17.3.24. (Dom 5 C.) Como grano de trigo. Sólo da vida quien al darla muere (Jn 12, 20-33)
Crucifixión blanca de Marc Chagall
Del blog de Xabier Pikaza:
Este pasaje es una continuación del evangelio del domingo pasado (Jn 3, 14-21: Dios no ha enviado a su Hijo para juzgar, sino para salvar al mundo), y lo hace muriendo por ellos.
He escrito en otros lugares extensos comentarios de este evangelio. Aquí me limito a destacar sus rasgos principales, con algunos términos griegos, que pongo entre paréntesis, no porque sean necesarios para entender mi comentario, sino para animar a mis lectores a profundizar en ellos. Buen domingo a todos.
| Xabier Pikaza
Juan 12,20-33
En aquel tiempo, entre los que habían venido a celebrar la fiesta había algunos griegos; éstos, acercándose a Felipe, el de Betsaida de Galilea, le rogaban: “Señor, quisiéramos ver a Jesús.” Felipe fue a decírselo a Andrés; y Andrés y Felipe fueron a decírselo a Jesús, que les contestó:
“Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo del hombre. Os aseguro que si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto. El que se ama a sí mismo se pierde, y el que se aborrece a sí mismo en este mundo se guardará para la vida eterna. El que quiera servirme, que me siga, y donde esté yo, allí también estará mi servidor; a quien me sirva, el Padre lo premiará.
Ahora mi alma está agitada, ¿qué diré?: Padre, líbrame de esta hora. Pero si por esto he venido, para esta hora. Padre, glorifica tu nombre.”
Entonces vino una voz del cielo: “Lo he glorificado y volveré a glorificarlo.” La gente que estaba allí y lo oyó decía que había sido un trueno; otros decían que le había hablado un ángel. Jesús tomó la palabra y dijo:
“Esta voz no ha venido por mí, sino por vosotros. Ahora va a ser juzgado el mundo; ahora el Príncipe de este mundo va a ser echado fuera. Y cuando yo sea elevado sobre la tierra atraeré a todos hacia mí.”
Esto lo decía dando a entender la muerte de que iba a morir.
Lectura comentada
Había allí algunos griegos (Ἦσαν δὲ Ἕλληνές τινες ). El evangelio de Juan ha terminado de exponer el camino y mensaje de la “vida pública” de Jesús en Israel (en Galilea y Jerusalén). Con el nuevo capítulo (Jn 13) empieza el discurso de la cena (la gran despedida), con la pasión, muerte y pascua de Jesús.
Éste es el momento en que Juan introduce a los griegos (helenos) que son, en sentido general los no judíos, los paganos, los gentiles. El texto supone que Jesús ha venido también para ellos, no de un modo directo (Jesús no predicó a los gentiles), sino indirecto, a través de los discípulos que son representantes de la misión universal de la Iglesia), en una línea que puede y debe compararse con la que traza el libro de los Hechos, a partir de Hch 6-7 (presencia y misión de los helenistas).
Intermediarios de la misión griega: Felipe y Andrés. Según el evangelio de Juan, los portadores de la misión helenista o gentil son Felipe y Andrés de Betsaida, ciudad semi-helenista del Golán, cercana a Cafarnaúm, de donde fueron los primeros discípulos de Jesús, según Jn 1, 19-51. Andrés (hermano de Pedro) fue el primero de los discípulos de Jesús, y a su lado (en vez de Pedro, que cumple otra función) emerge Felipe (que es como Tomás y Judas el que plantea las preguntas fundamentales de la vida cristiana, cf. Jn 14).
Por otra parte, Felipe y Tomás aparecen en la tradición cristiana como autores de los evangelios “helenistas” (gnósticos) de Jesús, no admitidos en el canon. Pues bien, en este momento de “cambio esencial” (de apertura a los gentiles, a los nuevos paganos, al mundo nuevo/culto de la modernidad), el evangelio de Juan apela a Andrés con Felipe), como si hoy (año 2024) necesitáramos nuevos intermediarios de evangelio.
Los griegos quieren “ver a Jesús” y les contestó: “Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo del hombre. Son los de fuera (los griegos, gentiles) lo que le buscan, a través de dos “intermediaros” (Andrés y Felipe). Pero Jesús no les responde “voy”, ni les dice que vengan, ni propone un lugar de encuentro, sino que comenta: “ha llegado la hora” (Ἐλήλυθεν ἡ ὥρα).
Éste es el momento de abrir el evangelio a los gentiles, de forma nueva, con métodos distintos, un evangelio que no sea ya judío, ni cristiano al modo anterior, un evangelio nuevo para esta nueva hora.
Todo el texto que sigue indica el sentido de esa “hora/misión” de los gentiles, la hora en que ha de ser “glorificado el Hijo del Hombre” (ἵνα δοξασθῇ ὁ υἱὸς τοῦ ἀνθρώπου). Esta expresión (que sea glorificado, ἵνα δοξασθῇ) indica la finalidad de la misión universal de Jesús, de su apertura a los antiguos y nuevo gentiles, en este año 2024, en que estamos llamados a expresar la gloria de Dios como palabra salvadora para todos los pueblos, con la ayuda de los nuevos “misioneros” (Andrés el griego, patrono de la iglesia bizantina) y Felipe, el evangelista de los tiempos nuevos.
Si el grano de trigo no cae en tierra y muerte (ἐὰν μὴ ὁ κόκκος τοῦ σίτου πεσὼν εἰς τὴν γῆν ἀποθάνῃ, αὐτὸς μόνος μένει·). Grano de trigo es el mensaje de Jesús (cf. Mc 4 par); grano de trigo para morir y dar vida somos también los creyentes (cf. 1 Cor 15). Grano de trigo es finalmente Jesús, Dios hecho semilla, fermento de vida en la vida de los hombres.
El Dios de Jesús no crea imponiéndose sobre los hombres, sino dándoles su vida, muriendo por ellos. Jesús tiene que caer/morir no sólo en la tierra judía de la “ley” antigua, sino en toda la tierra de los hombres (como indica ya Mc 4). Los griegos/gentiles que buscan a Jesús a través de Andrés y Felipe son los humanidad entera en la que Jesús ha de ser “enterrado”, caer y morir como grano de trigo, elevarse en la cruz para atraer/salvar a todos.
Jesús no está solo, Jesús somos todos: Quien ame su vida (se aferra a ella), la perderá; quien odie (=entregue su vida) la ganará… (ὁ φιλῶν τὴν ψυχὴν αὐτοῦ ἀπολλύει αὐτήν, ὁ καὶ μισῶν τὴν ψυχὴν αὐτοῦ ζωὴν αἰώνιον φυλάξει αὐτήν. ). Es como el trigo: si queda sólo, cerrado en sí mismo, es inútil; por el contrario, al sembrarse y morir en la tierra se vuelve semilla de vida, da fruto, resucita (cobra vida más grande en la nueva espina y sus granos). También nosotros resucitamos viviendo en los otros… Jesús su presenta así como semilla de nueva humanidad, de una cosecha abundante de vida.
Como Jesús esa semilla de trigo), así lo son sus “servidores”, esto es, sus compañeros, que no son siervos sometidos (criados, esclavos: doulos, douloi…), sino dikonoi ( διάκονος), compañeros, colaboradores).
Estos que viven y mueren, como Jesús (como grano de trigo) no son esclavos, súbditos, un tipo de “laicos” (simple pueblo) en el sentido posterior. Todos los que acompañan a Jesús, realizando su misma obra forman la más honda “jerarquía” de la iglesia, son el mismo Jesús expandido[AP1] , sus amigos (Jn 15,15). Son como él, son él mismo. Por eso sigue diciendo Jesús: Donde esté yo estarán mis compañeros/amigos.
Ahora mi alma está agitada. La oración del Huerto de los Olivos. El evangelio de Juan recrea en este contexto la experiencia abismal de “agonía” del Huerto (Mc 14, 32-42; Hbr 5), la consecuencia más humana de la encarnación en un mundo de dolor, como indica la expresión “aparte de mí este cáliz, pero no se haga mi voluntad, sino la tuya”. Esta experiencia de unión con Dios desde la entrega de la vida hasta la muerte se expresa aquí en forma de radical turbación: Mi alma/vida está conmocionada (ἡ ψυχή μου τετάρακται).
Esa turbación, conmoción/agitación define la existencia del hombre como encarnación de Dios en el mundo, en forma de ruptura, riesgo de quiebra. en el mundo. Ser Dios es “dar la vida”, amar hasta la muerte. Ser presencia de Dios en el mundo se expresa en forma de compromiso de amor a los demás hasta la muerte, como indica la oración del huerto de los olivos, la hora de Dios en la historia de los hombres.
Esta “hora” de Jesús es el tiempo de su más honda “identidad”. Por un lado, Jesús siente la tentación de decir y dice “aparta de mí esta hora”, este destino y llamada de dar la vida por los demás hombres.
En este contexto, elevándose ante Dios, Jesús le dic e le dice “Padre, glorifica tu nombre” (πάτερ, δόξασόν σου τὸ ὄνομα): La gloria de Dios Padre consiste en acompañar/ayudar a los hombres en su “hora”, amando y sufriendo con ellos.
No es que el hombre sufra en su hora, mientras que Dios se eleva y distancia sin asumir como propio el sufrimiento de los hombres. Al contrario, la gloria de Dios consiste en acompañar a los hombres, sufriendo y dando la vida con ellos (por ellos).
Entonces vino una voz del cielo: “Lo he glorificado y volveré a glorificarlo (ἦλθεν οὖν ἐκ τοῦ οὐρανοῦ· Καὶ ἐδόξασα καὶ πάλιν δοξάσω ). Jesús le ha dicho a Dios Padre que glorifique su nombre (que se muestre como Dios glorioso). Y Dios le responde diciendo que lo ha glorificado y lo glorificará.
Esta palabra (voz: φωνὴ) de Dios corresponde a la palabra del bautismo (Mc 1, 9-11 par: Tú eres mi Hijo) y a la de la transfiguración (Mc 9,2 ss: Tú ere mi hijo). De esa palabra de Dios brota la vida humana, en ella se sustenta.
La gente que escucho la voz decía: es un trueno, o un ángel (ὄχλος ὁ ἑστὼς καὶ ἀκούσας ἔλεγεν βροντὴν γεγονέναι· ἄλλοι ἔλεγον· Ἄγγελος…). La referencia al ángel que habla es muy vomún aquella cultura. Más significativa es la referencia al “trueno” (βροντὴ) que aparece en la literatura apocalíptica (cf. Los siete truenos del Apocalipsis (10, 1-7), en la manifestación de Dios como trueno en Sal 29 (los siete truenos de Dios) y en la literatura gnóstica (Himno del trueno, la mente perfecta).
De manera muy significativa, el evangelio de Juan reinterpreta desde la experiencia de Jesús la tradición apocalíptica y gnóstica del Dios que habla a través de su trueno, como voz de trueno, no para referirse a Jesús (que está más allá de estas voces o truenos), sino para referirse a los hombres, que interpretan a Jesús encarnación de la voz de Di (trueno supremo).
Ahora es el juicio de este el mundo; ahora el Príncipe de este mundo va a ser echado fuera (νῦν κρίσις ἐστὶν τοῦ κόσμου τούτου, νῦν ὁ ἄρχων τοῦ κόσμου τούτου ἐκβληθήσεται ἔξω). Estas palabras forman el centro de la revelación de Dios, no sólo en el evangelio de Juan, sino en todo el NT:
– Dios no ha enviado a Jesús, su Hijo, para juzgar a los hombres, sino para salvar a los hombres concretos y así a este mundo (κόσμου τούτου) de pecado, opresión y muerte.
- La expresión más significativa es la siguiente: νῦν ὁ ἄρχων τοῦ κόσμου τούτου ἐκβληθήσεται ἔξω: Ahora, el “príncipe de este mundo ha sido expulsado fuera. Antes, conforme a un tipo de religiones paganas, dioses y diablos, dioses y diablo (diablos) andaban mezclados en la altura. Así aparece de forma ejemplar en el libro de Job.
- Así aparece en todo el Apocalipsis (empezando por Ap 12). Había en casi todas las religiones y experiencia sagradas un dualismo larvado (dios bueno y dios malo mezclados, ángeles y demonios. Ahora, en cambio, por la revelación de Jesús (he visto a Satán caer…: Lc 10,18-20), el cielo queda libre para Dios; el Diablo ha sido expulsado a la tierra, donde le queda algo de poder, aunque podo, para ser finalmente vencido.
Ésta es la novedad del evangelio: Dios es pura claridad, sin oscuridad alguna. Dios es puro amor, sin odio alguno… Dios es pura salvación sin condena alguna. Esta es la revelación suprema de la historia de Jesús y de su muerte (de su entrega salvadora a favor de los hombres).
Y cuando yo sea elevado sobre la tierra atraeré a todos hacia mí.” Esto lo decía dando a entender la muerte de que iba a morir (κἀγὼ ἐὰν ὑψωθῶ ἐκ τῆς γῆς, πάντας ἑλκύσω πρὸς ἐμαυτόν. τοῦτο δὲ ἔλεγεν σημαίνων ποίῳ θανάτῳ ἤμελλεν ἀποθνῄσκειν).
La victoria de Dios sobre el mal se realiza, según eso, a través de la “muerte”: Dios muere (entrega su vida para que los hombres vivan), como grande trigo que cae en la tierra y resucita. De esa forma, la siembra (caer en la tierra y morir para dar vida) se identifica con la “elevación de Jesús”, que atrae y congrega por su amor, perdón y gracia a todos los seres del cielo y de la tierra.
Ésta es la revelación gnóstica suprema (Dios es puro amor), siendo, al mismo tiempo, la revelación suprema de la “encarnación: Dios se ha hecho en Jesús “carne de vida”, aquel que vincula en su entrega de amor, como trigo enterrado y señor crucificado/resucitado a todos los seres humanos.
Éste es el juicio salvador de Dios, que Pablo de Tarso ha descrito de forma complementaria en el sermón del areópago de Atenas (Hch 17). Según Pablo, el Juicio de Dios se ha realizado a través de la muerte de Jesús, que ha muerto por todos, resucitando por su muerte para ofrecer la salvación a la humanidad entera
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