El grano de trigo
Jn 12, 20-33
«Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo; pero si muere, da mucho fruto»
Mientras Jesús permanece en Galilea, su enfrentamiento con escribas y fariseos es constante, pero se mantiene en un plano eminentemente dialectico y no va a mayores. Pero llega un momento en que tiene que decidir entre permanecer en Galilea o universalizar su mensaje llevando la buena Noticia al mismo corazón de Judea. Si permanece en Galilea como profeta rural, el alcance de su mensaje será muy limitado, pero su vida no correrá peligro. En cambio, si sube a Jerusalén pondrá en grave riesgo su vida, pues las autoridades le buscan para prenderle: «Vayamos también nosotros a Jerusalén a morir con él», dice Tomás, consciente del enorme peligro que ello supone.
Y Tomás tenía razón, desde que Jesús pisa Jerusalén sufre una oposición frontal por parte de las autoridades judías; una oposición que pronto pasa de las palabras a los hechos, pues los sacerdotes saben que si lo de Jesús triunfa, su estatus quedará seriamente dañado. Este enfrentamiento se agudiza día a día, y en esta dinámica Jesús acaba acusando a los sacerdotes y jefes del pueblo de usurpadores de la viña y homicidas, llamando hipócritas y sepulcros blanqueados a los escribas y fariseos, y tildando de pecadores a los santos que querían lapidar a la adúltera…
Su suerte está echada.
El texto de Juan corresponde al último discurso público de Jesús en el templo cuando los jefes ya han decidido su muerte. Fiel a su estilo, Juan no ve angustia o amargura en Jesús ante la inminencia de una muerte cruel y escarnecedora, sino que, por el contrario, lo que manifiesta es que «ha llegado la hora en que sea glorificado el hijo del hombre». La pasión y la muerte de Jesús se entenderán en aquel momento como “la hora de las tinieblas”; el momento en que las tinieblas se cierran definitivamente a la luz, pero, como dice Juan, ése es el momento culmen de su vida.
Jesús va a perder su vida, y eso precisamente dará sentido y valor a su vida entera. Si hubiese escapado de Jerusalén cuando aún estaba a tiempo, la hubiese salvado y se hubiese librado del escarnio al que le sometieron sus enemigos, pero habría quedado como un profeta de provincias sin ninguna trascendencia posterior y poca credibilidad. En cambio, de la muerte de Jesús nacerá nuestra posibilidad de creer en él, y por tanto nuestra posibilidad de conocer a Dios y reconocernos como Hijos.
De ese grano de trigo caído en tierra y enterrado brotará con enorme pujanza la fe en la Buena Noticia.
Miguel Ángel Munárriz Casajús
Para leer el comentario que José E. Galarreta hizo sobre este evangelio, pinche aquí
Fuente Fe Adulta
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