Para situar Fidutia Supplicans. Bendición y maldición en el AT.
Del blog de Xabier Pikaza:
| Xabier Pikaza
Benditos y malditos en Mt 25, 31-46
Este es un tema que estudié en mi tesis sobre Mt 25, 31-46 donde el pastor acoge a las ovejas diciendo “venid benditos de mi Padre” y se rechaza a las cabras diciendo “apartaos de mí malditos”. Este tema es uno de los más importantes de la iconografía y espiritualidad cristiana, que habla por un lado de benditos/buenos/ovejas que van al cielo y por otros de malditos/malos/cabras que son arrojados al infierno ardiente.
Parece que, según muchos críticos del documento de la Congregación de la fe, a los mal-casados se les quiere mandar sin bendición ipso facto al infierno. El tema no es tan simple, pero exige cierto discernimiento.
No pretendo ni puedo resolverlo, pero quiero plantearlo, para que otros sigan pensando y amando. En esa línea recojo aquí unas páginas mi tesis (Hermanos de Jesús y servidores de los más pequeños), que fueron publicados en una nota crítica de la revista Salmanticensis 26 (1979) 277-286). Otro día ofreceré, Dios mediante, una aplicación al tema de la bendición o no bendición de parejas “irregulares”
Introducción
Mt 25, 31-46 se ha convertido en uno de los textos decisivos del N.T. En las páginas que siguen intentamos estudiar el trasfondo veterotestamentario de sus palabras clave: benditos y malditos. De esa forma pensamos contribuir a un mejor conocimiento de la escena del juicio, iluminando la misma temática de la bendición en el mensaje del Jesús y el N.T.
Las palabras de -benditos» y «malditos» (Mt 25, 34.41) se sitúan dentro de un contexto que va del «venid» a «heredad el reino» y del «apartaos de mí» a «al fuego eterno». Son como un pequeño paréntesis, una definición que determina el sentido de cada grupo de los juzgados. “Hoi eulogemenoi” significa «vosotros, los benditos», como una clase absoluta, un tipo definitivo de personas. Hoi kateramenoi lo mismo, pero con el sentido opuesto. Estos vocativos enmarcan, por lo tanto dos tipos, dos formas definitivas del ser humano [1].
Un primer acceso al sentido de esas palabras lo constituye su diferenciación respecto de otro antagonismo clásico del N.T. Junto a la bendición-maldición (eulogemenoi-kateramenoi) de nuestro caso, el N.T. ha desarrollado la pareja bienaventuranza-malaventuranza/ayes (makarios-ouai, Lc 6, 20-26) que encuentra también sus raíces en el A.T. y tiene un sentido diferente.
La bienaventuranza significa una forma de felicitación en la que se supone o se constata la dicha de algo que ya está realizado (lo opuesto es el ay). La bendición es, sin embargo, una palabra eficaz y creadora; no supone que ya exista la dicha sino que la crea. La bienaventuranza deja abierta la posibilidad de un cambio; la bendición, en cambio, realiza lo que en ella está expresado.
Estas precisiones nos parecen importantes para distinguir, al menos de una forma provisional, las bienaventuranzas mesiánicas de Mt. 5, 3-10 de la bendición escatológica de Mt. 25, 34. Con el fin de dar un cierto valor de conjunto a nuestro estudio comenzamos presentando el tema en general para tratar después de aquellos elementos que pueden haber influido más poderosamente en Mt. 25, 34.41.
Lo primero que descubrimos es que la dualidad de bendición-maldición pertenece a un campo de experiencia religiosa que desborda el mundo israelita, pudiendo hallarse unida al plano de la magia (utilización de la divinidad) o al campo del encuentro libremente personal de la experiencia religiosa.
No podemos tratar del planteamiento genérico del problema. Aquí nos interesa la experiencia israelita. También la experiencia israelita de la bendición pertenece al campo de la historia de las religiones. De una forma genérica, dentro de la concepción israelita pueden distinguirse tres estratos o momentos [2]:
- Un primer estrato, determinado por la religiosidad popular, sitúa la bendición en el campo de la magia: la palabra pronunciada por un hombre dotado de poderes tiene influjo necesario y automático de tal forma que se cumple inexorablemente Io que dice. En un estadio de ese tipo se sitúan numerosos relatos de la historia patriarcal antigua o de los primeros tiempos de Israel (Gen 27, 1-46;32, 26-32; Num. 22, 67).
- Un segundo estrato, determinado por la experiencia cúltica, sitúa la bendición en ámbito de encuentro religioso; dejando de ser palabra autónoma que cumple fatídicamente Io que dice y puede ser manipulada mágicamente, la bendición se convierte en elemento de un culto, que está regulado y sistematizado para la protección del individuo y del conjunto del pueblo; en esto contexto se sitúan los salmos de bendición o los textos de carácter cúltico (SaI. 21, 4ss. 118, 26; 8-9; 115, 12-15; Dt. 27, 12-13).
- c) Unido a este segundo estrato se encuentra a veces un tercer tipo de bendición que viene a estar determinado por una experiencia profética: la bendición o maldición de Dios no se liga a una liturgia sino a la vida moral de los hombres. En este tercer plano se hallaría el camino que conduce al NT; un camino que se manifiesta por e.j., en Prov. 3, 33 cuando se afirma que la maldición de Dios amenaza a la casa del malvado mientras que el hogar del justo es bendecido (cfr. Job 31, 30); la actitud cristiana desembocaría así en un puro intento de bendición, del que toda maldición quedaría desterrada (cfr. Lc 6, 28).
Comenzaré, muy brevemente, con una presentación de los aspectos cúlticos del tema,- sea en una forma mágica, sea en modelos más desarrollados y más cuidadosos respecto a la transcendencia de Dios, la bendición se halla unida al culto: forma parte de una experiencia de Dios que se cultiva y se desvela en la El olvido de esto nos puede llevar al olvido del carácter transcendente y gratuito de la bendición de Dios.
En un segundo momento trataré de la bendición como elemento integrante de la visión histórica de Israel, en contexto de pacto: Dios como fuente de bendición es quien escoge a Israel, le bendice y le convierte en mediador de una bendición universal que se identifica con la promesa de salvación para la historia (Gen 12, 1-3).
Finalmente, dentro de la estructura de Israel como pueblo del pacto, la bendición se incluye dentro de un compromiso de fidelidad. Recibir la bendición de Dios Israelita significa, según eso, alcanzar la plenitud de la vida en armonía, la paz que no se rompe, la justicia y transparencia Por la bendición que viene desde el principio (Gen. l, 28; 9, 1) Dios ha hecho al hombre portador de vida, ser que vive en la gracia de la comunicación, de una manera creadora, abierta hacia el misterio [3].
Bendición-maldición en contexto cúltico.
Más que abordar directamente el problema del culto nos importa situar la bendición en un contexto transcendente, como algo que se enraíza en Dios y brota de su misma vida y fuerza. Sólo Dios es en verdad Señor y dueño de la bendición; la religión israelita, en el proceso de profundización del monoteísmo, va descubriendo cada vez con mayor nitidez el carácter exclusivamente divino de la bendición: proviene de Dios y no existe ningún tipo de origen diferente para ella. Cada vez de una forma más clara, la bendición se identificará con la presencia creadora y transformante de Dios en medio de los hombres de su pueblo.
El problema consiste en el cómo se expresa o actualiza esta bendición entre los hombres. Un lugar fundamental en ese aspecto lo ha formado siempre el culto. La actualización y cercanía de la bendición de Dios en el ritual cúltico constituye uno de los primeros elementos de la experiencia religiosa; por eso, uno de los objetivos fundamentales del servicio del templo en Israel consistirá en asegurar, transmitir y aumentar la bendición de Dios entre los hombres de su pueblo. Una de las tareas originales de los levitas Israel consiste en «bendecir en nombre de Yahvé (Dt 10, 8)12. Uno de los textos más antiguos y valiosos de bendición sacerdotal Io ofrece Núm. 6, 23-26:
“Di a Aarón y a sus hijos: Así bendeciréis a los israelitas: El Señor te bendiga y te guarde, el Señor te muestra su rostro radiante y tenga piedad de tí, el Señor te muestre su rostro y te conceda la paz. Así invocarán mi nombre sobre los israelitas y yo los bendeciré”.
Nos encontramos ante una institución bien fijada (Aarón y sus hijos tienen que bendecir asl); una institución cúltica cuya finalidad consiste en transmitir la bendición de Dios para los hombres. Es normal que el gesto se realice dentro de un servicio cúltico. Así Ío indican de diversas formas numerosas salmos que aluden a la bendición del sacerdote sobre la comunidad (SaI 115, 11 s.; 118, 26: etc.) o sobre un individuo (Sal 91,121). En esta mediación cúltica de la bendición de Dios ocupa un lugar básico el templo. El templo se convierte en ámbito donde se hace presente la bendición de Dios (cfr. 1 Rey 8), lugar de donde se difunde sobre todo el resto del pueblo y de la tierra.
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