Corpus
Mc 14, 12-16. 22-26
«Tomad, éste es mi cuerpo» … «Ésta es mi sangre de la Alianza, que es derramada por muchos»
En la fiesta del Corpus Christi se celebra la presencia real de Jesús en las especies sacramentales del pan y del vino, y esto se manifiesta sacando la custodia a la calle e invitando a los fieles a adorarla.
Desde nuestra óptica ilustrada, este tipo de devoción nos parece pueril y trasnochado, y nuestro primer impulso suele ser criticarlo o descalificarlo. Pero topamos con un problema, y es que muchos cristianos –probablemente la mayoría– lo comparten, interpretan las palabras de Jesús como algo que convierte el pan y el vino en su cuerpo y su sangre, y se conmueven al adorar la custodia o contemplarla en procesión por las calles de su ciudad.
Y al verlo, solemos pensar que son ellos los que creen mal y nosotros los que creemos bien; y como creemos bien, nos expresamos a menudo en un lenguaje asertivo propio de personas en posesión de la verdad que no deja espacio para ninguna otra creencia. Nosotros somos la vanguardia, la que debe marcar el camino, porque, no en vano, nuestra fe se soporta sobre una firme base exegética y no en tradiciones de dudosa procedencia e intencionalidad como son las de la Iglesia.
Ahora bien, si una mayoría de cristianos profesa una fe que a una minoría nos parece inapropiada, estamos ante un dilema en el que sólo parecen caber dos alternativas: o bien la devoción popular es la que interpreta adecuadamente el mensaje de Jesús, «Te doy gracias Padre porque has ocultado estas cosas a los sabios y las has revelado a los sencillos», o bien el cristianismo genuino es algo reservado a iniciados capaces de entender aquello que la gente normal no entiende.
La primera de ellas nos resulta difícil de digerir y la segunda descabellada, así que algo debe estar fallando en nuestro razonamiento… Acudimos al evangelio y hallamos la respuesta, pues vemos el poco énfasis que hace en la doctrina y su constante exhortación a la acción, al amor, al perdón, al servicio: «Por sus obras los conoceréis».
El evangelio nos da dos claves importantes para enfocar bien las cosas. La primera, que las creencias son secundarias; que lo importante es el amor que da fruto. La segunda, que la vanguardia la marcan quienes más aman y más sirven, cualesquiera que sean sus creencias… «El que quiera ser el primero entre vosotros…»
Miguel Ángel Munárriz Casajús
Para leer el comentario que José E. Galarreta hizo sobre este evangelio, pinche aquí
Fe Adulta
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