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Propósito
Por fin echaré a andar…
Sólo, por donde sea,
por donde quiera Dios y su momento
y mi sinceridad.
Ya me estaba cansando
de pisarme la vida tristemente.
¡Aire, cielo, aire, mar, cielo, mar, aire!
Sólo, o con vosotros, ¡con los hombres!
¡¡ pero fuera de mí !!
*
Pedro Casaldáliga Palabra Ungida, 1955
***
Jesús les dijo:
– “Se ha cumplido el plazo, está cerca el reino de Dios: convertíos y creed en el Evangelio.”
– “Venid conmigo y os haré pescadores de hombres.”
Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron… y se marcharon con él.
*
Marcos 1, 14-20
***
Ser cristiano significa prestar atención al kairós, a este «momento especial» de la manifestación de Dios en nuestro aquí y ahora. En él se desarrolla la dimensión auténticamente profética de toda vida cristiana, en la atención […] a todos los signos de la presencia del Reino en nuestra historia. Acoger el Reino de Dios implica una conducta: «Convertíos», precepto urgente, «el tiempo se acaba» (1 Cor 7,29), que acompaña al don del Reino y engendra una nueva actitud respecto a Dios y respecto a los hermanos. Jonás recibió la misión de llamar a la conversión a Nínive, la capital del imperio enemigo de Israel. El profeta, un judío amante de su patria, se niega a realizar esta tarea, pero al final acepta la voluntad de perdón del Señor, que carece de límites raciales o religiosos. El Reino es gracia, aunque para nosotros es también un deber.
Los primeros discípulos escucharon la «Buena Noticia» y fueron llamados a asociarse a la misión de Jesús (Mc 1,16-20). El Evangelio marcó profundamente sus vidas. Así debe marcar también la nuestra.
*
Gustavo Gutiérrez,
Condividere la Parola, Brescia 1996, pp. 170ss
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Propiamente, Jesús no enseñó una «doctrina religiosa» para que sus discípulos la aprendieran y difundieran correctamente. Jesús anuncia más bien un «acontecimiento» que pide ser acogido, pues lo puede cambiar todo. Él lo está ya experimentando: «Dios se está introduciendo en la vida con su fuerza salvadora. Hay que hacerle sitio».
Según el evangelio más antiguo, Jesús proclamaba esta Buena Noticia de Dios: «Se ha cumplido el plazo. Está cerca el reino de Dios. Convertíos y creed la Buena Noticia». Es un buen resumen del mensaje de Jesús: «Se avecina un tiempo nuevo. Dios no quiere dejarnos solos frente a nuestros problemas y desafíos. Quiere construir junto a nosotros una vida más humana. Cambiad de manera de pensar y de actuar. Vivid creyendo esta Buena Noticia».
Los expertos piensan que esto que Jesús llama «reino de Dios» es el corazón de su mensaje y la pasión que alienta toda su vida. Lo sorprendente es que Jesús nunca explica directamente en qué consiste el «reino de Dios». Lo que hace es sugerir en parábolas inolvidables cómo actúa Dios y cómo sería la vida si hubiera gente que actuara como él.
Para Jesús, el «reino de Dios» es la vida tal como la quiere construir Dios. Ese era el fuego que llevaba dentro: ¿cómo sería la vida en el Imperio si en Roma reinara Dios y no Tiberio?, ¿cómo cambiarían las cosas si se imitara no a Tiberio, que solo busca poder, riqueza y honor, sino a Dios, que pide justicia y compasión para los últimos?
¿Cómo sería la vida en las aldeas de Galilea si en Tiberíades reinara Dios y no Antipas?, ¿cómo cambiaría todo si la gente se pareciera no a los grandes terratenientes, que explotan a los campesinos, sino a Dios, que los quiere ver comiendo y no muertos de hambre?
Para Jesús, el reino de Dios no es un sueño. Es el proyecto que Dios quiere llevar adelante en el mundo. El único objetivo que han de tener sus seguidores. ¿Cómo sería la Iglesia si se dedicara solo a construir la vida tal como la quiere Dios, no como la quieren los amos del mundo?, ¿cómo seríamos los cristianos si viviéramos convirtiéndonos al reino de Dios?, ¿cómo lucharíamos por el «pan de cada día» para todo ser humano?, ¿cómo gritaríamos: «Venga tu reino»?
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Leído en Koinonia:
Jonás 3,1-5.10: Los ninivitas se convirtieron de su mala vida. Salmo responsorial: 24: Señor, enséñame tus caminos. 1Corintios 7,29-31: La representación de este mundo se termina. Marcos 1,14-20: Convertíos y creced en el Evangelio
Como es sabido, en las lecturas de la liturgia de los domingos, la primera y la tercera están siempre unidas temáticamente, mientras que la segunda suele ir por caminos independientes. Hoy la pareja de lecturas principales son la de la predicación de Jonás sobre la ciudad Nínive, y la predicación de Jesús al comenzar su ministerio, precisamente «cuando arrestaron a Juan», o sea, al faltar el profeta.
La lectura sobre Jonás hoy presenta un contenido positivo: el profeta atiende el mandato de Dios que le envía a predicar, va, predica, y además tiene éxito su predicación, pues la ciudad se arrepiente.
El comentario más simple a este texto puede ir por la línea de la importancia de la predicación profética para la conversión de los que están alejados de Dios. Es un tema conocido. Y, como decíamos, hace un paralelismo con el texto del evangelio: Jesús es un nuevo profeta, que empalma con la línea de los profetas clásicos, que también se lanza por los caminos para predicar un mensaje de conversión.
Para unos oyentes más críticos, esta segunda lectura es preocupante. Porque el conjunto entero de lo que en ella se expresa pertenece a un marco de comprensión hoy insostenible: un Dios arriba, directamente imaginado como un gran rey, que envía su mensajero para predicar un mensaje de conversión, mensaje que antes no pudo surtir efecto porque el profeta no quiso ir a predicar, pero que ahora es atendido y obedecido por los ninivitas. «Y vio Dios sus obras, su conversión de la mala vida; se compadeció, y se arrepintió Dios de la catástrofe con que había amenazado a Nínive, y no la ejecutó». Esta imagen de un Dios arriba, que toma decisiones, envía mensajeros, les insiste, se comunica con los seres humanos por medio de esos mensajeros profetas, y que «al ver» las obras de penitencia «se compadece y se arrepiente de la catástrofe con que había amenazado a la ciudad»… es, obviamente, humana, muy humana, demasiado humana, sin duda. Es, claramente, un «antropomorfismo». Dios no es un Señor que esté ahí «arriba, ahí afuera», ni que esté enviando mensajeros, ni es alguien que pueda amenazar, ni que se pueda arrepentir… Hoy sabemos que Dios no es así, que lo que llamamos «Dios» es en realidad un misterio que no puede ser reducido a una imagen o una imaginación antropomórfica semejante.
Sería bueno, incluso necesario, referirse a esta calidad de antropomorfismo que tiene esta lectura –como tantísimas otras–, y hacer caer en la cuenta a los oyentes que no los estamos tomando por niños, sino que, simplemente, estamos utilizando un texto compuesto hace más de veinticinco siglos, y que la imagen de Dios que aparece en él nos resulta hoy inviable. Es importante decirlo, y no es bueno darlo por sobreentendido, porque puede haber –con razón- personas que se sientan mal al escuchar estas imágenes, como si se sintieran retrotraídas al tiempo de la catequesis infantil. Y, desde luego, es recomendable abordar –en esta u otra ocasión– el tema de las imágenes de Dios, y aclarar que si somos personas de hoy, lo más probable es que no nos encaje bien el lenguaje clásico (o ancestral) sobre Dios, y que tenemos todo el derecho a ser críticos y a utilizar otro.
Éste podría ser, sin más, el buen tema de reflexión central para la homilía de hoy. Es más que suficientemente importante. Recomendamos el libro del obispo anglicano John Shelby SPONG, Un cristianismo nuevo para un mundo nuevo, colección «Tiempo axial», Abya Yala, Quito 2011, tiempoaxial.org).
La lectura de la 1ª carta de Pablo a los corintios también puede iluminarse hoy con la del evangelio de Marcos: ante el reinado de Dios que ha sido instaurado por la actuación de Jesús -su predicación, sus milagros, sus controversias, especialmente su muerte y resurrección-, todas las realidades humanas adquieren un nuevo sentido: comprar, vender, llorar, reírse, casarse o permanecer célibe, todo es diferente y su valor distinto. Lo absolutamente definitivo es el ejercicio de la voluntad salvífica de Dios que Jesús vino a poner en marcha. Por eso Pablo puede afirmar que “la presentación de este mundo se termina”, es decir, que Dios hace nuevas todas las cosas realizando la utopía de su Reino en donde pobres y tristes, enfermos y condenados, excluidos y ofendidos de la tierra son rescatados y acogidos, y en donde los ricos y los poderosos son llamados urgentemente a la conversión.
Después de narrarnos los comienzos del evangelio con Juan Bautista, con la unción mesiánica de Jesús en el río Jordán y con sus tentaciones en el desierto, Marcos nos relata, en unas frases muy condensadas, los comienzos de la actividad pública de Jesús: es el humilde carpintero de Nazaret que ahora recorre su región, la próspera pero mal–afamada Galilea, predicando en las aldeas y ciudades, en los cruces de los caminos, en las sinagogas y en las plazas. Su voz llega a quien quiera oírlo, sin excluir a nadie, sin exigir nada a cambio. Una voz desnuda y vibrante como la de los antiguos profetas. Marcos resume el entero contenido de la predicación de Jesús en estos dos momentos: el reinado de Dios ha comenzado –es que se ha cumplido el plazo de su espera– y ante el reinado de Dios sólo cabe convertirse, acogerlo, aceptarlo con fe.
Muchos reinados recordaban los judíos que escuchaban a Jesús: el muy reciente reinado de Herodes el Grande, sanguinario y ambicioso; el reinado de los asmoneos, descendientes de los libertadores Macabeos, reyes que habían ejercido simultáneamente el sumo sacerdocio y habían oprimido al pueblo, tanto o más que los ocupadores griegos, los seléucidas. Recordaban también a los viejos reyes del remoto pasado, convertidos en figuras de leyendas doradas, David y su hijo Salomón, y la lista tan larga de sus descendientes que por casi 500 años habían ejercido sobre el pueblo un poder totalitario, casi siempre tiránico y explotador. ¿De qué rey hablaba ahora Jesús? Del anunciado por los profetas y anhelado por los justos. Un rey divino que garantizaría a los pobres y a los humildes la justicia y el derecho y excluiría de su vista a los violentos y a los opresores. Un rey universal que anularía las fronteras entre los pueblos y haría confluir a su monte santo a todas las naciones, incluso a las más bárbaras y sanguinarias, para instaurar en el mundo una era de paz y fraternidad, sólo comparable a la era paradisíaca de antes del pecado.
Este «reinado de Dios» que Jesús anunciaba hace 2000 años por Galilea, sigue siendo la esperanza de todos los pobres de la tierra. Ese reino que ya está en marcha desde que Jesús lo proclamara, porque lo siguen anunciando sus discípulos, los que Él llamó en su seguimiento para confiarles la tarea de pescar en las redes del Reino a los seres humanos de buena voluntad. Es el Reino que proclama la Iglesia y que todos los cristianos del mundo se afanan por construir de mil maneras, todas ellas reflejo de la voluntad amorosa de Dios: curando a los enfermos, dando pan a los hambrientos, calmando la sed de los sedientos, enseñando al que no sabe, perdonando a los pecadores y acogiéndolos en la mesa fraterna; denunciando, con palabras y actitudes, a los violentos, opresores e injustos.
A nosotros corresponde, como a Jonás, a Pablo y al mismo Jesús, retomar las banderas del reinado de Dios y anunciarlo en nuestros tiempos y en nuestras sociedades: a todos los que sufren y a todos los que oprimen y deben convertirse, para que la voluntad amorosa de Dios se cumpla para todos los seres del universo. Leer más…
Comentarios desactivados en 21.1.24. Pescadores de hombres, eucaristía de peces (Dom 3 TO. Mc 1, 14-20)
Del blog de Xabier Pikaza:
El domingo pasado expuse la llamada y misión de los discípulos de Jesús según Jn 1. Hoy presento la visión de Marcos.
Jesús convoca a 4 pescadores (4: todo el mundo) para la pesca universal desde el mar/lago de Galilea. En ese contexto ofrezco un excurso sobre el tema de los peces del mar (signo caótico de muerte), convertidos por Jesús en símbolo de la nueva humanidad resucitada.
En ese contexto, la eucaristía misionera no es simplemente de pan y vino de fiesta, sino de panes y peces de vida diaria. No hará falta insistir en la importancia del tema (comida) para recuperar el sentido integral de la eucaristía. Ésta es, a mi juicio, una de las grandes lagunas y tareas de la iglesia actual (ortodoxa, católica y protestante).
| Xabier Pikaza
LECTURA DEL TEXTO
Introducción.
Mc 1, 14 Después que Juan fue entregado, marchó Jesús a Galilea, proclamando el evangelio de Dios.15 Y diciendo El tiempo se ha cumplido. El reino de Dios ha llegado. Convertíos y creed en el evangelio16.
− Después que Juan fue entregado… Este dato sirve de contrapunto histórico y teológico de la historia posterior. Juan Bautista ha sido y seguirá siendo lugar de referencia. Jesús viene después (meta), en indicación más teológica que cronológica. Según Marcos, Jesús y Juan no coincidieron, no tuvieron un tiempo de actividad común (en contra de lo que afirma el evangelio de Juan). Juan ha sido un puro precursor, pero su historia es importante para entender la de Jesús, pues la entrega de Juan (paradothênai: Mc 1,14; cf. 6, 14-39) anuncia la de Jesús (cf. 9, 33; 10, 33; 14, 10-11 etc.).
−Vino Jesús a Galilea. El espacio geográfico (y teológico) de Juan era el desierto con el río. El de Jesús, en cambio, es Galilea. Eso significa que, según Marcos, Jesús no tuvo un tiempo de misión en el Jordán, ni tampoco en Judea (en contra del evangelio de Juan); Galilea es, a su juicio, el lugar del evangelio. Jesús no permanecer en el lugar de la prueba (desierto), ni se instala al borde de la tierra prometida (junto al río Jordán); tampoco busca un lugar de salvación junto a los atrios de Jerusalén, en gesto de sacralidad nacional. Jesús se encuentra vinculado a la tierra y gente normal de Galilea, junto a un mar simbólicamente abierto a las naciones del entorno. Esta evocación culmina en 14, 28 y 16, 7 donde Jesús (o el joven pascual) manda a los discípulos a Galilea, lugar que será para Marcos espacio fundante y el signo duradero de la iglesia17.
− Kerigma: proclamando el evangelio de Dios. La evocación de Galilea no es suficiente, ni tampoco la entrega del Bautista. Lo propio de Jesús es la “proclamación del evangelio de Dios” (algunos manuscritos ponen “del Reino”. Se cumple así lo que se había anunciado en 1, 1 (el comienzo del evangelio) y aparece Jesús como aquel que “proclama el evangelio”. Esta palabra (evangelio) proviene de la tradición profética de Isaías y quizá ha sido empleada por el mismo Jesús. Pero todo nos permite suponer que ella ha tomado una importancia centran entre los cristianos helenistas y luego en Pablo.
El progreso temático es claro: pasamos del Bautista (desierto/río) a Galilea, descubriendo allí el mensaje de Jesús, abierto a todos los humanos. No se encierra Jesús en las casas, susurrando al oído un secreto de iniciados; no se instala en la escuela, ofreciendo cursos largos de enseñanza especializada, no ofrece su palabra a la vera del templo sagrado (a los puros), ni a la orilla del río/desierto (a los especialistas de la penitencia). Viene a Galilea, ofreciendo su evangelio para todos; lo hace con claridad (que se entienda bien), en voz alta (que lo escuchen), como heraldo o pregonero de buenas noticias que deben extenderse por el pueblo.
El evangelio de la iglesia se funda en el mensaje de Jesús: Se ha cumplido el tiempo y ha llegado el reino de Dios; convertíos y creed en el evangelio (1, 15).Esta es la palabra clave, que consta de dos frases paralelas dobles, cada una con dos partes, unidas por un kai(y). Como resulta usual en Marcos, la segunda sirve para precisar el sentido de la primera: se ha cumplido el tiempo “y” llega el reino (el reino define y da sentido al tiempo); convertíos “y” creed en el evangelio (la fe da sentido a la conversión)18.
La buena noticia o evangelio es Dios (con genitivo epexegético) o aquello que Dios hace(con genitivo de objeto). En el lugar donde estaba la conversión y penitencia del Bautista viene a situarse la buena noticia de Jesús que expande a hombres y mujeres de su tierra aquello que Dios mismo le ha dicho (¡eres mi Hijo…!) y que se expresa en la victoria sobre lo diabólico. Su experiencia es buena noticia; la palabra de su vida puede hacerse ya palabra y principio de existencia para aquellos que quieran escucharle, acompañarle. De esa forma el camino de Jesús se hace camino para todos los humanos, empezando en Galilea:
− El tiempo se ha cumplido “y” ha llegado el Reino de Dios. El cielo se ha rasgado y Dios se hace presente en Jesús (1, 9-11). Por eso él puede expresar su experiencia, ofreciendo espacio de vida filial y fraterna (de amor) a quienes quieran escucharle. El Reino de Dios se identifica con aquello que Jesús ha recibido en su bautismo. Quiere que todos escuchen (escuchemos) la voz de Dios que dice (¡eres mi Hijo!, recibiéndola de forma compartida, fraterna, solidaria. Porque el reino de Dios ha llegado podemos y debemos afirmar que el tiempo se ha cumplido, han culminado las promesas de 1, 2-3.
− Convertíos “y” creed en el evangelio. La pertenencia al reino no se logra por la carne y sangre, es decir, por los principios naturales de la historia (poder genealógico, imposición política) sino por meta-noia o con-versión interpretada como cambio de existencia. Superando el nivel previo de lucha, viene a desplegarse ahora un extenso y gozoso continente de existencia filial, hecha de gratuidad y expresada como fe en el evangelio, es decir, como acogida de la buena noticia de Dios. No es la conversión la que causa el evangelio sino al revés: el evangelio de Dios, que aceptamos por Jesús con fe gozosa, nos convierte, nos transforma, haciéndonos capaces de acoger y construir la familia mesiánica o iglesia19.
Marcos ha superado el nivel biológico (no alude a la familia carnal de Jesús); también ha superado el plano cultural (no sitúa a Jesús en una escuela exegética o filosófica). El grupo cristiano empieza a surgir y se despliega allí donde varones y mujeres asumen con Jesús una experiencia de nuevo nacimiento en amor, desde Dios Padre. Juan era la línea divisoria: podía suscitar un grupo de discípulos penitentes, pero nada más: no ha visto el cielo abierto, no ha escuchado la voz ¡eres mi Hijo! Donde Juan se ha detenido sigue Jesús: ha escuchado la palabra, se ha descubierto Hijo de Dios, se ha mantenido en la prueba, ha recibido un mensaje de vida para todos. Por eso ha comenzado a expandir su experiencia, ofreciendo su evangelio universal, en el cruce de caminos de su patria, en Galilea. Él no ha pedido nada. No aparece en el texto como un suplicante que implora a Dios agua para el campo, hijos para la familia, fortuna para la casa, vida para los enfermos… Simplemente ha venido en busca de Dios, con los penitentes del Bautista y ha escuchado la voz (eres mi Hijo! empezando a reunir a los humanos20.
Pescadores de hombres. Los primeros compañeros de Jesús (1, 16-20).
(a. Simón y Andrés)16 Y pasando junto al mar de Galilea, vio a Simón y a su hermano Andrés que estaban echando las redes en el mar, pues eran pescadores. 17 Jesús les dijo: Venid en pos de mí y os haré pescadores hombre. 18 Ellos dejaron inmediatamente las redes y lo siguieron.
(b. Santiago y Juan)19 Un poco más adelante vio a Santiago, el de Zebedeo, y a su hermano Juan. Estaban en la barca reparando las redes. 20 Jesús los llamó también; y ellos, dejando a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros, se fueron tras él21.
Jesús comienza llamando a unos colaboradores o discípulos. Como he destacado el domingo anterior, evangelio de Juan (Jn 1-3) presenta la escena de un modo más “verosímil” históricamente, situando a los primeros discípulos de Jesús en el contexto de Juan Bautista. Por el contrario, Marcos ofrece una visión mucho más simbólica (y teológica) de las cuatro primeras vocaciones de Jesús. No le interesan los elementos históricos, ni psicológicos, sino los estrictamente teológicos. Jesús ha sentido la urgencia del reino y para suscitarlo necesita colaboradores, personas dispuestas, que sepan trabajar y le acompañen en su obra:
− Pasa a la vera del mar de Galilea. Ha dejado el desierto y el río de Juan, no ha buscado en escuelas o templo. Junto al mar que es origen y meta del mundo, junto al mar donde nacen y acaban los pueblos se sitúa Jesús. Viene a observar, como dejando que la vida le sorprenda; luego llama, en vocación que es signo de todas las restantes vocaciones de la historia.
−Llama a Simón y Andrés, diciendo que le sigan, para hacerles pescadores de reino. Tiene un proyecto: necesita juntar a los humanos, sacarlos del mar (lucha mutua) en que se encuentran y juntarlos en la playa de la fraternidad del reino. Necesita especialistas que dejen las redes del trabajo material del mundo (diktua) y asuman su tarea mesiánica (1, 16-17).
− Llama después a Santiago y Juan, hijos de Zebedeo. Parecen ricos: tienen barca propia, un padre que les guía y unos jornaleros. Por eso han de dejar más que la redes: abandonan al padre, que es autoridad, ley fundante de la vieja tierra y a los asalariados (misthôtoi), subordinados del trabajo. Padre y obreros pertenecen a este mundo viejo; quien se ponga al servicio de Jesús ha de dejarlos.
Ha buscado dos parejas de hermanos. Para seguirle han de romper los lazos más sagrados de la tierra: la autoridad paterna, la unión laboral. Así aparecen como signo de misión escatológica, parábola del reino. Les ha convocado Jesús, ofreciéndoles tarea y ellos le han seguido, poniéndose al servicio de su reino:
−En el principio está Jesús, diciendo: venid en pos de mí (deute opisô mou). En lugar del padre o de las redes, del dinero y de la barca se sitúa él, como nuevo patrono que ofrece garantía de vida y trabajo a quienes llama. Tiene autoridad y así le siguen, dejándolo todo. No les reúne desde cosa alguna (enseñanza, templo, negocios…) sino en torno a su persona que es principio de nueva familia sobre el mundo22.
−Son dos parejas de hermanos pescadores. Quizá representan el riesgo de la fraternidad violenta (cf. Gen 4) que debe superarse, en línea de reino. Son cuatro y parecen un signo de los puntos cardinales, columnas o pilares de la nueva humanidad reconciliada. Ellos ofrecen (antes que los doce apóstoles del nuevo Israel de 3, 14) el principio y garantía de la pesca universal, pesca de Dios, culminación escatológica. Son cuatro, los primeros pescadores misioneros, iglesia interpretada en forma de comunidad de pesca. En un sentido ellos dejan la barca (ya no trabajan con ella), pero en otro la recuperan, poniéndola al servicio de los viajes misioneros (eclesiales) de Jesús. Cuando hablemos más tarde de la iglesia como barca en plena mar (4, 35-41; 6, 46-52; 8, 14-21) recordaremos a estos cuatro.
− Os haré pescadores de hombres. Así les dice (1, 17). Ellos lo dejan todo por cumplir su misión, poniendo hasta su barca al servicio de Jesús (cf. 3, 9; 4, 3-5 etc.). Habiendo aparecido aquí, al principio de Marcos, emergerán de nuevo en el último discurso de Jesús, allí donde se anuncia el fin del tiempo (13, 3) y la venida de los ángeles de Dios para reunir a los escogidos de los cuatro “vientos” o extremos de la tierra (13, 27).
Jesús no ha venido con un libro (como los escribas), enseñando las leyes de la iglesia, interpretando la Escritura de Israel o la sabiduría de los pueblos. Tampoco ha traído unos planes exclusivos, definidos de antemano, sin necesidad de personas que le siguen y acompañan en la obra de su reino. Tiene un proyecto de nueva humanidad, pero le hacen falta colaboradores; por eso ha empezado llamando a estos cuatro primeros pescadores que son signo de todos los que luego cumplen con él (por él) la tarea de convocar y reunir a los humanos para el reino.
EXCURSO. PESCA Y PECES. EUCARISTÍA COMPLETA
(Las notas que siguen están tomadas de un trabajo que estábamos preparando el Prof. Eliseo Tourón y un servidor sobre las comidas de Jesús y de las comunidades cristianas. cf. Pikaza: Eliseo Tourón (1934-1996), 25 años (religiondigital.org) y Touron: Comer con Jesús. Su significación escatológica y eucarística I-II, Rev.Esp.Teol 55 (1995)285-329; 429-486).
EL domingo pasado, el evangelio de Juan nos contó cómo Jesús entró en contacto con algunos de los que más tarde serían sus discípulos. Este domingo volvemos al evangelio de Marcos, que será el usado básicamente durante el Ciclo B. En tres escenas, las dos últimas estrechamente relacionadas, nos cuenta la forma sorprendente en que comienza a actuar Jesús.
1ª escena: Actividad inicial de Jesús.
Cuando arrestaron a Juan, Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios. Decía:
̶ Se ha cumplido el plazo, está cerca el reino de Dios: convertíos y creed en el Evangelio.
Marcos ofrece tres datos: 1) momento en que comienza a actuar; 2) lugar de su actividad; 3) contenido de su predicación.
Momento. Cuando encarcelan a Juan Bautista. Como si ese acontecimiento despertase en él la conciencia de que debe continuar la obra de Juan. Nosotros estamos acostumbrados a ver a Jesús de manera demasiado divina, como si supiese perfectamente lo que debe hacer en cada instante. Pero es muy probable que Dios Padre le hablase igual que a nosotros, a través de los acontecimientos. En este caso, el acontecimiento es la desaparición de Juan Bautista y la necesidad de llenar su vacío.
Lugar de actividad. A diferencia de Juan, Jesús no se instala en un sitio concreto, esperando que la gente venga a su encuentro. Como el pastor que busca la oveja perdida, se dedica a recorrer los pueblecillos y aldeas de Galilea, 204 según Flavio Josefo. Galilea era una región de 70 km de largo por 40 de ancho, con desniveles que van de los 300 a los 1200 ms. En tiempos de Jesús era una zona rica, importante y famosa, como afirma el libro tercero de la Guerra Judía de Flavio Josefo (BJ III, 41-43), aunque su riqueza estaba muy mal repartida, igual que en todo el Imperio romano.
Los judíos de Judá y Jerusalén no estimaban mucho a los galileos: “Si alguien quiere enriquecerse, que vaya al norte; si desea adquirir sabiduría, que venga al sur”, comentaba un rabino orgulloso. Y el evangelio de Juan recoge una idea parecida, cuando los sumos sacerdotes y los fariseos dicen a Nicodemo: “Indaga y verás que de Galilea no sale ningún profeta” (Jn 7,52).
Mensaje. ¿Qué dice Jesús a esa pobre gente, campesinos de las montañas y pescadores del lago? Su mensaje lo resume Marcos en un anuncio (“Se ha cumplido el plazo, el reinado de Dios está cerca”) y una invitación (“convertíos y creed en la buena noticia”).
El anuncio encaja en la mentalidad apocalíptica, bastante difundida por entonces en algunos grupos religiosos judíos. Ante las desgracias que ocurren en el mundo, y a las que no encuentran solución, esperan un mundo nuevo, maravilloso: el reino de Dios. Para estos autores era fundamental calcular el momento en el que irrumpiría ese reinado de Dios y qué señales lo anunciarían. Jesús no cae en esa trampa: no habla del momento concreto ni de las señales. Se limita a decir que “está cerca”.
Pero lo más importante es que vincula ese anuncio con una invitación a convertirse y a creer en la buena noticia.
Convertirse implica dos cosas: volver a Dios y mejorar la conducta. La imagen que mejor lo explica es la del hijo pródigo: abandonó la casa paterna y terminó dilapidando su fortuna; debe volver a su padre y cambiar de vida. Esta llamada a la conversión es típica de los profetas y no extrañaría a ninguno de los oyentes de Jesús (la 1ª lectura, del libro de Jonás, se centra en ese tema).
Pero Jesús invita también a “creer en la buena noticia” del reinado de Dios, aunque los romanos les cobren toda clase de tributos, aunque la situación económica y política sea muy dura, aunque se sientan marginados y despreciados. Esa buena noticia se concretará pronto en la curación de enfermos, que devuelve la salud física, y el perdón de los pecados, que devuelve la paz y la alegría interior.
2ª y 3ª escenas: llamamientos de Simón y Andrés, Santiago y Juan
Pasando junto al lado de Galilea, vio a Simón y a su hermano Andrés, que eran pescadores y estaban echando el copo en el lago. Jesús les dijo:
̶ Venid conmigo y os haré pescadores de hombres.
Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron.
Un poco más adelante vio a Santiago, hijo de Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban en la barca repasando las redes. Los llamó, dejaron a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros y se marcharon con él.
Jesús ha pasado unas semanas, quizá meses, recorriendo él solo Galilea. Hasta que decide buscar unos discípulos que lo acompañen y continúen su obra. No los busca en Jerusalén, entre los alumnos de los grandes rabinos. Los busca entre los pescadores. Económicamente no son unos miserables, tienen barca e incluso les ayudan unos jornaleros. Pero en una sociedad agraria, como la del Imperio romano, el obrero manual estaba por debajo del campesino, y sólo por encima de las clases de la gente impura y de los despreciables.
El relato de Marcos resulta desconcertante. ¿Es posible que cuatro muchachos sigan a Jesús sin conocerlo, abandonando su familia y su trabajo? El lector moderno, buscando una respuesta, acude al cuarto evangelio, donde se dice que Jesús ya los conoció cuando el bautismo. Pero el lector antiguo, que sólo tenía a su disposición el evangelio de Marcos, se queda admirado del poder de atracción que ejerce Jesús y de la disponibilidad absoluta de los discípulos.
Estos cuatro discípulos representan el primer fruto de la predicación de Jesús: muchachos que creen en la buena noticia del Reinado de Dios, siguen a Jesús y cambian radicalmente de vida.
La conversión de los ninivitas (Jonás 3,1-5.10)
La primera lectura ha sido elegida porque los ninivitas, los nazis de aquella época, al convertirse gracias a la predicación de Jonás, nos sirven de modelo. Mucho más motivo tenemos nosotros para convertirnos al escuchar la predicación de Jesús. Sin embargo, los motivos que aducen Jesús y Jonás son muy distintos: Jesús anima anunciando la cercanía del reinado de Dios; Jonás asusta anunciando que «dentro de cuarenta días Nínive será arrasada».
El Señor dirigió la palabra a Jonás: «Ponte en marcha y ve a la gran ciudad de Nínive; allí le anunciarás el mensaje que yo te comunicaré.
Jonás se puso en marcha hacia Nínive, siguiendo la orden del Señor. Nínive era una ciudad inmensa; hacían falta tres días para recorrerla. Jonás empezó a recorrer la ciudad el primer día, proclamando:
– Dentro de cuarenta días Nínive será arrasada.
Los ninivitas creyeron en Dios, proclamaron el ayuno y se vistieron con rudo sayal, desde el más importante al menor.
Vio Dios su comportamiento, como habían abandonado el mal camino, y se arrepintió de la desgracia que había determinado enviarles. Así que no la ejecutó.
«Señor, enséñame tus caminos» (Salmo 24)
El salmo encaja mucho más con el evangelio que con la primera lectura. Porque Jonás no enseña nada, solo amenaza. En cambio, Jesús, proclamando el evangelio de Dios, nos enseña a caminar por el camino que Dios quiere y nos recuerda que «el Señor es bueno y es recto, y enseña el camino a los pecadores». Aparte de agradecérselo, debemos pedirle: «haz que camine con lealtad».
Te invito a ponerte en situación. Vas por la calle, un viernes por la tarde, por ejemplo; es una calle céntrica de tu ciudad, llena de tiendas, de cafeterías, de tráfico… y está repleta de gente. Caminas sola, e inevitablemente inmersa en tus pensamientos. Da igual cuáles sean, si son sobre tus preocupaciones o tus alegrías, incluso tus quehaceres; lo que sea, vas enfrascada. De pronto alguien te llama al mismo tiempo que te coge del brazo: “¡Lolaaa!». Contestas un poco alterada: “¡Ay!, perdona Marta, no te había visto”.
No la habías visto. Por un momento puedes pensar en la razón de ese no ver. Había mucha gente, está claro, o tal vez por el ruido, o porque te distraen las luces de la calle, los carteles, los escaparates, los bocinazos del tráfico… bla, bla, bla, todas son razones externas a ti.
Si quieres ponte en esta otra situación. Un atardecer de invierno vas caminando sola por el paseo de la playa, del faro o del puerto, con la vista y la mente perdidas a ratos en el horizonte, a ratos en las olas. La pobre Marta aquí también te tiene que hacer parar para oírte decir lo mismo: “¡no te había visto!”.
Ahora no vale que busques echar la culpa de tu distracción a los escaparates y a los bocinazos. Piensa, más bien, en tu mirar. ¿Cómo miras para no ver?
Jesús pasa junto al lago y ve a Simón y a Andrés, a Santiago y a Juan. Ve lo que son, no su apariencia o su vestimenta. Ve lo profundo de su ser, porque él mira el corazón.
Y cuando sientes su mirada, tu corazón desnudo ante él, haces lo mismo que Simón, Andrés y tantos hombres y mujeres a lo largo de los siglos que se han encontrado con la mirada del Maestro… lo dejas todo y le sigues.
Oración
Trinidad Santa, ayúdanos a mirar con amor. Ayúdanos a mirar como tú. Amén.
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DOMINGO 3º (B)
Mc 1,14-20
Comenzamos el evangelio de Marcos que vamos a leer durante todo este año. Es el primero que se escribió y tiene aún la frescura de los comienzos. Es el más conciso. No tiene grandes discursos de Jesús ni cuenta muchas parábolas. Le interesa sobre todo la vida cotidiana de Jesús. Su actitud vital para con los pobres y oprimidos es la verdadera salvación. Las curaciones y la expulsión de demonios, entendidos como liberación, son la clave para comprender el mensaje de salvación de este evangelio.
Cuando arrestaron a Juan. Quiere resaltar el evangelista que Jesús va a continuar la tarea del Bautista, pero a la vez, deja clara la diferencia. ¡Recordad! Los datos cronológicos no tienen importancia en la elaboración de un “evangelio”. En el evangelio de Juan, después de haber narrado el seguimiento de los primeros discípulos, después de contarnos la boda en Caná, la purificación del templo y el encuentro con Nicodemo, nos dice que Jesús fue con sus discípulos a la región de Judea y bautizaba allí, a la vez que Juan estaba bautizando en otro lugar.
Llegó Jesús a Galilea. Está claro que el evangelista quiere desligar la predicación de Jesús de toda connotación oficial. Lejos de las autoridades religiosas, lejos del templo y de lo que significaba la institución. Galilea era tierra en gran parte habitada por gentiles. Esto para un judío era, de entrada, una descalificación, pero tenía la ventaja de menor control y mayores posibilidades de que la gente le entendiese.
Se puso a proclamar la “buena noticia” de parte de Dios. Había empezado él su evangelio diciendo que se trataba de exponer los orígenes de la “buena noticia de Jesús”. Estos textos son los que dieron origen a la palabra “evangelio”, cuyo género literario se inaugura con este escrito. No debemos confundir el concepto de buena noticia con el que hoy tenemos de evangelio. Por extraño que parezca, “euangelio” no significa “evangelio”. Hemos caído en un monumental fraude. Hemos confundido el estuche con la joya que debía contener. Aquí “euangelio” significa esa estupenda noticia que Jesús descubrió y nos comunicó de parte de Dios.
Se ha cumplido (colmado) el kairos. En la fiesta de Año Nuevo, hablamos del significado de “Cronos” y “kairos”. Aquí el texto dice kairos, es decir, se trata del tiempo oportuno para hacer algo definitivo. No hay un cronos especial. Cualquier cronos lo podemos convertir en kairos si nuestra actitud vital es adecuada. Nos está recordando que todos los Kairos se han concentrado en el que ahora está presente.
Está despuntando el Reino de Dios. Esta expresión es la clave. No se trata de que Dios reine. Se trata de que Dios se haga presente entre nosotros, gracias a las actitudes de los seres humanos. Jesús hace presente ese Reino, que es Dios, porque sus relaciones, basadas en el amor y la entrega, hacen presente en cada instante a Dios. Dios es amor, de modo que está allí donde exista una verdadera compasión. Ese Reino está ya presente en Jesús porque fue capaz de eliminar toda opresión.
¡Cambiad de mentalidad! “Convertíos” no expresa bien el sentido del texto griego. ‘metanoeite’ no significa hacer penitencia ni arrepentirse sino cambiar de mentalidad, pensar de otra manera y afrontar la vida desde otra perspectiva. Lo que pide Jesús es una manera nueva de ver la realidad que no tiene por qué partir de una situación depravada. Exige una actitud que no debe abandonarse nunca.
La llamada de los discípulos a continuación les obliga a hacer su personal cambio de rumbo (metanoia): “Dejan la barca y a su padre y le siguieron”. Debemos hacer todos, un serio examen de conciencia. Cuantas veces hemos descubierto nuestros fallos y nos hemos conformado con confesarlos, pero no hemos cambiado el rumbo. ¿De qué sirve esa parafernalia, si continuamos con la misma actitud?
Confiad en la buena noticia. La traducción oficial del griego “pisteuete” nos puede llevar a engaño. No se trata de creer la noticia, sino de confiar en que es buena noticia. Tanto en el AT como en el nuevo, la fe no es el asentimiento a unas verdades, sino la confianza en una persona. Si la buena noticia que Jesús predica viene de parte de Dios, podemos tener confianza plena en que es buena.
A la llamada de Jesús que acabamos de comentar, corresponden las primeras respuestas personales, de parte de unos simples pescadores sin preparación alguna, que se fiaron y fueron detrás de Jesús. Es muy significativo que el primer instante de su andadura pública, Jesús cuenta con personas que le siguen de cerca y están dispuestas a compartir con él su manera de entender la vida. La comunidad, por reducida que sea es clave para emprender una vida cristiana.
Darse cuenta de que estamos en un camino equivocado es la única manera de evitarlo. Cada vez que rechazamos un camino falso, nos estamos acercando al verdadero. Convertirse es rectificar la dirección para apuntar mejor a la meta. Pecado en el AT era errar el blanco. Da por supuesto que intentas dar en el blanco, pero te has desviado. Somos flechas disparadas que tienden a desviase del blanco y que tienen que estar contrarrestando esa fuerza que nos distorsiona.
Convertirse no es abandonar el mal por el bien, porque el mal y el bien en el ser humano no se pueden separar nunca del todo. Para el maniqueísmo está todo demasiado claro: Son realidades opuestas que deben estar separadas. La realidad es muy distinta: ni el bien ni el mal se pueden dar químicamente puros. Siempre que trazamos una línea divisoria entre el bien y el mal, nos estamos equivocando. Lo que llamamos mal no tiene entidad propia, es solo ausencia de bien.
El mal (ausencia de perfección) no es un accidente, sino que pertenece a la misma estructura del hombre. Sin esa limitación, que hace posible el error, pero que también hace posible el crecimiento, no habría persona humana. La hondura del misterio del mal está precisamente ahí. Del mismo mal surge el bien, y el mal acompaña siempre al bien. El afán maniqueo de eliminar el mal no tiene nada de evangélico. “Si te empeñas en eliminar todos los errores dejaras fuera la verdad”.
Siempre necesitaremos la advertencia de alguien para salir del error. Aún con la mejor voluntad, podemos estar equivocados. Las mayores barbaridades de la historia de la humanidad se hicieron en nombre de Dios. Aún con la mejor intención de caminar hacia la meta, siempre estaremos necesitados de rectificar.
«Ellos, dejando a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros, se fueron tras él»
Después del bautismo y la cuarentena en el desierto, Jesús vuelve a Galilea y allí comienza su anuncio del Reino. Ya conocía a Juan, Simón y Andrés, y previsiblemente ellos conocían su proyecto, así que su vocación no fue un fogonazo en la oscuridad, sino que sabían en qué se embarcaban y con quién se embarcaban. Habían conocido a Jesús a orillas del Jordán, habían vuelto con él a Galilea, habían quedado fascinados y, según se desprende del texto, estaban seguros de que merecía la pena dejarlo todo por seguirle a dondequiera que les llevase.
Y ésta es una excelente metáfora del camino de la fe: conocerle, quedar fascinados y seguirle… Sus discípulos así lo hicieron y al final creyeron. No hay atajos. No es posible seguir a Jesús sin conocerle, y de ahí la importancia capital de preservar los cauces tradicionales de transmisión de la Palabra.
Volviendo al texto de hoy, en él se nos recuerda un tema esencial; estamos invitados a anunciar el Reino; estamos invitados a “seguir a Jesús dejándolo todo”. Y no sólo las personas religiosas, sino todos nosotros. Pero, ¿qué significa para un cristiano medio que va todos los días a trabajar para alimentar a su familia “dejarlo todo” por seguir de Jesús?…
Pues significa poner al servicio de la misión todos los talentos recibidos, porque para eso se nos han dado. Se nos ha podido dar salud, inteligencia, simpatía, comprensión, dinero, influencias… Todo para el Reino, nada para el simple disfrute: todo son talentos para servir. Y ésta es la renuncia: que cada uno ponga a trabajar su talento, su dinero, su salud, para el servicio, para la misión a la que libremente se ha comprometido.
Todo cristiano, la Iglesia y la humanidad entera, están en camino hacia su propia liberación, y todos estamos invitados a trabajar por la liberación de todos. Y la buena Noticia es que “eso es el Reino”. El Reino no es un parche, un añadido, un esfuerzo adicional, sino que es mi vida; es lo que hago todos los días hecho de acuerdo a los criterios de Jesús; a los criterios de Dios.
La vida es el Reino. Lo que hago todos los días no es algo vulgar ni intrascendente, es mi forma de colaborar en la obra de Dios; es la parte de la obra de Dios confiada a mí. El engaño consiste en hacernos creer que la vida es profana; que una cosa es la vida y otra el Reino; que hay cosas del César que no son de Dios. La Revelación consiste en quitar ese engaño, descubrir el valor, el sentido de todo lo que estoy haciendo, y por tanto sentirme motivado, ilusionado en hacerlo bien, porque es mi contribución al Reino.
Miguel Ángel Munárriz Casajús
Para leer el comentario que José E. Galarreta hizo sobre este evangelio, pinche aquí
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Comentario Evangelio Mc 1, 14-20
El Dios de Jesús se revela en la historia, no nos habla solo en la intimidad del corazón, sino también en la densidad de los acontecimientos históricos y las relaciones. No nos invita a buscarle en el vacío (Is 45, 15-25), sino que se nos da a conocer de forma mediada. El Evangelio de este domingo se inicia con un acontecimiento que tuvo una importancia decisiva en la vida de Jesús: la detención de Juan Bautista, por causa de su profetismo incómodo y desconcertante. Hay coyunturas históricas que tienen la capacidad de movilizarnos y llevarnos a tomar decisiones significativas para nosotros mismos y para los demás, Asi le sucedió también a Jesús. El evangelio de este domingo empieza refiriéndose a uno de estos hechos: “Cuando arrestaron a Juan”. Este acontecimiento moviliza a Jesús a un nuevo profetismo, un nuevo anuncio centrado no en los sacrificios ni en el ascetismo, sino en la buena noticia de la misericordia y el amor. Convertíos ycreed en la Buena Noticiaes el grito de su anuncio, que resuena en nosotras y nosotros también hoy.
En un mundo quebrado por las guerras y genocidios como el de Palestina, el Evangelio nos recuerda que nuestra conversión pasa por ponernos siempre de parte de la vida, de la alegría, de todas las iniciativas que dan prioridad al cuidado de la vida y la dignidad de las personas por encima de leyes injustas y frente a otros intereses: llámense beneficios económicos, poder o seguridad de unos pocos a costa de las vidas de muchos y muchas. El Evangelio es la Buena noticia del Amor, y el amor es siempre cuidadoso. El amor es lo más opuesto a la violencia, la intolerancia, la manipulación y la explotación de unos seres humanos sobre otros y sobre el planeta mismo. Por eso el anuncio de Jesús nos urge también a nosotros y nosotras hoy a no instalarnos en el no hay nada que hacer, ni en el lamento estéril, sino a no cesar de poner en el centro de nuestras sociedades, de la economía, y de la iglesia misma, a las personas, especialmente a las más vulneradas, hasta que la vida sea una fiesta y no una pesadilla para nadie y hasta que todas las vidas importen.
El sueño de fraternidad y la sororidad humanas que anuncia el evangelio no es una utopía abstracta, sino una utopía embarrada. Sus promesas se cumplen germinalmente en la historia si dejamos que alcancen nuestro corazón y nuestro estilo de vida, como hizo Jesús y tantos hombres y mujeres testigos que nos han precedido y que quedaron seducidos y seducidas por su proyecto. Hombres y mujeres que nos revelan, desde la profundidad y la generosidad de sus vidas que es posible vivir de otra manera. Pero para ellos hemos de transformamos también internamente, dejar que el amor vaya convirtiendo nuestra sensibilidad y conduzca nuestra mirada hacia el reverso de la historia y quienes lo transitan. Como Pedro, como Andrés, como Juan, como Magdalena, María de Nazaret, Juana de Cusa, María la de Santiago (Lc 8,1) y tantos otro y otras que nos han precedido, somos urgidos a despertar del sueño de la cruel inhumanidad, quebrar la indiferencia y ponernos de parte de la vida, la bondad, la sencillez, la hondura, la mesa común del Reino.
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Domingo III del Tiempo Ordinario
21 enero 2024
Mc 1, 14-20
Es sabido que Jesús apenas habló de Dios. Todo su mensaje se centró en lo que él llamaba el “Reino de Dios”. Es probable que, a nuestros oídos no monárquicos y no religiosos, esta expresión les resulte completamente ajena, cuando no anacrónica, obsoleta y, por tanto, prescindible. Pero, tal vez, podamos encontrar en ella un significado en el que nos reconozcamos.
De entrada, se trata de una expresión polisémica, capaz de designar distintas realidades. Por una parte, parece significar la sociedad soñada por Jesús, un “mundo nuevo” caracterizado por la fraternidad, que nace de la comprensión de que todos somos hijos de una misma fuente (“Padre”). En este primer sentido, el “Reino de Dios” equivale al proyecto de Jesús. No extraña, por tanto, que constituya el núcleo de su mensaje.
Por otra parte, tal expresión se identifica con la metáfora del tesoro oculto: el “Reino de Dios” es el tesoro añorado que sabe a plenitud y hace desbordar de alegría. Está -decía Jesús- “dentro de vosotros”.
En este mismo sentido, la expresión puede ser otro modo de nombrar nuestra identidad profunda. El “Reino de Dios” es lo que somos, aquella dimensión de profundidad donde “todo está bien”. Por lo que, cuando se experimenta, uno descubre y vive, metafóricamente hablando, “el cielo en la tierra”.
Con todo ello, no es inadecuado afirmar que la expresión “Reino de Dios”, aun nacida en un contexto religioso teísta, es una metáfora de nuestra “casa”. Somos eso que anhelamos, en ocasiones sin ni siquiera saberlo; eso que es unidad, amor, gozo, paz…, plenitud de presencia. No habla de un “cielo” futuro ni separado, sino de la realidad atemporal, siempre a salvo. Una realidad que, más allá de los términos o expresiones que utilicemos, responde a nuestro Anhelo profundo: en ella nos encontramos con lo que realmente somos.
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Del blog de Tomás Muro La Verdad es libre:
01.- Nínive: un breve dibujo animado, un Jonás nada católico.
El libro de Jonás es una novela muy breve, quizás unos dibujos animados o un power point.
Dios le dice a Jonás: ve a Nínive, que allí las cosas van de mal en peor, la corrupción es enorme. El pobre Jonás no estaba para muchas filosofías y encíclicas; estaba cansado, más bien harto, de aquella postmodernidad que le tocaba vivir.
Nínive era una ciudad próspera, muy populosa, pero lamentablemente su situación humana y espiritual era peor que mala. Tal vez como nuestra postmodernidad, aunque en estos momentos estemos atrapados por la pandemia.
Jonás quiere que le dejen de líos y se le antoja irse de vacaciones, a un crucero. Jonás se embarca en una nave y, aunque espera que el viaje transcurra como si fuese el mejor trasatlántico del mundo, sin embargo el barco de Jonás es zarandeado por el temporal y la cosa se pone mal hasta el punto de que los tripulantes le echan la culpa de la tempestad y arrojan a Jonás por la borda al mar.
Entonces es cuando aparece la ballena (que es el mismo símbolo del arca de Noé y la barca de la iglesia), que se traga y salva así a Jonás. La ballena devuelve a Jonás a tierra firme.
Dios le llama y le dice por segunda vez a Jonás, sano y salvo: Haz el favor de ir a Nínive y proclama el mensaje de vida que yo te diré.
Dios no deja nunca de su mano a nadie. Dios no abandona nunca la nave. Jonás se lo pensó, pero fue a Nínive, rezongando y a disgusto, y allí proclamó el mensaje de salvación.
Y Nínive -los ninivitas- cambiaron de vida. Dios perdona siempre (Jonás 3,10). (Conversión).
Un apéndice poco -nada- cristiano
Un detalle curioso es que Jonás se enfada porque Dios ha perdonado a Nínive, a los ninivitas. Jonás dice: después de esto, que has hecho con Nínive (perdonarles), mejor morirse a seguir viviendo. (Jonás 4,3.8). Y Jonás se dijo a sí mismo: “que paren el mundo, que me bajo”, y se fue al “monte” con una tienda de campaña, se puso a la sombra de un ricino y a vivir. Pero hasta el ricino (el árbol) se le secó y Jonás se enfada hasta con aquel árbol al que un gusano había dañado
Dios le dice: ¿te enfadas ya hasta con los árboles? (Jonás 4,9).
Sí, me parece bien enfardarme hasta la muerte, responde Jonás.
Y Dios termina como lo que es, como un buen padre y un Dios, con un gran sentido común: ¿por qué no voy a tener compasión de Nínive en la que hay más de 120.000 personas que aún no distinguen entre el bien y el mal?
La postura de Jonás es la de muchos católicos: ¿cómo va a recibir la misma recompensa ese o esa que han vivido “perdidamente” que yo, que me he privado o he sido austero, he vivido en ayunos, penitencias, con cilicios y entre liturgias. ¿Por qué esos perdidos van a recibir la misma recompensa, que yo, etc.?
¡Mucho cambiarían las cosas en la Iglesia, y fuera de ella, si en vez del “ordeno y mando”, viviéramos en bondad y misericordia, comprensión y libertad!
Jonás era un buen católico.
Dios era ya un espléndido “cristiano”.
02.- De Jonás a Jesús.
Jesús anuncia también la salvación, la vida, “el Reino de los cielos está cerca”. Y nos llama, como a los ninivitas, a creer en Él y a convertirnos. (La iniciativa salvífica siempre es de Dios).
Conversión (metanoia) significa transformación personal, cambio de mentalidad. [1] Pero para que se dé un cambio tan profundo en mi ser, he de ver algo muy valioso que me llama con fuerza, algo que merece la pena, capaz de cambiar y mejorar mi persona, mi vida y la de mi iglesia, familia, la vida de mis conciudadanos.
Se podría decir que la conversión “no la realizo yo”, sino que algo o Alguien me llama irresistiblemente.
Muchas de las cosas y palabras que se barajan y presentamos en la iglesia no tienen el más mínimo interés, ni la más mínima fuerza y valor como para cambiar la vida de una persona.
Solo el amor es digno de la fe, decía von Balthasar.
Una iglesia que no sirve (servicio) no sirve para nada escribía, (Gaillot).
Uno se convierte, dirige su mirada solamente al amor, a la bondad, al servicio, a la ayuda. Valores que el entramado eclesiástico actual son muy poco tenidos en cuenta. El Derecho canónico, la ley, los ritos litúrgicos convierten poco, más bien nada. Son poco más que el Código de tráfico. Una Iglesia que sirve a los pobres, pecadores, enfermos, encarcelados, adictos, que trabaja por la paz, es creíble, lo demás es papel mojado…
Jesús trataba y comía con pecadores y publicanos, daba de comer, curaba enfermos, defendía a la mujer, sentía lástima de las gentes porque andaban como ovejas sin pastor. A Jesús nunca se le ve presidiendo una liturgia o un acto religioso en el Templo…
Es ya clásica la afirmación del filósofo alemán M. Heidegger (1889-1976): solamente Dios puede salvarnos. Solamente el buen Dios de Jesús puede salvarnos.
03.- Conversión en la debilidad humana.
Tal vez, por nuestra tradición tridentina frente al protestantismo naciente, en la que afirmamos nuestros méritos, pensamos que la conversión la realizamos nosotros con nuestra fuerza y nuestras capacidades.
Nos parece que la conversión es un acto potente que yo realizo en unos Ejercicios espirituales o en un retiro, cuando en realidad el comienzo de la conversión está precisamente en nuestra incapacidad, en nuestra debilidad física, moral, espiritual, psíquica.
El hijo pródigo recapacita cuando se ve hundido en la miseria. Seguro que al hijo perdido le vendrían a la mente unos cuantos retazos de los salmos, de la vida: Me envolvían redes de muerte, me alcanzaron los lazos del abismo, caí en tristeza y angustia. Invoqué el nombre del Señor: «Señor, salva mi vida», (salmo 114). Dios mío, ¡qué desgraciado soy!, (salmo 115). En estos momentos no soy nada, no tengo nada, ni fuerzas para pedirte perdón (Daniel 3). Espera en el Señor, ten ánimo, sé valiente, (salmo 26). Estando yo sin fuerzas, me salvó.
La conversión en muchas ocasiones es únicamente ponerse como el publicano de la parábola y decir sin palabras: “Señor, ¡ten paciencia conmigo!”.
La conversión la realiza Dios en nosotros, el Dios de Jesús, el Dios perdonador de Nínive y de San Sebastián.
Creed en la Buena nueva de Jesús
[1] Meta: más allá; nous conocimiento, mentalidad. En castellano hay algunas palabras que llevan esta componente: dia – nóus (diagnóstico), pro – nous (pronóstico).
Comentarios desactivados en Los llamó y se marcharon con él.
Desde el concilio Vat.II se ha dicho continuamente que la vida cristiana consiste en el seguimiento de Jesús. Ser cristiano es ser seguidor y seguidora de Jesús de Nazaret.
El evangelio que hemos leído hoy lo dice explícitamente: “Los llamó y se marcharon con él”. Dejaron todo: casa, trabajo, familia, negocio y se fueron con Jesús. Algo así solamente es posible si uno no cae bajo el hechizo de la persona de Jesús, si uno se enamora de él. De lo contrario, la fe puede ser una creencia, pero no un seguimiento.
El seguimiento de Jesús tiene dos dimensiones, una dimensión que podríamos llamar mística y otra situacional. La dimensión mística es la oración, la Palabra, los sacramentos, la Iglesia, etc. En esos lugares miramos el rostro de Jesús para quedar “colgados” de él. Y luego está el componente situacional: acoger el dolor del otro, colaborar a que brote la paz, construir la buena relación, la ciudadanía. Las dos dimensiones han de estar siempre presentes y lo más equilibradas que posible.
¿Podremos nosotros, cristianos de a pie, llamarnos y ser seguidores de Jesús? Podemos, siempre que mejoremos nuestra vida cristiana. ¿Cómo?
· Asumiendo los criterios de Jesús: Tales como: se puede estar contento sirviendo, no hay amor más grande que amar al otro, nadie tiene que reclamar nada al Dios que le da todo, perdonar es imprescindible, etc. Estos criterios tienen que cambiar nuestra manera de pensar. Seguir a Jesús siendo los mismos es un autoengaño.
· Viviendo sus actitudes: Tales como: echarse a los hombros el dolor ajeno, hacerse encontradizo de quien anda perdido, saber que toda persona es digna aunque sea un pecador, no temer mezclarse con quien lleva una estigma social. Si no descubriéramos alguna de estas actitudes en nuestro comportamiento diario estaríamos aún lejos de ser seguidores.
· Copiando sus sentimientos: Tales como: el Padre nunca nos deja solos, hay más gozo en dar que en recibir, Dios es bueno siempre con sus criaturas, el Padre cuida a justos e injustos. Si no percibimos que alguno de estos sentimientos aflora en nuestra vida, es que aún nos falta un tramo para ser seguidoras y seguidores.
Hemos de repetirlo siempre que sea necesario: tener fe no es, principalmente, asumir una serie de ideas y de comportamientos morales, aunque esto sea importante. Mucho menos, agarrarse a unas prácticas religiosas, con frecuencia insignificantes (¡cuánto se han extrañado y hasta se han molestado algunos cuando hemos cambiado la ceniza por otros signos!). Tener fe es quedar cautivados por Jesús, considerar interesante para mí su manera de pensar, tratar de poner en pie sus actitudes, sentir como él sentía. Las ideas religiosas sin todo esto se quedan en meras ideas, peligrosamente vacías.
Es posible que todo esto parezca inconcreto. Ya dice el evangelio de Juan que las cosas de la espiritualidad son como el viento, que no lo ves pero oyes su ruido. Hay que pensar en esto muchas veces. Y, poco a poco, se irá haciendo la luz. Que no renunciemos a ser, de alguna manera, como aquellos que llamó y se marcharon con él.
Comentarios desactivados en Ecumenismo: La unidad no requiere uniformidad.
Del blog de Tomás Muro La Verdad es libre:
01. OCTAVARIO POR LA UNIDAD DE LOS CRISTIANOS.
Durante la semana, del 18 al 25 de enero se celebra en todas las tradiciones cristianas, en todas las iglesias cristianas el octavario por la unidad de los cristianos. Es un momento para pensar sobre el ecumenismo.
ECUMENISMO (OIKOUMENE) es un término griego que viene de Oikos (hogar) y significa: el lugar habitado por la humanidad, las gentes que habitaban las tierras conocidas. Era usado en el Imperio Romano para referirse a la totalidad de las tierras supuestamente civilizadas. La oikoumene era la humanidad conocida, que coincidía, más o menos, con los pueblos en torno al mar Mediterráneo.
MOVIMIENTO ECUMÉNICO: es la nostalgia de la unidad de los cristianos concretada en un Movimiento surgido en el seno de la Iglesia anglicana de Inglaterra en el siglo XIX.
Este movimiento fraguaría en el Consejo Mundial de Iglesias fundado por 147 iglesias, el 1948 en Ámsterdam. Su sede está en Ginebra, Suiza; a él están afiliadas 348 iglesias y denominaciones con cerca de 600 millones de cristianos en más de 120 países.
02. RUPTURAS EN LA IGLESIA
02.1 QUE TODOS SEAN UNO, (EVANGELIO DE JUAN).
Para cuando la tradición evangélica de Juan escribe esta nostalgia de Jesús: que todos sean uno, (Jn 17,21) ya se habían producido en la Iglesia naciente las primeras tensiones y rupturas.
La cuestión de los judaizantes (cristianos de tradición judía) habían causado muchas tensiones y enfrentamientos con los cristianos de tradición griega (greco-romana).
Pablo se enfrentó y echó en cara a Pedro su postura ambivalente respecto de los judaizantes. Pablo dice que: tuve que echarle en cara a Pedro su posición ambigua, (Gálatas 2,11).
02.2 UN POCO DE HISTORIA
En la historia de la Iglesia se han producido dos grandes rupturas (y otras muchas “menores”):
ORIENTE – OCCIDENTE
Las dos tradiciones cristianas: Oriente y Occidente, Roma y Constantinopla, en el fondo eran dos partes del Imperio romano, dos culturas: el latín y el griego, cada cual seguirá su camino a partir de la ruptura que se produce en el año 1054.
Oriente siguió su tradición, su teología y concepción diversa de la nuestra (latina) en no pocas cuestiones como la cristología, el modo de entender la Iglesia, el primado; cultivaron su espléndida liturgia en su -sus- idiomas. Surge así la gran tradición cristiana ortodoxa.
Occidente: Roma siguió, a su vez, otro camino con nuestros dogmas, nuestra concepción cristológica, un modo eclesiológico diverso, una liturgia hierática, el latín, una concepción diversa del primado, etc.
NORTE – SUR DE EUROPA
En el siglo XVI se produce la fragmentación Norte – Sur de Europa.
La Iglesia necesitaba una Reforma que no terminaba de llegar: gran parte del clero se encontraba en una situación peor que deficiente en todos los órdenes: intelectual moral, estilos de vida, etc. Los obispos eran más señores feudales que pastores de la Iglesia. (Pamplona “tuvo” un obispo que no estuvo nunca en Pamplona).
También confluyeron cuestiones de poder.
Las circunstancias y los problemas hicieron que fuese Lutero (1483-1586), inicialmente monje agustino, quien leyese el Evangelio, san Pablo y la Teología desde otros acentos y perspectivas sobre todo en el modo de entender la justificación por Cristo y la fe como confianza en Cristo.
En 1521 Lutero fue excomulgado por el papa de Roma, León X, surgiendo así la llamada Reforma protestante, que daría lugar a la multiplicidad de Iglesias que irán desgajándose desde el siglo XVI. Son los que, más o menos, conocemos como protestantes: luteranos, Calvinistas, evangélicos, baptistas, adventistas, presbiterianos, etc… hasta más de trescientas iglesias afiliadas al Consejo Ecuménico de las Iglesias de Ginebra.
La Biblia, la Palabra (contra el Magisterio de Roma) es la piedra angular de la Reforma con sus principios: sola Fe, sola Escritura, sola Gracia.
02.3 OTRAS RUPTURAS.
No es el momento en una homilía de entrar en ello, pero han ido produciéndose en la historia otras rupturas como el anglicanismo (Comunión anglicana) en el siglo XVI; en el siglo XIX surgirá la escisión de los “Viejos Católicos”; en el siglo XX la ruptura provocada por el obispo Lefevbre. Esperemos que en el siglo XXI no se produzcan más escisiones…
03. HACIA LA UNIDAD
Todos sentimos nostalgia por volver a la unidad originaria.
Habrá que dejar de lado viejas controversias y heridas, que no es fácil.
Si somos amplios de mente y de corazón, podemos pensar y admitir de buen grado que se puede ser cristiano en las diversas tradiciones cristianas.
La fe en Cristo Jesús, la relación con el Señor que veíamos el pasado domingo no es diferente en un luterano, en un ortodoxo o en un católico.
Si se produce la unidad habremos de pensar que cada uno seguirá siendo cristiano en y desde su propia tradición ortodoxa, reformada o católico romana.
No podemos ser tan simples como para exigir que los protestantes o los ortodoxos vengan a Roma y nos digan: miren ustedes, señores católicos romanos, nosotros los ortodoxos hemos vivido completamente equivocados durante 1000 años; o que nos vayan a decir los protestantes: Desde Lutero nosotros, pobres herejes, no sabemos lo que es ser cristianos.
En una futura y deseada unidad cada cual será cristiano en y desde su propia tradición.
Por otra parte la unidad no requiere uniformidad. Podemos vivir unidos la fe en una pluralidad y diversidad teológica, litúrgica, jurídica, etc…
H Küng lo expresaba muy bien en un texto que dice:
La Iglesia de Cristo, según el Nuevo Testamento, no es una Iglesia de unitarismo centralista e igualitarismo –y menos totalitario-. No conoce la uniformidad, sin alegría ni libertad, de una organización única o de tipo único de unidad. No entra en la esencia de la Iglesia ni el culto uniforme, ni la disciplina uniforme, ni la teología uniforme. Apoyándose en Efe 4,4-6 se podría más bien afirmar lo contrario.
PLURALIDAD EN EL CULTO: un solo Dios, un solo Bautismo, una sola Eucaristía, pero pueblos distintos, comunidades distintas, lenguas distintas, ritos y formas de piedad distintas, cantos y ornamentos distintos, distintas oraciones y, en este sentido,
iglesias distintas. PLURALIDAD TAMBIÉN EN LA TEOLOGÍA: Un solo Dios, un solo Señor, una sola fe y una sola esperanza, pero distintas teologías, distintos sistemas, distintos estilos de pensar, aparatos conceptuales y terminologías, distintas escuelas, tradición y tendencias en la investigación, distintas universidades y distintos teólogos y, en este sentido, una vez más, distintas iglesias. PLURALIDAD FINALMENTE TAMBIÉN EN EL ORDEN ECLESIÁSTICO: un solo Dios, un solo Señor, un solo Espíritu, un solo cuerpo, pero diversas ordenaciones de vida, diversas estructuras de derecho, diversas naciones y tradiciones, diversos usos y costumbres y sistemas de administración y así finalmente, también en este sentido, distintas iglesias.1
No menos importante es trabajar por un ecumenismo hacia dentro de la misma Iglesia católica, hacia una unidad plural y diversa conforme a las varias tradiciones, culturas, idiomas, modos de pensar, etc.
04. UN PROBLEMA CONCRETO: EL PRIMADO DEL PAPA.
Pablo VI decía del primado de Roma que, quien tenía que ser el vínculo de unidad, se ha convertido en la piedra de división.
¿Cómo podrá entenderse el ministerio de Pedro? Nos podríamos acercar a la pentarquía: las cinco sedes primaciales: Roma, Constantinopla, Alejandría, Antioquía y Jerusalén, de las cuales Roma sería la primera entre iguales, de modo que Pedro sería un primum inter pares.
K. Rahner se preguntaba si en un mundo tan amplio y complejo, ¿La figura de Pedro podrá seguir recayendo en una única persona? ¿Un estilo más sinodal / colegial? (en términos profanos, más democrático).
La sinodalidad no consiste en ver si Roma permite el ministerio de la mujer, el celibato opcional, la bendición a los homosexuales o que los divorciados puedan comulgar o volver a casarse. La sinodalidad consiste en que la Iglesia fuese gobernada de modo colegial, sinodal.
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