Ha llegado nuestro turno de dar testimonio de la vida que Jesús Resucitado nos trae
De su blog Fe y Vida:
Tomás verdaderamente cree y ofrece una confesión de fe en sintonía con la confesión de fe de Pedro (Mt 16, 16) o de Marta, hermana de María y de Lázaro (Jn 11,27)
Posiblemente, los discípulos están intentando pasar desapercibidos para no correr la misma suerte que el maestro. Y en esa situación, contra toda esperanza, Jesús se les aparece y les regala -gratuitamente- el don de su mismo espíritu
La resurrección de Jesús abrió esa vida resucitada que se anticipa con sus dones escatológicos para vivirla en la historia cotidiana
Entonces, al atardecer de aquel día, el primero de la semana, y estando cerradas las puertas del lugar donde los discípulos se encontraban por miedo a los judíos, Jesús vino y se puso en medio de ellos, y les dijo: Paz a ustedes. Y diciendo esto, les mostró las manos y el costado. Entonces los discípulos se regocijaron al ver al Señor. Jesús entonces les dijo otra vez: Paz a ustedes; como el Padre me ha enviado, así también yo los envío. Después de decir esto, sopló sobre ellos y les dijo: Reciban el Espíritu Santo. A quienes perdonen los pecados, éstos les son perdonados; a quienes retengan los pecados, éstos les son retenidos. Tomás, uno de los doce, llamado el Dídimo, no estaba con ellos cuando Jesús vino. Entonces los otros discípulos le decían: ¡Hemos visto al Señor! Pero él les dijo: Si no veo en sus manos la señal de los clavos, y meto el dedo en el lugar de los clavos, y pongo la mano en su costado, no creeré. Ocho días después, sus discípulos estaban otra vez dentro, y Tomás con ellos. Y estando las puertas cerradas, Jesús vino y se puso en medio de ellos, y dijo: Paz a ustedes. Luego dijo a Tomás: Acerca aquí tu dedo, y mira mis manos; extiende aquí tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente. Respondió Tomás y le dijo: ¡Señor mío y Dios mío! Jesús le dijo: Porque me has visto has creído. Dichosos los que no vieron, y sin embargo creyeron. Y muchas otras señales hizo también Jesús en presencia de sus discípulos, que no están escritas en este libro; pero éstas se han escrito para que crean que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios; y para que, al creer, tengan vida en su nombre (Jn 20, 19-31)
Después de la Vigilia Pascual, los domingos que siguen nos ofrecen diversos pasajes bíblicos en los que Jesús se aparece a los suyos. De alguna manera se ofrece, pedagógicamente, el ir asumiendo la vida nueva que trae el Resucitado, las dificultades que supone, las incredulidades que suscita y las fidelidades y audacias que asumen aquellos que creen y comunican la experiencia fundante de la nueva vida que el Espíritu regala a quienes se disponen al seguimiento.
El Evangelio de Juan comienza este capítulo 20 con la aparición a María Magdalena. De ahí viene el título de Apóstola que se le ha reconocido porque ella es la primera a la que Jesús se le aparece, según este evangelio. Pero no es este el texto que se ofrece para este domingo sino el que sigue, donde Jesús se aparece a sus discípulos y, en concreto, se explicita lo que acontece con Tomás, quién no estuvo en la primera aparición y en la segunda, a pesar de sus dudas, verdaderamente cree y ofrece una confesión de fe en sintonía con la confesión de fe de Pedro en el evangelio de Mateo (16, 16) o de Marta, hermana de María y de Lázaro (Jn 11,27).
Pero notemos algunos puntos interesantes. Los discípulos están encerrados. La crucifixión y muerte de su maestro les ha mostrado el fracaso de la vida de Jesús y están asustados. No están esperando que la situación cambie. Posiblemente, están intentando pasar desapercibidos para no correr la misma suerte que el maestro. Y es en esa situación, contra toda esperanza, que Jesús se les aparece y les regala -gratuitamente- el don de su mismo espíritu, quien será el que los fortalezca para continuar la tarea que Él había comenzado. No es la valentía de los discípulos lo que les capacita para seguir adelante. Es el don de Dios, la vida del Resucitado, su Espíritu en medio de ellos, el que les dará la audacia necesaria para emprender el seguimiento del Cristo Resucitado. La paz y la alegría que acompañan esa experiencia son dones escatológicos, es decir, no dependen de que ahora las cosas comienzan a ir bien, sino de la experiencia de que la última palabra no la tiene la muerte. La resurrección de Jesús abrió esa vida resucitada que se anticipa con sus dones escatológicos para vivirla en la historia cotidiana.
La figura de Tomás que casi siempre se concibe como el incrédulo que mereció el reproche de Jesús, es señal, tal vez de lo contrario. Ahora la confesión de fe ha de ser vivida ya no por los testigos que estuvieron con Jesús sino por aquellos que creerán en la palabra de los primeros. Tomás puede ser símbolo de todos los creyentes que hemos continuado esta aventura de la vida cristiana. Hemos necesitado hacer esa confesión de fe. No hemos recibido pruebas definitivas que nos garanticen la veracidad que se nos anuncia, pero hemos visto el testimonio de tantas generaciones cristianas que, por su fe en Jesús, han hecho posible la justicia, la paz, la alegría, la solidaridad, la misericordia, la entrega. Y ha llegado nuestro turno. Creer en Jesús es más que repetir las palabras que finalmente dice Tomás: ¡Señor mío y Dios mío! Es seguir la línea de los testigos y testigas que nos han precedido y testimoniar con la propia vida la apuesta por la vida del espíritu.
El texto bíblico termina diciendo que todo esto se ha escrito para que se crea que Jesús es el Cristo y en Él se tenga vida eterna. Por eso, hoy el texto bíblico ha de encarnarse en nuestra propia vida, buscando hacer las obras del Reino, para que muchos crean en Jesús y tengan la vida en abundancia. Que este tiempo de pascua nos comprometa a dar un testimonio capaz de convocar a muchos a esta fe en el Jesús del Reino, en el Jesús de la vida nueva, de la paz y la alegría.
(Foto tomada de: https://www.crossroadsinitiative.com/es/media-es/articulo/incredulidad-tomas-divina-misericordia/)
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