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31.12.23. Fin de año, Sagrada Familia: Todos los hijos de Dios dispersos por el mundo (Jn 11, 52)

Domingo, 31 de diciembre de 2023

la-familia-en-la-bibliaDel blog de Xabier Pikaza:

Termina el año con la fiesta de la “familia humana”, esto es, de la familia de formada por la unidad de todos los hijos de Dios dispersos por el mundo.

Tras la reforma litúrgica del Vaticano II, este domingo de Navidad ha quedado dedicado a la celebración de la Sagrada Familia, pero ni bíblica, ni teológica, ni litúrgicamente se ha conseguido ese intento por falta de “claridad” evangélica.

Los Papa post-conciliares (Pablo VI, JP II, B XVI) se han movido cada uno a su deriva, sin que esta reforma haya logrado cristalizar de una forma ilusionada y creadora, como corresponde al tiempo y mensaje de la navidad (del fin de año)

No hay (no se han escogido)  textos  litúrgicos apropiados para esta fiesta

Los escogidos son marginales (no tratan de la familia de Jesús) o contradictorios (introducen temas de las tablas domésticas  post-paulinas que derivan de un judeo-helenismo poco evangélico).

   Vengo pensando desde hace algún  tiempo que el texto clave para esta fiesta debería ser el de Jn 11, 52,vinculado a los textos de los sinópticos que después comento.

Jesús ha nacido (ha muerto)) para reunir en “sinagoga o comunión” (hina synagoge, eis Hen/Uno), a todos los hijos de Dios (=seres humanos) dispersos/perdidos (dieskorpismena: como ovejas errantes, oprimidas, sacrificadas)… Jn 11, 52,

Para reunir a todos los hombres/mujeres en Uno (eis Hen). Ésta es la palabra clave: (a) Reunir en uno (eis Hen), es reunir en el Dios de la tradición bíblica del Shema (escucha Israel, el Señor tu Dios Uno es: Dt 7, 5-6). (b) Esta Unidad/comunión en amor de Dios es principio, fundamento y sentido de la iglesia/sinagoga de la nueva humanidad.

 Esta es la fiesta de la familia universal:  que todos los  hombres y mujeres sean una sinagoga (sinagogein: reunir) en la que se integran varones y mujeres, judíos y gentiles, libres y oprimidos, pueblos y pueblos  Gal 3, 28), compartiendo casa, afecto, posesiones, trabajos y riquezas…

No es la fiesta de unidades aisladas,  ni de pequeños grupos/naciones (España, Italia…), sino de la humanidad  formada por de todos los hombres y pueblo, empezando por los  excluidos, dieskorpismena; a los que alude con enorme precisión el texto: los dispersados por montes y desiertos, bombardeados por armas “inteligentes” de muerte, los emigrantes, emigrantes etc etc. Estos son algunos de rasgos de esa reunión en familia de los dispersos/oprimidos del mundo.

Familia, no patriarcado: hermanos, hermanas y madres, sin patriarca/jefe (Mc 3, 31-35 par).

Y llegaron su madre y sus hermanos y quedando fuera, enviaron a llamarle. Y la multitud estaba sentada en torno a él y le dijeron: Mira: tú madre y tus hermanos están fuera y te buscan. Y (Jesús) respondiéndoles les dijo: ¿Quién es mi madre y mis hermanos? Y mirando a los que estaban sentados alrededor de Él, en círculo, dijo: He aquí mi madre y mis hermanos. Porque el que cumpla la voluntad de Dios, éste es mi hermano, mi hermana y mi madre (Mc 3, 31-35) [1].

             Los rabinos de Jerusalén le han acusado de estar endemoniado porque “cura en apariencia” con la fuerza de Satán/Belcebú a unos endemoniados, para oprimir de esa manera a todo el pueblo. Sus familiares no se atreven a llamarle “endemoniado, pero le toman como loco (está fuera de sí) y quieren llevarle preso a casa. Pero él reacciona conforme a este pasaje, trazando la identidad de su nueva familia/iglesia:

−Cuestión de Jesús: “¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?” Tanto los que vienen a buscarle como los que avisan (mira: tú madre y tus hermanos están fuera…) suponen de antemano conocida la respuesta: Familia de Jesús son aquellos que están buscándole fuera. El texto no habla de “padre”, quizá porque ha muerte y el poder de la familia lo tienen los hermanos de sangre con su madre, viniendo con la intención de prender a Jesús y llevarle a su casa materna. Pero Jesús rechaza ese supuesto y pregunta ¿quién es? ¿quiénes son…?

Signo: Sentados en torno. “Mirando a los que estaban sentados en torno a él, en círculo…”. Jesús ha creado un nuevo espacio de convivencia familiar, donde sus nuevos hermanos/hermanas y madres están sentadas, en corro, formando con él grupo de “asentamiento”, sentados en círculo, en tono a Jesús, de modo que pueden mirarse y aceptarse por la mirada, no por un tipo de generación biológica o poder externo (sin padre superior).

Palabra. Jesús ratifica la identidad de su nueva familia, formada por endemoniados, enfermos etc., sentados en torno, diciendo, en palabra performativa (creadora de Iglesia): “estos son mi hermano, mi hermana y mi madre”. La primera “ley de familia” de la Biblia vinculaba al hombre y a la mujer diciendo: “procread, multiplicaos, dominad la tierra” (Gen 1, 28). Pues bien, ahora, los reunidos en torno a Jesús no son familia por generación, sino por cohabitación, sentándose en torno y mirándose unos a otros.

– Limitación: En esta familia de Jesús no hay padre/padrone, de tipopatriarca, pues Padre solo es Dios. Jesús no puede hablar en este contexto de padres porque él mismo aparece como referencia y signo de unión la familia. Por eso, lógicamente, en estas nuevas iglesias/familias de Jesús no hay lugar para padres superiores por encima del corro de hermanos/hermanas/madre. Ni Dios está arriba (no es superioridad impositiva) Tampoco Jesús esta encima. No hay jerarquía. La iglesia o comunidad se construye precisamente desde abajo el mismo corro, con Jesús

Surgimiento eclesial: Madres y hermanos. Junto a los hermanos/hermanas (en igualdad, varones y mujeres), el texto destaca a las madres que son autoridad en la medida en que acogen a los nacidos, les cuidan, les aman, les hablan, pero sin convertirse por eso en poder paterno de tipo jerárquico. Este pasaje nos sitúa por tanto ante una “eclesiogénesis” básicamente femenina, donde, con los hermanos/hermanas están las madres como donantes de vida (no por engendrar, sino por acoger, amar) en especial a los hijos/ pequeños, a quienes cuidan y educan.

−Justificación. “Porque el que cumpla la voluntad de Dios ése mi hermano. y mi hermana y mi madre…”. Filón aseguraba que “la honra de Dios” (tên tou Theou timên: Spic. Leg I, 317) vincula en lazo indisoluble a la familia de Dios, sobre los lazos de la carne y sangre… Eso aparece también dicho de Jesús, pero con dos diferencias significativas. (a) La voluntad de Dios no se expresa en un un tipo de “ley sacral” sino en la comunión de amor real entre hermanos y hermanas varones y mujeres, madre, e hijo. (b) En esta familia de Jesús no hay lugar los “padres” (portadores de un poder más alto). El amor vinculado a la voluntad de Dios no es de padres/patriarcas, sino de hermanos/hermanas y madres (cf. Mt 23, 1-9).

               Éste lenguaje es tan escandaloso, que ha sido difícil de aceptarlo para cierta iglesia, que ha vuelto con frecuencia a los modelos del judaísmo anterior, reforzándolos incluso, con el surgimiento de estructuras jerárquicas de dirección que marginan a las mujeres y tienen dificultad en aceptar a pecadores-posesos-ilegales como muestran los códigos de familia de 1 Ped, Col y Ef [2].

                         En esta familia de Jesús (de Mc 3, 31-35) hay hermanos-hermanas-madres, pero no padres/patriarcas (de patri/arkhê, dominio del padre). El padre sólo es auténtico padre, como Dios, dejando de ser arkhê, autoridad/potestad. En ese sentido, la patria/potestad no es cristiana no es evangélica. El un Padre verdadero (que es Dios) no es potestad.

 Jesús no ha venido a perfeccionar perfeccionado la familia patriarcal o legal de Israel, sino que ha creado un tipo de familia sin patria potestad, sin escribas legales como los de Mc 3, 22, sin patriarcas-patronos, sin parientes con poder genealógico más alto, sino una familia de hermanos/hermanas, de madre/hijos, abierta a los marginados, no en línea de exclusión o alejamiento (como pudo hacer Juan Bautista), sino de acogida, pues en ella caben todos los que escuchan y cumplen la voluntad de Dios, todos los perdidos (dieskorpismena) sobre el mundo.

Familias con casas/campos, con trabajo y comida compartida: cien casas/campos, hermanos/hermanas y madres, sin patriarcado (Mc 10, 29-30).

Pedro comenzó a decirle: Mira, nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido. Jesús respondió: En verdad os digo: no hay nadie que haya dejado casa o hermanos o hermanas o madre o padre o hijos o tierras por mí y por el evangelio, que no reciba el ciento por uno en el tiempo presente en casas, hermanos, hermanas, madres, hijos y tierras, con persecuciones, y en el siglo futuro la vida eterna (Mc 10, 28-30 par, cf. Mt 19, 23-39 y Lc 18, 24-30).

             Este pasaje sigue en la línea anterior, pero con una inmensa novedad: La familia no es principio de negación, no es pura pobreza material, sino riqueza con casas/campos, con hermanos y hermanas… Familia abierta a todos, familia humana en la que todos tengan casa/hogar y campo/trabajo.

Este pasaje (al menos simbólicamente)  supone que Pedro y los doce lo han dejado todo (riqueza y familia) y han seguido a Jesús, que desarrolla en este contexto su doctrina sobre el sentido y función de la riqueza y familia de la, formada por personas (varones y mujeres) que lo han dejado/dado todo (lazos familiares antiguos, riqueza) para formar una casa/familia en la que se forma y comparte una familia (casa, campos, familiares) en la que se recibe el ciento por uno de aquello que se ha dado. Pedro y sus Doce entran así en la “ruega” (en el espacio: sinagogê) fr la casa compartida, con hermanos/hermanas y madres. No son patriarcas con poder sobre otros, no son “millonarios” sobre un mundo de pobres, sino hermanos y hermanas en un mundo de casas y campos compartidos.

Este pasaje no se dirige a ciertos grupos de carismáticos posteriores (religiosos de comunidad y pobreza),  como si sólo ellos dejarán todo para así compartirlo todo, sino que se dirige a todos los seguidores de Jesús, a todos los hombres y mujeres del mundo, como  la “carta magna” de la nueva iglesia mesiánica. Ésta no es sólo una propuesta para Pedro y los Doce (que en la línea del relato de Marcos no han cumplido todavía lo que dice Jesús), ni para algunos grupos de monjes posteriores, sino para todos los cristianos, conforme a un esquema centrado en dejar y recibir:

-Hay que empezar por una renuncia, hay que renunciar a un tipo de posesión particular, dominadora…Hay que dejar el orden anterior, con padre-patriarca, con casa o hermanos o hermanas o madre o padre, por Jesús y el evangelio…¸ es decir por la nueva familia   de la familia y campos particulares, al servicio de ellos mismos… Sin esta renuncia a la casa/riqueza particular (con patriarca y campos exclusivos no se puede seguir a Jesús y cumplir el evangelio. Hay una Doctrina Social de la Iglesia que es luminosa, pero no llega a ser cristiana, no responde al evangelio.

– Sólo a través de esa renuncia se alcanza la riqueza verdadera. Sólo el que renuncia a un tipo de propiedad particular, con padre-patriarca, con casas/campos exclusivos… recibirá en este tiempo el ciento por uno en casas/campos, con hermanos y hermanas, con madres e hijos.

 Los discípulos de Jesús, seguidores de su iglesia, tienen que dejar/superar un tipo de familia patriarcal, centrada en la autoridad y dinero del padre, para formar una comunidad de madres/hermanos, donde al dar y compartirse todo (casa, campos, con familia: padres/madre, hermanos, hermanas e hijos) se recupera todo, al cieno por uno, menos los padres, que no aparecen ya en la segunda parte de la tabla. Esto es lo que los discípulos de Jesús (miembros de iglesia) han de dejar:

– Dejar la casa egoísta (oikia), dirigida/gobernada por un padre patriarcal. Casa es el edificio donde se vive con sus pertenencias (en especial con los campos, que son bienes de producción y consumo), y especialmente el grupo de personas vinculadas a ella. En esa línea, dejar la casa implica dejar las raíces concretas de la vida económica y familiar, desde la perspectiva del varón, abandonando así la economía doméstica normal (ideal) de Palestina, avalada por Dios según el libro de Josué. Las pertenencias de la casa son de dos tipos: familia y campos-trabajo.

– La familia es casa, lugar de habitación compartida. En ese contexto se puede incluir esposo y esposa, aunque aquí no se nombren. (b) Padre, madre e hijos son la familia en línea vertical: está formada por aquellos que arraigan al ser humano en el tiempo, y está formada por aquellos de quienes procedemos (padres) y a quienes engendramos (hijos). En la nueva familia hay casas, pero no patriarcado doméstico[3].

Los campos son forman parte de la casa, como una expansión de ella, en un contexto agrícola, donde la casa/campo es lugar de convivencia, de trabajo productor y de comunicación de bienes. En ese contexto es imposible hablar de casa patriarcal (autosuficiente, rica) sin campos o posesiones, administradas en régimen jerárquico, con el padre como dueño y responsable del conjunto. Así se pasa de una casa patriarcal(con padre de familia, dueño, gerente/administrador de) a una casa comunal, donde todos los bienes de dan y comparten, todos los trabajos se realizan en común donde, finalmente, se comparten los bienes, el ciento por uno[4]

             Externamente, este pasaje no habla de “dinero” como tal, sino de los dos tipos de riqueza propias en una economía agrícola de subsistencia: riqueza familiar, personas(casa con padres/madres, hijos, hermanos…) y riqueza agrícola (campos de trabajo productivo. Lógicamente, en ese contexto, no se dice que los discípulos tengan dinero (en sentido monetario), porque su riqueza es la casa y campo (en línea de producción agrícola), para recrear u tipo de economía compartida (sin capital o dinero particular). En la primera parte de la tabla sobresale la figura de los padres, que evidentemente encabezan y dirigen tanto la familia como la posesión de bienes, el trabajo y la ganancia de los bienes compartidos.

            En segunda parte de la tabla, tras haberlo dado todo, los seguidores de Jesús lo recuperan al ciento por uno…, pero con una excepción: sin padres. A partir de aquí surge el gran problema: cómo organizar esta nueva familia de vida compartida con madres-hermanos-hermanas-hijos, con casa y campos de trabajo (con los bienes así producidos), pero sin padres-patriarcas como los anteriores.

            Dejarlo todo” por Jesús o el evangelio significaba en principio “venderlo y darlo a los pobres a los pobres de fuera (cf. Mc 10, 21). Pero ya no hay un “fuera”, sino que los pobres quedan integrados en la casa/familia comunal. Se trata, por tanto, de abrir un espacio de comunicación universal, partiendo de los pobres (integrados en el ciento por uno).

            Jesús no pide a sus seguidores que abandonan las riquezas como tales (en su pura materialidad), para vivir sin nada, sino que abandonen una forma de posesión y de uso particular/egoísta de las riquezas (familiares y sociales, casa y campos), para poder compartirlos/disfrutarlos entre (con) todos, en un plano más alto de creación comunicación de riquezas (cien casas, cien hermanos, cien campos…), sin dominio de unos sobre otros, sin un padre de familia superior, sin necesidad de sacerdotes/dirigentes exteriores a la comunión de la casa formada por cien casas, sin familiares etc.

Jesús no niega el valor de la familia, ni de la riqueza, sino todo lo contrario: Quiere bendecir y multiplicar familia y riqueza (cien hermanos, cien campos…), en comunicación de bienes y afecto, desde los más pobres. No se trata de dejar para no tener, sino para compartir de un modo más elevado, sin padres de familia superiores, sin siervos ni esclavos, siendo todos entre sí hermanos/hermanas/madres. El rico de Mc 10, 17-22 se ha ido, pero hay muchas personas que han seguido a Jesús: lo han dejado todo “por él”, para formar una familia que supera los esquemas anteriores de ley y dinero. Ellos han recibido la revelación clave de Jesús sobre la riqueza, una revelación familiar y económica, más que de templo y de espiritualidad separada de la vida (cf. 10, 30):

 – Quien deje recibirá (hos aphêken labê)… Dejar no significa despreciar sino dar, poner la vida en manos de los otros, para así compartirlo entre todos. Por eso, quien regala de verdad recibe: lo que se entrega se convierte en don más elevado, de manera que así podemos compartirlo. La siembra de gracia (de amor generoso) suscita una gracia más alta, en este mundo y en el nuevo. Solamente se tiene (recupera) aquello que por gracia se ha dado a los demás, superando el nivel de posesión violenta y egoísta de la tierra

En este kairos (en este tiempo) el ciento por uno… El rico preguntaba sólo por la vida eterna. Jesús promete también la vida de este mundo, en nivel de gracia compartida. Es como si ahora padeciéramos un subdesarrollo familiar y económico: el tipo de vida (casa, comida y familia) que tenemos ha limitado nuestras posibilidades. Por eso, Jesús ofrece a los creyentes el ciento por uno en valores de casa, familia y campos.

Con persecuciones o dificultades (diôgmôn: cf. 13, 3-13). Quienes asumen ese camino han de hacerlo por amor, en donación no impositiva, sin seguridad externa. De esa forma pueden quedar en manos de otros hombres egoístas y opresores, suscitando al mismo tiempo la oposición violenta de quienes se sienten acusados por su forma de existencia. En contra del evangelio se alza así el rechazo de aquellos que buscan sólo las estructuras de seguridad del mundo.

Y en el aiôn o siglo futuro la vida eterna (dsôên aiônion). Es posible que esta promesa de vida eterna en el aiôn futuro sea un añadido de Marcos, pues todo parece indicar que el ciento por uno es ya comienzo de vida sin fin, como he destacado en Comentario a Salmos (Estella 2023).

              Los seguidores de Jesús han dejado una forma de familia/posesión antigua con su riqueza, en plano horizontal (hermanos/as) y vertical (padres/hijos). No lo han hecho con el propósito egoísta de enriquecerse ellos solos (separados de los otros), sino con el propósito “divino” (permítase la palabra) de vivir en otros, para otros, como Dios que es vida compartida y resurrección, sin padres/patriarcas superiores, por encima de todos, sin esclavos o siervos sometidos, sino siendo todos hermanos. Gratuitamente dejan todo, pero de un modo aún más gratuito y superior lo recuperan, en clave de multiplicación (es decir, de resurrección). Han dejado su casa egoísta, con posesiones y relaciones cerradas, para compartir la vida con los pobres, con aquellos que no tienen nada, para descubrir y conseguir, con ellos, una casa y familia multiplicada, pero no en clave de posesión cerrada, sino de comunión abierta a todos, iniciando de esa forma, en este mismo mundo, un camino de resurrección.

 –-Símbolo central: cien casas. La iglesia va surgiendo desde el Cristo allí donde los hombres y mujeres van creando espacios gozosos, contagiosos, de casa/vida común (desde los más pobres, compartiéndolo todo, sin muros de separación), de forma que el don mutuo de vida y bienes se vuelve signo de intensa comunión entre personas (hermanos, madres, hijos…).

–Expresión primera: cien hermanos y hermanas. Allí donde los creyentes superan un tipo de cierre egoísta de casa y familia (comunidad, grupo o nación) puede surgir y surge un tipo de fraternidad y/o sororidad universal de gracia. Los hermanos ya no luchan por envidia hasta matarse (cf. Caín/Abel de Gen 4), sino que se vuelven amigos y se alegran juntos de la vida, en gozo de amor extenso (¡cien hermanos…!).

— En ese contexto destaca la abundancia de la vida, representada en cien madres e hijos, es decir, en comunicación y fecundidad. En la iglesia hay cien madre y hermanos/hermanas, pero no puede haber cien padres, ni siquiera uno, en sentido patriarcal. Con los hermanos/hermanas que son eje horizontal de la vida, madres e hijos forman el eje vertical de la existencia, como expresión de un tiempo que sigue estando abierto hacia el futuro de la vida de Dios.

–En este mundo: ciento por uno en casa, campos (agrous) y familiares. Al compartirse, los bienes se multiplican, como en la multiplicación de los panes, de forma que el reino de Dios (que es comunicación de vida) comienza ya en este mundo, en un plano de familia y riquezas. Marcos ofrece esta utopía de ciento por uno precisamente allí donde Jesús asume y ratifica su entrega hacia la muerte, no para negar, sino para recrear los valores del mundo.

– Con persecuciones. Este proyecto de familia abierta, donde se supera el poder económico (no hay posesión exclusiva de bienes, todo se regala y se comparte) y el patriarcalismo dominante del entorno social ha significado una inmensa protesta, un cambio de paradigma social. Por eso ha suscitado el rechazo y la persecución de la sociedad establecida, empezando por el mismo ambiente familiar, para seguir después en el entorno social, religioso y político (como seguirá mostrando el evangelio). Este proyecto de Jesús, tal como se ha estabilizado en la comunidad de Marcos, supone una inmensa protesta frente al patriarcalismo dominante del ambiente (contra su economía, contra su forma de entender la familia).

Y en el siglo futuro la vida eterna. Como he dicho ya, ese siglo/eón futuro no se entiende como eternidad contraria al tiempo (cielo de arriba frente al mundo da abajo) como en la cosmología griega, sino como culminación del tiempo, en la línea ya indicada de los salmos. En ese sentido, el mundo futuro comienza ya aquí, de forma que el “cielo” aparece como continuación y culminación de una tierra de amor, esto es, de comunión de vida, como supone el Padre nuestro (como en el cielo así también sobre la tierra: Mt 6, 19).

             El proyecto de Jesús se expresa en el surgimiento de una fraternidad/sororidad donde caben y encuentran espacio para realizarse quienes viven en amor y servicio mutuo, superando las barreras de imposición que separan a ricos y pobres, varones y mujeres (cf. Gal 3, 28: no hay judío ni griego…). Éste es el “dogma” eclesial del Jesús de Marcos, un dogma práctico que implica una fuerte eclesiología, fundada en la experiencia del Espíritu mesiánico, que se opone a los espíritus impuros y a la ley de los escribas que encierran a los hombres en sus pequeños círculos sagrados de imposición y muerte. Los seguidores de Jesús forman según eso una familia extensa y comparten vida, esperanza y comunión personal (cien madres/hijos, hermanos/as) en un camino de resurrección que culmina en forma de vida eterna.

Familia de iguales, no jerarquía de poder. Testimonio de Mateo

Desde el fondo anterior ha de entenderse la evolución y problemática posterior De la Iglesia, reflejada en un texto tardío de la tradición eclesial de Mateo. Conforme al texto que sigue, y a toda la tradición que está en su fondo, arece que algunos cristianos empiezan a montar cátedra de autoridad doctrinal (sinagogas) y social (banquetes), haciéndose llamar rabinos (maestros, grandes) y convirtiendo el evangelio en medio de dominación. En contra de eso, la tradición de Jesús mantiene con toda fuerza la experiencia igualitaria de su mensaje y de su vida.

No llaméis a nadie rabino, padre, ni dirigente (Mt 23, 1-7). Según eso, la iglesia no es un sistema poder (con buenos funcionarios), sino un despliegue de amor fraterno, en comunión de hermanos, sin un padre/patrono por encima. Por eso, aquellos cargos u honores que en línea de organización podrían resultar positivos para otras instituciones (sistemas), acaban siendo destructores y negativos para los cristianos. No se trata de que las cosas funcionen como institución, ni de superar a los demás en conocimiento o número, sino de expandir y celebrar gratuitamente la gracia y el amor de Cristo, buscando el bien de todos (incluso de los otros grupos sociales) tanto o más que el propio. En nombre de Jesús, el evangelio responde en Mt 23, 1-7:

– No os dejéis llamar rabi-rabinos. El judaísmo de la federación de sinagogas se constituye en torno a los rabinos, maestros tradicionales y legales, que elevan como autoridad, siendo así reconocidos (ratificados) por la Misná. Ellos destacan el “saber” legal, en línea de hermenéutica textual y fidelidad a las tradiciones del pueblo. En esa línea, el nuevo judaísmo será federación de sinagogas dirigidas por rabinos, sin obispos como aquellos que surgirán en la comunidad cristiana. Humanamente, los rabinos han sido autoridad ejemplar, en diálogo y respeto, sencillez y estudio, entre diversas escuelas judías. A pesar de eso, Jesús ha rechazado su autoridad: no quiere que la iglesia sea sociedad de sabios, dirigida por expertos escribas y maestros. Un dominio de sabios rompe la fraternidad; un poder de escribas abaja a los iletrados.

– No llaméis a nadie padre. Mateo supone que algunos lo hacen, de manera que puede surgir en la iglesia una veneración jerárquica (con los padres/patriarca junto a los rabinos). Pues bien, Mateo se opone de forma radical a ello, recuperando la mejor tradición de Jesús, pues a su juicio la más honda autoridad de “padre” sólo se puede atribuir a Dios, y nadie puede llamarse ni ser Padre como él en la comunidad cristiana. Desaparecen las mediaciones patriarcales y emerge Dios, Padre no patriarcal, unificando en su amor a los hermanos[5].

Que no os llamen dirigentes (kathêgêtês). La prohibición de ese título parece repetir con palabra más griega (helenista) lo que se decía en forma judía al hablar de los rabinos… Pero el matiz es distinto: este kathêgêtês (dirigente) no es simplemente un “grande” (rabí) que sabe, sino alguien que quiere guiar a los demás en los caminos de la vida, pudiendo convertirse en iniciador jerárquico, elevándose sobre los demás (cf. 23, 11-12). Mateo reacciona duramente: la comunidad de Jesús no necesita dirigentes de ese tipo.

 Jesús no ha creado un grupo patriarcal de senadores, ni un sistema de poder de escribas o padres, sino un movimiento de liberación fraterna, abierto a los excluidos y expulsados. No ha fundado una escuela elitista de varones o de especialistas religiosos, sino un movimiento de humanidad mesiánica, dirigido en igualdad por el amor de todos, estando los unos al servicio de los otros. No fue reformador social, sino testigo y presencia de Dios: no quiso remendar el viejo manto israelita, ni poner su vino nuevo en odres gastados, sino ofrecer un camino universal de nuevo nacimiento, en igualdad, en comunión, para varones y mujeres (cf. Mc 2, 18-22).

Jesús ha superado así una lógica de dominio patriarcal, abriendo un camino de reino donde cada uno (varón o mujer) tiene valor infinito, por sí mismo, como hijo de Dios, pero, al mismo tiempo, libremente, como “infinito” y puede vincularse libremente con los otros, de forma que la iglesia sea comunión de todos, en igualdad, viviendo cada uno en y para los demás, en un despliegue de vida abierto al futuro de la resurrección plena, que es Dios, como he puesto de relieve en el apartado anterior. En esa línea es importante destacar la igualdad de la mujeres y varones.

NOTAS

[1] Para este texto y el siguiente, cf. Pikaza, Evangelio de Marcos, Verbo divino, Estella 2023.

[2] Así lo ha puesto de relieve, en perspectiva judía, J. Klausner, Jesús de Nazaret. Así lo ha confirmado, desde una perspectiva católica, J. Ratzinger, en sus trabajos más antiguos sobre la comunidad en la Biblia (Obras competas I, BAC). Con gran perspicacia, J. Ratzinger reconoce la novedad de la “ruptura anti-patriarcal” de Jesús, cuando dice, por ejemplo “no llaméis a nadie padre” (Mt 23, 1-9), pero añade que esa afirmación es de tipo retórico y no puede mantenerse al pie de la letra en la iglesia posterior, de forma que la iglesia helenista, ha hecho bien al re-introducir un tipo de lenguaje y organización patriarcal.

[3] Mc 3, 31-35 no incluía hijos (sólo madres, hermanos/as) porque estaba formulado directamente desde Jesús a quien no vemos como padre. Aquí, en cambio, desde una formalización general de la familia, se puede y debe hablar de hijos en una comunidad, que recibe así un fuerte rasgo materno. De manera convergente, los textos sobre los niños (9, 33-37; 10, 13-16) han presentado la iglesia como casa materna.

[4] Ese pasaje ha estado en el fondo de la teología de la vida religiosa, como he puesto de relieve, Tratado de vida religiosa, Claretianas, Madrid 1990, 145-186. Cf. también Th. Matura, El radicalismo evangélico, Claretianas, Madrid 1990. El ciento por uno en familia y bienes puede y debe aplicarse a todas las formas de vida cristiana.

[5] Yahvé era Nombre indecible, absoluta soberanía y trascendencia, de modo que nadie podía hacerlo suyo o pronunciarlo. Para los seguidores de Jesús, Dios Padre en sentido materno: aquel que se da, dando vida, siendo Vida de los hombres, pues en él nos movemos, existimos y somos (Hch 17, 28). En esta línea avanza la tradición del Discípulo Amado: “Habéis recibido el Crisma (=unción, Espíritu Santo) de manera que no tenéis necesidad de que nadie os enseñe” (1 Jn 2, 27). El verdadero Maestro y guía es Cristo.

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