uno está (existe) en sí mismo en la medica que se da y existe en los otros.

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Eucaristía e inmortalidad. Domingo 18. Ciclo B.

Domingo, 4 de agosto de 2024
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fraccic3b3n-del-pan-3Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

¿Cuántos miles de veces has comulgado desde que hiciste la Primera Comunión? ¿Se ha convertido ya en rutina, aunque seas consciente de su importancia? Hablando de otro tema: ¿qué piensas de la otra vida? ¿Eres de los que dicen: «El pobrecito se ha muerto», como si fuera una desgracia sin remedio? A menudo preferimos no hacernos estas preguntas. Es más cómodo esconder la cabeza, como el avestruz. Pero el autor del cuarto evangelio (san Juan o quien sea) disfruta amargándonos la vida.

El debate sobre el pan de vida

Este domingo y los tres siguientes se lee el «Debate sobre el pan de vida», que continúa el tema de la multiplicación de los panes y los peces. El inconveniente de dividir el debate y sus consecuencias en cuatro domingos es que se pierde su fuerte tensión dramática. Por ello, considero importante ofrecer una visión de conjunto, aunque haya que anticipar datos de los próximos domingos.

Los interlocutores del debate

Los interlocutores de Jesús, aunque resulte extraño, cambian: al principio son los galileos que se beneficiaron del milagro de la multiplicación de los panes; cuando el debate adquiere un tono polémico, son los judíos quienes «critican» a Jesús y «discuten entre ellos». Pero su reacción final, cuando termina de hablar Jesús, no se cuenta. El protagonismo pasa a muchos de sus discípulos [de Jesús], que «se escandalizan» y lo abandonan. Al final, solo quedan los doce.

Los tres puntos principales del debate

Los debates y discursos de Jesús en el evangelio de Juan, aunque largos y complicados, se pueden resumir en pocas ideas. En este podemos distinguir tres, estrechamente relacionadas.

  1. La «vida eterna» (vv.27.40.47.54), «la vida» (v.33.53), «vivir para siempre» (v.51.58). Es un tema obsesivo del cuarto evangelio, que comienza afirmando que «el Verbo era vida» y lo ejemplifica en la resurrección de Lázaro, donde Jesús se muestra como «la resurrección y la vida». Recuerda lo que decía Miguel de Unamuno: «Con razón, sin razón, o contra ella, lo que pasa es que no me da la gana de morirme».
  2. Esa vida eterna se consigue comiendo «el pan de la vida» (v.35.48.51), «el verdadero pan que da la vida al mundo» (v.33.51), «el pan que ha bajado del cielo» (v.41.50.58). Al que come de ese pan, Jesús «lo resucitará en el último día» (vv.39.40.44.54).
  3. Los dos temas anteriores están muy vinculados al de la fe en Jesús: «lo que Dios quiere es que creáis en el que ha enviado» (v.29); «el que cree en mí nunca tendrá sed» (v.35); «el que cree en mí tiene la vida eterna» (v.47). Por eso, los discípulos que abandonan a Jesús lo hacen porque «no creían» (v.64); en cambio, los Doce, como afirma Pedro, «hemos creído y sabemos que tú eres el santo de Dios» (v. 69).

Por consiguiente, al hablar del «pan de vida», la fuerza capital recae en «la vida», esa vida eterna a la que Jesús nos resucitará en el último día. Igual que la comida no es un fin en sí misma, sino un medio para subsistir, el pan eucarístico está directamente enfocado a la obtención de la inmortalidad. Quien comulga, como algunos corintios, sin creer en la otra vida, no es consciente de la estrecha relación entre eucaristía y vida eterna.

El desarrollo del debate y sus consecuencias

En el texto litúrgico (que suprime el pasaje 6,36-40) podemos distinguir tres grandes partes (domingos 18, 19, 20), centradas en el diálogo entre Jesús y los presentes en la sinagoga de Cafarnaúm. Todo termina con la reacción tan distinta de muchos discípulos y de los Doce (domingo 21).

La primera parte (domingo 18), que desarrollaré luego, termina con una revelación inimaginable por parte de Jesús: «Yo soy el pan de vida», «el que baja del cielo y da la vida al mundo».

La segunda (domingo 19) comienza con la reacción crítica de los judíos ante la pretensión de Jesús de haber bajado del cielo. Imposible: conocen a su padre y a su madre. Pero él termina con una afirmación más desconcertante aun: «el pan que yo daré es mi carne».

La tercera (domingo 20) empalma con la afirmación anterior: «¿Cómo puede este darnos a comer su carne?». Los judíos llevan razón. Parece imposible, absurdo. Jesús no lo explica ni matiza. Insiste en que comer su carne y beber su sangre es la única forma de conseguir la vida eterna.

Con lo anterior termina del debate, sin que se diga cómo reaccionan los judíos. Pero sí se indica la reacción de los discípulos (domingo 21), distinguiendo entre el escándalo de mucho de ellos y la respuesta positiva de los Doce.

Notas al debate

  1. Aunque las ideas puedan resultar claras, son difíciles de aceptar. La reacción normal de los oyentes es que les están tomando el pelo, que Jesús está loco, o que es un blasfemo. Una persona a la que conocen de pequeño, igual que a su familia, tiene que haberse vuelto loca para decir que ha bajado del cielo, que es superior a Moisés, que quien viene a él no tendrá nunca hambre ni sed, que es preciso comer su cuerpo y beber su sangre, como si ellos fuesen caníbales.
  2. Jesús recurre a la ironía («me buscáis porque os hartasteis de comer»), al escándalo (rebajando la importancia del maná) y a expresiones simbólicas desconcertantes (comer su carne y beber su sangre). Con ello pretende lo contrario que los políticos actuales: que solo lo siga un grupo selecto, aquellos que «le trae el Padre». Este enfoque desconcertante del cuarto evangelio se basa probablemente en la experiencia posterior a la muerte de Jesús, y pretende explicar por qué la mayoría de los judíos no lo aceptó como enviado de Dios.
  3. El debate no reproduce lo ocurrido al pie de la letra, es elaboración del autor del cuarto evangelio. Él sabe que sus lectores, su comunidad, entenderá rectamente los símbolos. Cuando Jesús dice que «mi cuerpo es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida», que hay que comer su cuerpo y beber su sangre, saben que no se trata de comer un trozo de su brazo o beber un vaso de su sangre; se refiere a la eucaristía, al pan y la copa de vino que comparten.
  4. Desde un punto de vista pastoral, si el tema ya era complicado y escandaloso para muchos discípulos, los teólogos se han encargado de complicarlo aún más con el concepto de «transubstanciación». El que tenga dificultades sobre este punto podría acogerse a las palabras finales de Pedro: «Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna. Nosotros creemos y sabemos que tú eres el santo de Dios». Y que los teólogos sigan discutiendo.

1ª lectura (Ex 16, 2-4.12-15)

Ya que el evangelio hace referencia al don del maná, se lee la versión del libro del Éxodo, que lo une al de las codornices (pan y carne). Hay otra versión muy distinta del maná, nada milagrosa, en el libro de los Números 11,7-9. En este relato, el pueblo está harto de no comer más que maná. Y se añade: «El maná se parecía a semilla de coriandro con color de bedelio; el pueblo se dispersaba a recogerlo, lo molían en el molino o lo machaban en el almirez, lo cocían en la olla y hacían con ello hogazas que sabían a pan de aceite. Por la noche caía el rocío en el campamento y encima de él, el maná».

Sin embargo, la versión que terminó imponiéndose fue la milagrosa, de un alimento que envía Dios desde el cielo, no cae los sábados para respetar el descanso sabático, todos recogen lo mismo, sabe a galletas de miel, y es tan maravilloso que hay que conservar dos litros en el Arca de la Alianza. Estos detalles han sido suprimidos en la versión litúrgica, que, sin embargo, mantiene a las codornices; podría haberlas dejado volando y nadie las echaría de menos.

En aquellos días, la comunidad de los hijos de Israel murmuró contra Moisés y Aarón en el desierto, diciendo:

-¡Ojalá hubiéramos muerto a manos del Señor en la tierra de Egipto, cuando nos sentábamos alrededor de la olla de carne y comíamos pan hasta hartarnos! Nos habéis sacado a este desierto para matar de hambre a toda la comunidad.

El Señor dijo a Moisés:

-Mira, haré llover pan del cielo para vosotros; que el pueblo salga a recoger la ración de cada día; lo pondré a prueba, a ver si guarda mi instrucción o no. He oído las murmuraciones de los hijos de Israel. Diles: al atardecer comeréis carne, por la mañana os hartaréis de pan; para que sepáis que yo soy el Señor, vuestro Dios.

Por la tarde una bandada de codornices cubrió todo el campamento, y por la mañana había una capa de rocío alrededor del campamento. Cuando se evaporó la capa de rocío, apareció en la superficie del desierto una polvo fino, como escamas; parecido a la escarcha sobre la tierra. Al verlo, los hijos de Israel se dijeron: «¿Qué es esto?». Pues no sabían lo que era. Moisés les dijo: «Es el pan que el Señor os da de comer.»

El maná y el pan de vida (Jn 6, 24-35)

La introducción ha suprimido muchos datos. Después de la multiplicación de los panes y los peces, los discípulos se marchan en la barca mientras Jesús se retira al monte huyendo del deseo de la gente de hacerlo rey. Por la noche, cuando la barca está en peligro por un viento en contra, Jesús se aparece caminando sobre el agua, sube a la barca y al punto llegan a tierra. Lo anterior se ha suprimido. El relato comienza cuando la gente advierte la ausencia de Jesús y de los discípulos y va a Cafarnaúm en su busca.

Empieza entonces el largo debate. La sección de hoy consta de cuatro intervenciones de la gente (tres preguntas y una petición), seguidas de cuatro respuestas de Jesús.

Todo comienza con una pregunta muy sencilla: «Maestro, ¿cuándo has venido aquí?» Jesús, en vez de responder a la pregunta, hace un suave reproche («me buscáis porque os hartasteis de comer») y les habla del alimento que dura hasta la vida eterna. Lo lógico sería que la gente preguntase cómo se consigue ese alimento; en cambio, pregunta cómo pueden hacer lo que Dios quiere. Y Jesús responde: lo que Dios quiere es que crean en aquel que ha enviado. Los galileos captan que Jesús habla de creer en él, y adoptan una postura más exigente: para creer en él deberá realizar un gran prodigio, como el del maná. Con la referencia al maná le ponen a Jesús el tema en bandeja. Enfrentándose a la tradición que presenta el maná como «pan del cielo» y «pan de ángeles», Jesús dice que el maná no se puede comparar con el verdadero pan del cielo, que no se limita a saciar el hambre, sino que da la vida al mundo. Los galileos reaccionan de forma parecida a la samaritana: «Señor, danos siempre de ese pan». La respuesta de Jesús no puede ser más desconcertante: «Yo soy el pan de la vida. El que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí no tendrá sed jamás ¿Cómo reaccionará la gente? La solución el domingo próximo.

En aquel tiempo, cuando la gente vio que ni Jesús ni sus discípulos estaban allí, se embarcaron y fueron a Cafarnaúm en busca de Jesús. Al encontrarlo en la otra orilla del lago, le preguntaron:

-Maestro, ¿cuándo has venido aquí?

Jesús les contestó:

-En verdad, en verdad os digo: me buscáis no porque habéis visto signos, sino porque comisteis pan hasta saciaros. Trabajad no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura para la vida eterna; el que os dará el Hijo del hombre; pues a este lo ha sellado el Padre, Dios.

Ellos le preguntaron:

-Y, ¿qué tenemos que hacer para realizar las obras de Dios?

Respondió Jesús:

-La obra de Dios es esta: que creáis en el que él ha enviado.

Le replicaron:

-¿Y qué signo haces tú para que veamos y creamos en ti? ¿Cuál es tu obra? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: «Les dio a comer pan del cielo».

Jesús les replicó:

-En verdad, en verdad os digo: no fue Moisés quien os dio pan del cielo, sino que es mi Padre el que os da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es el que baja del cielo y da vida al mundo.

Entonces le dijeron:

-Señor, danos siempre de este pan.

Jesús les contestó:

-Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí no tendrá sed jamás.

«El hombre comió pan de ángeles» (Sal 77)

El salmo alaba al Señor por su poder al alimentar al pueblo con el maná e introducirlo en «las santas fronteras» de la tierra prometida. Pensando en las palabras de Jesús, debemos alabarlo, no por aquel milagro pasado, sino por darnos cada día el verdadero pan del cielo.

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Domingo XVIII del Tiempo Ordinario. 04 de agosto de 2024

Domingo, 4 de agosto de 2024
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d-xviii

“…lo encontraron al otro lado…”

(Jn 6, 24-35)

Lo primero que llama la atención es cómo la gente busca a Jesús y a sus discípulos. Pero está búsqueda ¿a qué se debe? Jesús se lo dice, me buscáis porque os he dado de comer. Continúa el texto: “lo encontraron al otro lado”, y esto es llamativo porque nosotras buscamos a Jesús en nuestro lado donde sabemos movernos y sentimos seguridad, donde el territorio es conocido y el mapa está trazado.

Sin embargo Jesús pasa al otro lado, y es a lo que nos enseña. Jesús cruza desde la zona de confort al espacio de la novedad, de la sorpresa, de lo diferente. Nos hace buscarle en otro contexto, fuera de los márgenes, en un estado distinto. Para comprenderlo en lo que es, en la profundidad de su mensaje y de su vida.

Y la siguiente pregunta: “Maestro, ¿cuándo has llegado aquí?”. Y Jesús se adelante y les dice: No me busquéis porque puedo saciar vuestro hambre físico, sino porque puedo saciar vuestro hambre espiritual.

Yo soy el pan vivo, un pan que llena cada vez que se consume. Un pan triturado en el dolor y hecho entrega para dar vida.

Ser su cuerpo y rompernos en una entrega diaria. Sabiéndonos llenas de ese alimento que plenifica porque lleva a un encuentro en la totalidad que somos.

Es una mínima cantidad de alimento para un máximo de Presencia, porque lleva la totalidad de la entrega.

En la entrega no hay medida, hay esencia. No puedo darme por partes. No puedo calcular lo que me doy, porque eso no es entrega, eso es cálculo.

La entrega no mide, es donación total, y eso hace Jesús en cada partícula del pan, entregarse totalmente. Dona la totalidad que es, para que al recibirlo formemos el cuerpo de la común unión de ser todos en Él.

Al recibir el pan de vida recibimos, en un encuentro sin fronteras, la posibilidad de ser uno con Él. Siendo cuerpo, siendo entrega, siendo vida.

Oración

Ayúdanos a experimentar cada día ese encuentro en la partícula de lo pequeño para vivirte a lo grande.

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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El único alimento para la vida es Jesús.

Domingo, 4 de agosto de 2024
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pictures-of-jesus-last-supper-949848-wallpaperDOMINGO 18 (B)

Jn 6,24-35

Seguimos en el c. 6 del evangelio de Juan. Hoy afrontamos ya directamente la discusión con los judíos. En todo caso, este capítulo plantea una discusión larga y dura, en la que Jesús va concretando y profundizando las exigencias del seguimiento. Se va acentuando la distancia a medida que Jesús va concretando el significado de su discurso. El proceso será: Entusiasmo, duda, desencanto, desilusión, oposición, rechazo, abandono. De lo que Jesús predicó hemos pasado a predicarle a él, olvidándonos de sus exigencias.

El diálogo es un montaje (seguramente tomado de una catequesis de iniciación que duraba varios años) que permite a Juan dejar muy clara la diferencia entre el verdadero seguimiento y la búsqueda de beneficios materiales. El relato pone en boca de Jesús lo que aquella comunidad consideraba las claves del seguimiento. No contesta a la pregunta, ¿cómo y cuándo has llegado aquí?, sino a las verdaderas intenciones de la gente, llevando el diálogo a su terreno. Lo que tiene importancia es el compromiso de entrega, al que quiere llevarlos.

Me buscáis, no porque habéis visto signos, sino porque comisteis pan hasta saciaros. La “señal” era una invitación a compartir, pero ellos vieron solo en ella la satisfacción de sus necesidades. Esa búsqueda de Jesús no es correcta, solo pretenden seguridades para su falso yo. Jesús va directamente a lo esencial y desenmascara su intención de buscar el bien material. No le buscan a él sino el pan que les ha dado. No le buscan por conseguir un futuro más humano. Esas palabras, critican el seguimiento de todos los tiempos. Todas las religiones manipulan a Dios para ponerlo a nuestro servicio.

Trabajad, no por el alimento que perece, sino por el alimento que dura dando Vida definitiva. Esta propuesta de trabajar por la Vida es el resumen de todo su mensaje. Vale lo mismo para aquel tiempo que para hoy. Trata de advertir de la facilidad que tiene el hombre de malograr su vida enredándose en lo puramente material o dejándose llevar por lo material, por lo que satisface los sentidos, los apetitos, las pasiones, el placer sensible. La búsqueda del verdadero pan exige esfuerzo y renuncia. Es un camino de lucha, de superación, de purificación, de regeneración, de muerte y nuevo nacimiento (bautismo).

El alimento que perdura lo da Dios gratuitamente. Jesús descubrió ese don y desplegó su verdadera Vida. Sin alimento no puede haber vida. Por eso hay que escucharle cuando habla de otro tipo de comida que es la que nos salva. También hay que trabajar por el alimento que perece, pero no debe ser el objetivo único de nuestra vida. Los judíos muestran un cierto interés por ese nuevo alimento, pero es puramente superficial, porque lo interpretan como otro modo de conseguir seguridades. Acostumbrados a moverse a golpe de preceptos, preguntan a Jesús por las normas, incapaces de imaginar a Dios que da todo gratis.

Éste es el trabajo que Dios quiere, que prestéis adhesión al que él ha enviado. Conocer lo que Dios espera de nosotros, parecería el verdadero camino, pero ese interés es solo aparente. En realidad, no nos interesa demasiado lo que Dios quiere. Lo que de verdad nos interesa es lo que nosotros queremos. Para garantizar seguridades, hemos fabricado un Dios a medida. De todas formas, Jesús les dice lo que Dios espera de ellos: que le presten su adhesión. La discusión entre fe y obras queda superada drásticamente: confiar en Jesús.

Pero inmediatamente viene la institución y nos dice: lo que Dios quiere es esto y aquello; que no es más que lo que les interesa a los dirigentes de turno. Jesús no vino a dar nuevas normas morales sino a enseñarnos el camino de la verdadera Vida. Lo que tengo que “hacer”, lo tengo que descubrir yo, no me tiene que llegar de fuera como programación, no tengo que ser un robot al que le han introducido un programa. Lo que Dios quiere es que lleguemos a nuestra plenitud, y el “mapa de ruta” está en nuestro interior, no fuera.

A Dios le importa más lo que somos que lo que hacemos. Mostramos nuestra ceguera cuando estamos preocupados por lo que Dios quiere que hagamos o dejemos de hacer. Solo una cosa es fundamen­tal: confiar. Esto es lo que pide Jesús a sus oyentes. Creer no es aceptar una serie de verdades teóricas y quedar tan tranquilos. Tergiversamos esa confianza cuando la convertimos en esperanza de que Dios cumpla nuestros deseos. Confiar es aceptar la voluntad de Dios, no venida de fuera, sino como inserta en la raíz de nuestro ser.

¿Qué señal realizas tú para que viéndola te creamos? La exigencia de una señal es la demostración de que no creen. Estarían dispuestos a aceptar un Mesías, semejante a Moisés, que demostrara su valía a base de prodigios. El maná estaba considerado como el mayor de los milagros. Exigen de Jesús que legitime sus pretensiones con otro prodigio igual o mayor. Pero la Vida que Jesús promete no viene de fuera y espectacularmente; está ya en cada uno y se manifiesta en lo cotidiano como amor desinteresado, como preocupación por el otro.

No os dio Moisés el pan del cielo; es mi Padre el que os da el verdadero pan del cielo. Aquello no era más que un símbolo. La realidad está en Jesús, verdadero pan del cielo, que alimenta la verdadera Vida. Recordemos que los rabinos consideraban la Torah como el pan que Dios les había otorgado. Ahora es Jesús la única Ley que salva. Danos siempre pan de ese. Reacción aparentemente sincera, pero equivocada. Le llaman Señor; creen en sus palabras; esperan que satisfaga sus anhelos; pero no le dan su adhesión sincera.

Yo soy el pan de Vida. En todos los discursos que encontramos en este evangelio, se hace referencia a la Vida. Se trata de una realidad que no podemos explicar con palabras, ni meter en conceptos humanos. Solo a través de símbolos y metáforas podemos indicar el camino de una vivencia, que es lo único que nos llevará a descubrir de qué se está hablando. “Yo soy en Juan es la suprema manifestación de la conciencia de lo que era Jesús. Cada uno de nosotros debemos descubrir lo que verdaderamente somos, como lo descubrió Jesús.

El que viene a mí no pasará hambre, el que cree en mí no pasará nunca sed. ¿Qué significa, “ir a él, creer en él?” Aquí radica todo el meollo del discurso. No se trata de recibir nada de Jesús, sino de descubrir que todo lo que él tenía lo tengo yo. Lo que Jesús quiere proponer es que los seres humanos descubrieran que se podía vivir desde una perspectiva diferente, que alcanzar la plenitud humana significaba el descubrir lo que Dios es en cada uno y una vez descubierto ese don total (Vida), respondiéramos como respondió Jesús.

Lo que propone Jesús está en contra de toda lógica. Nos está diciendo que el pan que da Vida no es el pan que se come, sino dejarte comer como pan. Si te conviertes en pan como él, entonces, ese darte, se convertirá en Vida. Jesús no invita a buscar la propia perfección, sino a desarrollar la capacidad de darse a sí mismo. Solo dándote, superarás el egoísmo y alcanzará plenitud. Yo soyes la clave de la comprensión de Jesús en el evangelio de Juan. Lo que pongamos después del ‘yo soy’ no tiene importancia. Aquí añade pan, VIDA.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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¿Qué obras realizas?

Domingo, 4 de agosto de 2024
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Jn 6, 24-35

«¿Qué señal haces para que viéndola creamos en ti?…

Muchos de los que escucharon a Jesús no creyeron en él y no le siguieron. Los doctores lo tenían por impostor. Los fariseos por un impío que no guardaba el sábado, ni ayunaba ni se recataba de comer con pecadores. Los sacerdotes se sintieron tan amenazados por el entusiasmo que causaba en la gente su doctrina, que cuando subió a Jerusalén lo quitaron de enmedio en menos de una semana. Sus familiares lo tenían por loco. Los que le siguieron porque vieron en él la mejor versión del mesías que esperaban, le abandonaron cuando quisieron hacerle rey y él los dejó plantados.

Pero hubo mucha gente que le siguió hasta el final; que abandonó sus tradiciones milenarias más sagradas (como la circuncisión o el sábado) y se dejó embriagar por su vino nuevo y poderoso. Y nos podemos preguntar: ¿Qué señales vieron en él para que rompiesen con el pasado y le siguiesen entusiasmados?…

La respuesta es que Jesús les fascinaba porque daba esperanza a los marginados a quienes todos consideraban aborrecidos de Dios, porque les hablaba de Dios como jamás nadie les había hablado y le entendían, porque estaba al servicio de todos y nunca se cansaba de curar y de enseñar, porque les prestaba toda su atención, porque era consecuente con lo que decía… y por tantas cosas más.

Ésas eran sus señales.

La señal de las primeras comunidades nos la desvela Lucas en “Hechos” cuando dice que en ellas no había pobres. Estaban tan comprometidas con el evangelio, tan empapadas de evangelio, que no podían permitir que alguno de sus hermanos pasase necesidad. Y aunque las autoridades los perseguían, la gente los respetaba y los admiraba… y sus comunidades no dejaban de crecer.

Nosotros vivimos en un mundo desesperanzado, sumido (aunque intente ignorarlo) en una profunda crisis de sentido; un mundo necesitado de alguien que le devuelva la esperanza y le ofrezca unos valores a la altura de nuestra condición humana. Y en este contexto nos podemos preguntar, ¿qué testimonio estamos dando “nosotros la Iglesia”? ¿cuál es nuestra señal?… La mejor señal sería que el mundo viese que allí donde hay cristianos hay más justicia y menos necesidad, y, por eso, ésa es la misión que hemos aceptado aquellos que tenemos la osadía de llamarnos cristianos.

Decía Ruiz de Galarreta que el lema del cristiano podría ser «máximo compromiso, máxima confianza». Máximo compromiso con la misión; no hay límite en lo que se espera de nosotros, y máxima confianza, porque quien puede juzgar nuestros fallos es nuestra madre.

Miguel Ángel Munárriz Casajús 

Para leer un artículo de José E. Galarreta sobre un tema similar, pinche aquí

Fuente Fe Adulta

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Orientados hacia la providencia.

Domingo, 4 de agosto de 2024
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IMG_6515El texto joánico de Juan 6,24-35 resume el centro de todas las acciones cristianas en la fe en Jesús: “Trabajen no por el alimento perecedero sino por el que permanece para la vida eterna” (v. 27). El trabajo humano suele estar orientado a cubrir las necesidades, en particular la alimentación. El texto juega entonces entre la necesidad y el trabajo y el esfuerzo que se orientan a dar permanencia de vida eterna. Se reubican las orientaciones: el trabajo no mira solo a la subsistencia sino a la eternidad y el esfuerzo no es únicamente activo sino receptivo por la fe y que aspira a “conseguir el alimento que les dará el hijo del hombre”.

Esta comprensión funciona como una diana de sentido, mientras se va gestando el reino que quedó escenificado en los versículos anteriores del comienzo del capítulo sexto, donde el mismo Jesús provee de pan y pescado en abundancia. El relato se ahonda aún más en clave de providencia al presentar el maná como el alimento que Dios proveyó en el camino por el desierto. Dios no solo liberó, sino que cuidó y alimentó a su pueblo. Jesús, como la presencia de Dios actual y actuante, también provee de comida y de una comida especial que es referido como un pan de eternidad: “el pan de Dios es el que da vida al mundo” (33). El texto acaba con la rotundidad de la providencia: “El que a mí viene nunca pasará hambre y el que en mí cree nunca más volverá a tener sed” (35). Curiosa, cuanto menos curiosa, es esta relación entre la fe y el cuidado recíproco, entre la donación y la percepción de plenitud.

Paula Depalma

Fuente Fe Adulta
Dibujo realizado por: Fr. Félix Hernández Mariano ( descargar la imagen )

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El alimento de la vida.

Domingo, 4 de agosto de 2024
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IMG_6454Domingo XVIII del Tiempo Ordinario

4 agosto 2024

Jn 6, 24-35

El ser humano, de manera consciente o no, anhela aquello que alimenta la vida. En realidad, en todo lo que emprende, va buscando vivir y vivir en plenitud. En el proceso, debido a mil factores, puede ocurrir de todo: adormecer el anhelo, evadirlo, compensarlo o confundirse y adentrarse en una dirección equivocada. Pero el anhelo seguirá siempre ahí, buscando el alimento que colma toda hambre y el agua que sacia toda sed.

El evangelio de Juan -el más alejado del Jesús histórico, así como el más cargado de simbolismo, y nacido en un entorno gnóstico- tiene como objetivo presentar a Jesús como la respuesta total al anhelo humano. Conocer a Jesús y entregarse a él -eso es creer, en este evangelio- es el camino de la salvación, es decir, de la plenitud anhelada.

El gnosticismo, más allá de etiquetas interesadamente descalificadoras, más allá también de corrientes y elucubraciones carentes de base, y tal como su nombre indica, sitúa el conocimiento (gnosis) como la piedra angular de la liberación radical del ser humano. Pero no se trata de un conocimiento mental al alcance únicamente de unos cuantos iniciados, sino de aquel conocer que se designa como sabiduría o comprensión vivencial y experiencial. Se trata de un “conocimiento sentido”, que se experimenta como un “ver”, para el que todo ser humano sin excepción está capacitado.

La comprensión nos permite alcanzar un conocimiento directo e inmediato; todo lo demás no pasará de ser un perezoso conocimiento de segunda mano. Lo que ocurre en el evangelio de Juan es que reduce la comprensión a una creencia, es decir la personaliza con exclusividad en la figura de Jesús. Sin embargo, más allá de esa identificación creyente, lo único capaz de responder al anhelo humano es la comprensión de lo que somos. Todo lo que no sea esto, se reducirá a un conocimiento de segunda mano y, por ello mismo, más o menos alienante.

El “pan de vida”, de que habla el evangelio, no se halla fuera de nosotros; es lo que somos en profundidad. Los discípulos de Juan lo percibieron en Jesús, pero parecieron olvidar algo básico: lo que es Jesús, lo somos todos.

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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El consumismo es volver a la “olla” de Egipto

Domingo, 4 de agosto de 2024
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w800px_24774-192654-recetas-del-mundo-egipto-ful-medamesDel blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

Continuamos escuchando el cp 6 del Evangelio de San Juan: la multiplicación de los panes, JesuCristo como pan de vida, Eucaristía.

01. Éxodo

        La primera lectura del libro del Éxodo evoca el duro camino de las tribus hebreas por el desierto hacia la libertad.

      El pueblo está cansado y tiene nostalgia de la esclavitud de Egipto. Al menos allí teníamos una olla de carne para comer, pero tú, Moisés, nos has sacado al desierto a sufrir. ¡Ojalá hubiéramos muerto allí!

        Es lo que, de cuando en cuando, escuchamos y vivimos en nuestras conversaciones políticas: “en tiempos de la dictadura vivíamos mejor…”

        Es el miedo a la libertad, que decía y escribía Eric Fromm.  Preferimos un buen sueldo, una “buena olla” a ser libres y trabajar por la libertad.

        ¿No ha desaparecido la libertad de la escena social y eclesial? ¿La libertad no ha quedado reducida a una papeleta en una urna cada tres o cuatro años?

       Hoy en día parece que lo tenemos más fácil, pues tenemos más medios, más cosas, (aunque hay muchas familias que lo pasan mal) pero como vida personal ¿no habremos bajado muchos escalones? Vivir de determinadas maneras, comer cualquier pan es como pretender apaciguar la sed bebiendo agua del mar…

        Preferimos la esclavitud del consumismo, del materialismo a la búsqueda y el camino hacia la libertad.

        La libertad nos da miedo. El dinero, el consumismo, la comodidad son enemigos de la libertad.

        Si por ser libres nos va a disminuir el sueldo, se acabó todo idealismo. A mí que me den un buen sueldo, “la olla de Egipto”, y déjame en paz de idealismos y libertades, etc.

         Incluso en la religión sentimos miedo de la libertad: me buscáis porque habéis comido hasta hartaros.

         Antiguamente, más o menos por los siglos XVIII, XIX y comienzos del XX, se decía que había curas de “Misa y olla”… ¿Y hoy?

02.- Trabajad por el pan que no perece

         Es cierto que tenemos necesidad de pan material.

         Leíamos en el Éxodo que Dios les da maná y codornices… El pan material es necesario, pero no solamente de pan vive el hombre y quien vive solamente de pan, muere.

         Y esto es así porque el hambre del ser humano no se sacia solamente con gastronomía o con el Basque culinary center.

        Evocando personajes de la literatura española quizás podríamos decir que no estamos en el momento del idealismo un tanto iluso de D Quijote, pero al fín y al cabo idealismo, sino que estamos en la “olla” de Sancho Panza.

         Pero el ser humano es algo más que materialidad y corporeidad, es algo más que biología.

       Una cuestión a pensar con más detenimiento no es tanto que el momento cultural actual deseche o elimine el mundo cristiano o religioso, sino que dice que el ser humano es pura biología y el ser humano no tiene dimensión espiritual ni alma y, por tanto,  no tiene sed sentido, de futuro, de vida definitiva.

        Tenemos hambre de otras realidades como el amor, el sentido de la vida, la serenidad, la felicidad, la verdad, la libertad…

        Y para saciar tal hambre y sed no basta con el pan material, con el dinero

JESUS-PAN-DE-VIDA

03.- Yo soy el pan de vida.

       Durante varios domingos seguidos venimos escuchando el capítulo sexto de San Juan: el pan de vida.

       Dios está cerca de nosotros y nos ofrece el pan de vida: Jesús.

      Quien se acerca a JesuCristo no vuelve a tener hambre: Yo soy el pan de vida), ni sed: Yo soy el agua que salta hasta la vida eterna.

      Comer solamente del alimento que perece es volver a la “olla” de Egipto

       Necesitamos pan, sí, pero no solamente pan, mucho menos consumismo

       Jesús se nos ofrece como pan de vida. No se trata de la mera materialidad del rito, sino que alimentarse de criterios de Cristo, de vivir, comer, educar  conforme al Señor. Eso nos da vida.

        Jesús como pan de vida no es el elixir de la eterna juventud, una magia que da vida.

        Quien venga a mí, no tendrá hambre.

        Cristo es el pan de vida. Pero no se trata, al menos no exclusivamente, de tomar un poco de pan en la Eucaristía. El pan de vida de Cristo son las bienaventuranzas, la solidaridad, el amor, el respeto, la justicia.

        Cuando comemos de ese pan (de esos criterios) tenemos vida en el amplio sentido de la palabra: respetamos a todos los hombres y pueblos, no matamos, cuidamos de los ancianos, enfermos, ayudamos a crecer a los niños, repartimos en pan, el trabajo, la cultura.

        Sigamos celebrando la Eucaristía desde el “Pan de vida”

“Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no pasará hambre”

 

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“Creer en Jesús ‘pan de vida’ es reconocer en sus palabras y obras la presencia de Dios entre nosotros”, por Consuelo Vélez

Domingo, 4 de agosto de 2024
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Creer-Jesus-reconocer-presencia-Dios_2691940783_17220590_660x371De su blog Fe y Vida:

Comentario al evangelio del domingo XVIII del Tiempo Ordinario 04-08-2024

Jesús es el pan de vida y solo quien cree en el signo, que es Jesús mismo, está entendiendo el querer de Dios y el obrar de Dios

Es muy importante darles carne, historia, realidad a las palabras del evangelio del Juan, porque al ser más teológico que los otros evangelistas, nos pueden llevar a quedarnos en ideas y no bajarlas a la realidad

Creer en Jesús es creer en el Hijo del hombre, hecho ser humano y porque reconocemos en Él, al Hijo de Dios entre nosotros, le seguimos allí donde Él vive, haciendo lo que Él hizo

Cuando la gente vio que Jesús no estaba allí, ni tampoco sus discípulos, subieron a las barcas y fueron a Cafarnaúm, en busca de Jesús. Al encontrarle a la orilla del mar, le dijeron:

-“Rabbí, ¿cuándo has llegado aquí?”

Jesús les respondió:

+ “En verdad, en verdad les digo: ustedes me buscan no porque han visto señales, sino porque han comido de los panes y se han saciado. Obren, no por el alimento perecedero, sino por el alimento que permanece para vida eterna, el que les dará el Hijo del hombre porque a éste es a quien el Padre, Dios; ha marcado con su sello.

Ellos le dijeron:

-“¿Qué hemos de hacer para obrar las obras de Dios?”

Jesús les respondió:

+ “La obra de Dios es que crean en quien él ha enviado”.

Ellos entonces le dijeron:

– “¿Qué señal haces para que viéndola creamos en ti? ¿Qué obra realizas? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, según está escrito: Pan del cielo les dio a comer”.

Jesús les respondió:

+ “En verdad, en verdad les digo: No fue Moisés quien les dio el pan del cielo; es mi Padre el que les da el verdadero pan del cielo; porque el pan de Dios es el que baja del cielo y da la vida al mundo”.

Entonces le dijeron:

– “Señor, danos siempre de ese pan”.

Les dijo Jesús:

+ “Yo soy el pan de la vida. El que venga a mí, no tendrá hambre y el que crea en mí, no tendrá nunca sed”. (Jn 6, 24-35)

Este mes vamos a continuar con el evangelio de Juan, concretamente el capítulo 6, donde Jesús se revela como pan de vida. Por eso, tal vez todos estos domingos, insistiremos en algunos aspectos, porque cada domingo expone una parte de este capítulo. En este domingo, después de la multiplicación de los panes que lo comentamos el domingo pasado, Jesús se ha ido a la otra orilla para huir de las multitudes que lo quieren hacer rey. Pero hasta allí llegan preguntándole cuándo ha llegado allí. Jesús no contesta lo que le preguntan, sino que directamente les explica lo que ellos, parece, aún no han entendido. Jesús les dice que no lo buscan por el signo realizado en la multiplicación de los panes sino por el pan material que los ha saciado. Comienza, entonces, a profundizar en el significado de “signo que tuvo la multiplicación de los panes y que la gente no acaba de entender. Ese pan trasciende su significado material -no porque se desprecie lo material, a los hambrientos hay que saciarlos y, justamente, a quién diera de comer a un hambriento, como dice el evangelio de Mateo (25, 35) Dios lo pondrá a su lado, en el último día. Hago esta aclaración de lo material porque vivimos bastante dicotomía entre nuestra vida real de cada día y lo que llamamos la vida espiritual. Esta vida en el espíritu se vive en el aquí y ahora de nuestra existencia cotidiana, en el mundo que construimos, en la justicia social que apoyamos.

Volviendo al significado del “signo del pan”, Jesús continúa diciendo que ese pan que Moisés dio a sus antepasados en el desierto, en realidad fue Dios quien se los dio y ahora, ese mismo Dios, se los está dando, en su misma persona. Jesús es el pan de vida y solo quien cree en el signo, que es Jesús mismo, está entendiendo el querer de Dios y el obrar de Dios. Precisamente a Jesús le preguntan ¿qué obras haces para que creamos? Y su respuesta se refiere a lo que él es: todo su obrar es el pan que da vida, sus palabras y obras -que ya las hemos venido señalando en los anteriores evangelios- curar enfermos, hablar con mujeres, expulsar demonios, etc., son las obras de Dios porque traen la vida al mundo, la vida a las personas concretas a las que su acción llega.

El texto revela esa indecisión que también refleja nuestra vida cristiana. Parece que creemos y reconocemos en la persona de Jesús -en sus palabras y obras, insisto, para no pensar en un Jesús desencarnado, sacado de nuestra realidad, que Él es el enviado de Dios y por eso le piden que les de ese pan. Pero Jesús sabe que esas palabras o buenas intenciones que muchas veces manifestamos, con facilidad las dejamos de lado y seguimos anclados en el pan material, es decir, en vivir en la lógica del anti reino y no en la lógica de los valores del reino. Por eso les repite que Él es el pan de vida y quien crea en Él no tendrá hambre y no tendrá sed.

Es muy importante darles carne, historia, realidad a las palabras del evangelio del Juan, porque al ser más teológico que los otros evangelistas, nos pueden llevar a quedarnos en ideas y no bajarlas a la realidad. Creer en Jesús es creer que con su vida nos revelo quién es Dios, cómo es Dios y cuál es su deseo sobre la humanidad. Y si lo creemos, la consecuencia lógica es hacer lo que Él hizo, amar como Él amó, ponerse del lado de los últimos cómo Él lo hizo, trabajar por hacer presente el reino a través de la justicia y el asegurar la vida digna para todos. Creer no es creer en ideas o en realidades sobrenaturales. Creer en Jesús es creer en el Hijo del hombre, hecho ser humano y porque reconocemos en Él, al Hijo de Dios entre nosotros, le seguimos allí donde Él vive, haciendo lo que Él hizo.

(Foto tomada de: https://pnuestrasenoradetorcoroma.arquibogota.org.co/centro-de-informacion/articulos/yo-soy-el-pan-de-vida)

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