Los archivos secretos.
Abusos cometidos contra mujeres y menores por sacerdotes y religiosos de la iglesia católica en Colombia.
Carmiña Navia Velasco
Santiago de Cali (COLOMBIA).
ECLESALIA, 12/01/24.- Publicó Editorial Planeta, un libro de los periodistas: Juan Pablo Barrientos y Miguel Ángel Estupiñán titulado: El archivo secreto. Se trata de una investigación amplia y muy seria de los abusos cometidos contra mujeres y menores por sacerdotes y religiosos de la iglesia católica en Colombia. Recorrer despacio las páginas de este libro y empatizar con las víctimas de estos señores, pone -literalmente- los pelos de punta. No es la primera vez que se denuncian este tipo de casos en nuestra sociedad: el mismo Barrientos había publicado anteriormente dos textos alrededor del tema: Dejad que los niños vengan a mí y Este es el cordero de Dios… Igualmente Álvarez Gardeazabal en su novela: La misa ha terminado (2014), recrea este universo de los abusos eclesiales con menores de edad. Sin embargo es la primera vez que salen en Colombia a la luz tantos nombres de victimarios y de víctimas, tantas historias y dramas que dejan huellas muy hondas y dañinas en niños, adolescentes y mujeres.
El libro recoge una investigación de años que realiza un recorrido detallado por algunas historias que nos llegan en las voces de quienes padecieron estos flagelos, historias específicas con nombres y detalles. Historias en las que se teje el dolor. Esta es la parte del texto que considero más valiosa y que invito a leer para comprender un universo que ha permanecido oculto y que muchos y muchas ni sospechábamos que existía. La segunda parte es un listado enorme de casos que se han querido mantener ocultos pero que los dos autores sacan a la luz. El valor de esta parte radica en que nos hace sospechar la magnitud de los crímenes a los que estamos accediendo… su lectura es monótona y carece un poco de sentido para los lectores corrientes. Tendría más bien que haberse publicado como Anexo.
Deteniéndonos por ahora en la primera parte: Doce historias; nos llenamos de horror porque nos asomamos a la capacidad inmensa de maldad que podemos tener los humanos y humanas, en este caso varones eclesiales. No sólo se trata de abusos sexuales a niños o jovencitas… en estas historias se recogen robos, ambiciones, codicia, indiferencia, maldades refinadas. Es todo un mosaico de actitudes y sentimientos retorcidos sin “remisión” posible. Amenazas, intimidaciones y una de las formas peores de manipulación que puede haber: la manipulación enraizada en los sentimientos religiosos de personas y de comunidades. La investigación y narración de estos autores destapa ollas podridas que alcanzan en su putrefacción muchas distancias. A lo largo de las páginas descubrimos además cómo, una y otra vez los obispos y líderes religiosos quieren tapar los hechos y ocultar a los responsables, garantizando con esta ocultación la impunidad y dejando a las víctimas en la más terrible orfandad. La lectura nos remite a obispos, arzobispos, cardenales, superiores generales, fundadores de órdenes religiosas que ocultan a los victimarios cuando ellos mismos no lo son. Trasladan de lugar o país a los acusados y con ello lo único que hacen es extender y ampliar el problema.
Más allá o más acá de la gravedad de estos crímenes y de esta pederastia tan extendida… yo, perteneciente liminalmente a esta comunidad eclesial, me pregunto por el sentido de todas estas realidades del mal, tan incrustadas en el corazón mismo de la institución. Realidades que en lugar de enfrentarse valiente y honestamente se ocultan, esconden, ignoran… constituyendo una cadena interminable de complicidades. Cuando hablamos de la iglesia católica estamos hablando de una comunidad que pretende mostrar a la sociedad en la que vive la buena noticia y el Evangelio de Jesús de Nazaret. Es más, hablamos de una comunidad cuya única razón de ser y de existir es vivir el Evangelio ¿Qué medidas reales y efectivas se toman en la iglesia para corregir estos rumbos?
Lejos de mí erigirme en juez de personas o conciencias… el mal nos atraviesa a todos y como Jesús ya nos dijo y mostró nadie está libre de pecado… Pero más allá de las actuaciones individuales estas investigaciones y narraciones están develando y gritando un problema muy fuerte que permea al cuerpo y que por tanto interpela sobre su historia y sobre su devenir. Un cuerpo que traiciona su única razón de ser pierde el sentido de su propia existencia. Me dirán que no es toda la iglesia y claro que esto es verdad, no es toda la iglesia, pero sí es una parte significativa de ella. Y lo que más me llama la atención: tantos obispos o “pastores” que quieren ocultar, que se niegan a denunciar, que pretenden tapar el sol con dos dedos pequeños… No puedo dejar de preguntarme: ¿Por qué? si ya sabemos desde las páginas del evangelio que la verdad os hará libres…
La realidad presentada por Barrientos y Estupiñán es una realidad dolorosa y cuestionadora. Como creyente en Jesús de Nazaret les agradezco que saquen a la luz tanto crimen oculto. Como creyente en Jesús de Nazaret invito a conocer estos hechos, a avergonzarnos de ellos hasta el último rincón de nuestras almas. Como creyente en Jesús de Nazaret, le digo a los obispos que no oculten más la verdad, que intenten sanear estos ingratos mundos… que aparten del ejercicio sacerdotal a los culpables y que los lleven ante jueces civiles para que sus crímenes horrendos sean castigados por la ley… que no gasten la plata de la comunidad eclesial que debería estar al servicio exclusivo de los pobres en el pago a firmas costosísimas de abogados…
Mientras la iglesia no regrese a los caminos de sencillez, pobreza, honestidad y amor a los que llama la palabra evangélica, no será jamás un camino válido para anunciar al mundo “otro mundo posible”
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