“Dios mandó su Hijo al mundo para que el mundo se salve por él”. Domingo 10 de marzo de 2024. Domingo cuarto de Cuaresma
Leído en Koinonia:
2 Crónicas 36,14-16.19-23: La ira y la misericordia del Señor se manifiestan en la deportación y en la liberación del pueblo.
Salmo responsorial: 136: Que se me pegue la lengua al paladar si no me acuerdo de ti.
Efesios 2,4-10: Estando muertos por los pecados, nos ha hecho vivir con Cristo
Juan 3,14-21: Dios mandó su Hijo al mundo para que el mundo se salve por él.
Jn 3,14-21 corresponde a la respuesta que Jesús da a Nicodemo cuando pregunta «¿cómo puede ser eso?», refiriéndose al nuevo nacimiento en el Espíritu. Es también la segunda y última parte del diálogo de Jesús con este “jefe” de los fariseos de Jerusalén.
Nicodemo, cuyo nombre significa “el que vence al pueblo”, aparece varias veces en el evangelio de Juan (3,1-21; 7,50-52; 19,39). No es un cualquiera. Por su filiación religiosa es un fariseo, es decir, un rígido observante de la Ley, considerada como la expresión suprema e indiscutible de la voluntad de Dios para el ser humano. Es el primer rasgo que señala Juan antes del nombre mismo. Nicodemo se define como hombre de la Ley antes que por su misma persona. Juan añade otra precisión sobre el personaje: en la sociedad judía es un “jefe” título que se le aplica particularmente a los miembros del Gran Consejo o Sanedrín, órgano de gobierno de la nación (11,47). En éste, el grupo de los letrados fariseos era el más influyente y dominaba por el miedo a los demás miembros del Consejo (12,42).
Nicodemo habla en plural (3,2: sabemos). Es, pues, una figura representativa. La escena va a describir un diálogo de Jesús con representantes del poder y de la Ley. Nicodemo llama a Jesús “Rabbí” (3,2), término usado comúnmente para los letrados o doctores de la Ley que mostraban al pueblo el camino de Dios. Así es como este fariseo adicto ferviente de la Ley, ve a Jesús. Es extraño, porque hasta el momento, Jesús no ha dado pie para semejante interpretación de su persona. En realidad, Nicodemo está proyectando sobre Jesús la idea farisea de Mesías-maestro, avalado por Dios para interpretar la Ley e instaurar el reinado de Dios enseñando al pueblo la perfecta observancia de la Ley de Moisés. Está lejos de comprender el cambio radical que propone Jesús. Para los fariseos, en la Ley está el porvenir de Israel; para Jesús, el nacimiento en el Espíritu abre el reino de Dios al porvenir humano. El ser humano no puede obtener plenitud y vida por la observancia de una Ley, sino por la capacidad de amar que completa su ser. Sólo con personas dispuestas a entregarse hasta el fin puede construirse la sociedad verdaderamente justa, humana y humanizadora. La Ley no elimina las raíces de la injusticia. Por eso, una sociedad basada sobre la Ley, no sobre el amor, nunca deja de ser opresora, codiciosa, injusta.
La segunda parte del diálogo de Jesús con Nicodemo se centra en el que “bajó del cielo”, sin dejar de ser “del cielo”, “para que todo el que crea tenga vida eterna”. La reflexión de Jesús resalta la relación que hay entre creer y vivir en las obras de la vida eterna, es decir, en el Reino de Dios. “Bajar del cielo” y ser “levantado” es un asunto de amor de Dios. Veamos los énfasis teológicos propuestos por el discurso:
Frente a la centralidad farisaica de la Ley, el evangelio de Juan propone la dinámica liberadora de la fe en Jesús “levantado” (levantado en la cruz, crucificado), como la serpiente que Moisés levantó en el desierto. Creer es la respuesta al inmenso amor de Dios. Es la reciprocidad del amor. Creer no es un concepto, o una doctrina; es un acto de amor, por el que adviene el Reino de Dios. El juicio sobre la humanidad tiene como criterio la fe, como acto de amor recíproco. Nuevamente llegamos a la insistencia de Juan: una humanidad justa y feliz sólo es posible sobre el amor, no sobre la Ley. Ésa es la fe que proclama Juan.
Pablo, después de agradecer el don de la fe (Ef 1,3-14), contrasta y contrapone dos tiempos: el de la muerte y el de la resurrección. El tiempo de la muerte (Ef 2,1-3) corresponde a “delitos y pecados” según el “proceder de este mundo” bajo la dominación de Satanás. Es tiempo de esclavitud e infrahumanidad. De ese tiempo Dios rescata tanto a judíos como a gentiles, por ser “rico en misericordia”, vivificándolos “juntamente con Cristo”, por su resurrección. Sólo la gracia mediante el don de la fe puede “explicar” tal sobreabundancia de amor divino. El tiempo de la resurrección es tiempo de “nueva creación” en Cristo Jesús, lo que se expresa en las “buenas obras” practicadas por quienes han sido vivificadas y vivificados. No es de extrañar que la “medida” de las buenas obras sea como la medida de Dios: el amor. El tiempo de la resurrección es el tiempo de afirmación de la vida en el amor. Para la fe cristiana, la muerte (la esclavitud) no tiene la última palabra. Vivir a plenitud como nuevas criaturas el tiempo de la resurrección es el llamado que Pablo hace a lo largo de esta carta a la Iglesia nacida entre la gentilidad.
El evangelio de hoy es dramatizado en el capítulo 56 de la serie «Un tal Jesús», de los hnos. López Vigil. El guión y su comentario pueden ser tomados de aquí: http://www.untaljesus.net/texesp.php?id=1300056
Puede ser escuchado aquí: http://www.untaljesus.net/audios/cap56b.mp3
Para la revisión de vida
Nicodemo se acercó a Jesús. Le movía la curiosidad, el deseo de escuchar una palabra especial, la revelación de algún oscuro secreto. ¿Por qué quiero yo acercarme a Jesús? Pero antes, ¿quiero yo acercarme a Jesús? ¿Deseo encontrarme con él?
Nicodemo espera la llegada de la noche para buscar a Jesús. Era evidente su miedo a ser visto y delatado a esos judíos que por conveniencia no aceptaban al galileo. ¿Tenemos también el mismo miedo a que se nos descubra como seguidores de Jesús en sentido real y concreto, como luchadores por la justicia y la verdad?
Para la reunión de grupo
– La primera lectura es la conclusión del segundo libro de las Crónicas, del AT. Es un buen resumen del esquema interpretativo de la historia por parte de los redactores bíblicos, y del mismo pueblo. ¿Pero lo podemos aceptar nosotros, hoy día, fácilmente? ¿Qué dificultades nos presenta? ¿A qué se pueden deber esas dificultades? ¿Cómo combinar estas dificultades y estas respuestas con el hecho de que consideramos estos textos bíblicos «revelación»? ¿En qué sentido son «revelación», y en qué sentido no lo son?
– Marcelo Barros hace caer en la cuenta del sincretismo de la Biblia, en la que aparecen muchas tradiciones, elementos, categorías, leyendas, símbolos… procedentes de la religiosidad del Oriente Próximo, en el que ella se halla claramente ambientada. Y señala que el becerro de oro fue rechazado, pero la serpiente de bronce entró en la Biblia… ¿Por qué unos símbolos sí y otros no? ¿Cabe hacer alguna reflexión al respecto?
– Prefirieron las tinieblas a la luz, porque sus obras eran malas… Este texto del evangelio de Juan está en plena sintonía con la epistemología moderna: la estructura del conocimiento humano es tal, que el sujeto entra en la composición misma de la experiencia cognoscitiva, con sus intereses, sus prejuicios, sus limitaciones… No hay un conocimiento neutro y desinteresado, no existe una «razón pura», una «verdad objetiva», sin intereses… En la respuesta ética que damos a la vida, en la respuesta de fe (o no) que damos a los desafíos de la realidad, estamos movidos también –tal vez inconscientemente– por nuestro deseo de luz o nuestro de oscuridad. Comentar.
– Dios mandó a su Hijo para que el mundo se salve por Él; no lo envió para condenar, sino para que el mundo se salve por él. Pero de hecho muchas veces el cristiano se siente más juzgado que salvado, y siente la moral como un deber exterior e impuesto, como una carga más que como una ayuda… ¿A qué se debe? Si el Evangelio es Buena Noticia y Dios es pura voluntad de salvación, ¿qué es lo que puede estar fallando?
Para la oración de los fieles
– Para que sean iluminados nuestros corazones con la luz que brota de la esperanza de los débiles y marginados del sistema, roguemos al Señor…
– Para que nos decidamos sin demora a incluir en nuestra vida diaria acciones que, como las de Jesús, irradien luz y solidaridad, roguemos al Señor…
– Por los que no saben de dolores verdaderos, de injusticias planificadas, de pobreza globalizada, para que se abran sus ojos a la verdad, roguemos al Señor…
– Por los niños y adultos que hoy siguen muriendo “antes de tiempo”, por los “pueblos crucificados”, para que seamos para ellos señal y compromiso de liberación, roguemos al Señor…
– Para que nuestra conducta sea correcta e incorruptible, de forma que nunca temamos a la verdad ni prefiramos a las tinieblas, roguemos al Señor…
Oración comunitaria
– Dios «todo-bondadoso», Padre y Madre de la Humanidad, que en Jesús has levantado ante el mundo una y muchas señales, para que todos los hombres y mujeres se salven y lleguen al conocimiento de la Verdad: te expresamos nuestro agradecimiento al descubrir que tú actúas a favor de toda la Humanidad y a toda ella la conduces, «por caminos sólo por ti conocidos». Ello nos hace sentirnos llenos de una alegría y una confianza, que para nosotros concretamente se apoyan en Jesucristo, nuestro hermano, predilecto tuyo.
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