“Y tú, ¿quién dices que soy?”, por Isabel Pavón.
De su blog Los ojos abiertos:
Que no nos importe lo que otros puedan opinar de Jesús cuando hablamos de él. Sigamos adelante con la convicción de que es el Salvador del mundo.
Cuando Jesús llegó a la región de Cesarea de Filipo preguntó a sus discípulos:
—¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?
Ellos contestaron:
—Unos dicen que Juan el Bautista; otros, que Elías, y otros, que Jeremías o algún profeta.
—Y vosotros, ¿quién decís que soy?—les preguntó.
Simón Pedro le respondió:
—Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios viviente.
Entonces Jesús le dijo:
—Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás, porque ningún hombre te ha revelado esto, sino mi Padre que está en el cielo. Y yo te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra voy a edificar mi iglesia; y el poder de la muerte no la vencerá. Te daré las llaves del reino de los cielos: lo que ates en este mundo, también quedará atado en el cielo; y lo que desates en este mundo, también quedará desatado en el cielo.
Luego Jesús ordenó a sus discípulos que no dijeran a nadie que él era el Mesías.
(Mt 16:13-20, Mc 8:27-30, Lc 9:18-21)
Hagamos un repaso sobre algunas de las opiniones que la gente tenía de Jesús.
– Para Juan el Bautista era el que bautizaba con el Espíritu y con fuego.
– Para otros el que no respetaba el sábado y alentaba a sus seguidores a hacer lo mismo.
– Era el que dejaba que los niños se le acercaran y les daba una importancia inusual para la época.
– Para los que padecían penurias en su cuerpo era el que curaba las dolencias.
– Para los que no querían compromiso alguno era un taumaturgo itinerante que hacía milagros nunca vistos en Israel.
– Los más íntimos le veían como el Mesías.
– Por sus enseñanzas era un Maestro.
– Los que le criticaban decían que era el hijo de María, expresión que daba a entender que no tenía padre reconocido.
– Para otros, el hijo del carpintero.
– Jesús era el que hablaba muy bien.
– Era el que daba de comer a los presentes cuando daba una enseñanza.
– Los simples observadores veían en él al gran comilón y bebedor que se juntaba con gente no recomendable.
– Los desgraciados afirmaban que era uno que defendía a los pobres.
– Para otros un provocador que, en la víspera de la Pascua judía, expulsó a los mercaderes de la puerta del templo de Jerusalén.
– Para su familia era la parte de su linaje que, a veces, perdía la cabeza y había que ir a rescatarlo para que no se metiera en líos.
– Para los que le seguían era el que enseñaba con parábolas que no siempre eran entendibles.
– Los criticones veían que salía de él una autoridad que no le correspondía.
– Otros resaltaban que se encarara con los fariseos y maestros de la ley sin pelos en la lengua.
– Los puritanos no soportaban que le diera al ayuno tan poca importancia.
– La mayoría terminó confirmando de que era un impostor, un delincuente y votaron para que muriera colgado de una cruz *.
– Y para nosotros es el amor encarnado que nos acerca al Reino de los Cielos.
Que no nos importe lo que otros puedan opinar de Jesús cuando hablamos de él. Sigamos adelante con la convicción de que es el Salvador del mundo. Proclamemos su grandeza sin miedo ni vergüenza de ser creyentes. Tenemos la promesa de que él tampoco se avergonzará de nosotros.
Alabemos al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, pues en nuestra unión con Cristo nos ha bendecido en los cielos con toda clase de bendiciones espirituales. (Efesios 1,3)
* Estos conceptos son fáciles de reconocer en la biblia, así evitamos la acumulación de citas.
Isabel Pavón es diplomada en Religión, Género y Sexualidad en UCEL/GEMRIP. Escritora y poeta, ha recibido numerosos premios (poesía y relato) tanto España como en el extranjero.
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