liberador El diluvio, el mar Rojo, el Jordán: espléndidas catequesis sobre el Éxodo liberador
Del blog de Tomás Muro La Verdad es libre:
01. Relatos de revelación
En Navidad y Epifanía hemos celebrado la presencia de Dios en nuestra historia por medio de Jesús. Hoy, la fiesta del Bautismo del Señor, es también un relato de Revelación.
Tanto el Bautismo de Jesús como la Transfiguración, (Mc 9,2) son relatos de Revelación. Ambos relatos (Bautismo y Transfiguración) tienen elementos comunes tomados del AT: el cielo, la nube, la voz que surge, los cielos se abren. Y -sobre todo- se nos dice de Jesús que: “Este es mi hijo amado, escuchadle”.
San Marcos no narra el nacimiento de Jesús. La inserción de Jesús en la humanidad la presenta Marcos con el relato de bautismo de Jesús en el río Jordán, asumiendo la condición de pecado de la humanidad. El que no tenía ni era pecado, descendió con nuestro pecado a las aguas bautismales del Jordán.
Por otra parte, tanto el Bautismo de Jesús como la Transfiguración son la experiencia, el camino que aquellos primeros cristianos hicieron de que Dios nos habla en la persona de Jesús, es la Palabra: Cristo es mi hijo amado, escuchadle.
Aquellos primeros discípulos de Jesús llegaron a ver y creer en que en Jesús hombre como todos, era la expresión, la Palabra de Dios. Y le escucharon: Este es mi hijo muy amado, escuchadle…
02.- Jesús descendió a las aguas abismales (Jordán – Nuevo Éxodo).
El río Jordán es una evocación, un recuerdo del Éxodo.
Los relatos bíblicos que emplean el simbolismo del agua son como catequesis bautismales. Podemos evocar para nosotros:
- En las aguas bautismales del diluvio queda sepultado el pecado de la humanidad. (Gn 7)
- En la aguas del mar Rojo que sepultados los carros de combate de la opresión del faraón, que inicia el éxodo de la libertad. (Ex 1-12).
- Cuando Jesús desciende al río Jordán queda sepultado el pecado de la humanidad pecado y comienza una nueva vida, un Éxodo hacia la libertad. (Mc 1)
- El agua de la samaritana (Jn 4) nos ofrece ya el agua que salta hasta la vida eterna.
- En la tradición de San Juan del costado de Jesús crucificado brota agua y sangre (agua y nueva vida en el Espíritu>): es el bautismo en la Iglesia naciente representada por la madre del Señor y el Discípulo Amado. (Jn 19,34).
Con Jesús comienza un nuevo y definitivo Éxodo de libertad.
La vida es un Éxodo, siempre caminando hacia la libertad, hacia la felicidad. Tendremos cansancios como los israelitas se cansaban de caminar en la vida:
Los hijos de Israel (caminando cansados por el desierto) decían:
Ojalá hubiéramos muerto a manos del Señor en la tierra de Egipto cuando nos sentábamos junto a las ollas de carne, cuando comíamos pan hasta saciarnos; pues nos habéis traído a este desierto para matar de hambre a toda esta multitud. (Exodo 16,2)
A veces se oye decir que en tiempos de la dictadura vivíamos mejor, o que en aquellos años pasados de la Iglesia vivíamos más seguros.
Podremos tener cansancios y retrocesos en la vida, pero no renunciemos a caminar, a seguir hacia adelante, a vivir en Éxodo (salida) hacia la libertad.
Nos hará bien recordar aquella canción de Labordeta:
Habrá un día en que todos al levantar la vista veremos una tierra que ponga libertad
03.- Los cielos se rasgaron y desciende la bondad de Dios.
El cielo era el “lugar” de Dios, pero estaba cerrado a los seres humanos. Con JesuCristo se abren los cielos, Dios se acerca al ser humano y se inicia un nuevo Éxodo de la esclavitud de Egipto a la libertad; comienza la vuelta a la casa “lugar” del Padre, su casa está abierta definitivamente para la humanidad.
De hecho Dios nunca dio un portazo a la humanidad.
Es lo que significa el “rasgarse los cielos” es la misma expresión que utiliza el evangelista san Marcos cuando a la hora de la muerte de Jesús dice que el velo del templo se rasgó. La redención de Cristo “rasga el velo del templo” (Mc 15,38 / Mt 27,51).
Las alianzas religiosas de los templos quedan abolidas, rasgadas. Estamos ya en una amistad (una nueva Alianza) sellada definitivamente por JesuCristo.
04.- Este es mi Hijo amado.
Los hijos son expresión de sus padres. Los hijos tienen parecido con sus padres, parecidos físicos, modos de ser, modos de vivir.
Cristo también “se parece”, “es” como su Padre. Los cristianos vemos y experimentamos a Dios en Jesús.
La experiencia que Jesús tiene de Dios y que Dios tiene de Jesús es amable: Este es mi Hijo amado.
Por tanto el “adn” de Jesús y de Dios es el amor. Somos hermanos del hijo amado de Dios.
Dios nos ama incondicionalmente. Dios no nos quiere porque nosotros “creemos” que somos buenos o listos, o rectos, Dios nos ama porque Él es bueno.
No mires un revuelvas el pasado, viejas cuestiones, antiguos -o nuevos- pecados. “Me has curado y me has hecho revivir y volviste la espalda a todos mis pecados”, (Cántico de Isaías 38).
El Dios de Jesús se hace notar por su amor: “De Ti procede el perdón, y así infundes respeto”. (Salmo 129,4).
El mal y el pecado de la humanidad, el nuestro, quedó sepultado en las aguas bautismales del Jordán.
05.- Escuchadle.
El relato del Bautismo como el de la Transfiguración terminan con la exhortación: Este es mi Hijo amado y añade: escuchadle. (Mc 9,7).
El bautismo no es un mero rito al comienzo de la vida. Para bautizarse hay que escuchar a Cristo.[1] A lo mejor no estamos realmente bautizados hasta que no escuchamos a Cristo y lo que Cristo nos dice de Dios es que Dios le ama y nos ama.
Este es el Hijo amado, escuchadle
[1] En la vida pastoral si no hay escucha de la Palabra y fe, no hay bautismo. Como aquel eunuco de los HH: primero escucha la palabra y luego pide el Bautismo. (HH 8,35-36)
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