Josep Vicent Martínez: Cuaresma, tiempo esperanzador
Para prepararnos convenientemente a las fiestas pascuales de la Resurrección del Señor se nos ofrece la cuaresma, que no tiene por qué ser un tiempo triste, gris o negro, sino un tiempo esperanzador, porque tal y como dice el Papa Francisco en el mensaje para la cuaresma del presente 2024: “a través del desierto Dios nos guía hacia la libertad”
En verdad, nuestra vida puede compararse con un desierto en el que muchas veces nos resulta imposible subsistir.
Cuando Dios sacó a los israelitas de Egipto, el pueblo cayó en la cuenta de que el mismo Señor se había fijado en la dura esclavitud que el pueblo sufría y bajó a liberarlos de sus esclavitudes.
Pero la fe del pueblo debía ser probada para que Dios pudiera cerciorarse de que su pueblo, en verdad, le estaba siendo fiel.
No fue así. El pueblo se rebeló contra su Dios, contra su Libertador, contra su único Señor, y pese a que una y otra vez el pueblo volvía a arrepentirse y pedía perdón, el Señor les perdonaba, pero al cabo de poco tiempo los israelitas volvían a ser infieles a su Dios, el que les había sacado de la esclavitud, y recaían en la idolatría, rechazando al Dios vivo y verdadero.
Algo así es nuestra vida con sus altibajos, con nuestras caídas y nuestras infidelidades, con nuestros momentos de alegría y casi de euforia por tener un Dios rico en misericordia y lealtad, el Dios siempre fiel que nos llama a la verdadera libertad, al amor, a la confianza en Él, a la obediencia a sus mandatos, a servir a todos, en especial a los más pobres, a los descartados, a las víctimas, a los que yacen medio muertos a la orilla del camino sin que nadie les eche una mano, etc.
Pues bien, Dios es siempre fiel y no puede negarse a sí mismo. Nosotros somos débiles, quebradizos, pecadores; nos mata el tener y el poseer, pero los preferimos antes que el ser: es cierto que vivimos en la sociedad de la apariencia y del despilfarro mientras miles y miles de hermanos nuestros no tienen lo necesario para poder vivir dignamente.
El ayuno, la limosna y la oración, (los tres resortes que Jesús nos enseñó a practicar no para que los hombres se fijen en nosotros, sino para que esos resortes nos ayuden en nuestro camino de conversión), siguen siendo vigentes en pleno siglo XXI, siempre que los entendamos en su significado más profundo, el que Jesús les dio.
“Quiero misericordia, no sacrificios” nos exhorta el Señor.
Vamos a atravesar este desierto que es la cuaresma con la mirada fija en Jesús, el que inició y completa nuestra fe, como dice la carta a los Hebreos.
Y vamos a hacerlo en comunión con todos los miembros de la Iglesia, que es el Pueblo santo de Dios, con un gran amor al Papa Francisco, a nuestros Pastores, a los que viven y predican el Evangelio con sus palabras y con sus vidas, a los que están dispuestos a dar su vida por los demás.
Vamos a aprender de las mujeres creyentes, de las más pobres, de los desterrados, perseguidos, asediados, de las víctimas, de los niños, de los migrantes y refugiados, pues ellas y ellos son los preferidos del Señor y nos ayudan a orar en el Espíritu de Cristo, nos ayudan a esperar contra toda esperanza, a creer a pesar de todo.
Vamos a compartir nuestros bienes materiales y no materiales con los demás, que el ayuno y la limosna están para eso, no para presumir de religiosidad.
Recientemente el Papa Francisco nos recordó que hemos olvidado la adoración al Señor y el servicio a los demás.
¿Por qué no aprovechamos los días de la cuaresma para centrarnos en el Señor, y en consecuencia, para amar, servir y promover a los más pobres?
Entonces podremos ver hecho realidad cómo es el Señor mismo quien nos hace pasar del desierto y el egoísmo a la libertad y a la caridad fraterna que hoy tanto necesitamos personal y comunitariamente.
Josep Vicent Martínez, febrero de 2024.
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