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El Santo de Dios… enseña con autoridad

Domingo, 28 de enero de 2024
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(El hombre poseído en la sinagoga, James Tissot, 1896 (Brooklyn Museum, Nueva York)

Piensa también con los pies

Piensa también
con los pies
sobre el camino
cansado
por tantos pies caminantes.

Piensa también, sobre todo,
con el corazón
abierto
a todos los corazones
que laten igual que el tuyo,
como hermanos,
peregrinos,
heridos también de vida,
heridos quizá de muerte.

Piensa vital, conviviente
conflictivamente hermano,
tiernamente compañero

*

Pedro Casaldáliga
Todavía estás palabras, 1994

***

En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos entraron en Cafarnaún, y cuando el sábado siguiente fue a la sinagoga a enseñar, se quedaron asombrados de su doctrina, porque no enseñaba como los escribas, sino con autoridad.

Estaba precisamente en la sinagoga un hombre que tenía un espíritu inmundo, y se puso a gritar:

«¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido a acabar con nosotros? Sé quién eres: el Santo de Dios.»

Jesús lo increpó:

– «Cállate y sal de él

El espíritu inmundo lo retorció y, dando un grito muy fuerte, salió. Todos se preguntaron estupefactos:

«¿Qué es esto? Este enseñar con autoridad es nuevo. Hasta a los espíritus inmundos les manda y le obedecen.»

Su fama se extendió en seguida por todas partes, alcanzando la comarca entera de Galilea.

*

(Mc 1, 21-28)

***

«Había en la sinagoga un hombre con espíritu inmundo» (Mc 1,23). ¿Y yo? ¿Cuánto tiempo llevo formando parte de los que asisten fielmente a misa, cada domingo, año tras año…? Pero ¿soy consciente de mi verdadera condición de hombre poseído por un «espíritu inmundo»? Hasta ahora nadie me había hablado de ello, por la enorme facilidad con que podía esconder mi verdadera condición bajo la máscara religiosa. A buen seguro, ha habido horas y días en que me daba cuenta de que «algo no funcionaba»«¿Qué tenemos nosotros que ver contigo, Jesús de Nazaret?» (Mc 1,24). ¿Advertimos la carga de agresión que irrumpe desde lo más hondo de nosotros mismos sólo al oír la palabra santo?

Esta palabra por sí sola hace añicos nuestra idea de vida que – a pesar de todo- nos ha ayudado bien o mal a hacer frente al orden cotidiano. El «Santo» lo dejamos nosotros a los «santos», quienes, no obstante -fíjate tú – , eran hombres, ¡y qué hombres! En lo más profundo de nuestro interior advertimos que Jesús, «el Santo de Dios», nos está pidiendo una conversión, un modo de entender la vida completamente nuevo… «¡Cállate y sal de ese hombre!» (Mc 1,25).

Sólo una cosa es segura: sin la Palabra poderosa de Jesús, nunca podrá ser destrozado el dominio tiránico del «espíritu inmundo». Sentimos entonces toda nuestra impotencia e incapacidad para cambiar las cosas nosotros solos, para denunciar la soberanía del «espíritu inmundo». Jesús pronuncia la palabra poderosa. Señor, nosotros queremos, ayuda a nuestra falta de voluntad.

*

H. Jaschke,
Gesù il guaritore
Brescia 1997, pp. 254ss, 260, passim.

***

*

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“Enseñar como enseñaba Jesús ”. Domingo 4 Tiempo ordinario – B (Marcos 1,21-28)

Domingo, 28 de enero de 2024
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IMG_2372El modo de enseñar de Jesús provocó en la gente la impresión de que estaban ante algo desconocido y admirable. Lo señala el evangelio más antiguo y los investigadores piensan que fue así realmente. Jesús no enseña como los «letrados» de la Ley. Lo hace con «autoridad»: su palabra libera a las personas de «espíritus malignos».

No hay que confundir «autoridad» con «poder». El evangelista Marcos es preciso en su lenguaje. La palabra de Jesús no proviene del poder. Jesús no trata de imponer su propia voluntad sobre los demás. No enseña para controlar el comportamiento de la gente. No utiliza la coacción.

Su palabra no es como la de los letrados de la religión judía. No está revestida de poder institucional. Su «autoridad» nace de la fuerza del Espíritu. Proviene del amor a la gente. Busca aliviar el sufrimiento, curar heridas, promover una vida más sana. Jesús no genera sumisión, infantilismo o pasividad. Libera de miedos, infunde confianza en Dios, anima a las personas a buscar un mundo nuevo.

A nadie se le oculta que estamos viviendo una grave crisis de autoridad. La confianza en la palabra institucional está bajo mínimos. Dentro de la Iglesia se habla de una fuerte «devaluación del magisterio». Las homilías aburren. Las palabras están desgastadas.

¿No es el momento de volver a Jesús y aprender a enseñar como lo hacía él? La palabra de la Iglesia ha de nacer del amor real a las personas. Ha de ser dicha después de una atenta escucha del sufrimiento que hay en el mundo, no antes. Ha de ser cercana, acogedora, capaz de acompañar la vida doliente del ser humano.

Necesitamos una palabra más liberada de la seducción del poder y más llena de la fuerza del Espíritu. Una enseñanza nacida del respeto y la estima de las personas, que genere esperanza y cure heridas. Sería grave que, dentro de la Iglesia, se escuchara una «doctrina de letrados» y no la palabra curadora de Jesús que tanto necesita hoy la gente para vivir con esperanza.

José Antonio Pagola

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” Enseñaba con autoridad.” Domingo 28 de enero de 2024. Domingo cuarto del tiempo ordinario

Domingo, 28 de enero de 2024
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13-ordinarioB4 cerezoLeído en Koinonia:

Deuteronomio 18,15-20: Suscitaré un profeta y pondré mis palabras en su boca.
Salmo responsorial: 94: Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor: “No endurezcáis vuestro corazón.”.
1Corintios 7,32-35: La soltera se preocupa de los asuntos del Señor, consagrándose a ellos.
Marcos 1,21-28: Enseñaba con autoridad.

La palabra Deuteronomio viene de Deuteros = segundo, y Nomos = ley. Es la segunda versión de la legislación mosaica. El Deuteronomio fue elaborado a partir de pequeños fragmentos que fueron compilados por el autor o los autores a lo largo de más de seiscientos años. El material que conocemos tuvo un origen muy diverso. Una parte pertenece a la gran tradición oral que la confederación de tribus empleó para regular la aplicación de la justicia al interior de la comunidad y entre las tribus durante el tiempo de los Jueces. Otra parte proviene de las tradiciones del reino del Norte, elaborada por grupos que se oponían a la monarquía y proponían legislaciones alternativas para tratar de cambiar el despótico gobierno instalado en Samaría. Otra parte, es elaboración de tradiciones orales del reino del Sur vigentes en tiempos del rey Josías. Esta diversidad fue re-elaborada después del destierro por los sacerdotes y los sabios, hasta alcanzar la forma que hoy conocemos.

El documento tuvo varias ediciones en las que fue sucesivamente ampliado. Insiste en la necesidad de vivir unas relaciones interhumanas justas. La ley no es, en este documento, un fárrago de decretos aislados. Cada precepto está en función de defender la vida y la dignidad de cada persona en la comunidad. La ley expresa la vida íntima de la comunidad, la necesidad de que cada persona tenga lo mínimo para sobrevivir y nadie viva en una situación oprobiosa y miserable. De este modo, la ley deja de ser una ominosa obligación y pasa a ser un «don» que otorga Dios a todo el pueblo. Este don o alianza se fundamenta en el derecho de cada familia a poseer lo mínimo necesario, esto es, un pedazo de tierra donde pueda cultivar y donde pueda vivir sin ser una carga para los demás: “Como Yavé ha hecho don de este país su pueblo, nadie puede apropiarse de la tierra” (Dt 15, 4).

Para este autor la alianza, la ley o «don» debe ser interiorizada. La convivencia en el país que Dios ha dado al Pueblo peregrino exige un cambio de mentalidad que se traduce en una organización social donde el derecho divino prevalece sobre todas las instituciones. Lo central de este derecho es la justicia interhumana, entendida como fundamento de la convivencia social. “El rey debe ser hermano y recortar ventajas e intereses personales. Este abrirse generosamente a los otros es lo que demuestra la pertenencia a Yavé y lo que permite la pertenencia a este pueblo”.

En esta misma línea se ubica la promesa acerca del profeta venidero. Ese profeta se compara con Moisés. No viene a recordar al pueblo una u otra cosa. Viene para indicar cuál es el rumbo que el pueblo debe seguir. El profeta se preocupará por mantener vivo el Espíritu de la Ley, tema en el que insiste el Deuteronomio, de modo que no se convierta en una mera formalidad, sino que exprese las necesidades vitales de la comunidad y de cada ser humano.

El Deuteronomio da inicio a una tendencia que Jesús llevará adelante. Para Jesús, y en general para todos los profetas, lo fundamental de la ley es preservar la dignidad, la intimidad y el valor de cada ser humano, el derecho a vivir en una comunidad donde sea valorado por lo que es y no por lo que tiene. De este modo, la legislación deja de ser un precepto que rige alguna cosa en particular, y se convierte en expresión de las necesidades vitales del ser humano. A esto llama la Biblia “llevar la Ley en el corazón”.

Esta nueva manera de ver la ley es la que aplica Pablo en la carta a los corintios. Él aconseja, sugiere, opina, exhorta y amonesta teniendo en cuenta la situación de la comunidad, en el marco social, y la situación de la persona, en el marco de la comunidad. No impone criterios rígidos que agobien la conciencia de las personas, sino que busca que cada persona esté a gusto con su situación.

La comunidad, preocupada por opiniones adversas al matrimonio, le pregunta al apóstol Pablo: ¿sería preferible no casarse? Para Pablo lo importante es que cada persona de la comunidad cristiana se sienta a gusto y motivada para servir. Por eso su mensaje no orienta a los que están casados, sino que se preocupa por los judíos y por los esclavos. Los judíos para que no renieguen de su cultura y tradiciones, pero para que tampoco se la impongan a los demás. A los esclavos los anima a no desanimarse por su condición y a buscar una oportunidad para liberarse. De este modo, ninguno se puede sentir ni inferior ni superior a los otros. Todos son iguales porque al interior de la comunidad se respeta la diferencia. Este es el principio de igualdad.

En todos los casos, situaciones, estados civiles, posiciones sociales… Pablo insiste en la urgencia de buscarse un camino para vivir la libertad que nos dejó Cristo y, siendo libres, preparar la irrupción del Reino. El Señor vuelve cuando la comunidad, libre ya de trabas sociales, culturales o ideológicas, da testimonio de un modo de vivir alternativo y liberador.

Esta capacidad, para discernir cada situación en particular, fue una de las cosas que más admiró la multitud en Jesús. Mientras otros maestros y líderes respondían con exhaustivas explicaciones y citando códigos, preceptos y doctrinas, Jesús respondía con la verdad simple y llana.

Jesús estaba interesado en la situación particular de cada ser humano: en sus sufrimientos, en las ideas que lo atormentaban, en aquellas cosas que le impedían ser libre y espontáneo. Este interés no obedecía a un interés político encubierto, sino a una genuina valoración de cada persona que encontraba en el camino. Muchos movimientos y grupos muestran interés por los individuos mientras estos sirven a sus intereses proselitistas, mientras son sus adeptos, luego, si disienten, los ignoran o los marginan. Jesús se manifestó abiertamente contra este modo de actuar y lo declaró abiertamente: el sábado, o sea la ley, las costumbres, todo lo prescrito, está al servicio de cada ser humano y no al contrario.

Precisamente, su lucha contra los demonios fue una lucha contra las ideologías instaladas en las sinagogas, que buscaban un mesías glorioso, un militar implacable, un reformador religioso. Jesús nunca se identificó con estos propósitos. Por esta razón, conmina a los “espíritus inmundos” o ideologías opresoras a guardar silencio y a no tratar de seducirlo con falsas aclamaciones y reconocimientos.

El pueblo sencillo reconocía esta lucha contra el formalismo de la ley la ideología que la sustentaba. La propuesta de Jesús los liberaba de la pesada carga moral, económica y cultural que suponía cumplir los más de seis mil preceptos que estaban vigentes para regular todos los aspectos de la vida personal y comunitaria. Mucha gente se preguntaba: ¿no será este hombre el nuevo legislador? ¿No será el hombre prometido como reemplazo del profeta Moisés? ¿No será la propuesta de Jesús, el Reinado de Dios, la “nueva Ley?” ¿Por qué sus acciones liberadoras y su lucha contra el mal es tan eficaz?

Hoy debemos preguntarnos: ¿hemos seguido la propuesta de Jesús de que cada ser humano tenga un valor inalienable? ¿Creemos que nuestra tarea, como anunciadores de la buena nueva, es ayudar a todos los seres humanos a liberarse de las trabas que nos les permiten crecer con libertad y espontaneidad? ¿Tiene carácter normativo la Buena Nueva de Jesús, o la tomamos a la ligera como las noticias de cada día? Leer más…

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28.1.24 Dom 4 TO. Un demonio específico de sinagoga/iglesia (Mc 1, 21-28)

Domingo, 28 de enero de 2024
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IMG_2704Del blog de Xabier Pikaza:

Hay cien tipos de demonios (“daimones” de  personas o grupos), bien estudiados por antropólogos judíos y cristianos, occidentales y orientales (desde el Talmud y Padres de la Iglesia hasta hoy). De ellos me he ocupado en otros trabajos.

Esos demonios se trans-mutan y trans-figuran. No tienen entidad ontológica objetiva (sub-stancias tipo aristotélicas), sino que forma parte del despliegue socio-personal/de los hombres (como belzebú y mammón). El problemas no es su existencia en abstracto, sino su forma de existencia.

La tabla de categorías/predicamentos de Aristóteles sigue teniendo un valor inmenso. Pero, al lado de ella, debe colocarse la tabla  de categorías demoníacas del NT, que aparece de formas distintas en Marcos, Apocalipsis, Pablo y Juan, por poner cuatro ejemplos.   El evangelio de hoy habla de un demonio sinagogal (eclesiástico)  según  Marcos.

Texto. Mc 1, 21-28

En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos entraron en Cafarnaúm, y cuando el sábado siguiente fue a la sinagoga a enseñar, se quedaron asombrados de su doctrina, porque no enseñaba como los escribas, sino con autoridad. Estaba precisamente en la sinagoga un hombre que tenía un espíritu impuro, y se puso a gritar: “¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido a acabar con nosotros? Sé quién eres: el Santo de Dios.”

Jesús le increpó: “Cállate y sal de él.” El espíritu inmundo lo retorció y, dando un grito muy fuerte, salió. Todos se preguntaron estupefactos: “¿Qué es esto? Este enseñar con autoridad es nuevo. Hasta a los espíritus inmundos les manda y le obedecen.” Su fama se extendió en seguida por todas partes, alcanzando la comarca entera de Galilea.

Tema de fondo

Trasfondo. Una sinagoga del Diablo. Había en Israel sinagogas donde los fieles acudían para escuchar la Palabra de Dios y comentar (aplicar) la Escritura. Pues bien, precisamente allí donde el pueblo debía alcanzar mayor pureza (y vivir más resguardado), ha descubierto Jesús al hombre impuro, al endemoniado. La sinagoga/iglesia, creada para el bien, ha venido a convertirse en el lugar donde actúa más a sus anchas el demonio (=espíritu impuro).

 El Diablo en la Iglesia. Pero no acusemos a los judíos de entonces, sino, de un modo especial, a los cristianos (para quieres escribe Marcos su evangelio), sabiendo que hay sinagogas-iglesias que, debiendo ser casas de Dios, se han convertido en “guaridas del Diablo”, lugares donde se oprime a los indefensos y se destruye a las personas.

Esta es una escena de fondo histórico sinagogal: La iglesia conservaba recuerdos de Jesús que actuaba en algunas sinagogas, realizando allí sus exorcismos. En ese sentido, el evangelio de Marcos recoge tradiciones de la historia de Jesús que aparece realizando exorcismos en sinagogas que, en vez de ser lugares de la “palabra de Dios”, para sanación de los hombres, se habían convertido en refugio de poder malignos, de opresión y mentira.

Pero más que las sinagogas antiguas, a Marco le importan la comunidades cristianas. El poder diabólico, destructor del hombre, sigue actuando en comunidades cristianas que, en vez de ser espacios “liberados” han venido a convertirse en lugares de opresión, impureza humana y muerte. Éste es un tema clave de las iglesias del siglo XXI,  con escándalos de dominio clerical, dominación opresora y per-versión sexual (empezando por la pederastia).

El tema no es si es si hay un diablo personal (hembra o macho), sino dónde actúa lo diabólico. Es evidente que la mayoría de las sinagogas o lugares eclesiales han sido espacios santos, casas de Dios. Pero seguimos corriendo el riesgo de convertirlas en guaridas del Diablo. Por eso sería conveniente “llamar” a Jesús y pedirle que “limpie” a su Iglesia, in capite et in membris, como siempre se ha dicho, es decir, empezando desde de lo más alto…

Que la sinagoga y la iglesia sea lo que son, casas de la Palabra, hogares para el diálogo con Dios. Eso es lo que quiso Jesús. Por eso, según Marcos, él empezó aquí su misión (Mc 1) su misión limpiando la sinagoga de Cafarnaúm, para terminar limpiando el templo de Jerusalén (guarda y guarida de ladrones  (Mc 11).

Misión de Jesús: Descubrir y acallar demonios (Mc1, 21-22).

 No ha comenzado ofreciendo su palabra en los lugares que parecen más contaminados: casas públicas, cuarteles, mercados, caminos… Al contrario, él ha venido al corazón de la pureza judía (sinagoga) como indicando que precisamente allí, en el espacio que debía ser más limpio, se encontraba un hombre hundido en gran necesidad, poseído por un espíritu impuro. Él ha escogido con toda claridad el lugar de su actuación.

No clama en el desierto, esperando que los hombres vengan, como hacía Juan bautista. Le hemos visto en la orilla del mar, para llamar a cuatro pescadores. Más tarde le hallaremos enseñando de manera sistemática en el campo, también junto al mar (cf. 3,7-12). Pero ahora, por imperativo de su formación (raíz) judía, él tiene que acudir a la sinagoga que convoca y reúne a los creyentes normales de su pueblo.

Aprovecha el sábado, día en que los fieles se reúnen, para así enseñarles, como judío cumplidor que tiene una palabra para el pueblo. Aunque Marcos dice que la sinagoga era de ellos (autôn), como indicando la ruptura que ya existe (hacia el 70 d. C.) entre cristianos y judíos fieles a su vieja tradición, es evidente que en tiempo de Jesús no había tales divisiones. El nuevo profeta galileo entra de forma normal en esa casa de cultura-religión y enseña de manera programada dentro de ella. Como maestro de renovación intrajudía se comporta Jesús en ese tiempo.

Pero el texto destaca pronto un rasgo imprevisto: dentro de la sinagoga se halla un hombre impuro, un endemoniado, una presencia que va en contra de todos los esfuerzos de separación y santidad que ha trazado (está trazando) el rabinismo, a partir de los principios recogidos en el código legal antiguo de Lv 16.

  Un demonio de sinagoga

Ciertamente, las autoridades judías no parecen saber que es un impuro; si pudieran conocerlo, si supieran que dentro de la misma sinagoga se esconde un hombre extraño (endemoniado), lo hubieran expulsado de su seno… Pero de hecho, un tipo de sinagogas e iglesias atraen al Diablo.  Era difícil encontrar un signo más hiriente. La sinagoga debería ser espacio de total pureza, hogar donde los humanos forman la auténtica familia de Dios, en libertad y transparencia. Pues bien, en contra de eso, Jesús sabe que la sinagoga mantiene al hombre en impureza, fuera de sí, cautivado.

Por eso, él viene con sus cuatro pescadores finales, para empezar su tarea, en gesto solemne, buscando al pobre endemoniado, primer destinatario de su reino. Jesús viene al lugar donde debía encontrarse todo limpio, pero “descubre” que en esa sinagoga sufren y malviven los humanos oprimidos por los varios “demonios” de este mundo: enfermos, marginados, destruidos por la patología religiosa. ¿Cómo explicar eso?

¿Cuál es la razón de que haya endemoniados en la sinagoga/iglesia?

El texto supone que ello se debe a la impotencia de los escribas. Lo que está en juego es el valor o, mejor dicho, el poder de la enseñanza. Ciertamente, los escribas saben:son técnicos capaces de entender e interpretar las Escrituras al detalle, fijando su sentido literario y precisando sus aplicaciones. Pero les falta poder para cambiar al hombre, es decir, para descubrir y curar al poseído.

Las sinagogas son casas donde se estudia y se quiere cumplir la Ley de la pureza Dios (de la Escritura), pero el pobre endemoniado sigue impuro y nadie puede transformarlo. Discuten los sabios y el poseso calla, dominado por su enfermedad, como aplastado por su misma sensación de desamparo y dependencia. Parece que todo está normal, hasta que llega Jesús. Los letrados callan, pero la gente sabe discernir: ¡éste trae una enseñanza nueva! Callan los escribas, pero los endemoniados hablan: entran en crisis, descubren en Jesús algo distinto; por eso le preguntan y le increpan: ¿«qué tenemos que ver contigo?, ¿has venido para perdernos?».

Sinagogas/iglesias que “crean” demonios

El impuro de la sinagoga “conoce” a Jesús, descubriendo que ha venido a “luchar contra el demonio”… Los otros no saben que había demonio, pensaban que el sometimiento del “endemoniado” era natural. La misma sinagoga creaba hombres endemoniados

 No es el impuro el que habla, sino el “espíritu” que le tiene poseído, un espíritu plural, que conoce a Jesús desde el principio, y así le dice: ¿Qué tenemos nosotros que ver contigo, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a destruirnos? Es como si le dijera que “ellos” no quieren hacer la guerra, que pueden pactar con Jesús, repartiéndose cómodamente las “posesiones”, como han hecho con las autoridades de la sinagoga, donde pueden entrar y tener sus posesos.

 Jesús cura al poseso. Palabra y presencia sanadora (1, 25-26

  No argumenta con él, no razona. Hay poderes de perversión con los que no se puede hablar, hay que mantenerles en silencio desde el principio, no con la autoridad de una doctrina erudita (como aquella que han desarrollado los escribas), sino con el poder más fuerte de la vida, propio del Hijo de Dios, que sabe descubrir la opresión humana y luchar contra ella, en la sinagoga o fuera de ella (o en la misma iglesia).

Todos los restantes principios de sinagogas o iglesias le parece secundarios (ritos, doctrinas, sacralidades…). Lo único que importa (que le importa) es la libertad de los hombres y mujeres: que puedan ser ellos mismos, sin disociación interior, sin estar poseídos por espíritus externos. La autoridad de Jesús se identifica con su misma palabra sanadora que ilumina al oprimido por la sacralidad ritual judía.

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Dos reacciones ante Jesús. Domingo 4º. Ciclo B

Domingo, 28 de enero de 2024
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IMG_2681La sinagoga de Cafarnaúm que no conoció Jesús

Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

Marcos ha presentado a Jesús recorriendo Galilea para anunciar la buena noticia del reinado de Dios. Pero no ha dicho nada de cómo reaccionaba la gente. Sabemos que cuatro muchachos, atraídos por su persona, lo dejan todo para seguirlo. ¿Y el resto? El evangelio de hoy constata dos reacciones opuestas: la mayoría de la gente se asombra de la autoridad de Jesús y de su poder sobre los espíritus inmundos; pero estos se rebelan inútilmente contra él.

El asombro de la gente

Marcos nos sitúa en uno de los pueblos más importantes de Galilea, Cafarnaúm, nudo de comunicaciones con Damasco. Un sábado, Jesús entra en la sinagoga y enseña. Marcos no se detiene a concretar su enseñanza. Lo que le interesa es la reacción del auditorio.

En la ciudad de Cafarnaún, el sábado entró Jesús en la sinagoga a enseñar. Estaban asombrados de su enseñanza, porque les enseñaba con autoridad y no como los escribas.

«Con autoridad, no como los escribas». La idea es curiosa, porque los escribas no eran gente impreparada e ignorante, que decían cualquier tontería para salir del paso. Tenían una larga y profunda formación. Pero, en opinión de la gente, enseñaban sin autoridad, incapaces de tener una idea propia, de aportar algo nuevo. Jesús, en cambio, los asombra por esa autoridad. ¿Qué dijo para suscitar esa impresión? Marcos no lo concreta, porque su táctica consiste en despertar la curiosidad del lector y animarlo a seguir leyendo.

El rechazo de un pobre diablo

No todos están de acuerdo con lo escuchado. Hay uno que reacciona en contra: un endemoniado. En realidad, se trata de un pobre diablo. No opone resistencia. Sólo puede protestar, reconocer que los suyos están derrotados y abandonar, retorciéndose y huyendo, el campo de batalla.

Había precisamente en la sinagoga un hombre que tenía un espíritu inmundo, y se puso a gritar:

̶  ¿Qué tenemos que ver contigo, Jesús Nazareno? ¿Has venido a acabar con nosotros? Sé quién eres: el Santo de Dios.

Jesús lo increpó:

̶  Cállate y sal de él.

El espíritu inmundo lo retorció violentamente y, dando un grito muy fuerte, salió de él.

Espíritus inmundos y demonios forman, en la concepción dramática de Mc, el ejército de Satanás. Las palabras que pronuncia el espíritu condensan el misterio de Jesús y de su actividad. El que aparentemente es solo un hombre natural de Nazaret llamado Jesús es, en realidad, «el Santo de Dios». Este título es muy raro. Solo se encuentra aquí, en el texto paralelo de Lucas, y en el evangelio de Juan, cuando Pedro, después de que muchos abandonen a Jesús, afirma: «Nosotros hemos creído y reconocemos que tú eres el Santo de Dios» (Jn 6,69). Lo que Pedro y los demás discípulos han terminado creyendo, superando una gran prueba de fe, el endemoniado lo sabe de entrada. Descubrir el misterio de Jesús será una de las misiones del lector del evangelio.

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En cuanto a su actividad, la pregunta del endemoniado la deja claro: ha venido a acabar con los demonios y con el poder de Satanás. Al lector moderno le resulta un lenguaje extraño. Prefiere hablar de lucha contra el mal, de victoria del bien sobre las fuerzas del mal. Pero Marcos se mueve en otras coordenadas culturales y religiosas.

Aparece por primera vez, en este contexto, una idea que se repetirá muchos en Mc: Jesús impone silencio al espíritu, prohibiéndole hacer pública su verdadera identidad.

La guerra contra Satanás y los espíritus inmundos

Marcos concibe su evangelio como una guerra entre el bien y el mal. Inmediatamente después del bautismo, Jesús es impulsado por el Espíritu al desierto, y allí es tentado por Satanás, mientras los ángeles le sirven. Marcos no cuenta ninguna de las famosas tentaciones. Se limita a presentar a los dos adversarios en lucha: Jesús y Satanás. Y esa guerra continúa con una batalla, vencida fácilmente por Jesús, contra un soldado de Satanás.

  Ya que nuestra idea del demonio está muy marcada por ideas posteriores, recuerdo que en el evangelio de Marcos los espíritus inmundos aparecen con dos rasgos principales: a) Sirven para explicar casos muy complicados para la medicina de la época. b) Expresan la oposición radical al plan de Dios y a la actividad de Jesús.

  Marcos dejará claro a lo largo de su evangelio que los enemigos más peligrosos de Jesús no son los demonios sino los hombres. Serán ellos quienes terminen matándolo.

Admiración final

     Todos se preguntaron estupefactos:

     ̶  ¿Qué es esto? Una enseñanza nueva expuesta con autoridad. Incluso manda a los espíritus inmundos y lo obedecen.

     Su fama se extendió enseguida por todas partes, alcanzando la comarca entera de Galilea.

Tras la huida del demonio, el protagonismo pasa a los presentes en la sinagoga. Antes se admiraron de la autoridad con la que enseña Jesús. Ahora se quedan estupefactos al ver que, además, tiene también poder sobre los espíritus inmundos. Y se preguntan: “¿Qué es esto?” ¿Qué está ocurriendo aquí?

¿Un profeta como Moisés? (Deuteronomio 18,15-20)

Lo que ocurre es el cumplimiento de algo pedido por los israelitas muchos siglos antes. En el monte Sinaí, donde piensan que Dios se comunica a través de truenos y del incendio de un volcán, muertos de miedo le piden a Moisés que Dios no le hable directamente. Moisés les promete que lo hará a través de un profeta como él. E indica dos condiciones: 1) el pueblo deberá escuchar al profeta; en caso contrario se le pedirá cuenta; 2) el profeta debe decir lo que Dios le mande, no lo que se invente, ni hablar en nombre de otros dioses.

  La relación con el evangelio es clara: 1) el profeta esperado es Jesús, aunque no será semejante a Moisés, sino muy superior a él. 2) El auditorio de Cafarnaúm, en su mayoría, escucha a Jesús, se admira de su enseñanza y lo alaba; hay uno, el poseído por un espíritu inmundo, que se opone, y es castigado. 3) Queda una duda: ¿enseña Jesús lo que Dios le manda? Marcos no lo dice, sólo insiste en que enseña con autoridad, algo que no tienen los escribas. El contenido de su predicación será lo que divida más tarde a los oyentes de Jesús: unos lo considerarán un auténtico profeta, que habla en nombre de Dios; otros, un hereje, un blasfemo y un endemoniado.

Moisés habló al pueblo, diciendo:

El Señor, tu Dios, te suscitará de entre los tuyos, de entre tus hermanos, un profeta como yo. A él lo escucharéis. Es lo que pediste al Señor, tu Dios, en el Horeb, el día de la asamblea: «No quiero volver a escuchar la voz del Señor, mi Dios, ni quiero ver más ese gran fuego, para no morir».

El Señor me respondió: «Está bien lo que han dicho. Suscitaré un profeta de entre sus hermanos, como tú. Pondré mis palabras en su boca, y les dirá todo lo que yo le mande. Yo mismo pediré cuentas a quien no escuche las palabras que pronuncie en mi nombre. Y el profeta que tenga la arrogancia de decir en mi nombre lo que yo no le haya mandado, o hable en nombre de dioses extranjeros, ese profeta morirá.”

¿Cuál será nuestra reacción?

  Marcos ha presentado dos reacciones muy opuestas ante la persona y la actividad de Jesús: admiración y rechazo. Con ello queda claro lo que espera de cada uno de sus lectores. Decía un pensador griego que «el asombro llevó a los hombres a filosofar». Marcos, de forma parecida, sugiere que la admiración es el punto de partida para creer en Jesús. Poco a poco, la pregunta de la gente «¿qué es esto?» se convertirá en «¿quién es éste?».

«No endurezcáis vuestro corazón» (Salmo 94)

El salmo ha sido elegido por su relación con la primera lectura, en la que Dios exige escuchar al profeta que hable en su nombre, y el salmista nos exhorta: «Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor».

También es fácil relacionar el salmo con el evangelio. El poseído por el espíritu inmundo endurece su corazón, rechaza a Jesús. Nosotros debemos aclamar al que nos salva, darle gracias y escuchar su voz.

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Domingo IV del Tiempo Ordinario. 28 de enero, 2024

Domingo, 28 de enero de 2024
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Llegó Jesús a Cafarnaún, y cuando el sábado siguiente fue a la sinagoga a enseñar, se quedaron asombrados de su enseñanza…”

(Mc 1, 21-28)

Ahora que las Navidades nos empiezan a quedar lejanas y que la rutina acecha mezclada con nuestra cotidianidad, nos viene bien ser Cafarnaún.

Sí, este domingo IV nos podríamos convertir en Cafarnaún y dejar que llegue Jesús. ¡Qué bueno que ande por nuestras calles y que se “meta” en nuestras cosas!

Y qué sorpresa tan agradable si este domingo viniera Jesús a enseñar (o a lo que Él quisiera) a nuestra iglesia. Sería estupendo verle entrar por la puerta y saber que ha querido venir a estar con nosotros. Le escucharíamos con gusto, quizá también con asombro.

¿Nos llamaría la atención su manera de enseñar? ¿Qué espíritus inmundos tendría que sacar fuera? ¿De qué tendría que liberarnos?

Impresiona ver que son los espíritus inmundos quienes primero reconocen a Jesús. “Sé quién eres, el Santo de Dios.” También es llamativa la facilidad que tiene Jesús para deshacerse de estos espíritus. “Cállate y sal de él.”

Dejemos que Jesús “llegando” a nosotras nos convierta en Cafarnaún (que significa “Aldea del Consuelo”). Que entre en nuestros espacios, tanto públicos como privados, y nos libere de cualquier mal espíritu que se nos haya colado. Hoy somos Cafarnaún. Y con Jesús en nuestro interior podemos ser una “Aldea de Consuelo” a la que se puedan acercar todas aquellas personas que necesitan un lugar acogedor donde encontrarse con Dios. Hoy podemos convertir nuestra oración en una plaza amplia, una plaza de pueblo, de aldea, donde tengan cabida los pequeños y los grandes sufrimientos de la humanidad. Que la unión de nuestras oraciones ensanche ese espacio de consuelo.


Oración

Bendícenos, Trinidad Santa, con el don del consuelo para que, como decía Etty Hillesum, “seamos bálsamo para toda herida”.

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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Jesús liberado Él mismo, nos marca el camino de la liberación.

Domingo, 28 de enero de 2024
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mark3-1-6DOMINGO 4 º (B)

Mc 1,21-28

Estamos en el primer día de actividad de Jesús. Como veremos en estos dos domingos, fue un día de plena actividad. Naturalmente es un montaje perfecto para manifestar las intenciones de Jesús al comenzar su vida pública. Su primer contacto con la gente tiene lugar en la sinagoga, lugar donde se desenvolvían las relaciones humanas en aquella época. A la sinagoga se iba para comunicarse con Dios a través de la Ley y la oración. Es un signo de que la primera intención de Jesús fue enderezar la religiosidad del pueblo. La relación con Dios y la relación con las autoridades religiosas no liberaban, sino que esclavizaban.

Por dos veces se hace referencia a la enseñanza de Jesús, pero no se dice nada de lo que enseña. El domingo pasado había dejado claro que enseñaba la buena noticia de Dios. No va solo a enseñar, sino a liberar de toda opresión. La institución no da la libertad, sino que somete a la gente por una interpretación literal de la Ley. El texto nos habla de sus obras. Lo que Jesús hace es liberar a un hombre de todo poder opresor. Jesús libera cuando actúa. La buena noticia que anuncia Marcos es la liberación de la fuerza opresora de la Ley. Su intención en este relato es que la gente se haga la pregunta clave: ¿Quién es este hombre? Todo lo que irá desarrollando a lo largo del evangelio será la respuesta.

Enseñaba como quien tiene autoridad. La palabra clave es “exousia”. No es nada fácil penetrar en el verdadero significado de este término. Debemos distinguirlo de “dynamis”. Esta distinción es relativamente fácil: “Dynamis” sería la fuerza bruta que se impone a otra fuerza física. “Exousía” sería la capacidad de hacer algo en el orden jurídico, político, social o moral, siempre en el ámbito interpersonal. La palabra griega significa, además de autoridad, facultad para hacer algo, libertad para obrar de una manera determinada. La “exousía” puede tenerla por sí misma la persona la o recibirla de otro que se la otorga.

¿Qué quiere decir el evangelista cuando le aplica a Jesús esa “autoridad”? Se trata de una autoridad que no se impone, de una potestad que se manifiesta en la entrega, de una facultad de acción que se pone al servicio de los demás. Sería la misma autoridad de Dios dándose a todas sus criaturas sin necesitar nada de ninguna de ellas. El concepto de Dios “Todopoderoso” que exige un sometimiento absoluto, nos impide entender la exousía de Jesús. Solo desde la experiencia del Dios-Amor de Jesús podremos entenderla. Solo cuando tomemos conciencia de lo que somos perderemos el miedo a darnos totalmente.

Jesús no potencia la autoridad de la Ley, sino que manifiesta su propia autoridad. No se limita a repetir lo dicho por otros sino a decir algo nuevo. Jesús enseñaba con autoridad, porque hablaba de su experiencia. Trataba de comunicar a los demás sus descubri­mientos sobre Dios y sobre el hombre. Los letrados del tiempo de Jesús enseñaban lo que habían aprendido en la Torá. De ella tenían un conocimiento perfecto y explicaciones para todo, pero el objetivo de la enseñanza era la misma Ley, no el bien del hombre. Se quería hacer ver que el objetivo de Dios al exigir cumplirla, era que le dieran gloria a Él.

Les llamó la atención ver que Jesús hablaba con la mayor sencillez de las cosas de Dios tal como él las vivía. Su experiencia le decía que lo único que Dios quería, era el bien del hombre. Que Dios no pretendía nada del ser humano, sino que se ponía al servicio del hombre sin esperar nada a cambio. Esta manera de ver a Dios y la Ley no tenía nada que ver con lo que los rabinos enseñaban. Todos los problemas que tuvo Jesús con las autorida­des religiosas se debieron a esto. Todos los problemas que tienen los místicos y profetas de todos los tiempos con la autoridad jerárquica, responden a lo mismo.

Cállate y sal de él. Jesús despierta la voz de los sometidos que antes estaban en silencio. La expulsión del “espíritu inmundo” refleja el planteamiento del evangelio como una lucha entre el bien y el mal.  “Mal” es todo lo que impide al hombre ser él mismo. Nadie se asombra del “exorcismo”, que era corriente en aquella época. Lo que les llama la atención es la superioridad que manifiesta Jesús al hacerlo. Jesús no pronuncia fórmulas mágicas ni hace ningún signo estrafalario. Simplemente con su palabra obra la curación.

Hablar con autoridad hoy sería hablar desde la experiencia personal y no de oídas. Lo que hacemos, también hoy, es aprender de memoria una doctrina y unas normas morales, que después repetimos como papagayos. Eso no puede funcionar. En religión, la única manera válida de enseñar es la vivencia que se trasmite por ósmosis, no por aprendizaje. Esta es la causa de que nuestra religión sea hoy completamente artificial y vacía, que no nos compromete a nada porque la hemos vaciado de todo contenido vivencial. Esta es la razón también de que los jóvenes no nos hagan puñetero caso cuando les hablamos de Dios.

Espíritu inmundo sería hoy todo lo que impide una auténtica relación con Dios y con los demás. Para los rabinos, impuro es el que no cumple la Ley, para Jesús impuro es el que está oprimido. Fijaos hasta qué punto estamos todos poseídos por espíritu inhumano. Esas fuerzas las encontramos tanto en nuestro interior como en el exterior. Nunca, a través de la historia, ha habido tantas ofertas falsas de salvación. La tarea más acuciante del ser humano, es descubrir sus propios demonios. Solo cuando se desenmascara esa fuerza maléfica, se estará en condiciones de vencerla. Muchas de las fuerzas que actúan hoy en nombre de Dios también oprimen, reprimen, comprimen y deprimen al ser humano.

Una importante tarea sería descubrir nuestras ataduras y tratar de desembarazarnos de ellas. Todos estamos poseídos por fuerzas que no nos dejan ser lo que somos. Hoy sigue habiendo mucho diablo suelto que trata por todos los medios de que el hombre no alcance su plenitud. La manera de conseguirlo es la manipulación para que no consiga alcanzar la libertad que le permitiría alcanzar plena humanidad. En el lugar más sagrado para los judíos, Jesús descubre la impureza. No en el mercado, no en las plazas púbicas. Es muy clara la intención del evangelista al poner de manifiesto la realidad de la religión.

Nuestra vida debía ser no un acopio de poder sino de autoridad para ayudar al hombre a liberarse de sus demonios. Jesús emplea su autoridad, no contra hombre alguno sino contra las fuerzas que los oprimen. Como individuos, como comunidad y como Iglesia, estamos siempre tratando de aumentar nuestra autoridad, pero no la que desplegó Jesús sino la que nos permite dominar a los demás. Si utilizamos la autoridad para someterlos, aunque sea bajo pretexto de buscar su propio bien, estamos en la antípoda del evangelio.

Todos los seres humanos necesitamos ayuda para superar nuestros demonios, y todos podemos ayudar a los demás a superarlos. Es verdad que existe mucho dolor que no podemos evitar, pero debíamos distinguir entre el dolor y el sufrimiento que ese dolor puede infligir. Soportar el dolor antes de que alcance la categoría de sufrimiento sería la tarea decisiva de cada uno. Aquí tenemos un margen increíble para la maduración personal, pero también para desplegar cauces de ayuda a los demás. Estoy seguro que las curaciones de Jesús fueron encaminadas a suprimir el sufrimiento, no el dolor.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Endemoniados

Domingo, 28 de enero de 2024
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maxresdefaultMc 1, 21-28

«Cállate y sal de él»

Ésta es la primera manifestación pública de Jesús en el evangelio de Marcos. El grupo (todavía muy reducido) acude a la sinagoga con motivo del Sabbath, pero, al finalizar, Jesús abandona su escaño, sube al estrado y se pone a enseñarles. Marcos muestra a Jesús hablando con una autoridad que sorprende a todos, pero quiere dejar claro que esa autoridad le viene de parte de Dios, y lo hace avalando su discurso con la curación de un endemoniado que es tomada por la gente como milagrosa.

En el nuevo testamento aparecen con frecuencia “endemoniados”, es decir, personas probablemente afectadas de trastornos psíquicos o males morales que se apoderan de ellos, los esclavizan y los despersonalizan. Marcos muestra a Jesús como un poder liberador de esos espíritus, capaz de devolver a la persona su libertad y su capacidad de ser dueño de sí mismo.

Y es que Jesús expulsando demonios es un magnífico signo de la acción de Dios respecto a nuestros pecados. Solemos trivializar el pecado reduciéndolo a la categoría jurídica de “culpa” u “ofensa cometida“, pero la noción evangélica de pecado es mucho más seria. El pecado es un poder superior a nosotros que nos esclaviza, nos convierte en personas pasivas a su merced y nos hurta la capacidad de ser dueños de nosotros mismos (como el endemoniado del texto). Necesitamos a Dios para liberarnos de ese poder, y la Palabra de Jesús es el cauce para lograrlo. Jesús no “perdona” sino que “quita” el pecado del mundo. Jesús cura la enfermedad que supone el pecado, libera de la carga que representa.

El pecado es algo que hay en mí, que me ata, me deshumaniza y me impide ser yo mismo; un demonio que llevo dentro de mí y que puede más que yo. Pablo lo expresa de maravilla en Romanos 7: «Realmente mi proceder no lo entiendo, pues no hago lo que quiero sino lo que aborrezco. Y si hago lo que no quiero, ya no soy yo quien obra, sino el pecado que habita en mí… ¡Pobre de mí!  ¿Quién me librará de este cuerpo que me lleva a la muerte? ¡Gracias a Dios, por Jesús, nuestro Señor!»

Es perfecta esta definición del pecado, como también es perfecto su paralelo con el texto de Marcos: Poseídos por una fuerza superior a nosotros, dependiendo de Dios para ser libres, liberados por la Palabra de Jesús.

Es importante basar nuestra teología en la Palabra; partir de ella, no de nuestra razón. Si partimos de nuestra razón llegamos a una teología del pecado de muy bajos vuelos: ofensa-culpa-justicia-arrepentimiento-perdón… Partiendo de una teología del pecado basada en el evangelio, entendemos nuestra fragilidad y dependencia, y entendemos también que la forma en que Jesús quita el pecado del mundo es proponiéndonos un proyecto de vida mucho más atractivo que el que nos propone el mundo.

Recuerdo un spot publicitario que decía: «A quien ha comido champiñón natural, el de lata le sabe a paja»… A quien ha encontrado el tesoro, el valor de todo lo demás le parece calderilla.

 

Miguel Ángel Munárriz Casajús

Para leer el comentario que José E. Galarreta hizo sobre este evangelio, pinche aquí

Fuente Fe Adulta

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Les enseñaba con autoridad.

Domingo, 28 de enero de 2024
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jesusmultitudDOMINGO 4º T.O. (B)

Mc 1, 21b-28

El comienzo de la predicación de Jesús coincide con las primeras curaciones y la invitación a la conversión en forma de alternativa: ahora o nunca. Dios o las riquezas, los “egos”, las dependencias en esta sociedad mercantilista, consumista, globalizada… La conversión que pide Jesús viene exigida por el Reino, que es inminente, inaplazable. Consiste en el cambio de la persona en su ser más radical, más esencial, lo que equivale a una transformación personal y, también, social.

Naturalmente, Jesús invita a la conversión de todo el mundo. Dos aspectos principales a tener en cuenta a quien acepta su propuesta: el desasimiento o desprendimiento, que consiste en relativizar el dinero o las riquezas poniéndolas al servicio común, y el seguimiento, que implica cooperar activamente en la llegada del Reino de acuerdo con la normatividad o la enseñanza de Jesús, vivir como él vivió.

Por tanto, pueden y deben convertirse ricos y pobres. Los primeros, empresas multinacionales, gobiernos, se convierten cuando se reconocen propietarios injustos de los dineros, malgastan, dilapidan los fondos públicos en función de sus intereses, endeudan a los ciudadanos sin importar las consecuencias futuras, obtienen cuantiosos beneficios con el dinero de todos, jubilaciones de escándalo… la lista es interminable. Mientras no haya una real y verdadera socialización evangélica y una praxis de servicio no se implanta el Reino. Por el contrario, se instaura la desigualdad, la soberbia, la arbitrariedad, el partidismo, la degradación de la naturaleza. Por eso, los modos concretos de realizar el Reino son políticos, están en las manos honestas y responsables de los hombres y mujeres que formamos la sociedad. Estos “primeros” deberían dar ejemplo de transparencia, autocrítica, veracidad, austeridad, coherencia y ética; sin embargo, no están haciendo nada para frenar esta crisis que han ayudado a crear.

En cuanto a los pobres, oprimidos, explotados, ignorantes, enfermos, marginados, la conversión exige tener fe-confianza y esperanza en el Reino que llega como tarea de todos y don para todos. Su situación no debería ser última, desesperada o irremediable. No se trata de dar un vuelco a la sociedad (como ha ocurrido tantas veces a lo largo de la historia para acabar aún peor), sino practicar la justicia (eliminación de las élites sociales injustas), la generosidad, la igualdad, la ética, la verdad, para que todos seamos hermanos/as e hijos/as de un mismo Abbá Dios, el de Jesús.

Las primeras comunidades cristianas recordaban y admiraban a Jesús como aquel que “hacía y enseñaba” (Hch 1,1). Él hablaba con autoridad, desde su experiencia interior, no de oídas; despierta la confianza no el miedo, proclama el amor a Abbá Dios no el sometimiento a la ley que ignora al ser humano; su venida acrecienta la libertad no la servidumbre y, sobre todo, suscita el perdón no el rencor o la venganza siempre presente. Anuncia con libertad y valentía un Dios Bueno, Abbá, que reconstruye a la persona con compasión y misericordia una y otra vez.

Es la doble actividad que nos muestra hoy el texto del Evangelio. El asombro de la gente al observar que Jesús “enseñaba con autoridad” se refiere, no sólo al hecho de enseñar, sino que al mismo tiempo actuaba en consonancia con la buena noticia de liberación que anunciaba. Su coherencia entre lo que decía y hacía saltaba a la vista. Era una palabra avalada por los hechos y comprendida por todos. Su palabra bastaba para eliminar la desdicha de los hombres y mujeres que le seguían. Con una palabra aniquiló a aquel espíritu inmundo representante de todas las fuerzas del mal que alienan y esclavizan a las personas, que se oponen al plan de Dios. Ante la fuerza de su palabra no es extraño que dejara asombrados a quienes se encontraban con él: “¿Qué es esto?”

Demos un breve repaso a la sociedad en que nos movemos hoy, al mundo que nos rodea. ¿Qué palabras de autoridad resuenan en nuestros oídos? ¿Las reconocemos como normativas o del estilo de Jesús? ¿Qué repercusiones tienen en nuestra existencia? ¿Cambia en algo nuestra vida cotidiana, nos transforman, nos liberan de actitudes contrarias al plan que Dios soñó para todos y cada uno de los seres humanos? ¿Cuántas creencias, conceptos, imágenes, normas, culpabilidades… a lo largo de los siglos, han ido cargando los poderosos, las religiones e incluso nosotros mismos sobre las personas como una pesada losa inamovible (Mt 11,28-30), sin buscar por encima de todo el bien de éstas?

Esos “egos” son los demonios que nos impiden darnos cuenta de la Luz y la Vida escondida que habita en cada ser humano. Despertar en nosotros un “yo” fiel, que sea capaz de expulsar las trampas de esos espíritus inmundos que nos amenazan. Un “yo” que recibe la Luz y la fuerza del Cristo interno oculto en el Fondo originario de todo ser humano. Una ardua tarea que nos ocupará toda la vida.

También la Iglesia debe cuestionarse si ha contribuido a lo largo de su historia o sigue manteniendo cualquier tipo de servidumbre, discriminación u opresión que impide a la persona ser ella misma, alcanzar la plena humanidad. De hecho, el rechazo que tuvo Jesús con las autoridades religiosas de su tiempo, los problemas que tuvieron y tienen los/as místicos/as y los/as profetas de cualquier época con los dirigentes remiten al mismo planteamiento.

También nosotros como personas, como comunidad, como Iglesia, podemos hacer mal uso de la autoridad, creernos superiores o mirar por nuestros intereses, incluso bajo el pretexto de hacer la voluntad de Dios o buscar el bien de los demás. ¿No va siendo hora de que todos, unos y otra, la Iglesia, como denuncia Francisco insistentemente, abandone el clericalismo, el patriarcado, la inequidad, las normas del Derecho Canónico (en el polo opuesto del evangelio), y todo el Pueblo de Dios podamos desplegar la autoridad verdadera que Dios nos concede, de la que nos habla hoy el evangelio, la única que viene de Dios?

¡Shalom!

Mª Luisa Paret García

Fuente Fe Adulta

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Enseñar con autoridad.

Domingo, 28 de enero de 2024
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IMG_5786Domingo IV del Tiempo Ordinario

28 enero 2024

Mc 1, 21-28

La palabra “autoridad” goza de una merecida mala fama. Evoca autoritarismo, imposición y prepotencia. Sin embargo, su etimología destaca exactamente todo lo contrario. Viene del verbo latino “augere”, que significa hacer crecer, aumentar e incluso aupar. Vive la autoridad quien ayuda a crecer y aúpa a las personas.

Es claro, por tanto, que la autoridad no proviene de un cargo ni de un título, sino que es una actitud de la persona que ha optado por vivirse en clave de ayuda, servicio y amor por los demás.

Así entendida, la práctica de la autoridad únicamente es posible cuando la persona ha alcanzado una cierta consistencia interior, ha cultivado su propio autoconocimiento y ha desplegado su capacidad de amar.

Con todo ello, parece obvio que “enseñar con autoridad” requiere una doble condición: por un lado, haber experimentado aquello de lo que se habla; por otro, vivir en clave de servicio y de amor hacia los otros.

Cuando alguien habla desde su propia experiencia, su palabra nos llega, resuena en nuestro interior, produce ecos capaces de despertar en nosotros lo que ya sabíamos, aunque lo tuviéramos olvidado o incluso ignorado. Por el contrario, cuando no se habla desde la experiencia, el discurso suena vacío –“a lata”, suele decir la gente de mi pueblo-, puede movilizar la mente, pero no alcanza nuestro corazón.

Sin embargo, no basta con hablar de lo experimentado. Se requiere, igualmente, limpieza, desapropiación y amor en el compartir. No es extraño que, al encontrarse ante un público dispuesto a escuchar, se pueda caer en alguna trampa narcisista, que tenga que ver con realzar la propia imagen, con destacar por encima de los otros o con imponer su propio punto de vista. Enseña con autoridad quien, sencillamente, ofrece, comparte y regala lo que él mismo ha visto y experimentado. No busca reconocimiento, ni aplauso, ni sumisión, ni afán de convencer a nadie. Se vive como cauce desapropiado por el que fluye lo que se le ha regalado vivir.

Enseñar con autoridad equivale a compartir desapropiadamente aquello que uno mismo ha experimentado, con el único objetivo de ayudar a comprender y a vivir, de “aupar” o hacer crecer a las personas que se le acercan.

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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El poder no confiere autoridad. La autoridad viene de la bondad.

Domingo, 28 de enero de 2024
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pantc3b3crator-11Del blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

01.- LOS DEMONIOS Y DIABLOS, MALOS ESPÍRITUS.

En las culturas primitivas, en la historia de la filosofía y de la teología, en la misma historia de la Iglesia se han empleado muchas expresiones para explicar el mal. En la Biblia se habla de la serpiente, de los espíritus inmundos, fuego, convulsiones, sepulcros, etc.

Ahora bien, los demonios y los malos espíritus no existen como seres personales, como seres malos que no son de este mundo y buscan hacer daño a algunas personas desgraciadas de las que misteriosamente se apoderan y en las que se instalan, hasta que son expulsados por un ritual de exorcismo. Todo eso no está demostrado en ninguna parte. (José M Castillo).

En la antigüedad (y probablemente hoy) las gentes de alguna manera habían de explicar algunas situaciones de enfermedad -especialmente- psiquiátricas: convulsiones, epilepsias, tristezas-depresiones profundas, acedias, autismos, despotismos, etc.

Por ello echaban mano de los demonios, que era una manera de hablar de las fuerzas del mal

El mal, el pecado serio existe. Por desgracia es evidente que el mal existe:

S. Freud decía que los espíritus malignos son deseos reprimidos que se originan en la vida interior, en lo profundo de la persona.

Seguir hablando de estas cosas en términos de demonios y diablos con tridente y oliendo a azufre, con espumarajos y revolcones no es que sea conservadurismo, sino que es una deshonestidad intelectual y bíblica (una mala interpretación de la Palabra).

Hoy en día en el ámbito católico se siguen realizando ritos exorcistas

que tienen más que ver con la magia y con la superstición que con la oración por los enfermos

A la hora de hablar y explicar este tipo de enfermedades, mejor mirar y escuchar a la psiquiatría que a los exorcistas.

Y cuando hablemos del mal y del pecado, habremos de fijarnos más en el uso que podamos hacer de nuestra débil y finita libertad, que en un señor, o en muchos señores a los que Dios les haya dado licencia para dañar o apoderarse de la psyjé (psicología) de los seres humanos. ¿Dios pacta con el diablo?

DIABLO es una palabra griega, precisamente la contraria de SÍMBOLO:

 Los SÍMBOLOS son los que expresa, manifiestan sentidos en la existencia humana: personal y social. Una bandera, unos colores, un anagrama, la cruz, darnos la mano, son gestos que concentran un significado.

* Lo DIABÓLICO. Hay realidades humanas que, por su enorme fuerza y porque somos libres, nos pueden descentrar, despistar al ser humano: el poder en cualquier orden de la vida, el dinero, el placer, son pasiones y pulsiones buenas en sí, pero que, si no las trabajamos y disfrutamos bien, nos pueden hacer daño y podemos hacer daño.

El diablo no es un señor que se pasea por la historia “con el permiso de Dios” para ver si pilla clientes para su infierno, que es el lugar Dios no puede ni intervenir, ni entrar. No seamos simples en la vida.

Diabólico es lo que se opone al designio salvífico de Dios. Diabólicas son las actuaciones negativas que podemos realizar los humanos desde nuestro mal uso de la libertad

02. PODER Y AUTORIDAD.

Jesús NO ENSEÑABA COMO LOS ESCRIBAS, SINO CON AUTORIDAD. Jesús habla y actúa con autoridad.

NO ES LO MISMO PODER QUE AUTORIDAD.

El PODER es exterior, viene de afuera. Una persona tiene poder porque se lo han dado las urnas (los votos), porque ha sido instituido desde “afuera” en una presidencia, en una sede episcopal, en un escaño parlamentario, en un cargo religioso, político, cultural, etc.

Se puede tener pues legítimamente poder: títulos cargos, sedes, etc., PERO EL PODER NO CONFIERE AUTORIDAD.

La AUTORIDAD es interna –inherente- a la persona, y no consiste en tener títulos, nombramientos, cargos, escaños o sedes sino que AUTORIDAD ES LA CUALIDAD DE AQUELLAS PERSONAS QUE TIENEN EL CARISMA DE SOBRELLEVAR LAS CARGAS Y ALIVIAR EL SUFRIMIENTO DE LOS DEMÁS. Unos padres de familia, un buen cura, un buen médico, un buen obispo tienen autoridad porque desde su interior son “buena gente” y sale bondad, alivio, competencia.

Una persona puede tener poder, poder legítimo, pero puede que no tenga la más mínima autoridad.

No pocos políticos, maestros, obispos, curas pueden tener poder, pero ninguna autoridad.

¡Y qué peligro tiene una persona que actúa con poder, pero sin autoridad! Lo hemos visto y padecido tantas veces en la vida…

Por el contrario hay personas que no tienen poder en la sociedad o en la Iglesia, pero tienen autoridad. JESÚS MISMO NO TENÍA NINGÚN PODER EN EL TEMPLO, EN LA LEY, ANTE LOS ESCRIBAS, FARISEOS, SADUCEOS, ETC., PERO JESÚS TENÍA AUTORIDAD, pero Jesús hablaba y actuaba con autoridad.

Juan XXIII no tenía poder, tenía bondad y por eso tenía autoridad.

Yo creo que la autoridad proviene de la bondad y del “bien ser y bien hacer” de una persona en el seno de la familia, de la comunidad, de la iglesia, de la sociedad. Una buena persona tiene autoridad serena en la familia, en el grupo o sociedad o iglesia en la que vive: unos buenos padres de familia, un buen cura, un buen maestro, un buen médico gozan de autoridad y el pueblo goza con su autoridad.

La distinción entre poder y autoridad puede iluminar lo que es un buen líder y lo que es un mal jefe.

El poder no vuelve buenas a las personas, ni al que ostenta el poder ni sobre quien recae el poder. (Aquel sobre el que recae el poder puede terminar siendo mártir).

Ya el Evangelio de San Juan, cuando presenta a Jesús como Buen pastor, dice que hay muchos asalariados, muchos “saltaparapetos” en la vida (Jn 10,11-26). El asalariado huye, abandona y no cuida las ovejas, las ovejas.

La autoridad hace bien.

El poder impone, la autoridad acompaña.

El poder manda y ordena, la autoridad libera.

El poder crucifica, la autoridad está crucificada o al pie de la cruz.

No por casualidad, San Marcos sitúa al endemoniado, el mal, en Cafarnaúm (centro de la actividad de Jesús), en la sinagoga (religión – iglesia) y en sábado (día de culto y oración) y entre los escribas, que tenían poder sobre la asamblea y sobre la interpretación de la Palabra. Pero quienes tenían poder no curaron a aquel hombre de su espíritu inmundo, de su mal.

Jesús con su autoridad curó, liberó a aquel hombre de su mal: cállate y sal de Él.

03. CUANDO EL PODER DEGENERA EN FANATISMO.

El poder tiene un gran atractivo. Es la pasión más fuerte del ser humano. El ser humano puede perder la cabeza por un puñado de poder político, económico, eclesiástico o en la misma familia; lo estamos viendo todos los días y en todos los contextos.

En el ansia de poder, o de las actitudes de poder, se esconde una ansiedad de dominio, de prepotencia, al mismo tiempo que un miedo -una angustia- profunda a perder prestigio, el poder tiene pánico a quedarse sin escaño, sin cátedra, sin sede.

En estos casos –que son muchos- el poder deriva hacia el fundamentalismo fanático. La persona fanática es alguien cuyo esquema cognitivo es rígido, está bloqueado por el miedo y pavor basal a la verdad en sus diversas formas. Por ello el fanatismo se identifica con el pensamiento dogmático más intransigente. Es la actitud de algunas religiones, ideologías y de no pocos obispos y jerarquía católica.

No es lo mismo un esquema de pensamiento firme que un sistema cognitivo fanático. Uno puede tener y mantener noblemente unas convicciones en muchos aspectos de la vida, pero no tiene esclerotizada la mente.

En algunas ideologías políticas y en algunas posiciones religiosas y eclesiásticas se da una actitud de poder despótico, agresivo (violento), porque el poder fanático no es capaz de pensar, de dialogar, solamente agrede. La autoridad vive desde la bondad, el poder crucifica.

04. NUESTRA PROPIA LIBERACIÓN

Seguramente que también nosotros tenemos algún “mal espíritu” perdido por los entresijos de nuestra psicología y de nuestra vida, por lo que necesitamos ser liberados.

Pelear a brazo partido con el poder es perder el tiempo, la salud y el humor.

Será la autoridad bondadosa de Cristo y de muchas personas la que nos libere.

Acojamos con paz y gozo cuando oigamos en el fondo de nuestro ser la voz de quien tiene no poder, sino autoridad:

CÁLLATE Y SAL DE ÉL

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