Del blog de Tomás Muro La Verdad es libre:
¿Quiénes son familia de Jesús?
01. Al enterarse su familia, vinieron a llevárselo, porque decían que no estaba en sus cabales
Llama la atención –y no es la primera vez en el NT- que la familia de Jesús se queda extrañada ante las actitudes y el comportamiento de Jesús.
La familia de Nazaret será santa, pero tranquila, no. La Sagrada familia fue sin duda santa, pero ciertamente no fue tranquila.
Tenemos una imagen muy distorsionada de la familia de Jesús: La Virgen vestida de manto celeste hilando lana, San José medio angelical trabajando la madera y “Jesús niño” rubio como un sueco, ojos azules, de color sonrosado,
¿Todo muy idílico? Pues no, de eso nada de nada.
La agitación, como en tantas familias, es causada por el hijo y no le comprenden.
Bien es verdad que Jesús tampoco facilita mucho las cosas.
Los tres, Jesús, José y María son santos pero inquietos.
Inquieto José porque no ve respetada su autoridad. Inquieta María, que no entiende a este Hijo. Inquieto Jesús, porque soporta mal las pretensiones de sus padres.
Jesús adolescente en el Templo
Nos retrotraemos un poco en el tiempo, en la vida familiar de Jesús.
José y María, buenos creyentes, nunca faltaron a la celebración de la Pascua en la ciudad santa: Jerusalén. Esta vez llevan a su hijo todavía menor de edad.
Después de haber celebrado la Pascua en Jerusalén con los paisanos de Nazaret y demás peregrinos, comienzan el viaje de vuelta, parten para Nazaret. Serán cuatro o cinco días para recorrer los 141 kms que separan Nazaret de Jerusalén.
El ambiente de la caravana es festivo, caminan alegres como en las romerías a las ermitas de nuestros pueblos: saludos, encuentros, comidas de campaña, música, cantos…
Los hijos van por su cuenta jugando.
Pero Jesús permanece en Jerusalén cuando todos han partido.
María y José no se dan cuenta. (¿Seguro que no se dan cuenta?)
Tras un día de viaje, distantes ya de Jerusalén una treintena de kilómetros, comienzan a darse cuenta de que Jesús no está entre ellos.
No lo han visto en la comida … estará comiendo en cualquier grupo de la caravana… llegará … Sin embargo Jesús no aparece.
Han de volver a Jerusalén para encontrarlo.
¿Dónde encontrarlo?
Tres días de angustia y de búsquedas inútiles.
Nada.
Finalmente es localizado Jesús. ¿Y dónde va a estar? En el Templo.
María seguramente angustiada, aunque ya aliviada ve a Jesús en el centro de una polémica conversación teológica con los maestros de la Ley, en el Templo.
María le dice a Jesús: “Hijo” ¿por qué te has comportado así? Mira que tu padre y yo te buscábamos angustiados, (Lc 2,48).
Jesús no acepta la reprensión.
Jesús conocía el cuarto mandamiento: padre y madre, pero se “salta” al primer mandamiento: Amarás a Dios ante todo (Ex 20, 1-12). Y es Jesús quien pasa a reprochar a sus padres. Y lo hace con palabras duras, que merecerían más que un “tirón de orejas” por parte de José.
¿Por qué me buscabais? ¿Todavía no habéis entendido que yo debo ocuparme en las cosas de mi Padre? (Lc 2,49). Y Jesús subraya ante José, mi Padre.
María está equivocada. Y Jesús se lo recuerda: su padre no es José (“tu padre y yo…”). “Mi Padre es otro…”
“Le haría mucha gracia a José esta contestación…”
Jesús les recuerda a María y José que no tiene ninguna obligación hacia su familia. Jesús, no ha venido para seguir el camino de los padres, sino del Padre.
Lo recordarán siempre, pero sin entenderlo. No entendieron aquellas palabras que les decía, (Lc 2,50).
¿Se trata de un arrebato o una bravuconada de un mocoso adolescente?
Vuelven juntos a Nazaret.
Jesús ha quedado decepcionado de cuanto ha visto lo que sucede en el Templo.
Actitudes de Jesús
Por otra parte y al mismo tiempo, Jesús estaba habituado al sereno culto familiar de Nazaret, a la lectura de la Palabra en la sinagoga de Nazaret, a cantar los salmos, a las bendiciones en armonía pacífica.
Y Jesús ha quedado desconcertado del culto sanguinario del Templo en Jerusalén. Por vez primera ha asistido a un sacrificio de animales: una carnicería. Se sacrificaban centenares de corderos, becerros, palomas, toros degollados en honor de Yahvé. Un río de sangre para satisfacer a Dios. Más que un santuario aquello parecía una carnicería, con el humo del incienso que se mezclaba el de la carne asada.
Algo ha cambiado en Jesús. Algo se ha roto.
El Jesús que vuelve a Nazaret no es el mismo que el de antes de subir a Jerusalén. “las cosas” del Padre le queman por dentro.: un fuego que ha llegado para incendiar la tierra, (Lc 12,49). Le entristece no logra transmitir esta llama a sus padres, del mismo modo que tampoco lo ha logrado con los maestros del Templo.
Es el comienzo de la ruptura radical con la familia, con la religión, con la patria.
Por otra parte más adelante, ya como adulto, el comportamiento de Jesús no es especialmente ejemplar para el mundo judío, para sus paisanos, ni para su familia. Jesús se salta la ley, el sábado, para curar enfermos, lo mismo toca leprosos que se deja toca por la hemorroísa (sangre). Parte de sus discípulos son medio zelotas si no zelotas enteros. Entre sus discípulos hay mujeres: Magdalena, la samaritana, sana a la suegra de Pedro, la hija de Jairo; tiene amistad con Marta y María. Jesús come con pecadores y publicamos, acoge a prostitutas. Para más inri vuelca las mesas de los mercaderes del Templo, finalmente es condenado a muerte en cruz.
¿Quién es, pues, para José y María, para su familia biológica y para sus paisanos Jesús?
Es “natural” que su familia pensara que estaba loco y lo quisiera retirar de la vida pública.
02. – ¿Quiénes son familia de Jesús?
«Quiénes son mi madre y mis hermanos?»
Y mirando a los que estaban sentados alrededor, dice:
«Estos son mi madre y mis hermanos. El que haga la voluntad de Dios, ese es mi hermano y mi hermana y mi madre».
Dos aspectos:
03.- Una primera cuestión es que Jesús nos trata, nos llama y nos trata como familia.
La relación de Dios con los seres humanos es de padre, y la relación de Jesús con nosotros es de hermanos.
Nos podía llamar adeptos de su religión, pero no. Jesús nos convoca como hermanos: mi madre y mis hermanos sois los que tratáis de vivir conforme al Padre.
La Iglesia no es una “agencia de seguros salvíficos” que ha de conseguir cuantos más clientes mejor. Más bien los cristianos somos hijos de Dios y hermanos de Jesús:
Jesús nos enseñó a llamar a Dios: Padre: Padre nuestro…
Mujer, ahí tienes a tu hijo. Hijo, ahí tienes a tu madre.
San Mateo entenderá la iglesia como una comunidad de hermanos: todos vosotros sois hermanos, (Mateo 23,9)
San Pablo comentará cómo Dios en Cristo nos ha destinado a ser hijos de Dios, (Efesios 1,5)
Alivia mucho la existencia entendernos y vivir no como adeptos o clientes de un sistema religioso, sino como familia de Jesús y de Dios.
En una familia sana y -más o menos normal-, se está bien, en paz, se está en casa.
03.- Mi madre y mis hermanos son los que viven conforme a Dios Padre.
Cumplir la voluntad de Dios es vivir conforme a la bondad de Dios expresada en Jesús: vivir en paz, servicio, amor, libertad nos hace familia de Dios.
Para saber lo que es vivir conforme a Dios miremos no al cumplimiento de la normativa vigente sino al evangelio de Jesús. ¿Qué pensaba y hacía Jesús? Pues aquello por lo que su familia biológica creía que Jesús no estaba en sus cabales: ser libre, curar en sábado, devolver la vista, sanar la lepra, tratar por igual a todos: hombres y mujeres, judíos, samaritanos y romanos…
Salgamos hoy de la Eucaristía con la conciencia de que somos familia de Jesús y de Dios, que el amor preside nuestra vida y nuestra relación con Dios.
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Biblia, Espiritualidad
10º Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B, Dios, Evangelio, Jesús, Tiempo Ordinario
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