El Papa pedía en la misa de Reyes: “Ideologías eclesiásticas, ¡no!”, ellas alientan la división en la Iglesia y quitan a Jesús del centro
“El Evangelio no es una idea o una ideología, es un anuncio que te toca y te cambia el corazón. Pero si te refugias en una ideología estás haciendo del Evangelio un partido político, un club de personas” … “el Evangelio no es una ideología” que crea “agotadoras polarizaciones” “En la Iglesia todo debe conformarse a las necesidades del anuncio del Evangelio; no a las opiniones de conservadores o progresistas”, insistió, “sino a que Jesús llegue a la vida de las personas. Por lo tanto, toda elección, uso, estructura y tradición deben ser evaluados en la medida en que favorezcan el anuncio de Cristo”. (Papa Francisco)
La ideología no es solo cuando se identifica el evangelio con la derecha, la izquierda, los conservadores o los progresistas, encontrando algunas afinidades, se renuncia a ser una instancia crítica que vaya más allá de la mera identificación política.
También la Iglesia puede vivir una reducción ideológica cuando ella misma se erige en poder, en un sistema de ideas para someter otros seres humanos…en nombre de “Dios”. Es el origen de todos los fundamentalismos. Las ideologías siempre son una justificación de ciertos intereses para poder influenciar y hacerse con el poder. El que no tenga una “que tire la primera piedra” (L. Gera). El tema es ser conscientes de esta forma limitada de abordar la realidad y no reducir el Misterio de Dios a ellas, sino redimirlas desde una comprensión evangélica más amplia.
Para Evangelii Gaudium, el programa de Francisco, la ideologización del cristianismo deriva del clericalismo. Una “ideología” hegemónica para gobernar la Iglesia, un discurso parcial e interesado del Evangelio, concentrado en formas secundarias y desconectado de la raíz …” para justificar la estructura de poder de un clero carrerista y autorreferencial.
Va más allá de ser conservador o progresista. De lo que se trata es de tener el poder y defenestrar al mejor estilo “Maquiavelo”, al que intente ponerlo en duda (inquisición, cruzadas, expulsión, quema de disidentes, “abandono al brazo secular”, soporte de colonialismos, excomuniones… y ahora la persecución mediática del Papa Francisco y sus reformas).
De lo que se trata en la ideología clerical, es de “mandar en nombre de Dios”. El camino contrario a Jesús, que no vino a ser servido sino a servir, que fue víctima de los poderosos civiles y religiosos de este mundo y les insistió a sus apóstoles en la última cena que “entre vosotros no debe ser así. Al contrario, el que quiera hacerse grande deberá ser vuestro servidor, y el que quiera ser el primero deberá ser esclavo de los demás; así como el Hijo del hombre no vino para que le sirvan, sino para servir y para dar su vida en rescate por muchos” (Mt 20)
Por eso, esta ideología interpreta la evangelización como proselitismo, no como contagio de “una buena noticia, que será motivo de gran alegría para todos” (Lc 2,10). De lo que se trata es de convencer con miedos y condenas para domesticar, homogenizar …y así reproducir el sistema. Son sacralizados objetos, gustos, vestimentas y modos de vida del clero, como el celibato obligatorio que ha sido erigido como algo más importante incluso que el sacramento del Orden Sagrado. Nada de cercanía con el pueblo, sino “desde arriba”, con sacralizaciones absurdas…que terminan en pandemias de abusos y pederastias.
El reduccionismo dogmático de la pretendida “pureza doctrinal”, piedra filosofal del clericalismo, es como el casamiento entre parientes, endogámico, genera malformaciones, asfixia. Diferente del amor del Dios hecho hombre, que es expansivo, poliédrico, dialogal, una identidad abierta, humilde, respetuosa, inclusiva. Los dogmas, que son pocos, son solo una señal hacia el misterio, no su encorsetamiento con el lenguaje de una época y de un grupo.
La perspectiva de la ideología clerical no es buscar el Reino de Dios y su Justicia, sino afirmar en este mundo la institución eclesiástica como exigente aduana del Cielo regida por una “casta sagrada”. Anula el interés por hacer un mundo mejor, la tensión hacia los cielos nuevos y tierra nueva” (Ap.21). Nada de compromiso con el sufrimiento personal y estructural de este mundo. Sólo hay que “acatar, rezar y sostener el culto” sumisamente, para tranquilizar la conciencia. El juicio final descripto por Jesús en Mt 25, donde el acento está puesto en el amor samaritano, es reemplazado por misticismos desencarnados, por “sentirse bien con uno mismo” en la lógica narcisista actual, donde el otro es un obstáculo.
En la ideología eclesiástica predomina la preocupación obsesiva por la institución. Es sabido que todo movimiento social requiere institucionalidad para la profundización y continuidad del mensaje que abraza. Pero en el caso de la ideologización de la institución eclesiástica, su cultura organizacional, siempre deudora de una época y una elite, predomina sobre el mensaje y la vida que ha de transmitir a lo largo de la historia e interpretando “los signos de los tiempos”.
Cambia el foco del Evangelio, que ya no se dirige a los que tienen hambre y se les da de comer… ya no son los bienaventurados por sufrir la injusticia y luchar por ella, ya no es el Reino de Dios y su Justicia sino el reino de los clérigos y sus privilegios, que siempre nos embarcan en cruzadas contra los “enemigos de la fe”.
Pero la Esperanza cristiana está en aquel que, al resucitar, ha vencido a la ideología religiosa que lo condenó. Aquel que, con la fuerza de su Espíritu, teje día a día su Reino de Misericordia entre las guerras de este mundo. Que nos envía profetas, que todos los días nos anuncian desde distintos lugares y culturas, el Evangelio del amor y la compasión, para cambiar el mundo.
Puedo entregar mi cuerpo a las llamas, pero si no tengo amor… (1 Cor 13) El amor, no la idea del amor, redime, construye, cura, perdona, da sentido, capacita para ver lo que nadie ve…Como Jesús, que ve “algo grande” en el enfermo, en el pecador, en la viuda que lo toca entre la multitud, en Zaqueo, en el centurión…todos amados, comprendidos. Él no se fija en nuestra ideología, que tener siempre la tenemos, sino que su Amor va más allá y hace de nosotros, un pueblo de hermanos.
La ideología impide ver a las personas como totalidad y finalidad, sus necesidades profundas, sus aficiones, su verdad. Como decía Mafalda “amo a la humanidad, lo que me molestan son las personas”. Puede que a las individualistas no le interesen los pobres o que las colectivistas hagan de los pobres solo una bandera para revoluciones que terminan empeorando su situación. Como cita la película Napoleón de Ridley Scott: “El pueblo entra en la revolución por la miseria …y termina en la miseria por la revolución”.
Ese desinterés por la persona concreta, hace que la gente se vaya de la iglesia, hay un instinto que les dice que por ahí no es. Es una de las principales causas de la apostasía de las masas. Las personas sienten que la institución no tiene interés verdadero por ellas, sino por “imponerles ideas” y controlarlas.
Evangelii gaudium advierte del riesgo de separar la realidad de la idea, refugiándose en la palabrería, la imagen, el sofisma. Si la realidad es superior a la idea, nuestros proyectos no pueden ser solo formales manipulaciones de la realidad. La idea, en Tomás de Aquino o Pascal, es deudora de la realidad, percibida con el “corazón” que ama, “intus legere” y que capta que «Todo está relacionado», «todo está conectado» (LS 16; 117; 138), se integra a un poliedro de sentido.
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