Pasión de Jesús, ayer. Pasión del mundo, hoy.
Domingo de pasión, 24 de marzo de 2024.
Marcos 15, 1-39
María, una de las discípulas de Jesús, llora desconsoladamente. Fue a celebrar la Pascua a Jerusalén, y vuelve a Galilea rota de dolor, como si le hubieran quebrado los huesos. Va a visitar a la anciana Sara, a la que acude cuando su fe se tambalea o se siente perdida.
– Sara, vengo rota. En Jerusalén han matado a Jesús de Nazaret, nuestro maestro. Me he quedado huérfana. Creí que era un profeta y ha muerto como un malhechor, con el cuerpo destrozado, en una cruz y a las afueras de la ciudad.
– María, siéntate aquí, a mi lado. Vamos a hablar de tu dolor y de la muerte de Jesús. Ha muerto como un profeta, aunque las autoridades hayan utilizado la mentira para hacernos creer que era un malhechor más, de los muchos que crucifica Roma cada semana.
– ¡Si al menos le hubieran hecho un juicio justo! pero se han ensañado con él. Lo han llevado atado ante Pilato, como si fuera un animal y los sumos sacerdotes le han acusado de cosas falsas. Tenían envidia de Jesús porque cada día crecía el grupo de personas que le escuchábamos, le seguíamos y le considerábamos nuestro maestro.
– Y no olvides que las autoridades religiosas no han soportado que Jesús les llamara sepulcros blanqueados y nido de víboras. Decir la verdad puede conducir a la muerte.
– Sara, no entiendo por qué Pilato ha querido salvar a Barrabás, malhechor y asesino, y ha condenado a Jesús.
– Hija, con el tiempo irás viendo que el poder es como una capa de barro que se va haciendo más espesa. Al principio, es una capa fina, y con un buen lavado puede desaparecer. Pero, con el tiempo, se va transformando en arcilla seca y se convierte en una máscara que oculta nuestro rostro y nos impide ver y oír lo que ocurre a nuestro lado. Pilato está borracho de poder. El poder se alimenta del miedo y controla a base de miedo. Por eso, ¿cuánto valía para él la vida de un inocente, si al entregarlo a la muerte podía continuar siendo gobernador?
– ¡Qué asco! Pilato es un cobarde.
– María, hija mía, todos somos cobardes, no lo olvides. Cada día tenemos que librar pequeñas batallas contra la cobardía para ser valientes y libres. Por eso, solo un pequeño grupo de mujeres habéis sido valientes para permanecer al pie de la cruz, acompañando a Jesús. El resto del grupo ha huido o se ha escondido.
– Sara, no olvidaré nunca cómo rezaba Jesús el salmo del justo agonizante. Empezó a recitarlo con voz potente, como si gritara: “Dios mío, Dios mío ¿por qué me has abandonado?” Y luego, con la voz más serena, le oíamos decir: “… a ti fui confiado desde el seno, desde el vientre de mi madre eres mi Dios. No andes lejos, que vivo en angustia, ven junto a mí, pues nadie me socorre… Me acorrala una jauría de mastines, me cerca una bandada de malhechores; me taladran las manos y los pies, puedo contar mis huesos…”. Nosotras íbamos rezando el salmo con él, entre sollozos, sabiendo que la muerte estaba próxima. Poco después, expiró.
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Algo así pudo pasar. San Ignacio de Loyola recomendaba leer el evangelio, como si estuviésemos presentes. Y, al hacernos presentes y reescribirlo, oramos.
Al mismo tiempo, tomamos conciencia de que hoy la pasión del mundo tiene los mismos rasgos que la de Jesús: en casi todos los países hay detenciones arbitrarias, acusaciones falsas, escarnio y burlas hacia las personas detenidas, abuso de poder, etc.
Sigue habiendo multitud de polític@s que, por dar gusto a su gente, como Pilato, apuestan por la mentira, la violencia y las armas. Y consiguen fortunas, a costa de los derechos robados a su pueblo.
Y seguimos descubriendo los nidos de envidia que albergamos cada uno, cada una. Nidos que salen al exterior en forma de desprecio, comparaciones y humillaciones… Pilato, hoy, es un espejo en el que podemos vernos reflejad@s.
Estos días vamos a escuchar, orar y contemplar la pasión de Jesús de Nazaret. Quizá nos sabemos párrafos de memoria. Que el Espíritu Santo nos ayude a saber encarnarnos en la pasión del mundo, que nos espabile el oído, nos de lengua de inciad@s, nos libre de los miedos, y nos revista de fortaleza y valentía.
María, discípula amada.
Marifé Ramos
Fuente Fe Adulta
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