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14.1.24. Dom 2 TO. La iglesia nació de disputas entre Juan, Jesús y Pedro (Jn 1, 35-45)

Domingo, 14 de enero de 2024

IMG_2373Del blog de Xabier Pikaza:

Por doquier se habla actualmente de disputas de iglesia. (a) Entre el Papa y cardenales/obispos. (b) Entre grupos de poder iglesia: unos más tradicionales, otros que se llaman progresistas.

El hecho que haya discusiones y disputas es bueno. Si no las hubiera, la iglesia estaría muerta.

Juan, Jesús y Pedro fueron duros disputadores: Jesús se aprovechó de los discípulos de Juan (se supone que para bien). Pedro quiso aprovecharse de Jesús e incluso contribuyó a su muerte (pero se duce que fue para bien, pues hubo resurrección). Lo malo no es discutir, sino discutir para la muerte, sin resurrección

Texto inicial

Estando Juan Bautista con dos de sus discípulos y, fijándose en Jesús que pasaba, dice: «Este es el Cordero de Dios». Los dos discípulos oyeron sus palabras y siguieron a Jesús. Jesús se volvió y, al ver que lo seguían, les pregunta: «¿Qué buscáis?». Ellos le contestaron: «Rabí (que significa Maestro), ¿dónde vives?». Él les dijo: «Venid y veréis».

Entonces fueron, vieron dónde vivía y se quedaron con él aquel día; era como la hora décima. Andrés, hermano de Simón Pedro, que era uno de los dos que oyeron a Juan y siguieron a Jesús, encontró primero a su hermano Simón y le dice: «Hemos encontrado al Mesías (que significa Cristo)». Y lo llevó a Jesús. Jesús se le quedó mirando y le dijo: «Tú eres Simón, el hijo de Juan; tú te llamarás Cefas (que se traduce: Pedro)» (Jn 1, 35-45).

    Este pasaje se centra en tres personajes centrales: Juan Bautista, Jesús llamado el Mesías, y Simón llamado Pedro. Como amigos les presenta la tradición, pero como amigos discutidores. Aquí me fijaré en dos disputas: La de Juan y sus discípulo con Jesús; la de Jesús con Pedro y sus compañeros.

 PRIMERA DISPUTA: JESÚS DISCUTIÓ CON JUAN; LE QUITÓ SE DISCÍPULOS, PERO PARECE QUE FUE PARA BIEN

Jesús tuvo un maestro llamado Juan, a quien le pusieron el sobrenombre de Bautista porque ratificaba su mensaje con un rito de inmersión en el Jordán) como signo de paso a la tierra prometida y de preparación (purificación) para el juicio de Dios. Juan era profeta de frontera, desde el otro lado de la tierra prometida, introduciendo a sus seguidores en el agua del juicio, que sólo Dios puede “dividir”, para que, liberados de sus males pudieran entrar en la tierra santa, recreando el signo de Josué (apertura de las aguas, el paso del río), Dios decida y el pueblo se encuentre preparado para entrar en la tierra prometida (Jos 5).

Juan anuncia y prepara así la llegada del juicio de Dios, simbolizada por el gesto del bautismo, de manera que la tradición le llama Baptistés (=bautizador, bautista). No dice a los penitentes que se bauticen, sino que les bautiza él mismo, mostrando así su autoridad, como enviado de Dios, profeta del fin de los tiempos.

Las señales del juicio de Juan eran hacha, fuego y huracán. Su rito de bautismo retomaba imágenes de dura destrucción, que expresan el fin del mundo viejo para superar así el caos presente, como como si el mundo entero, y en especial la humanidad, debiera renacer, liberándose del abismo de muerte que le amenazaba (Mt 3, 11-12 par), de forma que el hacha-fuego-huracán pudieran convertirse en signo de presencia del Más fuerte ( entendido como Poder superior, a cuya luz quiere ponernos Juan Bautista, superando así la maldición de muerte que destruye a los hombres.

  Junto al Jordán creó Juan una comunidad de penitentes bautistas esperando el signo de Dios, a fin de pasar el río e iniciar una nueva vida en la tierra prometida. Jesús aceptó el mensaje de Juan Bautista, y esperó su signo para cruzar el río y entrar en la tierra prometida. Pero, según el evangelio, el signo esperado, no se cumplió en forma de juicio en el río (señal de Josué), sino como iluminación más honda de Jesús, a quien el mismo Dios infundió su Espíritu, a través de un bautismo superior. No sabemos si Juan y Jesús se conocían. Lc 1 supone que eran primos, pero ese parentesco parece más teológico que físico y sirve para trazar una conexión entre sus proyectos eclesiales, pero Jesús debía haber oído hablar de Juan, pues vino a formar parte de su grupo.

Por un tiempo, Jesús compartió el camino de Juan, pero después tuvo una experiencia distinta de Dios y empezó a proclamar un mensaje de Reino. No podía seguir esperando, sino que quiso comprometerse de un modo personal, poniendo su vida al servicio del Reino de Dios para impedir que la destrucción de Satán y Mammón se impusiera sobre el mundo [1].

Era ya un hombre maduro. Lc 3, 23 dice que tenía unos treinta años, edad avanzada en aquel tiempo. Había recorrido probablemente muchos caminos, pero éste era ya el definitivo.

Jesús fue por un tiempo discípulo de Juan, pero tuvo una “inspiración” especial y buscó entre sus colegas/compañeros, discípulos de Juan a varios especiales, para separarse de Juan y crean un camino propio. Entre esos compañeros, a los que Jesús llamó para que le siguieran a él, dejando a Juan está Simón Pedro, como indica el texto citado de Juan.

            Ciertos detalles de ese texto pueden ser creación del evangelista, pero  su fondo es histórico. (a) Jesús y algunos de sus seguidores habían sido previamente discípulos de Juan Bautista. (b) El movimiento de Jesús nació como una escisión del movimiento del bautista. (c) Parece que se trató de una escisión pacífica, aunque pudo haber entre los dos grupos ciertas disensiones. La mayoría de los historiadores y exegetas suponen que el bautismo en el Jordán marcó la “historia de la vida” de Jesús trazando una ruptura respecto a lo anterior y permitiendo que asumiera hasta el final (y superara) el juicio del Bautista, definiendo su opción profética y mesiánica al servicio del Reino de Dios.

El Cuarto Evangelio supone que, durante algún tiempo, Jesús fue discípulo, colega y cooperador de Juan Bautista, no sólo compartiendo su misión (iglesia), sino creando un grupo propio de discípulos…tomándonos (¿robándolos) de Juan, de manera que pudo haber competencia entre discípulos del grupo de Juan y el de Jesús:

Después de esto, Jesús fue con sus discípulos al país de Judea; y allí permanecía con ellos y bautizaba. Juan también estaba bautizando en Ainón, cerca de Salim, porque había allí mucha agua, y la gente acudía y se bautizaba. Pues todavía Juan no había sido encarcelado. Se suscitó una discusión entre los discípulos de Juan y un judío acerca de la purificación… (Jn 3, 22-25).

 Según este pasaje, Jesús creó su escuela/iglesia de “bautistas” a cierta distancia del grupo de Juan, quizá mmás al sur (en la orilla judía del río), después de haber sido bautizado por él, para ampliar y universalizar su experiencia de conversión, anunciando y adelantando el juicio de Dios. De esa forma se sitúan ambos: Juan al otro lado del río, sin entrar en la tierra de Israel; Jesús en la tierra prometida, en la zona de Judea. Según eso, los primeros seguidores de Jesús habían sido seguidores de Bautista (Jn 1, 19-51)[2].

 En este contexto, Jn 3, 25-30 habla de una discusión entre discípulos de Juan y un “judío”, que podría ser el mismo Jesús, según algunos manuscritos (cf. NT Graece, DB, Stuttgart 1993, 254). Eran disensiones normales. Si Jesús no se hubiera diferenciado del Bautista no habría creado su propio movimiento.

Dejando a un lado esa relación y el enfrentamiento entre discípulos de uno y otro, Marcos supone que Jesús no fue discípulo del Bautista, sino que vino a buscarle sólo de pasada, para dejarse bautizar por él (Mc 1, 9-11), marchando después, inmediatamente, tras una intensa experiencia de Dios (cf. Mc 1, 12-14). En contra de eso, el cuarto evangelio (Jn 1, 29-51; 3,22-30 y 4, 1-2) afirma que Jesús estuvo vinculado por un tiempo a la misión de Juan y que sólo después de un tiempo dejó a Juan, y no se fue solo él, sino con un grupo de discípulos de Juan, iniciando su propia misión de reino

Cuando supo que los fariseos habían oído que hacía más discípulos que Juan y que bautizaba [aunque él no bautizaba, sino que lo hacían sus discípulos], Jesús dejó Judea y fue de nuevo a Galilea (Jn 4, 1-2).

  Jesús no estuvo de paso con Juan Bautista, sino que formó parte de su escuela, recibió su bautismo y empezó realizando tras él (con ciertas novedades, al otro lado del río (quizá cerca de Jericó, por la zona de los vados bajos, por donde Josué había pasado a la tierra prometida) una misión y tarea distinta (de anuncio de Reino, no de bautismo). Según eso, antes de iniciar su misión propia, viniendo a Galilea, Jesús había descubierto y “madurado” su doctrina, primero bajo Juan, al otro lado del río, y después e la tierra prometida, en la zona baja de Judea.

En un principio, Jesús pudo pensar que había llegado el momento de subir directamente desde la zona de Jericó a Jerusalén, para anunciar ya directamente la llegada del reino de Dios, situando en ese contexto la tentaciones o pruebas (cf. Mc 1, 13; Mt 4; Lc 4), que la tradición posterior ha situado en esa zona. En ese contexto, Jesús pudo pensar (descubrir) que no era todavía el momento de subir a Jerusalén, que quedaban pendientes muchos temas de dinero/pan, de poder y de sacralidad.

Lo cierto es que, según la tradición, tras un tiempo, Jesús dejó la zona del bajo Jordán, en el entorno de Jericó (del paso de Josué y del ejército de Israel en la tierra prometida) y decidió volver a Galilea, su tierra, para iniciar allí su misión de Reino con algunos discípulos que él “tomó” de la escuela de Juan

SEGUNDA DISPUTA. PEDRO DISCUTIÓ CON JESÚS, PARA MAL (PERO CON HUBO RESURRCCIÒN)

      No era galileo puro, sino itureo de Betsaida, ciudad muy helenizada, del Bajo Golán que el rey Filipo había engrandecido, como “polis” helenista, segunda capital de su reino (la primera era Cesárea de Felipe), dándole además administración y nombre griego (Julia), en honor de una hija de Augusto.

Primera vocación, el Río Jordán(Jn 1, 36-42). El evangelio de Juan empieza presentando a Simón y Andrés, su hermano, como discípulos del Bautista en el Jordán. Eso supone que habían dejado la pesca (al menos por un tiempo) y se habían «liberado» para las tareas y esperanzas de la culminación escatológica de Israel, al lado del Bautista, lo mismo que Jesús, de manera que los dos (Simón y Jesús) habrían empezado siendo compañeros, discípulos “penitentes” de un mismo maestro, Juan Bautista. Su vocación y camino empezó siendo un camino de conversión para perdón de los pecados; ambos eran en un sentido “colegas”.

      Según eso, cuando Jesús recibió una vocación especial de Mesías e Hijo de Dios (Mc 1, 9-11) y quiso llamar para acompañarle a unos discípulos/compañeros, empezando por Andrés y, en especial por Simón de Betsaida, éstos no eran simples pescadores, sino hombres comprometidos en la tarea de Dios, bautistas penitente, voluntario al servicio de la transformación de Israel. Jesús se fijó en y especialmente en Simòn porque le quería (necesitaba) para la tarea de su reino y le prometió que sería Cefas/Petros, piedra/roca del nuevo edificio la iglesia mesiánica, hombre quizá problemático (como seguiré indicando), pero adecuado para liderar su movimiento de transformación mesiánica.

      Así comienza el camino de Simón/Pedro, junto al río de la conversión, un itinerario de compromiso mesiánico, desde el Jordán a los confines de la tierra (conforme a la misión final de Mt 28, 16-20). Siendo pescador de frontera (entre Betsaida y Cafarnaúm), Simón había querido dedicarse a las tareas de Dios, centrándose en la preparación del juicio (simbolizado por el hacha, huracán y el fuego: cf. Mt 3, 11-12).

      El evangelio de Juan le sitúa, como he dicho entre los discípulos de Juan Bautista, con su hermano Andrés, con Felipe y Natanael (y quizá con otros dos), lo mismo que Jesús y con ellos quienes forma un grupo especial de penitencia y preparación para el juicio de Dios, pero es muy posible que no pasara todo el tiempo con el Bautista y su grupo, sino que volviera por temporadas a la faena de la pesca, a la casa de su mujer y su suegra.

No parece que Juan Bautista le hubiera llamado, diciéndole como dirá Jesús en Mc 1, 1-20 “sígueme…”, porque Juan era bautista sedentario al lado del río, esperando que viniera gente para bautizarse, mientras Jesús se hizo itinerante, tras haber sido por un tiempo discípulo de Juan, cuando descubrió su vocación (no de penitencia, sino de anuncio y proclamación del Reino de Dios. A partir de ese momento, para realizar su nueva tarea, Jesús mismo buscó y llamó a sus compañeros y discípulos, entre ellos a Simón, empezando a fundar con ellos su iglesia.

Ambos, Jesús y Simón, habían recorrido juntos un camino. Pero, en un momento dado, tras haber escuchado la llamada especial de Dios, tras el bautismo (cf. Mc 1, 11), Jesús buscó a Simón y a otros compañeros para que compartieran con él su nueva tarea mesiánica (cf. Jn 1, 29-51). No buscó directamente a Simón, sino a través de otros discípulos de Juan, entre los que estaba Andrés, a quien muchos consideran el primer discípulo de Jesús, primer cristiano. Pues bien, conforme al evangelio de Juan, Jesús al ver a Simón le dijo: “Tú eres Simón, hijo de Juan (=Jonas, Yona), pero te llamarás Cefas/Pedro”.

      Esta ha sido la llamada/vocación de Simón, su bautismo mesiánico, con cambio de nombre, con intervención de su hermano Andrés (Jn 1, 41-42). Ciertamente, Jesús pudo haber buscado a Pedro en el lago, donde era pescador (como dice Mc 1, 16-20), pero, conforme al evangelio de Juan, le busco junto al río Jordán, para así poner de relieve sus conexiones con la iglesia penitencial del Bautista. Cuando Simón escuchó y siguió a Jesús no era un hombre “en vacío”, sino que estaba lleno de preparación más adecuada, la mejor de entonces, como penitente de la escuela del Bautista

Segunda vocación, el mar de Galilea (Mc 1, 9-20). Siguiendo una línea distinta, aunque no opuesta a la del Cuarto Evangelio, Marcos prescinde de la relación que Jesús y Pedro habían tenido entre sí y con Juan Bautista, diciendo únicamente que Jesús fue va a bautizarse con Juan, para añadir que, a la salida del agua (acabado el rito penitencial), tuvo una experiencia fuerte de visión (cielo abierto), audición (voz diciendo “eres mi hijo”) y transformación mesiánica (recibió el Espíritu Santo, en forma de paloma).

      Eso dice el evangelio de Marcos de Jesús. De Pedro no dice absolutamente nada, como si no hubiera sido bautizado en el Jordán, ni fuera compañero de Pedro (ambos con Juan, a la vera del río). Tampoco dice que Jesús le había llamado, cuando estaban los dos en la escuela del Bautista, por mediación de Andrés, cambiándole de identidad y nombre… No dice nada, aunque quizá lo sabía.

Las auténticas historias suelen contarse de varias maneras, como sabe la Biblia desde el principio, repitiendo las mismas ideas de fondo de formas parecidas como en Gen 1 y Gen 2-3. Pues bien, refiriéndose a Jesús, el evangelio de Marcos sigue diciendo que, tras recibir el bautismo y superar la tentación de Satán, (Mc 1, 12-13), después que Juan fue apresado por orden del tetrarca Antipas, Jesús vino a Galilea, para anunciar la llegada del Reino de Dios, colocándose inmediatamente a la orilla del lago, donde llamó a sus cuatro primeros discípulos (Pedro y Andrés, con los zebedeos), signo y compendio de todos los restantes siguientes (hasta el día de hoy año 2023) para hacerles pescadores de hombres. Eso es todo. Marcos se limita a recordar que ellos (los cuatro) siguieron de inmediato a Jesús, dejando barco y redes (Mc 1, 16-18). De dónde venían no dice nada.

Este relato de Marcos es de tipo resumido y parabólico, y pone de relieve el paso de la pesca de peces en el lago a la recolección escatológica (cf. Mc 13, 47) al servicio del Reino. Es un relato de estilo pascual (re-escrito tras la resurrección, como si se dirigiera hoy a nosotros) y de esa forma presenta a Jesús directamente como signo de Dios, con autoridad para llamar a los que él quiso, el servicio de su Reino.

Ciertamente, Pedro era un hombre con historia e ideas propias, como los otros tres compañeros, llamados por Jesús, que le siguieron porque de alguna forma confiaban en él (habían estado a su lado en el Jordán), y quizá porque esperaban cumplir por (con) él sus expectativas de Reino, pasando de la penitencia del Bautista nuevo poder., abundancia y riqueza del reino de Dios que anunciaba y preparaba Jesús

Conforme a los sinópticos (cf. Mc 1, 12-13; Mt 4 y Lc 4), Jesús no sólo tuvo una iluminación especial, sino que tuvo que superar unas fuertes tentaciones para anunciar el reino de Dios. Él las superó, pero Simon-Pedro y sus compañeros no lo hicieron al principio, de manera que en su camino de seguimiento ellos irán oponiéndose con frecuencia a Jesús, en un proceso de fuerte aprendizaje.

Pedro y sus compañeros no fueron con Jesús simplemente para escucharle, sino también para enfrentarse con él, en una historia de durísimas discusiones En esa línea, Marcos y los otros evangelios no presentan a Pedro y a los “apóstoles” como oyentes pasivos de Jesús, sino como colaboradores activos, pero no en plano de pura obediencia, sino de duro enfrentamiento

 Jesús debió tener una inmensa personalidad y una gran fuerza de atracción para llamar y atraer a los Doce (y especialmente a Pedro). Pero ellos le siguieron, no sólo porque le querían (confiaban en él), sino porque querían utilizarle, aprovecharse de él conforme a sus ideas, y sentarse de un modo triunfal a su lado, en doce tronos, para juzgar a las tribus de Israel (cf. Mt 19, 28; Lc 22, 30). Ciertamente, en un sentido, escuchaban a Jesús; pero en otro se escuchaban a sí mismos (buscando el poder, a la sombra del jefe, como Sancho, que quería a su modo a Don Quijote, pero que buscaba el reino de la Isla Barataria).

Discusión con resurrección. Esta relación tensa de Jesús con Pedro y sus compañeros forma parte de su historia mesiánica, en el comienzo de la Iglesia. Por un lado, Jesús no quiso formar con Simón (ni con los Doce o los otros seguidores) un grupo cerrado y compacto de adictos incondicionales (sometidos a su control y dictado socio/religioso), en contra de lo que podía suceder en otros grupos mesiánicos de su tiempo, sino que les dejó su propia «autonomía». Además, en esa línea, Pedro y sus compañeros no eran unos ignorantes pasivos (como a veces se ha pensado), sino que tenían su personalidad, marcando así poderosamente el camino de Jesús. Ésta es una historia apasionante que aquí no puedo contar con detalle, porque es larga y además la he presentado ya en Historia de Jesús, Comentario de Marcos y Comentario de Mateo (Verbo Divino, Estella 2012 y 2017).

– Pedro acompañó a Jesús de una forma activa.No fue simple oyente, alguien que escucha, calla y acoge, sino un discípulo con ideas, que no sólo aprende, sino que “enseña” a Jesús. El evangelio está lleno de escenas y palabras en feed-back (influjo mutuo) entre Pedro, los Doce (y en un plano distinto las mujeres).

– Pedro siguió a Jesús de una forma pensante, inteligente.., pero sin asumir plenamente su oración de amor hasta la muerte (Tabor: Mc 9, 3-9). Sin duda, Jesús trazaba ante Pedro y los Doce el camino del reino. Pero nunca actuó como “dictador”, sino como alguien que se muestra, escucha y comparte en el camino con otros En ese sentido se sitúa la “transfiguración” (Mc 9, 2-9 par) con la experiencia de oración compartida de Jesús con Pedro y los zebedeos, pero sin entender su sentido.

– Pedro ofreció a Jesús una compañía crítica, de forma que Mc 8, 26-33 le presenta como “tentador” (no como el “Diablo” en sentido absoluto, sino como aquel que “prueba”, que ofrece otras alternativas, como en Cesárea de Felipe, donde expone y defiende ante Jesús el camino clásico del mesiánico israelita, en la línea de David (triunfo político, cf. Sal 2; Sal 45) y de Daniel (triunfo escatológico, Dan 7, 14). Este Pedro no es enemigo de Jesús, quiere ser amigo y colaborador suyo, pero en una línea de triunfo israelita conforme a gran parte de las tradiciones mesiánicas de Israel.

– Pedro abandonó y negó a Jesús, como muestra el relato de la última cena, la escena del Huerto de los Olivos y las negaciones ante las criadas y criados de los sumos sacerdotes. Ese abandono y negación tiene elementos duros de rechazo, falta de solidaridad e incluso cobardía, pero debemos recordar que Pedro está dispuesto a sacar la espada y morir por (con) Jesús, aunque en una línea más cercana a la de David guerrero y a la los macabeos que a la de Jesús.

Una disputa con resurrección. Pedro “volvió” a Jesús después de haberle negado, y lo hizoa través de unas mujeres (Magdalena, Salome y otra Maria). No había dejado a Jesús porque era “malo”, sino porque tenía su propia idea del reino… Lo admirable, no es que negara (abandonara) a Jesús, sino que le recuperara y siguiera tras su muerte, comprendiendo y confesando al fin la identidad verdadera de Jesús, ayudado de un modo especial por las mujeres de la tumba vacía (Magdalena, la Madre de Jesús y la otra María¸ cf. Mc 9, 1-8: id y decir a Pedro y a mis discípulos que les precedo a Galilea, que allí me verán).

Notas

[1] Esta experiencia de fracaso tiene una larga prehistoria israelita, desde los profetas antiguos (cf. Is 6): ella ha marcado la visión histórica de los deuteronomistas y la teología de Pablo (Rom 1-3).

[2] Frente a la visión más teológica de Mc 1, 16-20, según la cual Jesús llamó directamente a unos pescadores ajenos al Bautista, para iniciar con ellos la pesca del Reino, en el entorno del lago de Galilea, el Cuarto Evangelio (Jn 1, 19-51) afirma que algunos discípulos de Jesús (Andrés y Felipe con Pedro y Natanael, y otro que podría ser el “discípulo amado”, cinco entre todos), habían sido antes discípulos de Juan, lo mismo que Jesús, de manera que compartieron con él una misma experiencia bautismal, de confesión de pecados y esperanza del juicio.

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