Permanecer, a pesar de todo.
Juan 15,1-8
Es invierno. Un adolescente, se dirige a casa de su vecino Daniel.
– ¿Qué te trae por aquí, Mateo?
– Necesito que me ayudes a podar las viñas. Mi padre se encargaba de hacerlo, pero como ha fallecido, tengo que podarlas yo; me da miedo estropear las vides de la familia, algunas tienen cerca de 100 años.
– Iré contigo y te voy explicando.
En el campo, Daniel empieza a podar con tanta energía que el chico se asusta.
– ¿No estás cortando demasiado? No dará tiempo a que salgan uvas este verano. Será nuestra ruina.
– Al contrario, Mateo, voy cortando las ramas secas, que ya no darán fruto, para que la savia suba con fuerza y haga crecer los brotes nuevos, los pámpanos. No tengas miedo, así la savia no se desperdicia y los frutos ganarán en cantidad y calidad. Si hacemos una buena poda, las ramas nuevas crecerán tanto como la longitud de mi dedo, cada día. Podréis cosechar algunos racimos con más de 100 uvas y os darán unos buenos denarios por ellos.
– ¿Y si hubiéramos dejado las vides sin podar?
– Cuando llegara el verano, es posible que algunos racimos tuvieran media docena de uvas y otros no tuvieran ninguna. Además, las vides están más expuestas a enfermar. Esta tarea es imprescindible y se necesitan manos expertas.
– ¿Y qué hacemos con todos los sarmientos que hemos quitado?
– Mañana vendremos a recogerlos, son muy buenos para el fuego.
– ¡Qué bien! Cuando acabemos de podar, podremos esperar tranquilamente a que llegue el final del verano, para recoger los frutos, – exclama Daniel, entusiasmado-
– No. Para que haya una buena cosecha será necesario que en verano hagamos otra pequeña poda, para quitar a las vides algunos tallos que no tienen fruto, y aquellas hojas que impiden que el sol llegue a las uvas. Cuando llegue el momento de la cosecha, verás que ha merecido la pena este trabajo, aunque sea duro.
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¿Cuántas veces vio Jesús una escena similar, o participó en la poda de las viñas, puesto que solía ser un trabajo colectivo, en el que participaban el vecindario o la aldea?
Jesús, en su pedagogía, utilizó ejemplos que eran significativos para la gente que le escuchaba, ya fuera una higuera que no daba frutos, la puerta de un redil o una viña. Y, a raíz de esos ejemplos, la comunidad de Juan añadió sus catequesis post pascuales, para educar y reavivar la vida comunitaria.
El adolescente Mateo puede representar bien nuestra actitud ante las podas que nos hacen el buen Dios y la propia vida. Son imprescindibles para desprendernos de “lo viejo, seco y caduco”. Es normal que nos de miedo perder aquello que nos ha adornado en el pasado: éxitos, reconocimiento, cargos…, pero la savia de Jesús no nos llega a través de todo eso.
Su savia nos llega a través de una actitud que el evangelio de Juan recoge con una palabra: permanecer. Juan utiliza esta palabra 40 veces en su evangelio. Es evidente que quiso decir algo importante para su comunidad.
Permanecer no significaba quedarse quieto, parado, inmóvil sino tener una conexión tan profunda que fluyera la vida.
Hoy podemos hacer un “ejercicio espiritual”, reflexionando sobre nuestra vida y rellenando los puntos suspensivos que hay a continuación:
· Permanecer sembrando en la familia los valores en los que creemos, aunque…
· Permanecer en al ámbito educativo, creyendo firmemente que …
· Permanecer en la comunidad eclesial, limpiando su rostro, salpicado de …
· Permanecer en el compromiso social, a pesar de…
· Permanecer en las fronteras de…
· Permanecer cuidando la naturaleza, con una actitud…
· Permanecer trabajando por la paz y la justicia en…
· …
Hoy puede ser un buen día para reflexionar sobre: ¿cómo vivimos, qué savia nos nutre y qué frutos estamos dando? ¿En qué lugares y grupos permanecemos, y de cuáles nos hemos separado, y por qué?
Hoy, podemos recuperar la esperanza, porque Dios, que es fiel, permanece como savia de la humanidad.
Marifé Ramos
Fuente Fe Adulta
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