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Solemnidad de Santa María, Madre de Dios

Lunes, 1 de enero de 2024
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0704131434_21Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

Fiesta de Santa María, Madre de Dios

Hacía el año 500 comenzó a celebrarse en las iglesias orientales una fiesta de Santa María, Madre de Dios. La iglesia católica romana la aceptó, y fijo su celebración el 11 de octubre; en 1970 la trasladó al 1 de enero, para relacionarla más estrictamente con la Navidad y comenzar el año poniéndolo bajo la protección de María. Pero el 1 de enero se cumplen los ocho días desde el nacimiento; por eso el evangelio termina haciendo referencia a la circuncisión de Jesús.

¡Feliz Año Nuevo! (Números 6,22-27) 

A pesar de lo dicho sobre la Virgen, el saludo que más se repetirá el 1 de enero será: ¡Feliz Año Nuevo! ¿Qué nos deseamos? ¿Salud, dinero y amor, como dice la canción? ¿Quién nos va a garantizar algo de eso? ¿Y si ocurre algo muy distinto, incluso lo contrario? La primera lectura de hoy, tomada del libro de los Números (en hebreo tiene un título más bonito: “En el desierto”), ofrece unas pistas muy buenas:

El Señor habló a Moisés:

– “Di a Aarón y a sus hijos: Ésta es la fórmula con que bendeciréis a los israelitas:

“El Señor te bendiga y te proteja, ilumine su rostro sobre ti y te conceda su favor. El Señor se fije en ti y te conceda la paz.”

Así invocarán mi nombre sobre los israelitas, y yo los bendeciré.» 

Ante todo, hay alguien que garantiza lo bueno que deseamos: el Señor. Dos veces se lo nombra, y los seis verbos de la bendición lo tienen como sujeto. Podemos agrupar las peticiones en dos bloques: 1) El Señor te bendiga, ilumine su rostro sobre ti, se fije en ti. 2) Te proteja, te conceda su favor, te conceda la paz.

El primer bloque se refiere a la actitud de Dios con cada uno de nosotros. Cabrían tres posibilidades: que nos bendijera, que nos mostrase un rostro airado, que se desinteresase de nosotros. Se pide su bendición, su actitud benévola, su interés.

El segundo bloque indica los tres grandes regalos: no son salud, dinero y amor, sino protección, favor y paz. A alguno le resultará demasiado etéreo. Preferirá cosas más concretas. Pero, en la práctica, cuando el año nos enfrente a situaciones difíciles, no habrá nada mejor que la protección, el favor y la paz de Dios.

De esclavos a hijos (Gálatas 4,4-7)

Hermanos:

Cuando se cumplió el tiempo, envió Dios a su hijo nacido de una mujer, nacido bajo la Ley, para rescatar a los que estaban bajo la Ley, para que recibiéramos el ser hijos por adopción.

Cómo sois hijos, Dios envió a vuestros corazones al Espíritu de su Hijo, que clama: ¡Abba! (Padre). Así que ya no eres esclavo sino hijo, y si eres hijo, eres también heredero por voluntad de Dios. 

El texto se ha elegido porque es el único de las cartas de Pablo que hace referencia a María («nacido de una mujer»). Pero se relaciona perfectamente con el anterior del libro de los Números. Pedía la bendición de Dios, su benevolencia, y el Señor responde enviando a su Hijo para liberarnos de la esclavitud y convertirnos en hijos suyos y herederos.

Tres actitudes para el nuevo año (Lucas 2,16-21)

En aquel tiempo, los pastores fueron corriendo a Belén y encontraron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre. Al verlo, contaron lo que les habían dicho de aquel niño.

Todos los que lo oían se admiraban de lo que les decían los pastores.

María conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón.

Los pastores se volvieron dando gloria y alabanza a Dios por lo que habían visto y oído; todo como les habían dicho.           

Al cumplirse los ocho días, tocaba circuncidar al niño, y le pusieron por nombre Jesús, como lo había llamado el ángel antes de su concepción.

El texto relaciona dos acontecimientos muy distintos, separados por ocho días de distancia. El primero, la visita de los pastores, es lo mismo que leímos el 25 de diciembre en la segunda misa, la del alba. En la escena se distinguen diversos personajes:

       * Empieza y termina con los pastores, que corren a Belén y vuelven alabando y dando gloria a Dios. Los pastores simbolizan la “política incorrecta” de Dios. El gran anuncio del nacimiento del Mesías no se comunica al Sumo Sacerdote de Jerusalén, ni a los sacerdotes y levitas, ni a los estudiosos escribas, ni a los piadosos fariseos. Se comunica a unos pastores que, en la escala social de aquel tiempo, ocupan el penúltimo lugar, el de las clases impuras, porque su oficio se equipara al de los ladrones. Sin embargo, esta gente tan poco digna socialmente, corre hacia Jesús, cree que un niño envuelto en pañales y en un pesebre puede ser el futuro salvador, aunque ellos no se beneficiarán de nada, porque, cuando ese niño crezca, ellos ya habrán muerto. La visita de los pastores simboliza lo que dirá Jesús más tarde: “Te alabo Padre, porque has ocultado estas cosas a los sabios y entendidos y las has revelado a la gente sencilla.”

         * Está también presente un grupo anónimo, que podría entenderse como referencia a la demás gente de la posada, pero que probablemente nos representa a todos los cristianos, que se admiran de lo que cuentan los pastores.

      * Finalmente, el personaje más importante, María, que conserva lo escuchado y medita sobre ello. En los relatos de la infancia, Lucas ofrece dos imágenes muy distintas de María. En la anunciación, Gabriel le comunica que será la madre del Mesías, y ella termina alabando en el Magnificat las maravillas que Dios ha hecho en ella. Pero, cuando Jesús nace, Lucas habla de María de forma muy distinta. A partir de ese momento, todo lo relacionado con Jesús le resulta nuevo y desconcertante: lo que dicen los pastores, lo que dirá Simeón, lo que le dirá Jesús a los doce años cuando se quede en Jerusalén. En esas circunstancias, María no repite “proclama mi alma la grandeza del Señor”. Se limita a callar y meditar, igual que hará a lo largo de toda la vida pública de Jesús.

Estas tres actitudes se complementan: la admiración lleva a la meditación y termina en la alabanza de Dios. Tres actitudes muy recomendables para el próximo año.

 La segunda escena tiene lugar ocho días más tarde. Algo tan importante y querido para nosotros como el nombre de Jesús lo cuenta Lucas en poquísimas palabras. Su sobriedad nos invita a reflexionar y dar gracias por todo lo que ha supuesto Jesús en nuestra vida.

En vez de propósitos y buenos deseos, una buena compañía 

El comienzo de año es un momento ideal para hacer promesas que casi nunca se cumplen. La liturgia abre el año ofreciéndonos la compañía de Dios Padre, que nos bendice y protege, de Jesús, que nos salva, de María, que medita en todo lo ocurrido.

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01 de Enero. Solemnidad de Santa María Madre de Dios. Ciclo B

Lunes, 1 de enero de 2024
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Al verlo, les contaron lo que les habían dicho de aquel niño. Todos los que lo oían se admiraban de lo que decían los pastores. Y María conservaba todas esas cosas, meditándolas en su corazón.”

(Lc2, 16-21)

Celebramos hoy la Solemnidad de María, Madre de Dios y con ella estrenamos este nuevo año, con toda la ilusión y con toda la resaca de ayer.

Si la noche de ayer estaba llena de propósitos y bueno deseos, el día de hoy es un reclamo para “ponernos en marcha”, para hacer realidad todas esas ilusiones.

María tiene en sus brazos al hijo que acaba de nacer; es la realidad de un bebé frágil y necesitado que depende en gran medida de ella. Recibe la visita de los pastores que hablan de ilusiones, de cosas que sucederán, de lo que llegará a ser ese niño… Y ella escucha.

Como buena israelita, escucha. Escucha con atención y medita en su corazón lo que oye y lo que vive. Une, con esfuerzo y empeño, la fragilidad del bebé que sostiene en sus brazos, con las ilusiones que despierta en los pastores. El presente con la promesa de futuro.

De nuevo confía y se compromete. Aunque sus ojos ven fragilidad (acaba de dar a luz en un establo fuera de la ciudad porque no había sitio para ellos…) confía en las promesas de Dios.

Sabe escuchar, en la voz de los pastores, el acento de la voz de Dios y también sabe ver más allá de las apariencias. Seguro que tampoco ella había imaginado que el Mesías esperando nacería en un establo.

Confía, piensa, espera y actúa. Tiene entre los brazos al Hijo de Dios, a su hijo. Y mientras espera a ver cómo se las arregla Dios para que ese bebé sea el Mesías Salvador, ella lo cuida.

Lo mira, lo contempla mientras resuenan en sus oídos las palabras de los pastores, mientras vuelven a su corazón las palabras del ángel: “-El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso, el que va a nacer será santo y se llamará Hijo de Dios.”

Y mira a Jesús dormido en su regazo. Será santo. Ahora solo es un bebé. Ahora es mi hijo pequeño que ha nacido en un establo y todo ha ido bien.

Oración

María, Madre de Dios y madre de un niño nacido en un establo, enséñanos a descubrir las promesas de Dios presentes en nuestra realidad. Pide para nosotras una visión larga y profunda como la tuya. ¡Amén!

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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No te conformes con vegetar, vive la plenitud que te invade.

Lunes, 1 de enero de 2024
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santa-maria-madre-de-diosAÑO NUEVO (B)

Lc 2,16-21

El texto de Lucas que acabamos de leer, aunque es solo un relato, está en línea con lo que venimos diciendo estos días: total inserción de Jesús en este mundo y en las tradiciones judías. Al decirnos que María rumiaba todo esto, está haciéndonos ver la importancia de lo que estaba pasando dentro de ella y de los demás protagonistas. Importante el nombre: Jesús=Dios salva, lo dice todo. Queda desvelado el misterio.

El tema de María Madre merecería más aclaración de la que permite este pequeño comentario. ¡Claro que la maternidad de María es un dogma! Pero no se discutió en el concilio como un tema mariológico, sino cristológico. Fue definido en Éfeso en el 431. Pronto fue mal entendido (hay que tener en cuenta que, en aquella ciudad, se veneraba a la “Magna Mater“, diosa virgen Artemisa o Diana) y tuvo que ser aclarado veinte años después por el concilio de Calcedonia (451) matizando lo formulado en Éfeso, concretando que María era madre de Dios en cuanto a su humanidad“.

Debemos tener en cuenta el contexto en que fue formulado este dogma. Se definió como un intento de confirmar, contra la herejía nestoriana que afirmaba dos personas en Jesús, que el fruto del parto de María fue una única persona. No olvidemos que el concilio de Éfeso lo promovió Nestóreo para condenar a Cirilo, que proclamaba una sola persona en Cristo; y por lo tanto que María era con pleno sentido, madre de Dios. A Nestóreo le salió el tiro por la culata, pero faltó el canto de un duro para que se condenara como herejía lo que se definió como dogma.

En efecto, en una primera sesión, sin la asistencia de Nestóreo, que no quería que se celebrara antes de que llegara su amigo el patriarca de Antioquia, se definió el dogma condenando a Nestóreo. Cuando a los pocos días llegó su amigo Juan de Antioquia, se celebró una sesión paralela y definieron lo contrario, condenando a Cirilo. Visto lo cual, el Emperador Teodosio depone a los dos y los encarcela. Unos días más tarde, cuando llegan los delegados del Papa, convencen al emperador para que acepte lo definido en la primera sesión y libere a Cirilo. A Nestóreo le obligó a retirarse a un monasterio. Teodosio decidió qué era dogma y qué, herejía.

Este dogma es el mejor ejemplo de cómo conservando las palabras, tergiversamos el sentido. Cuando se definió el dogma, se tenía una idea completamente distinta de la maternidad. Se creía que la madre era el recipiente donde el varón depositaba la semilla del nuevo ser, en el que la madre no tenía mas misión que la de acogerle y alimentarle. De hecho, la traducción correcta del termino griego “theotokos“, sería “la que pare a Dios“. Solo desde esa concepción de la maternidad, se pudieron desarrollar las mitologías sobre seres humanos que se consideraron hijos de Dios.

Hoy celebramos que María hace presente a Dios alumbrando a Jesús. S. Agustín dice que María fue madre de Dios, no por su relación biológica, sino por haber aceptado el proyecto de Dios. El evangelio deja claro lo que es importante en María. Cuando le dicen a Jesús, que su Madre y sus hermanos están fuera, contesta: ¿Quién es mi madre y quienes son mis hermanos? El que hace la voluntad de Dios, ese es mi hermano y mi hermana y mi madre. Seguimos tergiversando el evangelio.

Año Nuevo. Estoy en el tiempo para darme cuenta de lo que soy y descubrir que estoy ya en la eternidad. Mi ser no está en el chronos sino en el kairos. Mi ser lo constituye lo que de divino hay en mí. Soy plenitud y eterno. Mi individualidad es apariencia. No debo empeñarme en meter a Dios en el tiempo, sino en salir yo de él. Soy la ola que aún no ha descubierto que es océano. El océano aun no se ha reflejado en mí. Si descubro que soy océano, el océano me dirá que es ola. Cuando Jesús dice: “Yo y el padre somos uno“, no lo dice desde el falso yo, sino desde su verdadero ser. Es lo que hay en mí de Dios quien dice: Yo y Dios somos uno.

El tiempo en el que se desarrolla nuestra existencia tiene mucha importancia, pero solo como medio para conseguir esa toma de conciencia que me hará trascender. Nuestra reflexión tiene que estar encaminada a descubrir qué estoy haciendo yo con mi tiempo. Puedo estar malgastando lo que se me ha dado para que lo aproveche. Van pasando mis años y con ellos las oportunidades de dar verdadero sentido a mi vida. Esta tiene que ser mi preocupación cuando estamos pasando de un año a otro.

Día de la paz. Creo que merece la pena hacer una denuncia de las circunstancias en las que nos encontramos y poner un poco de luz en la maraña de informaciones e intereses que nos envuelven. En nombre de la libertad, no se puede defender todo.  En nombre de la libertad religiosa no se puede propugnar ideas que vayan contra los más elementales derechos de las personas ni siquiera de una sola persona. En nombre de la libertad política no se pueden defender ideas que no respeten los derechos fundamentales de los demás. Tengo obligación de defender mis derechos; pero mis derechos terminan donde empiezan los derechos del otro.

Debemos desenmascarar el fariseísmo de nuestro mundo que se atreve a celebrar un día de la paz, mientras está sosteniendo, por acción o por omisión, situaciones de injusticia sangrantes. Nos hemos arrogado el derecho de decidir quién es el bueno y quién es el malo. Nos hemos colocado en estadios éticos anteriores a la ley del talión. En ella se decía que, si te rompen un diente, tienes derecho a romperle un diente al agresor, no toda la dentadura. Hoy estamos oyendo todos los días, que hay que romperle todos los dientes al otro, porque si no, el día de mañana me puede morder.

No es deseable la paz a cualquier precio. A nadie le interesa la paz de los cementerios. Tampoco debía interesarnos la paz sobre la que se fundaron todos los imperios, desde el egipcio hasta el que padecemos hoy. La paz que se basa en la fuerza no es verdadera paz. No se trata solo de la fuerza física; también la fuerza de una legalidad que hemos construido los poderosos basados en la ley del embudo. La norma debe ser la verdadera justicia. Hemos pasado milenios predicando la guerra justa. No he encontrado esa idea en ninguna parte del evangelio. Toda violencia es inhumana.

La paz no se puede conseguir directamente. Es un fruto y, como tal, si quiero recogerlo, tengo que plantar primero el árbol y cuidarlo. El mínimo indispensable para que surja la paz es la justicia. La paz, para el que tiene el poder, es que nadie se mueva. Para el que está sometido a la injusticia será algo muy distinto. Si nos interesa la paz, debemos luchar cada día por abandonar toda opresión (el pecado del mundo) y entrar en la dinámica del amor. Si de verdad queremos la paz, tendríamos que dar voz a los que sufren la violencia y nos indicarían como alcanzar la verdadera justicia.

Fray Marcos

Fe Adulta

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En el principio…

Lunes, 1 de enero de 2024
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IMG_2052Jn 1, 1-18

«En el principio existía el Logos, y el Logos estaba con Dios…»

La vida humana se compone de vivencias, y las vivencias son manifestaciones de nuestra propia naturaleza; es decir, son el resultado de nuestra capacidad de amar, de odiar, de pensar, de comunicarnos, de crear, de destruir, de anhelar, de ambicionar, de renunciar, de oponer la razón a las apetencias, de dejarse arrastrar por ellas, de sentir compasión, emoción, alegría, tristeza, euforia, miedo… Pero hay dos formas de concebir nuestra vida; una, como simple sucesión de vivencias, y otra, como proyecto que integra todas ellas y las dirige a un fin que les dé sentido. Dicho de otro modo, podemos pasar por la vida o vivir la vida con sentido.

Pero la pregunta por el sentido de la vida nos lleva a preguntarnos por nuestra esencia, por nuestra naturaleza, pues nuestra vida tendrá uno u otro sentido según la concepción que tengamos de nosotros mismos. El problema está en que la pregunta por nuestra identidad no tiene una única respuesta y eso complica las cosas. La respuesta científica es sustancialmente insuficiente; ninguna de las respuestas que nos ofrece la filosofía es definitiva, y la concepción religiosa del hombre depende de la fe de cada persona. Pero la multiplicidad de respuestas no significa que la pregunta por “nosotros” sea estéril, sino que cada uno debe buscar la suya propia.

Para Heidegger, somos unos seres arrojados a este mundo sin referencias (“dasein”) cuya vida carece de sentido al tratarse de un simple paréntesis (un “entre”) que va de la nada de antes a la nada del después. A pesar de ello, en su obra “El ser para la muerte” nos invita a no evadirnos de la realidad y vivir la vida con autenticidad, tomando como naturales el sufrimiento y la muerte. En una línea similar, Sartre asegura que el mundo es absurdo, que no existe la Naturaleza humana y que, por tanto, no existe un sentido general de la vida, pero añade que cada uno debe dar sentido a su vida construyéndose a sí mismo. En sentido opuesto se manifiestan, por ejemplo, Spinoza o Hegel, quienes afirman que somos nada menos que existencia de Dios.

Y todas las interpretaciones que hagamos de nuestro verdadero ser están muy bien, y todas aportan algo nuevo, pero, siendo rigurosos, debemos admitir que ignoramos por completo las respuestas que atañen más íntimamente a nuestras vidas. No sabemos quiénes somos, ni cuál es nuestro papel en esta vida, o si estamos aquí para algo, o si hay más vida tras la muerte, o si todo es obra de un Dios que lo ha creado con un propósito determinado, o si Dios se ha desentendido del mundo tras crearlo y estamos abandonados a nuestra suerte, o si está dentro de nosotros como un principio vital que anima nuestras vidas, o si estamos en un mundo absurdo fruto del azar…

Demasiadas preguntas y demasiado importantes para digerirlas sin esfuerzo, lo que provoca que nuestra reacción habitual sea tratar de soslayarlas, es decir, tratar de evadirnos de nuestra Realidad más profunda refugiándonos, en unos casos, en un más allá fruto de nuestros deseos, y en otros (cada vez con mayor frecuencia) en el trabajo compulsivo o el ocio compulsivo.

Pero hay personas que no se conforman con pasar por la vida sin zambullirse de lleno en ella y deciden afrontarlas con seriedad. Estas personas tienen al menos tres caminos distintos para para plantear su búsqueda; tres caminos que unos consideran complementarios, y otros, excluyentes entre sí.

El primero es la razón; sumergirse en planteamientos metafísicos que nos hablan de teísmos, deísmos, panteísmos, dualismos, monismos, inmanencias, trascendencias, esencias, existencias, sustancias, accidentes… lo cual resulta muy interesante e instructivo siempre que no olvidemos que la metafísica no da respuestas fiables. Como decía Kant, «Cualquier proposición metafísica tiene las mismas posibilidades de ser cierta que su contraria».

El segundo es la psique; profundizar en nuestro interior a través de la meditación (o poner la conciencia en blanco a través del silencio) con la esperanza de encontrar las respestas en lo más profundo de nosotros. Los místicos afirman poder alcanzar así la experiencia inmediata de Dios, y la describen como la de un enamorado que funde su espíritu con el de su amada. Pero este poderoso cauce tiene también un serio peligro, y es que nuestra psique es tan enormemente compleja y desconocida, que no podemos saber si una experiencia es genuina o es una simple sugestión creada por ella.

El tercero es la fe. Confiar en alguien hasta el punto de hacer propios sus criterios y creencias y apostar la vida a ellos. La fe puede ser el fruto natural de un ambiente y una educación, puede también adquirirse a través del conocimiento de su líder y la posterior fascinación por él, y puede ser una apuesta, al estilo de la que propuso en su día Blaise Pascal. Porque necesitamos referencias para caminar por la vida sin extraviarnos ni echarla a perder, y si las encontramos en alguien en quien confiamos plenamente, nos aferramos a ellas.

Y así llegamos a Jesús, a quien los cristianos consideramos visibilidad de Dios. En él podemos conocer cómo es Dios para nosotros, y quiénes somos nosotros libres de la esclavitud del pecado. ¿Pero, quién es Jesús?… Unos lo identifican con el Logos que existía desde siempre junto a Dios y que era Dios. Otros, quizá menos pretenciosos, se limitan a afirmar que Jesús es un fruto especial del Espíritu Santo, pues ni su vida ni su legado se pueden entender de otra forma. ¿Pero qué se quiere indicar con esta expresión?...

En Génesis 2,7 el yahvista define al ser humano como “barro con aliento de Dios”; con espíritu de Dios, y esta definición formulada hace más de tres mil años sigue siendo válida para muchos de nosotros. La esencia de lo humano, lo que esencialmente lo distingue de los animales, es ese aliento del que nos habla el Génesis. En todo ser humano sopla el viento de Dios, su espíritu, aunque en algunos este soplo sea apenas perceptible, y en la mayoría de nosotros no pase de ser una brisa que solo en ocasiones pone de relieve nuestra humanidad.

Pero a lo largo de la historia, ese soplo, ese aliento, esa acción de Dios en definitiva, se ha manifestado de forma poderosa en muchos hombres y mujeres de cualquier tiempo, lugar o condición. Sin apenas remontarnos en la historia, podemos recordar a Pedro Arrupe, Vicente Ferrer, Mohandas Gandhi, Teresa de Calcuta, Oscar Arnulfo Romero… y tantos otros que decidieron “negarse a sí mismos” para entregar su vida a los demás. Tampoco es preciso acudir a la biografía de estos personajes para sentir el soplo de Dios en los seres humanos; basta que miremos a nuestro alrededor para que lo veamos en ese pariente, o ese amigo, o aquel compañero de trabajo… Es muy difícil sustraerse a una realidad tan evidente si uno va un poco atento por la vida.

Ahora bien, por encima de todos, hubo un hombre en quien la acción de Dios se manifestó de una forma tan extraordinaria que somos incapaces de entenderla o formularla: Jesús de Nazaret.

Su amigo íntimo, Simón —Pedro, como a él le gustaba llamarle—, lo definió luego como el hombre lleno del Espíritu. Pedro recorrió con él Galilea, Judea y la tierra de gentiles, y conoció a un hombre que hacía propios los problemas ajenos y estaba siempre rodeado de enfermos, lisiados, pobres y pecadores. Que se compadecía de ellos, los sanaba, les enseñaba y les devolvía la esperanza que habían perdido. Que les decía que no eran unos pobres desgraciados —como todos aseguraban—, sino los más importantes a los ojos de Dios; por delante de los sacerdotes, los fariseos, y los doctores.

Ellos le seguían fascinados, no le dejaban descansar y hasta se olvidaban de comer por escucharle. Se sentían necesitados; eran como ovejas sin pastor de las que nadie se ocupaba. Tenían necesidad de que alguien les escuchase y les dedicase su atención; que no los considerase unos malditos empecatados aborrecidos de Dios.

Y eso era precisamente lo que les ofrecía Jesús.

También invitaba a los ricos, a los sabios y a los importantes, pero estos no le seguían porque no se sentían necesitados. Y no solo rechazaban su invitación, sino que le acosaban porque le temían; porque no podían permitir que nada cambiase.

Pues bien, ese hombre abierto a todos, incapaz de permanecer indiferente ante la desgracia ajena, que nos invitaba a llamar Abbá a Dios, que hacía teología contando parábolas sencillas, que no rehuía (sino que buscaba) la compañía de los pecadores, que se cansaba y necesitaba descansar, que se indignó en el Templo, que se angustió en Getsemaní y murió en el Calvario… ese hombre es el objeto de mi fe.

Miguel Ángel Munárriz Casajús

Para leer el comentario que José E. Galarreta hizo sobre este evangelio, pinche aquí

Fuente Fe Adulta

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Bendiciones

Lunes, 1 de enero de 2024
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Jesús-y-María-ft-imgEn la Biblia, “bendecir” se emplea en dos sentidos: en primer lugar, Dios bendice al ser humano dándole la vida, la fecundidad, el éxito. Después, a su vez, éste bendice a Dios por la gracia de sus dones, le da las gracias. La palabra «bendecir» procede del verbo latino bene-dicere, «decir bien».

En la primera lectura de hoy esa bendición es todavía más explícita:

Dios nos aconseja que pidamos no sólo la bendición sino también su  protección

Nada es más propio de un padre y de una madre que el proteger. Ellos, no sólo comunican la vida sino que acompañan la vida del retoño en todo momento: cuidándolo, aconsejándole, enseñándole…sobre todo con el ejemplo de sus propias vidas.

En algunos países de Latinoamérica todavía se guarda una bonita costumbre de “pedir la bendición” a uno de los progenitores, antes de salir de casa y al irse a dormir… “Padre, madre, bendición”-dicen-y se colocan a sus pies, agachan la cabeza y esperan esa  oración con la mano extendida sobre su cabeza, que es un gesto de la bendición misma de Dios.

¿Pedimos entonces una protección para que nada malo nos ocurra? ¿Y qué pasa cuando están ocurriendo tantas cosas malas como la pandemia, los desastres naturales, las guerras con todas sus consecuencias?

La imagen de un Dios “intervencionista” que todo lo ve, que todo lo juzga y a quien debemos implorar todavía está presente en algunos ambientes y si nos descuidamos nos atrapa a nosotrxs también. Dios no nos envía calamidades para que cambiemos de actitud; nosotrxs nos buscamos nuestra propia ruina cuando pisoteamos a los demás pensando sólo en nuestro propio bienestar.

El problema de entender la bendición de Dios como el éxito, la abundancia, el progreso es que quien no participa de estos bienes puede ser considerado como objeto de maldición; esa imagen que nos presentaron en el catecismo de un Dios que premia a los buenos y castiga a los malos.

Nuestras decisiones, nuestras opciones y también nuestras omisiones van decidiendo el curso de la historia. En este momento tan coyuntural tenemos más información de la que necesitamos para cambiar nuestros estilos de vida para proteger la vida en la Tierra y así cambiar la suerte de los más débiles y desprotegidos.

La bendición, el bien-decir de Dios es creador y protector. Su bien-decir sobre nosotrxs, sobre toda la creación, nos va convirtiendo en criaturas a su imagen y semejanza, pero sólo si nosotrxs lo queremos.

Por eso, en un día como hoy, al comienzo de un nuevo año que quisiéramos que fuera diferente al año pasado, podemos tomar algunas decisiones que nos harán cambiar la perspectiva de los acontecimientos que vayan sucediendo. Por ejemplo: puedo decidir pensar más lo que voy a decir y cómo lo voy a decir para no descalificar al otrx, escuchar más para entender su punto de vista, ben-decir con mi palabra, mis actitudes, mi compromiso; intentar construir más que destruir.

Hoy, primer día del año celebramos esa vida que se nos regala y de una manera especial a María, como madre que no solo gesta y da a luz a Cristo sino que bendice y es bendecida por Dios.

Ella, a través de lo que vive y observa va creciendo en conciencia de su papel en la historia, de la manera de actuar de Dios en su vida: “bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre”…, y lo hace “conservando y meditando todas estas cosas en su corazón”. En unas pocas palabras Lucas nos describe la actitud de quien está atenta a los acontecimientos, los escucha, los rumia y actúa en consecuencia.

Una invitación a “ponderar”, a saborear para alcanzar la verdadera sabiduría que no viene de los grandes conocimientos sino de la experiencia de nutrir el misterio en nuestro interior.

Se irá revelando nuestro auténtico yo y más que luchar contra nuestro “ego”, éste irá desapareciendo para dar paso al hijx de Dios que somos.

El fruto será la paz.

Una paz que  no es sólo ausencia de conflictos interpersonales, familiares, entre países. Tampoco una paz ñoña, una sensación placentera de bienestar. SHALOM, es un deseo mucho más profundo: “que seas una persona completa, acabada” y que eso lo podamos extender a todas las áreas de nuestra vida.

Lo mismo que deseo para mí te lo deseo a ti, y me comprometo a hacer todo lo que esté en mi mano para que lo logremos.

Ese el verdadero “rostro” de Dios. Ojalá lo veamos.

Carmen Notario, SFCC

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“Llena eres de gracia”, por Carlos Osma

Lunes, 1 de enero de 2024
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Maria+-+IsabelDe su blog Homoprotestantes:

Cuando el ángel se le apareció a María para decirle que tendría un hijo, primero la saludó con la palabra “salve” o “Dios te guarde”, bueno en realidad Lucas utiliza la palabra χαῖρε, que parece ser era un saludo bastante habitual en la época en la que se escribió el evangelio. Fue después cuando añadió lo de “llena eres de gracia”, una expresión que al leerla me ha parecido tan protestante que me he preguntado si el ángel Gabriel no era amigo íntimo de Lutero.

Tendría que haber ido al griego para saber cuál es la palabra exacta que utiliza el evangelista, pero en vez de hacer eso, he cometido el error de ir a Google para intentar entender que significa lo de “llena eres de gracia”. Y en la primera entrada he encontrado la siguiente explicación: “al tener el privilegio de nacer inmune al pecado, la plenitud de gracia verifica la parte positiva de esa admirable limpieza original del alma de María”. ¡Qué maravillosa la María de esta interpretación! Pero qué poco practica para el resto de Marías que vivimos hoy en el mundo y no hemos sido bendecidas con su limpieza original. Sobre todo para las bolleras, maricas o trans, que en los entornos donde esta interpretación es mayoritaria, hemos tenido más bien la mala fortuna de ser unas desviadas alejadas de la gracia innata de María.

Pero bueno, en vez de tirar la toalla y cerrar mi Biblia, he decidido seguir leyendo el relato para ver que puede aportar esta María llena de gracia a pecadoras como nosotras, y me he topado con que, al escuchar lo que el ángel le decía, se “turbó por sus palabras, y pensaba qué salutación sería esta”. O como lo dirían algunas de mis alumnas adolescentes que tienen aproximadamente la misma edad que ella en el relato: “se quedó rayada con lo que le había dicho”. A María le asustó escuchar que era llena de gracia, que había sido favorecida por dios. Y es importante este matiz, porque creo que esa gracia de la que nos habla el relato, no pertenece a ninguna María, sino que tiene su único origen en dios. Además no hace perfecta a nadie, sino que nos muestra el amor de dios por todas las Marías, aquellas que no poseemos ninguna limpieza original. Ese es uno de los elementos más relevantes que encuentro en el texto, que en palabras de Pablo se expresaría de la siguiente forma: lo vil del mundo y lo menospreciado escogió Dios, y lo que no es, para deshacer lo que es”. [1] Por eso la vil María del evangelio de Lucas, sobre la que dios puso su gracia, tiene algo que decirnos a quienes no llegamos a los estándares religiosos, sociales o familiares que se nos imponen.

La gracia que recibió María fue una gracia cara, no como las gracias baratas y sensibleras que regalan muchos iluminados, porque la gracia divina no le ha salido gratis a nadie que se deja invadir por ella. “Has hallado gracia delante de Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre Jesús” [2]. Si aceptaba la gracia, se haría evidente, no habría forma de esconderla ante los demás. Y esa gracia no la situaría encima de ningún altar, sino en un lugar marginal que no solo ponía en peligro su matrimonio, sino su propia vida. Y he dicho conscientemente “si la aceptaba” porque aunque el texto parece dar por hecho que aquello ocurriría, María podía decir sí o no, podía escoger llevar adelante el embarazo o rechazarlo. El dios de Lucas no escogió una vasija, sino una mujer, y le reconoció el derecho a decir sí o no. Y siempre funciona así cuando hablamos de la gracia de dios, de la gracia cara de dios, que podemos aceptarla o rechazarla libremente. Hay personas, instituciones y legislaciones que coartan el derecho de las mujeres sobre su cuerpo, su ministerio, su responsabilidad… pero el dios de María lo respetó. De la misma forma, también creo que dios respeta el derecho de las personas LGTBIQ a mostrar, o a no mostrar, la identidad con la que dios nos ha dado su gracia. De decir sí o no a trabajar para que el reino de dios se haga presente en nuestras vidas, visibilizando la riqueza de la diversidad con la que nos ha bendecido, aunque eso nos sitúe en los márgenes de nuestras familias, iglesias o amistades. Cuando no hay decisión, cuando no hay libertad de elección, no hay presencia de Dios, sino dogma e imposición, porque “Dios respeta absolutamente la libertad del hombre. Él la crea, y no para petrificarla o violarla. Por eso Dios no grita ni se impone nunca”. [3]

María aceptó, le dijo que sí a dios, “hágase conmigo conforme a tu palabra”. Estos días recordamos y celebramos lo que la valentía de María ha supuesto para la vida de cristianas y cristianos de todos los tiempos: la irrupción de la salvación, la llegada de la vida de dios para todos los seres humanos. Sabemos también por el evangelista, que esa salvación no fue como ella esperaba, que pareció fracasar en más de una ocasión, pero la gracia de dios no se alejó nunca más de ella. A veces confundimos la gracia con la alienación, con la dependencia ciega respecto a un dogma o una institución, y muchas machorras, mariconas y travelos cristianas creemos que hemos perdido la gracia porque hemos sido expulsadas de nuestras comunidades. Pero lo que hemos perdido ha sido solo la gracia barata, la gracia cara de la que nos habla Lucas tiene que ver con asumir el riesgo que supone poder respirar, gritar, vivir, tal y como Dios nos ha pensado y amado. Y es un riesgo que, aunque no lo percibamos, no tiene solo que ver con nuestra vida, ya que en cada una de nuestras acciones por vivir de verdad, ayudamos a que muchas otras personas se atrevan también a hacerlo. En cada pluma gay que dejamos caer al movernos, la salvación de dios se hace presente para quienes están a nuestro alrededor.

Dietrich Bonhoeffer escribió que “la gracia barata es la negación de la palabra viva de Dios, es la negación de la encarnación del Verbo de Dios” [4], y me permito añadir yo a esto: la negación de la encarnación por medio de una mujer que libremente aceptó la gracia cara de dios. Porque María representa otra gracia, una que no puede ser entregada a los perros, una que va indisolublemente unida al seguimiento, a la valentía, aunque quede a la intemperie de las teologías de la gracia barata. Y las personas LGTBIQ estos días de Navidad somos interpeladas por esta María, y por la gracia que recibió. Y debemos responder como ella, sí o no a la vida que dios pone dentro de nosotros, si o no a la gracia cara. Porque “la gracia cara es la encarnación de Dios”. [5]

 Carlos Osma

 Notas:

[1] 1 Cor 1,28.

[2] Lc 1,30-31.

[3] Paul Lebeau, Etty Hillesum. Un itinerario espiritual. Ámsterdam 1941- Auschwitz 1943, Santander: Sal Terrae 2000, 113.

[4] Dietrich Bonhoeffer, El precio de la gracia, Salamanca: Ediciones Sígueme 1995, 15.

[5] Ibid.17.

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Consulta dónde encontrar “Solo un Jesús marica puede salvarnos”  

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AÑO NUEVO: El tiempo termina en la eternidad y el hombre en Dios

Lunes, 1 de enero de 2024
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relojes-blandosDel blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

01.– DIVISIÓN DEL TIEMPO.

El final y comienzo de un año constituyen un momento propicio para pensar un poco en esta realidad que es la duración humana y llamamos tiempo, así como para caer en cuenta de la fugacidad de la existencia humana.

Toda división del tiempo es siempre artificial, aunque necesaria. De hecho han existido y existen varios calendarios o modos de fragmentar y estructurar el tiempo. Ya el Génesis es una manera de ordenar la duración humana: el tiempo. Dios crea el primer día, el segundo, etc. y el séptimo descansa. ¿Sería el primer calendario laboral?

Algunas consideraciones.

02. EXPERIENCIA DE LA FUGACIDAD.

Cuando uno es adulto o anciano tenemos la viva sensación de la fugacidad del tiempo. Tempus fugit, decían los relojes de pared clásicos; es verdad: el tiempo huye.

Parece que fue ayer” solemos repetir. Parece que fue ayer cuando comenzábamos el año, parece que fue ayer cuando murió tal persona, cuando estudiábamos, cuando éramos jóvenes, etc., pero han pasado muchos años. Hemos vivido mucho y guardamos muchas vivencias y recuerdos.

Y esta rapidez irreversible -el tiempo no hay quien lo pare- y ello puede causarnos una cierta sensación de desasosiego, de que se nos va la vida como el agua entre las manos.

03. ¿QUÉ ES, PUES, EL TIEMPO?

“Ya San Agustín allá por el siglo IV / V, se preguntaba qué es el tiempo:

Si nadie me lo pregunta, lo sé; si quiero explicarlo al que me pregunta, no lo sé.”

El mismo San Agustín dice que el tiempo radica en el alma, en la memoria, que es donde se hacen presentes y donde se guardan las vivencias, los acontecimientos, la propia experiencia.

Es algo que podemos observar en la Virgen María cuando el evangelio dice de ella que: conservaba todas las cosas en su corazón.

En el fondo, pues, el tiempo lo vivimos en el fondo de nuestro corazón.

04. VIVIMOS ENTRE EL PASADO Y EL FUTURO.

PASADO

El ser humano es -ni tiene, es- su propio pasado, somos lo que hemos sido. Es cierto que el pasado en cuanto tiempo de reloj, de calendario, ha pasado, pero lo vivido -bueno o malo- queda, permanece en nosotros. La infancia, las enfermedades, los encuentros y desencuentros en la vida, los estudios, los trabajos, la cultura y la fe que recibimos permanecen vivas en nosotros.

Podemos decir que quien no recuerda su pasado personal y comunitario, no vive. Si no recordamos, si no guardamos la memoria, somos como un algo suspendido en la historia, como seres flotantes.

El presente en gran medida pende del pasado. Recordamos grandes acontecimientos (positivos o negativos). Somos hijos del Concilio Vaticano II, la guerra civil sigue latente en el “subconsciente del pueblo”. Sobre todo guardamos la memoria del Señor, del Evangelio.

Ex memoria, spes. La memoria (el pasado) es el fundamento de nuestra esperanza, de nuestro futuro

Un presente que no tiene pasado, carece de futuro. (R. Latourelle).

Vivir es recordar.

FUTURO

Vivir también es el futuro. En cierto modo, somos lo que pretendemos ser o llegar a ser. El futuro que esperamos condiciona y encauza nuestro momento actual: quien desea ser sacerdote, religioso, casarse, etc. vive amablemente condicionado por ese futuro que añora. Lo mismo en el plano eclesial, político, etc.

Quien desea una Iglesia férrea, ultramontana, configura su vida conforme a un estilo ultraconservador en sus criterios, en su doctrina, vestimentas, liturgias, en sus normas, ideología, etc.

El futuro que se desea, condiciona el momento presente y los pasos a dar.

Somos futuro. En cierto modo, pues, somos lo que queremos ser.

PRESENTE

El presente es mucho más fugaz e inconsistente. ¿Quién puede amarrar el presente?

Hoy en día vivimos sin pasado y sin futuro: sin memoria y sin esperanza. Solamente nos vale el presente. Vivimos en una cultura del presente, es la cultura del momento, del instante.

Pero el presente solamente tiene consistencia si lo vivimos desde un pasado y desde un futuro.

LAS ETAPAS DE LA VIDA

El NIÑO es puro presente: el niño vive en el reducido ámbito de su familia, de su aula escolar… Todavía no tiene pasado y el futuro le queda muy lejos. Decirle a un niño “el año que viene es como decirle nunca”.

El JOVEN es futuro. De joven se tiene todo “por delante”. El joven vive desplegando todas su capacidades, ilusiones, proyectos, “está todo por hacer y experimentar”… Un joven es como Cristóbal Colón (pero sin América).

El ANCIANO vive, -vivimos- del o en el pasado. En aquellos tiempos había valores, criterios, se vivía mejor…

05. NO TODOS LOS QUE VIVIMOS A LA VEZ, SOMOS COETÁNEOS.

Todos vivimos “al mismo tiempo”, si bien no todos los que vivimos el mismo tiempo somos coetáneos. En el siglo XXI hay personas que viven el siglo XVI, siendo optimistas; otros se han apuntalado en el XIX, etc. No todos los contemporáneos, somos coetáneos.

Y esto es fuente de diferencias, distanciamientos como bien sabemos.

06. CONSUELO DEL TIEMPO.

¿No nos queda otro remedio que vivir entre lo que “ya no es”, porque pasó, y “lo que todavía no es”, porque no allegado?

El consuelo de la fugacidad del tiempo es llenarlo de contenido o de mérito.

Intentemos llenar el tiempo de mérito; quizás no de éxito, pero sí de contenido.

Las vida no es un pasatiempo, un “matar el tiempo”, un divertirse por norma. Nos hace bien llenar la vida de realización, de densidad.

07. TIEMPO Y ETERNIDAD.

La duración del ser humano es el tiempo. Vivimos en esta historia unos años, muchos o pocos.

La duración de Dios es la eternidad. Y Dios nos llama a terminar “nuestros días”, nuestra tiempo en Él, en su eternidad. Estamos llamados a la vida eterna, lo cual produce una inmensa serenidad y un gran gozo, que San Pablo recoge con patencia cuando escribe aquellas palabras a los cristianos de Roma:

¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿La tribulación, la angustia, la persecución, el hambre, la desnudez, el peligro, la espada? … Dios, que nos ama, hará que salgamos victoriosos de todas estas pruebas. (Rm 8, 33-37).

Desde el pasado de la redención de Cristo y desde el futuro que nos espera en la eternidad, nos deseamos feliz año, meditando y guardando todas estas cosas en nuestro corazón.

Terminemos el año dando gracias a Dios por el tiempo y por la eternidad que nos aguarda.

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